viernes, 22 de agosto de 2014

276. La política de movilidad de Friburgo II

El otro día les conté unas cuantas cosas sobre la regulación de la movilidad en Friburgo. Me hubiera gustado intercalar algunas imágenes, pero he de confesarles que el ordenador de casa se me ha estropeado. Está atestado de virus y estoy todavía en el proceso de salvar la información a un disco duro externo y hacerle una limpia a fondo, que quizá me obligue a formatearlo. Era lo previsto, llevo 5 años sin antivirus, excepto un Avast gratuito que es como el que tiene un tío en La Habana. Supongo que me costarán menos los arreglos que tenga que hacer ahora, que lo que hubiera pagado en estos cinco años por un antivirus de los buenos, pero al final del proceso decidiré si sigo igual o me paso a contratar un Norton o un Kaspersky.

Intentaré hoy incorporar alguna foto ilustrativa de lo que les cuento. Como ya imaginarán, una política integral de medio ambiente, movilidad y urbanismo tiene muchos más componentes que la simple regulación del tráfico. Lo importante es precisamente que todas las políticas sectoriales estén conectadas entre sí, así como que tengan una estructura única de técnicos y políticos controlando su seguimiento. Eso es algo difícil de concebir en Madrid y en otras ciudades españolas. Sentado esto, les contaré sin un orden determinado algunas de las cosas que pude observar en mi visita. El sistema de transporte público se basa a nivel regional en el ferrocarril. La estación central está ligeramente rehundida al oeste del centro histórico, en dirección norte-sur. Más al oeste están algunos de los barrios de expansión de la ciudad.

Sobre los andenes de la estación de ferrocarril cruzan dos puentes elevados. Por uno pasan las principales líneas de tranvía. El otro tiene una calzada central sólo ciclista. Ambos cuentan con amplias aceras peatonales a los dos lados. Cada vez que para un tren en la estación, es un verdadero espectáculo ver a la gente subiendo apresurada por las escaleras y ascensores hasta las paradas de tranvía, en donde los conductores les esperan conectados con walky-talkies con los del tren. No se van hasta que han subido todos los viajeros que cambian de medio de transporte, entre los que hay niños con sus mochilas, señoras con bolsas de la compra y todo tipo de gente. 









Por la noche, la frecuencia de tranvías disminuye a uno cada media hora. En la plaza central del casco confluyen las líneas perpendiculares de tranvía habilitadas después de la Guerra, como ya les conté, mediante una ligera ampliación de la sección de dos de las calles medievales anteriores. Esta es una ciudad llena de universitarios, que salen a beber cerveza en las noches del weekend (y también los jueves), y han de volver a sus casas. Cada media hora llegan a la plaza al menos cuatro tranvías con puntualidad germana, y allí se reproduce el espectáculo de los conductores con sus walkies cuidando de no salir hasta que todos los viajeros hayan hecho el cambio que querían. Cuando un estudiante vive en un pueblo más allá de la última parada de una línea, puede decirle al conductor que le pida un taxi hasta su casa. Normalmente son varios los que se van juntos y el precio adicional es de un euro. El resto se lo paga el Ayuntamiento al taxista.

Este tipo de coordinación ha de sustentarse en un sistema inteligente de abonos y tarifas. En Friburgo se llama la Regio Karte. En este ENLACE pueden ver la cantidad de modalidades que ofrece. Está en alemán, pero algo entenderán. Las dos variedades principales del abono anual y del mensual son la personal (con foto), como el de Madrid, y otra que puede compartirse libremente, porque no es personal ni tiene foto. Ésta es un poquito más cara, pero es la que se compra casi todo el mundo y evita los problemas de la gente que quiere prestarle su abono a un familiar o un amigo. La idea de los gestores del sistema es que, una vez que se ha gastado el dinero en crear un sistema de transporte público, la forma de recuperar esa inversión es que se utilice cuanto más mejor.




Como ya he dicho, en esta ciudad ofrecen alternativas al uso del automóvil, con un sistema de transporte público cómodo, eficiente y asequible, y unos recorridos ciclistas atractivos y seguros. Cierto que yo visité la ciudad en verano, con menos presión de estudiantes, pero tengo que decir que no vi aquí una dictadura de los ciclistas, como en ciertas ciudades de Holanda. Aquí los ciclistas circulan a buena velocidad por sus carriles exclusivos de las vías rápidas, en los que tienen siempre la preferencia en los cruces, y en cuanto se salen a las otras calles han de adaptarse a la velocidad de 30 kms/hora, si no quieren ser multados.

Estas políticas se ven ahora apoyadas por el gobierno del Estado de Baden-Wurtemberg, en manos de Los Verdes, como les conté. Ahora mismo, en Friburgo están desarrollando un proyecto que supone crear una nueva línea de tranvías que bordea el centro histórico, como una nueva alternativa que alivie otra línea paralela, la que cruza el centro, últimamente un poco sobrecargada. El proyecto incluye la renovación del espacio público de las plazas por las que atraviesa. El Estado les paga el 75% de la inversión, a condición de que el tranvía sea de plataforma reservada (separado del tráfico de automóviles).

Es decir, es una especie de Plan E de Zapatero, con perdón, pero no les pagan el 100% ni les dejan invertirlo en lo que les dé la gana, sino que les imponen unas condiciones dirigidas a acercarse al modelo de transporte regional que pretenden. El Ayuntamiento ha estudiado los modelos de tráfico de la ciudad y ha comprobado que esa plataforma de la nueva línea reducirá demasiado la calzada, por lo que el proyecto establece la creación de un carril adicional de tráfico en la siguiente calle hacia el exterior. Una nueva muestra de que aquí se hacen las cosas con cabeza, buscando no perjudicar a nadie y siempre de forma gradual (pasar del 29 al 20% de automovilistas desde 1982 hasta hoy, no es un recorte brusco, pero sí sostenido).

La ciudad es famosa también por la actuación urbanística de Vauban, un barrio del extrarradio, que ocupa el lugar de los antiguos cuarteles del ejército francés (Alemania fue un país ocupado por tropas americanas, inglesas y francesas hasta hace muy poco). En concreto, las tropas francesas se volvieron a su país en 1992, devolviendo al Ayuntamiento de Friburgo las 38 hectáreas que ocupaban los cuarteles. Desde el consistorio se planteó una actuación estándar, con vivienda libre, vivienda social, algún centro comercial y los equipamientos que fija la ley. Pero ya les he contado (post #264, mes de julio 2014) cómo se las gasta la gente por estas tierras, después de su lucha antinuclear de décadas. En un par de días, la sociedad civil ocupó los cuarteles. Los campesinos llevaron allí sus tractores y cosechadoras, los alternativos sus autocaravanas,  los estudiantes acamparon con sus tiendas, y todos los hosteleros se aprestaron a llevarles viandas y bebida en abundancia.

El Ayuntamiento tuvo que pactar con la coordinadora de estas fuerzas, y el resultado es el que puede verse hoy en día. Vauban es un barrio diferenciado, con calles exclusivamente ciclistas y peatonales, con edificios medioambientalmente eficientes y con una organización vecinal que estructura la participación de sus 5.000 habitantes en todas las decisiones que afectan a los intereses colectivos. En el perímetro externo hay diversos parkings para automóviles que gestiona la propia organización vecinal, además de algunos centros comerciales propios. El ambiente en el barrio es una mezcla entre las mecas hippies, tipo Christianía en Copenhague, y una tranquila colonia de las afueras de cualquier ciudad holandesa o belga.











La experiencia de Vauban fue trasladada por la administración a otro nuevo barrio, Reisenfield, en donde se ha primado la eficiencia energética por encima de los aspectos participativos. Eso ha llevado a las viviendas a un estrato social más pudiente económicamente y menos alternativo. Por finalizar con esta entrega, les contaré una historieta en relación con la urbanización del centro histórico. La ciudad medieval tenía un sistema de canales abiertos por los que circulaba el agua a favor de pendiente. Antiguamente tenían una función limpiadora y la gente echaba allí sus aguas sucias. Cuando se reconstruyó la ciudad tras la guerra, se decidió dejarlos, como elemento decorativo. Ahora forman parte de la imagen de la ciudad y los niños y mayores los usan para refrescarse descalzos en verano.













Los habitantes de Friburgo están acostumbrados a estos canales y no suelen caerse ni dar tropezones en ellos. Pero los turistas despistados a veces se dan unos morrazos fatales. Dice la leyenda que el que se caiga o meta el pie por accidente en uno de estos canales, encontrará indefectiblemente una novia local. Pero no vale hacerlo aposta. Seguiremos hablando de estas cosas.

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