jueves, 11 de abril de 2013

113. Por cerrar el tema de la prensa/Algunos datos sobre Ifni

Algunos seguidores me advierten por mail de que me he cagado en la prensa de forma absoluta y universal (#111), en un post de título impactante que ha leído mucha gente y, sin embargo, luego he rectificado con la boca pequeña, en la mitad más escondida de una respuesta a un comentario de un seguidor anónimo. Que debo darle a mis disculpas una visibilidad similar a la de mi descalificación global. Vamos a ello.

La actitud de El País me sigue pareciendo impresentable. Ya sé que cada día hay muchas noticias, que hay que seleccionar y que esa selección se hace por procedimientos digitales automatizados. Pero creo que el décimo aniversario de la muerte de Julio Anguita Parrado se merecía al menos unos renglones. Quiero creer que esa omisión se debe a que la calidad del diario es cada vez menor, porque a su cabeza no hay nadie con dos dedos de frente cuidando de estas cosas. Pero cualquiera podría pensar que no han dicho nada de Anguita Parrado, porque era redactor de El Mundo y que se joda. Precisamente por eso deberían haber sido más cuidadosos y publicar una mínima referencia. Para que nadie pensara que, además de mantas, son unos sectarios. 

La actuación de El Mundo es, en cambio, impecable. El día 7, aniversario de Anguita Parrado, ceden un espacio a su compañero y amigo Carlos Fresneda. El día 8, aniversario de Couso, ceden un espacio a su compañero y amigo Jon Sistiaga. Lo que pasa es que yo leí la edición del día 7, la comparé con El País de ese día, e imaginé una simetría en la bajeza y en la villanía, que me hizo publicar mi exabrupto. Esa simetría solo existió en mi cabeza y, por tanto, mis disculpas a El Mundo, cuya línea editorial no comparto, aunque reconozco que, en algunos sectores, supera de largo a El País, por ejemplo en lo referido a la información local de Madrid.

Es una rectificación necesaria, aunque nadie puede dudar de mi admiración por el periodismo de verdad, después de mi encendida loa a Manuel Chaves Nogales (#112). El martes acudí a la presentación del libro que recopila las crónicas de este señor sobre la toma de posesión de Ifni por la República, y me enteré de algunas cosas. Parece que el dominio sobre Ifni se le adjudicó a España en el Tratado de Wad Ras (1860), que hubo de firmar el sultán derrotado por los españoles en la (pomposamente) llamada Guerra de África. España se quedó en propiedad (además de Ceuta, Melilla y una serie de peñones), un pequeño enclave costero, de 80 kilómetros de largo por 25 de profundidad, un poco al norte del Sahara Occidental (que no está incluido en el tratado y no será oficialmente español hasta unos años más tarde). 

El motivo de incluir ese enclave minúsculo y deshabitado de la costa atlántica, era la tradición de que, por esa zona, hubo en tiempos de Isabel la Católica una base pesquera española, llamada Santa Cruz de la Mar Pequeña. No hay constancia de ello, mucha gente sostiene que se trata de una simple leyenda. Y está claro que, si existió, estaba en otro punto de la costa. Porque en Ifni no había nada. Ni ruinas. La cosa tenía también un motivo estratégico: el establecimiento de una base de apoyo militar a las islas Canarias, entonces amenazadas por una difusa reivindicación marroquí. Pero la toma de posesión se fue retrasando y, cuando España se apropió del amplio territorio del Sáhara Occidental, Ifni perdió su valor estratégico.

A comienzos de 1934, el Estado Español decide acometer el cumplimiento del viejo deber de hacerse cargo de Ifni. Estamos en pleno Bienio Negro y el gobierno Lerroux-Gil Robles pretende distraer la atención de una población acosada por una crisis económica severa y un clima de polarización política y recrudecimiento de la violencia sectaria que desembocará en la Revolución de Octubre en Asturias y, dos años más tarde, en la Guerra Civil. El 4 de abril llega frente a las costas de Ifni el cañonero Canalejas. De él desembarcan en un bote el coronel Capaz, un teniente y el señalero del buque, acompañados de algunos periodistas. Les reciben los indígenas, que ya les esperaban y que invitan a todos a comer cordero en una jaima en un monte cercano. Y así es como tan sólo tres militares toman posesión de un territorio desértico, en el que no hay ni una mísera choza. 

Sin conocer esta historia, hablaba yo el otro día de que Chaves Nogales había ido empotrado en una tropa de ocupación. En realidad, fue sólo un testigo de un acontecimiento ciertamente pintoresco y con un punto surrealista. Una vez tomada posesión, España se lanzó a construir allí viviendas. El lugar llegó a contar con 50.000 habitantes, con iglesias, escuelas y hospitales. La historia posterior es más conocida. En 1957 Marruecos intenta reconquistarlo con una fuerza muy numerosa. Pero el apoyo naval desde el océano decanta la guerra del lado español. A partir de ahí, Ifni es declarado provincia de ultramar, regida por un Gobernador y con derecho a elegir procuradores para las Cortes franquistas. Acude a mi memoria la imagen en blanco y negro de aquellos tipos enjutos en sandalias, con sus chilabas al viento, entrando en el palacio de la Carrera de San Jerónimo entre las camisas blancas de los falangistas. En 1969, la presión de la ONU obligo a devolver Ifni a Marruecos. Desde entonces es una ciudad empobrecida y deteriorada, que ha perdido totalmente la lengua y las tradiciones españolas. 

En el acto de presentación del libro de Chaves Nogales, alguien del público ironizó sobre la chapuza que supone la toma de una colonia por sólo tres militares, y derivó en unos comentarios sobre que España es un cachondeo, que cómo nos van a tomar en serio en Europa y todo eso. El tradicional complejo de inferioridad que tanto me molesta. El discurso de la autocompasión, el derrotismo y la melancolía. El director de la Casa Árabe, Eduardo López Busquets, diplomático de larga trayectoria que presidía el acto, rebatió esta apreciación con una intervención precisa, apoyada en un par de anécdotas muy interesantes y divertidas, que les cuento.

La República Popular de Benin, en el golfo de Guinea, se llama de esa forma desde 1975. Antes se denominaba Dahomey, nombre que rememoraba el de un potente reino africano que se enriqueció con el comercio de esclavos en los siglos XVIII y XIX. Este reino es famoso por haber tenido un ejército de feroces amazonas, preferentemente vírgenes y en su defecto con compromiso de celibato, que resultaban imbatibles a la hora de capturar esclavos de otras tribus con destino a Brasil y Norteamérica. Es también la zona de la que proviene el vudú, que todavía se practica. 

En el extremo sur del país, los turistas pueden visitar aun el fuerte portugués de Ouidah, construido en 1721. Los primeros comerciantes de esa nacionalidad habían llegado a las costas de Dahomey en el siglo XV, pero después todo este territorio pasó a engrosar el África Occidental Francesa. Dahomey alcanzó su independencia de Francia en 1960. Pero los portugueses no cedieron el fuerte que conservaban en su poder. Un año después, el recién creado ejército nacional de Dahomey decidió conquistar el fuerte, para lograr la ansiada integridad territorial. Entraron por la fuerza y encontraron que en el interior había exactamente tres ciudadanos portugueses, a los que facturaron en un barco con destino a su tierra.

Por si alguien sigue pensando en la chapuza como algo propio de los países ibéricos, o del sur latino de Europa, aquí va la otra anécdota. La actual Namibia, ese lugar adonde tanto le gusta ir al Rey, fue durante años una colonia alemana. Exactamente desde la Conferencia de Berlín (1884), hasta el final de la Gran Guerra (1918), con el nombre de África Sudoriental Alemana. El canciller von Bismarck consiguió en dicha conferencia la propiedad de ese amplio territorio selvático, lleno de elefantes y leones.

Para formalizar la toma de posesión, Bismarck envió al Coronel Goering, padre del futuro lugarteniente de Hitler. Goering padre se presentó allí, acompañado solamente por un ayudante de campo. Aquellos dos tipos rubicundos, de grandes bigotes enhiestos, tomaron posesión de un territorio de más de 800.000 kilómetros cuadrados, casi el doble que España, en medio de la indiferencia de los salvajes del lugar. Hasta hace pocos años las dos principales avenidas de la capital, Windhoek, se llamaban respectivamente Avenida del Kaiser Guillermo y Avenida de Goering. Los turistas se escandalizaban pensando que el nombre de esta calle hacía referencia al denostado hijo del coronel que plantó sus reales en aquellas lejanas tierras. 

Moraleja: la colonización de África fue un sainete trágico (y la descolonización aun peor), con independencia de que los colonizadores fueran de una nación u otra.  

6 comentarios:

  1. ¡Gibraltar español!

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    1. Ese grito ya no es el mismo tras el uso que hace de él Husillos, el inefable albañil de El Milagro de P.Tinto, una de las mejores películas españolas

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  2. Pues sí, chico, la "prensa canallesca", una excelente frase que acuñó nuestro simpar régimen franquista. Y, desde luego, la competencia, en estos tiempos de crisis, posiblemente haga aflorar comportamientos mezquinos, pero hace tres días podías leer esto en ese mismo periódico: "Mijáil Béketov, de 55 años, el periodista ruso víctima de su lucha por la ecología en la provincia de Moscú, fue enterrado hoy en Jimki, la ciudad cercana a la capital donde vivió y donde fue director del diario Jimkinskaiya Pravda hasta la salvaje paliza que lo convirtió en un inválido en noviembre de 2008. A resultas de los golpes, Béketov sufrió la amputación de una pierna y de tres dedos de una mano y se vio prácticamente privado del habla"... Es muy doloroso lo de Julio A. Parrado, pero prácticamente todos los medios han silenciado cualquier referencia a recuerdos que puedan molestar al ínclito conferenciante y alcalde-consorte de Madriz. ¡Qué a gusto estarían la mayoría de los políticos, los banqueros y demás delincuentes si todos los periodistas se quedaran, como Béketov, privados del habla!

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    1. De acuerdo. Pero El País debía haber dicho algo de Anguita Parrado, igual que hizo con Couso.

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  3. Un poco ladrillo esta historieta de "nuestra colonización". Mucho más amena la del irreprochable Leopoldo de Bélgica en el Congo. No hay más que leer lo que cuenta nuestro aclamado Vargas Llosa en "El sueño del celta".

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    1. Para gustos no hay nada escrito. A mí lo que me parece un ladrillo es precisamente El Sueño del Celta

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