lunes, 20 de noviembre de 2023

1.258. Fachapobres, cayetanos y otros especímenes

Aquí me tienen, ya olvidado de mi viaje más reciente y preparando otros que vendrán pronto, recogido aquí en mi casa de Atocha, que ya se ha caldeado y en la que estoy pasando este regreso al veranillo eterno que nos depara el cambio climático. Les destaco algunas historias que me vienen a la cabeza en este punto. Por ejemplo, este es el post número 61 de este año. Suponiendo que, de aquí a Navidad escriba otros 7, alcanzaría el total anual de 68. Si miran el cuadro aquí a la derecha, verán que el blog arrancó en el año 2012, precisamente con 68 posts, pero con la circunstancia de que empecé a escribir el 19 de septiembre. Es decir que, en poco más de tres meses escribí tantas entradas como en todo este año. Al siguiente, 2013, el número de posts fue nada menos que de 148, un récord que nunca he superado.

Si bien mis primeros textos eran, en general, algo más cortos, se puede deducir de estas cifras que cada vez escribo menos. No era consciente de ello, pero tampoco creo que pueda hacer nada para remediarlo. Cada vez escribo menos, pero en estos últimos meses creo se debe a que no tengo demasiado tiempo, a que estoy dándole prioridad a vivir, antes que a contar lo que vivo. Y me satisface mucho comprobar que el número de visitas a cada texto no baja casi nunca de 40, se encuentra entre esa cifra y los 60. Eso quiere decir que este foro, además de ser un blog zombie, como ya les he dicho muchas veces, tal vez se acabe convirtiendo también en un blog de culto, es decir, una página a la que sigue un número muy reducido de gente, pero muy fiel y nada dispuesta a desengancharse del tema. En cualquier caso, yo voy a seguir el consejo de mi querido amigo X, siempre preciso e impagable: escribiré lo que yo quiera y cuando vea que tengo algo que contar, sin forzarme a publicar cuando no se me ocurra nada.

Mi admirada Samantha Fish es un ejemplo de artista de culto. Aunque, por fin, su último disco, el que ha creado a cuatro manos con Jess Dayton y que a mí me gusta menos que los anteriores, ha resultado nominado para los Grammys como mejor disco de blues de 2023. Gran noticia, aunque, entre ustedes y yo: YA ERA HORA. Sam está muy halagada y ha publicado una nota de agradecimiento que les transcribo: I have been so proud of this work since we left the studio. I felt like we had something special, and I’m thrilled that the GRAMMYs are recognising it. Thank you, it’s such an honour. Aquí la traducción: He estado muy orgullosa de este trabajo desde que dejamos el estudio. Sentí que teníamos algo especial y estoy encantada de que los GRAMMYs lo reconozcan. Gracias, es un gran honor. Ahora veremos si gana, pero que ya iba siendo hora de que al menos la nominaran tras once o doce años de hacer unos discos y unos directos espectaculares por todo el mundo.

No les voy a aburrir con el recuento de mis sesiones regulares de inglés, yoga o guitarra, salvo que suceda algo fuera de lo común. En consecuencia, de esta última semana otoñal tal vez lo único que puede destacarse es mi asistencia al concierto de los Pure Tons en la sala Rockville, cerca de la calle Orense. Los Pure Tons son un grupo de rockeros veteranos que hacen versiones de las canciones más conocidas del rock, en el cual se desempeña como batería mi amigo Críspulo, irreductible vallecano y buen colega. El tercero de la peña, el gran Henry Guitar y yo, acudimos a arropar a nuestro amigo y pasamos una buena noche.

Fuimos allí en el autobús 27 y, antes de entrar nos zampamos un bocata de lomo a la plancha con tomate y queso, que partimos por la mitad y nos sirvió de tapa de las dos birras con que nos obsequiamos en el bar Las Jarritas, en la misma calle Orense, a cincuenta metros de la Sala Rockville. Ya en el lugar, hicimos uso de la consumición que venía con la entrada, que nos había costado 12 euros. Si comparan ustedes con los 27 euros que pagué por ver a Samantha Fish en Bexhill on the Sea, deducirán que ese concierto fue realmente barato. En el Rockville nos juntamos con otros colegas de la música vallecana, como El Bruja, baterista uruguayo que continúa a la espera de su primer bisnieto. En el fragor de la noche, los cuatro nos hicimos un selfie enloquecido a la espera de que empezara el concierto.


Creo que es una imagen que retrata muy bien en difuminado el follón del concierto. En este tipo de saraos, la gente se sabe todas las canciones y las corea a voz en grito, lo que resulta en una especie de eucaristía colectiva. Los Pure Tons, excepto un guitarra joven que acaban de contratar para sustituir a otro que ya se ha cansado de tanto barullo, son tipos talluditos, buenos músicos, especialmente el bajo que era espectacular, y se lo dejan todo en el escenario. Elegí un fragmento del tema de Van Morrison Brown Eyed Girl, para grabarles el clip que les pongo abajo. El tipo que se desgañita haciendo la segunda voz del famoso sha-la-la-la soy yo. Y al Críspulo apenas se le ve, en un segundo plano y a ratos oculto por humos de colores. El sonido es el que se puede esperar de una grabación con un móvil antediluviano como el mío. Pero el ambiente yo creo que queda bien reflejado.

Tras el concierto y ya bastante tarde, dado que a Críspulo lo llevaba alguien en coche con todos sus platillos y tamborcitos, Henry y yo nos encaminamos al Metro, en compañía de un tercer elemento que se llama Félix y canta gospell como los buenos. Y allí nos sucedió algo que me va a servir para cambiar de tema. Cogimos el Metro abarrotado en Estrecho, en dirección sur, después de esperar como quince minutos en la estación, porque esa es la frecuencia que los responsables del sistema han dejado para las horas de la noche. Y, en la estación de Bilbao, se subió en nuestro vagón un empleado de una contrata de la basura, empujando un cubo hediondo, como su propio uniforme amarillo con los emblemas de Madrid-360. Se abrió hueco como pudo entre el asco de la gente; yo realmente es algo que no había visto en mi vida.

Me erigí en portavoz de los viajeros y le pregunté cómo es que tenía que ir en Metro con la basura. Su respuesta: eso pregúnteselo a Pedro Sánchez. No –le dije– a quien habrá que preguntarle es al alcalde Almeida, de quien usted depende. No, no  –insistió–, a quien hay que pedirle cuentas es a Pedro Sánchez, que nos va a traer el comunismo y nos va a joder bien. No merece la pena que les siga contando la discusión, el tipo era un cabestro sin fisuras. Mi colega Félix le habló de denunciar a su jefe inmediato por maltrato, el tipo empezó a gritarle amenazante y Félix le dijo que no le levantara la voz, que ahora mismo tiraba de la argolla de la alarma, paraba el Metro y que vinieran a ver cómo es que un tipo puede entrar en el Metro con un cubo de basura lleno de mierda. Intervine para calmar los ánimos, tengamos la fiesta en paz, y me bajé en Antón Martín, sin que mis amigos me hayan contado nada de lo que vino después, supongo que no llegó la sangre al río.

Sigo sin saber por qué apareció este tipo en el Metro, era un loco y un colgado, es posible hasta que se hubiera parado a tomarse un chato y los del camión no le hubieran esperado. Pero lo que me interesa destacar es el perfil de ese sujeto, de edad mediana, sin afeitar y con aires de no haberse duchado en varios días. Él sabía perfectamente que no podía subir así en un Metro y estaba acojonado, por lo que decidió atacar y fanfarronear para protegerse. Pero menudo discurso el suyo. Es el discurso prototípico de una especie muy concreta: los fachapobres. Me habían hablado de ellos, pero nunca me había topado con uno tan perfecto. Ya saben la teoría: la derecha defiende los intereses de un grupo minoritario y, en un sistema democrático, con los votos de los suyos, no les llega para ganar. Entonces, esparcen el discurso del odio, que cala en gentes de la clase baja, inculta y tirando a ignorantes y con miedo a todo lo nuevo o lo desconocido. Estos se empapan de ese discurso, se convierten en fachapobres y equilibran la balanza de los votos.

En cualquier caso, esta gente tiene un poso de amargura, de rencor, de hartura de hacerse mayores y ver que van a seguir siendo pobres toda su vida, que les lleva a votar en contra de su clase, con resultados calamitosos para la sociedad y para ellos, que no van a dejar de estar jodidos porque gane Vox o el PP. Este tipo de gente explica que gane Trump, que los británicos voten el Brexit o, sin ir tan lejos, que en Argentina gane un personaje como Milei. Lo cierto es que, en España, hay una derecha cavernícola, que sólo acepta la democracia cuando ganan ellos; en caso contrario, el gobierno es ilegítimo y hay que atacarlo por tierra mar y aire. El ataque se sostiene sobre los medios de comunicación afines, con el inMundo a la cabeza. Un ejemplo. El otro día, cuando Sánchez ganó la investidura, ese libelo titulaba su artículo de fondo: “Sánchez, el cesar de las tinieblas, se atrinchera en Moncloa para otros cuatro años”. Sic. Acojonante. Ahora se ayudan de la literatura de terror.

Lo cierto es que, antes de las últimas elecciones, esos medios daban por seguro el triunfo holgado de Feijoo. Hasta yo me lo creí. ¿Y por qué no ganó? Pues porque Vox empezó a enseñar la patita en las autonomías en que ha pillado poder de la mano del PP. Y mucha gente decidió no votarles, o votar PSOE. Yo sé de gente votante de Vox de buena fe, que a la vista de sus excesos se han abstenido. Y abstencionistas habituales de la izquierda asqueados de la mala calidad de sus candidatos, que al final se animaron a votar para que no ganara el PPVox. El resultado es el que vimos y que muchos vivimos con alivio, incluyendo la Comunidad Europea. Con esos resultados tan ajustados, cualquier otro se hubiera retirado, pero Sánchez está hecho de otra pasta. Desde el primer momento ha mantenido una sonriente seguridad de que sería investido, porque realmente estaba dispuesto a ceder lo que hiciera falta con los partidos minoritarios.

Sánchez es un personaje con aires de muñeco de Geyperman, del que a veces yo llego a dudar de si existe de verdad o ha sido creado por inteligencia artificial. Pero lleva ya cinco años en el poder y ha ido aprendiendo. Y además es una persona bien dotada para el regate en corto, en términos futbolísticos. Me dice un amigo que no entiende cómo este señor, con el calvario que le han hecho pasar en la legislatura anterior, tiene ganas de seguir. Yo lo entiendo muy bien: en esta legislatura que empieza le van a dar el coñazo sin parar, pero tiene una alineación mucho más presentable que la de hace cuatro años, cuando tenía que aguantar a Iglesias, Belarra e Irene Montero. Más el sieso de Garzón, el increíble hombre menguante. Eso sí que era difícil. Lo de ahora puede ser un paseo militar. Pero ha de esforzarse en adoptar medidas que le gusten a todos, no sólo a sus votantes. Y ha de controlar a los catalinos, a los que ha llevado al huerto con engaños y que pueden echar abajo el tablero de ajedrez en cualquier momento. Ese es su mayor peligro.

En el otro lado, el señor Feijoo. Este buen hombre vivía como un cura en Galicia y le convencieron de que abandonara su zona de confort con la promesa de que ganaba seguro. Y lo ha hecho muy mal. Porque no ha sabido trazar una línea de separación con Vox. Y eso lo ha alejado definitivamente de todos los partidos regionales, que son de derechas, no lo olvidemos, y con los que el PP ha pactado en el pasado sin mayores problemas de conciencia. A la vista del resultado insuficiente, ha estado mareando la perdiz en busca de una solución mágica, como por ejemplo un tamayazo. Dice el portavoz del PNV que un día contará lo que le llegó a ofrecer Feijoo a cambio de su apoyo. Nos lo podemos imaginar y hasta el dibujante de El inMundo Ricardo, se mofaba un día de sus esfuerzos, en una línea que no creo que le haya gustado mucho a los directores del libelo..

Y, cuando ha visto que no le llegaba, que nadie le quiere como socio porque huele a Vox, entonces ha sacado a la gente a la calle, tratando de forzar un resultado que no le dieron las urnas. Para esto cuenta con otra subespecie de fachas: los cayetanos. Estos ya salieron a la calle a protestar contra el confinamiento del Covid. Bajaban cada noche a Núñez de Balboa a quejarse de que no podían salir a tomar el vermú y la señora Ayuso los animaba y pronosticaba que eso iba a ser el inicio de la revolución. Las manis enfrente de Ferraz, eran un aquelarre de cayetanos con su verbo encendido, apoyados a veces por Abascal y Ortega Smith. A mí estos no me preocupan, se van a cansar rápido, además, la mayoría viven lejos de Ferraz y no saben moverse más que en coche. Otra característica de esta subespecie es el fachaleco, como ha quedado acreditado.

De los cayetanos ya conté una anécdota personal que me parece que los define y que les repito. Día siguiente al 11-M. Manifestación de repulsa por los casi 200 muertos del atentado. A mi lado caminan dos especímenes de esta categoría. Uno de ellos, graciosillo, así como para animar el cotarro, da unas palmadas y dice: venga, VAJCOS SÍ, ETA NO. Su compañero, bajando la voz, le dice que qué hace, que no han sido los de ETA. ¿Quién lo ha dicho? Joder, lo está diciendo todo el mundo, han sido los islamistas. Al oír eso, el primero, con una cara de perplejidad absoluta, abre los brazos y pregunta: ¿Entonces qué cojones hacemos aquí tú y yo? Vámonos a tomar unas cervezas. Y ambos salieron de la marcha. Los 200 muertos les importaban un rábano. Ellos iban a dar la matraca. Los cayetanos que ahora van cada día a gritar a Ferraz son los hijos de tipos como aquellos dos.

Pero nada podía parar la investidura de Sánchez y allá que se fueron los parlamentarios de la derecha a las Cortes a montar el pollo para completar el ataque, aún con la esperanza de un tamayazo. Y allí se vieron gestos como el de Esteban González Pons, que les traigo más abajo. Desde que vi la foto empecé a pensar a quién me recordaba. Y lo encontré. En la película Desafío Total (ciencia ficción de la buena), los habitantes de un planeta se están quedando sin aire porque los fachas del lugar lo tienen acaparado para unos pocos. Y llega Swarzenegger con un par de colegas y los malos los intentan proyectar al espacio exterior sin aire. Pero, en el último momento Arnold consigue abrir el sistema poniendo la mano en el lugar adecuado. Lo que pasa es que el sistema capaz de proyectar aire a la atmósfera es de arrancado lento (el film es de 2012). Y los tres activistas están a segundos de ahogarse, en una escena elaborada con efectos especiales de la época, ahora se haría mucho más vistosa con la inteligencia artificial. Véanlo.

Pues esa es exactamente la cara que puso González Pons, porque seguramente se estaba ahogando, se estaba quedando sin aire al ver que Sánchez era elegido presidente y que se iba a quedar otros cuatro años sin pillar cacho. Aquí la foto.

Escuché el discurso de Sánchez para ver cómo defendía lo de la amnistía y yo creo que fue muy claro. Vino a decir más o menos: a mí no me gusta el independentismo, me siento en las antípodas de ese sentimiento, pero hemos llegado a donde hemos llegado y ahora toca lo que toca: hacer de la necesidad virtud. Yo creo que está clarísimo. Abundando en esa línea, yo diría que no creo que haya nadie en España que le tenga más asco a Puigdemont y los suyos, que hasta el catalán me suena mal como idioma (única lengua en el mundo con la que me sucede esto) y que creo que tenerlos en el arco del consenso de apoyo es ahora mismo el mayor riesgo de Sánchez, porque no son de fiar. Pero, ¿que hay que apoyar la amnistía para evitar que Vox llegue al gobierno? Pues bendita amnistía.

Sánchez tiene ahora una oportunidad de seguir haciendo una política de centro, como la que ha hecho hasta ahora (no me dirán que eso que hace Sánchez es de izquierdas). Tendrá que pelear duro contra los bloqueos continuos, los insultos y las zancadillas. Pero es un tipo que ha demostrado ser bastante correoso para estas cosas. En cuanto a Feijoo, yo en su lugar estaría vigilante. Lo han traído de Galicia para que ganara y no ha sido capaz. La derecha ya ha demostrado ser muy despiadada con los que le fallan (Hernández Mancha, Casado, Albert Rivera). Ni parpadean cuando los despiden. En el banquillo aguarda Ayuso, una señora con potencial, carisma y la capacidad de unir al PP y a Vox.

Esto es lo que pienso y me dicen algunos seguidores que echaban de menos una opinión sobre el tema en el blog. Pues ahí la tienen. Al lado de lo de Ucrania, lo de Gaza y la que se puede liar en Argentina (por no hablar de la muy posible vuelta de Trump a la presidencia) todo esto es pecata minuta. Los cayetanos se retirarán a su barrio y volverán a ir al Bernabeu a quejarse del árbitro. Los fachapobres seguirán rumiando su miseria intelectual, moral y económica, el inMundo seguirá asustando al personal y Sánchez mantendrá su sonrisa de geyperman mientras recibe alabanzas internacionales por lo bien que lleva nuestra economía. Y el Deportivo de La Coruña seguirá penando por la tercera división nacional, a pesar de lo que le animamos sus seguidores en un fenómeno también único en el mundo. Sean felices, coño. Y no se dejen llevar por los manipuladores.  

4 comentarios:

  1. Este fenómeno del giro a la extrema derecha de las clases humildes no es exclusivo de España y empieza a dar bastante miedo, porque recuerda el ascenso de los fascismos hace unos cien años, que todos sabemos cómo acabó. A la gente le venden motos, les dicen que van a vivir bien, continuando el proceso de ascenso social de sus padres y abuelos y, cuando ven que eso es falso, se les genera una rabia, una desesperación y un rencor que los deja listos para ser abducidos por cualquier ideología extremista. Muy inquietante. El basurero cenutrio del que nos habla usted, es el ejemplo perfecto. Y la escandalosa avaricia de los más ricos les impide repartir un poco, algo que tranquilizaría mucho el cotarro. Ellos sabrán.

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    1. Bastante de acuerdo con usted. La desigualdad social y territorial en el mundo es escandalosa y la extensión de la información a todos los rincones del mundo hace que los de abajo puedan ver cómo viven los de arriba y eso les genera mucha mala leche. Si a eso le sumamos incultura y formación deficiente, tenemos el cóctel perfecto. A esa gente se la tiene puteada todo el tiempo, salvo el momento en que se les pide que vayan a votar. Y entonces se expresan.

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  2. Vaya. Los votantes de la derecha se dividen entre los ignorantes y resentidos fachapobres y los pijos e insulsos cayetanos. Gracias a que Sánchez se ha sacrificado y nos ha salvado de las garras de Vox, total ¿qué importa que se amnistie la malversación de caudales públicos? ¿Qué más da que se vaya a dar miles de millones a unas autonomías mientras otras no tienen ni un tren medio decente? Tenemos a la izquierda solidaria que redistribuye la riqueza (excepto algunas autonomías)
    Y en Europa aplauden nuestra boyante economía: esa baja tasa de paro, la mejor recuperación económica desde el Covid, sin apenas endeudamiento. Y a ese guapo presidente sin ansias de poder que le gusta tanto a von der Leyden.

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    1. Querida paisana, creía que ya no entrabas a leer mis textos. Me alegro de que así sea, aunque lamento que te hayas dejado impregnar por el mainstream anti Sánchez. Cada uno es libre de opinar lo que quiera, pero ten cuidado: esa línea te lleva a sufrir manipulaciones. Si repasas mi texto, comprobarás que yo no he dicho en ningún momento que TODOS los votantes de la derecha sean fachapobres y/cayetanos, de hecho yo tengo buenos amigos que votan a la derecha y no por eso los aprecio menos. En cualquier caso, feliz año nuevo.

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