viernes, 25 de enero de 2013

81. Mourinho y el macho alpha

Se habla poco de fútbol en este blog porque, como les dije, soy del Deportivo, y no hay muchas cosas que contar de mi equipo, actual colista de un torneo que la prepotencia del Madrí y el Barça ha convertido en Liga de Dos, como la escocesa. Lo curioso es que el señor Mourinho ha logrado algo muy cercano a la cuadratura del círculo: que su equipo vaya el tercero en la Liga de Dos. Es como el chiste del tío que era tan-gilipollas-tan-gilipollas que, si se hiciera un campeonato mundial de tontos, quedaría de segundo por gilipollas.

Por todas partes se habla de Mourinho en estos días, de si se va o se queda, de si los capitanes del Madrí le han dado un ultimátum a Florentino, y la verdad es que es fastidioso el protagonismo de este ubicuo personaje que se nos aparece hasta en la sopa, aunque en esta última semana ha tenido que enfrentar la dura competencia de Esperanza Aguirre, mucho más suelta desde que ya no es presidenta, sino ejecutiva cazatalentos.

Mourinho siempre ha sugerido que él llama la atención adrede, para que todo el mundo se encele con su persona y dejen en paz a sus jugadores. Pero últimamente da la impresión de que la cosa se le ha escapado de control. Ahora se muestra como un hombre malhumorado de forma permanente, que ve enemigos en su entorno con obsesión rayana en la paranoia, que ha entrado en un círculo cerrado del que no sabe cómo salir y que, en definitiva, se ha convertido en esclavo de su propio personaje.

En el inMundo hay un blog muy interesante que firma el primatólogo (experto en monos) Pablo Herreros. Este señor explica la realidad de los humanos por comparación con el mundo de los grandes simios, como los orangutanes del zoo de Berlín cuya imagen les mostré en el #79. Eso le lleva a conclusiones sorprendentes. Hace una semana sacó un largo post sobre el personaje de Mourinho, al que adjudica los rasgos de “macho alpha” de la manada, lo que explicaría todo su comportamiento. Aquí les pongo el link, por si quieren leerlo. Es muy interesante, incluye una foto que ilustra perfectamente lo que quiere contar, y termina con una frase que ha resultado al fin premonitoria: “actuar como lo hace Mourinho, en grupos en que los miembros comparten todos los días espacio físico y existe una comunicación cara a cara es un error, ya que las conductas déspotas invitan al resto a cooperar en su contra.”

Poco puede añadirse a un retrato tan certero y tan demoledor del personaje. Pero yo quiero traer a mi Blog una historia antigua: la del momento en el que el señor Mourinho se cruzó en el camino del Deportivo de la Coruña, con consecuencias desastrosas para mi equipo del alma. Hablamos del Gran Depor que ganó una Liga, dos Copas del Rey y tres Supercopas de España. En abril de 2004, ese Gran Depor era uno de los cuatro semifinalistas de la Copa de Europa, y todos los analistas coincidían en que era el favorito, por delante del Oporto, su rival en semifinales, y muy por encima de los dos equipos del otro lado del cuadro: el Mónaco y un Chelsea todavía lejos de ser el equipo potente de años más tarde.

El 21 de abril de 2004 se jugó el partido de ida de la semifinal Oporto-Deportivo. ¿Saben quién era el entrenador del Oporto? Sí, han acertado, ese en el que están pensando, entonces un perfecto desconocido. Como ha hecho toda su vida, Mourinho planteó el partido asumiendo la inferioridad de su equipo y jugando como los equipos pequeños: a destruir juego, defenderse, pillar algún contraataque y, si no, quedarse en empate a cero, un resultado que él mismo ha dicho que le parece bueno en una eliminatoria que se juega primero en casa. Ese tipo de juego es precisamente el que desespera al público del Santiago Bernabeu y disgusta también a sus futbolistas, que están hasta los huevos de que su entrenador les obligue a salir al campo como si fueran peores que el contrario, cuando ellos saben que son mejores.

En ese esquema es fundamental jugar duro, con faltas continuas, al borde del reglamento. Los 50.000 espectadores que ese día abarrotaban el Estadio Do Dragao, pudieron comprobar cómo sus futbolistas freían a patadas a los del Deportivo, ante la permisividad de un árbitro austriaco, de infausta memoria. Cuando el capitán Mauro Silva, un brasileño universitario, elegante y súper correcto, se le acercó para protestar educadamente la enésima entrada que le hacían a sus compañeros, el árbitro le sacó tarjeta amarilla, lo que le impedía jugar el partido de vuelta.

Pero la historia más llamativa no llegó hasta el minuto ochenta y tantos, con el partido casi cumplido. El jefe de la defensa del Deportivo era Jorge Andrade, un negro también culto y elegante, que había jugado hasta el año anterior en el Oporto, por lo que el público le pitó ese día durante todo el encuentro. Tenía muchos amigos en el equipo contrario, especialmente Deco, su habitual compañero de habitación en las concentraciones. En ese minuto fatídico, Deco inició un slalom hacia la portería, Andrade entró al corte, y el tipo se derrumbó como si le hubieran dado un tiro (sin duda era la forma de caer que les enseñaba Mourinho).

Estando en el suelo, Andrade le dio sonriendo una patadita amistosa, como diciéndole “levántate, hombre, no seas cuentista, si no te he tocado”. El árbitro, lo vio, entendió que era agresión y le sacó la tarjeta roja. A la calle y sin jugar tampoco el partido de vuelta. Todo el mundo pudo ver en la tele a cámara lenta la frase que Andrade repetía al árbitro “Is my friend, is my friend”. Si Deco se hubiera levantado y hubiera corroborado esa versión, tal vez el árbitro hubiera rectificado, o lo hubiera contado así en el acta. Pero Deco se quedó callado. No ayudó a su amigo en aquel trance difícil. ¿Saben por qué no lo hizo? Porque su entrenador se llamaba Mourinho y, si llega a hacer tal cosa, le hubiera cortado los huevos. No hubiera jugado más. (Por cierto, el encuentro terminó cero-cero, un buen resultado para el Depor)

El resto es sabido. En el partido de vuelta en La Coruña, con toda la ciudad engalanada, entre la habitual procesión de hormigoneras blanquiazules, Mourinho llegó y cabreó aun más al personal diciendo: “están ustedes muy creciditos”. El Oporto volvió a salir a destruir juego y dar patadas y se aprovechó de un Depor agarrotado por la ansiedad, sin varios de sus jugadores titulares, que concedió un penalty que desembocó finalmente en el 0-1 que llevó a los portugueses a la final. A partir de ese día, mi equipo inició una imparable decadencia. El presidente Lendoiro se había endeudado hasta las cejas, fiándolo todo a la consecución de la Liga de Campeones. Al fallar, se le vinieron encima los acreedores y tuvo que empezar a recortar. ¿Qué hubiera pasado si el Depor se proclama campeón de Europa? Terreno para la ficción ucrónica (#10)

Mourinho ganó la final con facilidad al Mónaco, y ni siquiera celebró la copa con sus jugadores. Ya le había llamado por teléfono el jeque propietario del Chelsea para ofrecerle el puesto de entrenador. En su primera rueda de prensa en Inglaterra dijo una frase que le define: “Ustedes no me conocen, pero yo soy una persona muy especial (a very special person)”. Eso le valió el  mote de “El Especial (The Special One)”, con el que los periodistas ingleses se burlaron durante años de la prepotencia y la egolatría de este caballero. En cuanto a Deco, fue fichado por el Barcelona y se convirtió en una estrella, hasta que llegó Guardiola y lo echó. 

Es una historia que completa el retrato del macho alpha. A mí me parece que Mourinho está ahora exagerando adrede los matices más odiosos de su perfil, para que lo echen y así cobrar una buena indemnización. Es algo que con frecuencia hacen los entrenadores, aunque con más disimulo. Hace años hubo un italiano llamado Claudio Ranieri que era un verdadero especialista: firmaba un contrato por cuatro años y, al cabo de uno, forzaba que lo echaran. Supongo que aun sigue viviendo de las rentas.

5 comentarios:

  1. ¡Mira que dedicar un "post" tan grande a un personajillo tan pequeño!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cualquier excusa es buena para contar una historia. No todo el mundo sabe que el Gran Depor empezó a declinar gracias a las sucias artimañas del macho alpha. Y aquí se trata de practicar hablando de cualquier cosa, incluso de este ególatra malhumorado.

      Eliminar
    2. Otra cosa. Es curioso que en España se crea que el mote "The Special One" es laudatorio (el propio primatólogo lo entiende así), cuando es la forma en que los periodistas ingleses se burlaron durante años de este sujeto, en un rasgo de típico humor british. El propio entorno del Special se ha encargado de favorecer que lo entendamos así, para mayor gloria de su ego.

      Eliminar
    3. Querido Miluco, te olvidas que Morito (en español) empezó en esto del fútbol como traductor de Bobby Robson (u otro oculto empleo) cuando a éste lo fichó el Barça. Cuando Robson se fue, el traductor se quedó en can Barça de recogepelotas o algo por el estilo. Con Van Gaal en el banquillo lo nombraron ojeador de no sé que. Cuando este sujeto fue a Gaspart a pedirle aumento de sueldo (cobraba 25.000 pts/mes) le dijeron que se buscara su vida. A partir de ahí empieza la historia de un histriónico personaje con una suerte digna de la virgen de Fátima que lo aúpa, gracias a su "bon faire" con la prensa a entrenador de equipos con gran potencial económico. Resultados...todos lo sabemos, pero que este tio es un fantasma con todas las cadenas no nos cabe duda. Además, es un puñetero maleducado que no merece ni una sola entrevista. Por mi...que se estrelle cuanto antes y si es con el Real Mierdil pues mejor.

      Eliminar
    4. Querido Groucho, lo que cuentas completa perfectamente el retrato. En realidad yo quería traer a colación sólo el artículo del macho alpha y la historia de cómo este señor jodió al Depor. Y ya has visto que hay lectores a los que esta entrada les parece muy larga. Un abrazo.

      Eliminar