viernes, 22 de agosto de 2014

277. Por las montañas rumanas

Disculpen que cargue dos entradas en un día. Es que las he ido escribiendo a lo largo de la semana y no las he podido subir a tiempo por la avería de mi ordenador casero, al que le salen los virus por las orejas. A la vista de lo mal que va, tengo la duda de si serán virus o bacterias, porque supongo que también ha de haber bacterias informáticas. En fin, supongo que saben que detrás de cada virus de los que atacan nuestros ordenadores hay una persona, un hacker, que lo ha diseñado exclusivamente para joder, por lo que un gallego como yo no puede dejar de sospechar que pudieran ser las mismas empresas que venden los antivirus, las que tienen a unos pavos distribuidos por el mundo ideando nuevas putadas, para luego venir de salvadores y hacer negocio a costa del sufrido internauta.

Mi viaje a Rumanía estaba organizado por una veterana agencia de viajes cuyo nombre tal vez les suene: Años Luz. La oferta que hacían era interesante y variada, con días de senderismo por las montañas, implicaciones culturales, algunos guías locales, viajes en autobús por todo el país fuera de las rutas de los turistas y hoteles seleccionados. Es la primera vez que me sumo a un viaje de grupo (éramos 45) y la experiencia no me ha resultado desagradable. A priori se trata de un país en el que me daba un poco de reparo viajar por mi cuenta aunque, ahora que lo he visitado, he comprobado que es aceptablemente seguro y que se puede visitar viajando en avión y alquilando un coche. Las carreteras están muy mejoradas desde que entraron en la Unión Europea y la forma de conducir de los rumanos es bastante caótica, pero no más que la habitual en lugares como Sicilia o Grecia, por los que me ha tocado conducir.

La excursión se centraba casi por entero en la región de Transilvania, la más pujante de la nueva Rumanía, a nivel económico, cultural y vital, pero incluía dos días en Bucarest (uno al llegar y otro al final) y una escapada al norte de la parte moldava, apenas a 10 kilómetros de la frontera con Ucrania, para visitar tres de los catorce o quince monasterios ortodoxos de esta zona, construidos en madera y pintados exterior e interiormente. Por lo que he podido ver, se trata de un país muy verde y húmedo, con un paisaje que recuerda a Galicia y una población muy rural y dispersa como la gallega. Aunque hay ciudades grandes y medias, la gente gusta de tener una casa pequeña con su huerto de autosubsistencia, unas cuantas gallinas, patos o pavos y algún que otro cerdo.

El país tiene un tamaño como de dos tercios de España y allí viven 22 millones de personas, 2 de ellos en Bucarest. Además hay otros 3 millones de exilados, en USA, Inglaterra, España, Francia, Alemania y otros lugares. Los rumanos son eslavos del norte (ya saben que se considera eslavos del sur a los pueblos balcánicos; ese era el significado del nombre Yugoslavia: tierra de los eslavos del sur). Hay importantes minorías de húngaros y sajones (alemanes) y una amplia población gitana, totalmente aislada de los demás pueblos. Su lengua, el rumano, es un derivado directo del latín, uno de los más puros según dicen, y es una seña de identidad muy fuerte, a pesar de que los romanos no estuvieron por estas tierras tanto tiempo como otros invasores y, por ejemplo, mantuvieron su dominio menos tiempo que en Inglaterra, en donde no tuvieron esa incidencia lingüística.

La gente tiene facilidad para los idiomas, todo el mundo habla italiano y mucha gente conoce el español, el francés y, por supuesto, el inglés. El rumano tiene algunas particularidades curiosas, como nos explicó un colega lingüista del grupo. Tal vez hayan observado ustedes que muchas palabras rumanas terminan en ul. Hay un equipo de fútbol que se llama el Petrolul, y los palacios se llaman Palatul. Ese ul es un artículo determinado: palatul es el palacio; petrolul es el petróleo. Y Dracul es el dragón, según algunos, o el diablo, según otras versiones. Los sufijos que se incorporan al final de un sustantivo se denominan enclíticos. En español se usan mucho los pronombres enclíticos. Por ejemplo, para decir acerca-a mí-eso, se usan dos: acércamelo. Pero el rumano, junto con el islandés, es el único idioma que usa enclíticos para los artículos determinados.



Aquí tienen un mapa físico de Rumanía, en donde se ve la gran ele invertida de los Cárpatos, una cordillera contemporánea de los Alpes o los Pirineos. Esa cordillera dibuja una especie de cuadrado con una alta meseta interior. Todo ello constituye la Transilvania. Al Este se sitúa la Moldavia rumana, al sur la Valaquia,  antigua Muntenia, cuya capital es Bucarest, al Oeste la región más húngara, cuya capital es Timisoara. Y aun queda la zona baja del delta del Danubio, en donde está la ciudad portuaria de Constanza, al borde del Mar Negro. El Danubio, antes de entrar en el país para sus últimos kilómetros, dibuja un buen tramo de la frontera sur de Rumanía, primero con Serbia (tras pasar por Budapest y Belgrado) y luego con Bulgaria. Aquí el mapa de las principales regiones rumanas.



Transilvania y el resto de las tierras rumanas han sido sucesivamente invadidas por otros pueblos a lo largo de toda su historia. Los sajones trajeron dinero, orden y organización germana, durante los cuatro siglos que dominaron Transilvania. Luego llegaron los turcos, que estuvieron otros dos siglos, pero se limitaron a los aspectos comerciales. Es decir, no desplazaron población, no construyeron mezquitas y dejaron que los rumanos continuaran practicando su religión ortodoxa, a cambio de cobrarles impuestos. A ese período le siguió el dominio del Imperio Austrohúngaro, que duró hasta el final de la Gran Guerra (1918). El período de entreguerras fue tiempo de prosperidad: por primera vez eran independientes, tenían un rey y mantenían excelentes relaciones con Francia y otros países. De este tiempo son los numerosos palacetes art-deco que hay por las principales ciudades.

Sin embargo, en la Segunda Guerra Mundial se alinearon con el Eje, por la poderosa influencia de un movimiento antisemita al que el propio rey desautorizaba. Al final, las tropas rusas invadieron el país y repusieron inicialmente al rey Miguel, aunque dos años después, en 1947, le sugirieron amablemente que se largara. Rumanía había quedado en la zona de influencia soviética y los dirigentes del antes pequeño Partido Comunista Rumano, se disponían a controlar el gobierno de la nación. Nicolae Ceaucescu era por entonces el flamante secretario general de las Juventudes Comunistas. A pesar de su corta edad contaba ya con un largo currículum de militancia, detenciones, paso por diversas cárceles y hasta cautiverio en un campo de concentración nazi. En 1947, en el primer gobierno comunista, nadie se extrañó de que fuera nombrado Ministro de Agricultura. La posterior deriva de este señor hasta terrenos próximos a la locura, es un elemento clave en la historia de Rumanía, que bien merece un post exclusivo.

Debo añadir que los rumanos de a pie, son trabajadores, amables, hospitalarios, muy cultos (como en cualquier país de la antigua órbita soviética), disfrutones, abiertos, grandes bebedores y muy celosos de sus señas de identidad y del patrimonio cultural que sobrevivió a los excesos del último Ceaucescu. La mayor parte del turismo que hemos encontrado en las ciudades transilvanas era turismo interior. Parte esencial de ese patrimonio lo constituye la religión ortodoxa. La afluencia a las iglesias es masiva. Las misas de los domingos duran tres horas y sólo disponen sillas para los enfermos, ancianos y embarazadas. El resto de la gente aguanta de pié, unos pocos en el interior de las pequeñas iglesias y el resto en la calle, alrededor, en donde se escuchan los rezos por megáfono.

Una de las cosas que más les preocupa es su mala imagen exterior, debida a los gángsters y mafiosos y a los gitanos. Están muy interesados en que se difunda una imagen mejor del país. Mi anterior párrafo va en ese sentido, pero no digo ninguna mentira. De hecho ya conocía a varios rumanos y rumanas de los que viven por nuestra tierra y sé que son totalmente de fiar. Que pasen un buen fin de semana.

6 comentarios:

  1. Por los que yo he podido conocer, creo que el perfil que haces de los rumanos es acertado. Tuve en algunas obras un fontanero y un pintor de esa nacionalidad. Eran los dos muy cumplidores, trabajaban bien, hablaban español correctamente, les gustaba la conversación y el debate y nunca tenían prisa por terminar su jornada. En su tiempo libre se reunían a beber y hablar de su tierra (siempre tenían familiares o amigos de allí). Eran educados, aunque hablaban alto y tenían su genio. Eran también estoicos, nunca se quejaban, se notaba que venían de una situación de penuria muy grande. Y, como dices, les preocupaba desmarcarse de los gitanos y de los mafiosos y proxenetas. Esos no eran rumanos, decían.

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    1. Yo también he conocido rumanos educados, legales y trabajadores en España. Los gitanos son otra cosa. Los gitanos rumanos incluso avergüenzan a sus primos españoles.

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    2. Me uno a los que habéis tenido buenas experiencias en vuestro trato con rumanos. He tenido trato con un informático que tenía su tienda cerca de mi casa. Entre otras compras de material informático para la oficina, adquirí en su establecimiento el último plotter que he tenido. Siempre me dio un servicio excelente y llegue a tener bastante confianza con él. Me apenó mucho que tuviera que cerrar e irse a causa de la crisis.
      Como mi hijo pequeño va a la educación pública, he tenido ocasión de conocer a otros rumanos padres de compañeros del niño. Con algunos he hecho una buena amistad, en particular con un matrimonio que, también castigado por la situación económica, perdió el trabajo (lo perdieron ambos). Tras intentarlo una temporado como autónomos, decidieron irse a Alemania con sus dos hijos. Tengo noticias de ellos y no les va mal, cosa que me alegra.
      Es injusticia sobre injusticia que la crisis haya castigado más a los más integrados. Pienso en los que se metieron en una hipoteca y lo han perdido todo.
      Todavía quedan por aquí un par de contratistas rumanos con los que coincido alguna vez. Buenos profesionales y honrados, esto último poco concordante con la fama del gremio. Conocerás el dicho: "contratista y honrado es una contradictio in terminis"

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    3. Gracias por tu comentario. Es significativo que los que se queden sin trabajo se vayan a Alemania o cualquier otro sitio, antes que volver a su tierra. Como me dijo una amiga rumana que limpiaba casas (ahora tiene un bar con su marido), Rumanía va progresando y saliendo de la miseria, a ritmo lento pero sostenido. Si nada se tuerce, en unos 50 años se pondrá a nivel europeo. Pero los de su generación no pueden esperar tanto. Ellos quieren vivir bien ya, aunque sea fuera de su tierra.
      Lo que sí hacen estos emigrantes (como los españoles de los años 50) es enviar parte de lo que ganan a sus familias y, a veces, comprarse un terrenito rural por allí, aprovechando que están baratos, para irse haciendo algún día una casita para retirarse. Como los indianos de Galicia.

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  2. Tengo la idea de que el último rey de Rumanía fue un corrupto, putero y borracho, que encima se llevó todo el dinero del patrimonio nacional a Estoril, en donde vivió "como un rey", valga la tontería. No es esa la imagen que se deduce de su comentario.

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    1. No soy un experto en el tema, pero hay dos reyes diferentes, según he podido ver en la Wikipedia. El rey Karol, no es que fuera un putero, es que sufría de priapismo, por lo que buscaba continuamente prostitutas que le aliviaran su mal. Y no solían faltarle (pagaba como un rey). Era también un mujeriego que se buscó una amante judía, por lo que su padre le desheredó y nombró rey a su nieto Miguel, de 6 años. El niño gobernó unos añitos con un consejo de regencia, pero en algún momento su padre el rey Karol regresó del exilio y se hizo otra vez con el poder, apoyado por grupos pronazis. Cuando los rusos empezaron a ganar la guerra, repusieron en el trono al rey Miguel, ya mayor de edad y de simpatías antinazis. En ese momento, el rey depuesto Karol se marchó a Lisboa en un tren con todos su tesoros. Miguel se quedó hasta que los soviéticos lo depusieron en 1947.
      Desde entonces se movió de forma discreta por diferentes exilios, sin causar ningún escándalo. Tras la caída de Ceaucescu, los tribunales le devolvieron parte de sus posesiones inmobiliarias. Pidió que le dejaran volver a su querida Rumanía y el parlamento lo autorizó. Ahora tiene 90 años, vive en su tierra en donde es bastante apreciado, y hasta fue invitado en una ocasión a hablar en el propio parlamento. Los representantes de todos los grupos le dedicaron una ovación unánime, puestos en pie.

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