miércoles, 9 de agosto de 2023

1.240. De Mammoth Lakes al conflicto de Niger

Como les conté, tengo guardadas en mi casa las guitarras con las que Ghalia Volt suele actuar en Europa acompañada por su grupo (bajo, batería y teclista), mientras la chica cumple con algunos compromisos en USA en su versión one woman band. Entre esos bolos destaca el Mammoth Festival of Beers and Bluesapallooza de este año. Es este un festival que se viene celebrando desde 1986 en el pequeño pueblo de montaña del interior californiano conocido como Mammoth Lakes. El festival de este año se ha celebrado ya entre los días 3 y 6 de agosto, con un cartel espectacular: Kenny Wayne Shepherd, Larkin Poe, Samantha Fish, Christone Kingfish Ingram, Ally Venable, Shemekia Copeland y muchos más artistas del nuevo blues americano. Pueden ver el elenco del festival pinchando AQUÍ. El evento está consagrado a la cerveza y el blues, en un entorno campestre en el que los músicos confraternizan y renuevan sus contactos (y sus contratos). De allí me llega la foto que les muestro abajo: Ghalia y mi querida Sam flanquean a otro de los artistas del cartel, que se llama Eddie 9V.

Ghalia Volt está anunciada con su grupo para tocar este sábado, 12 de agosto, en Torreperogil (Jaen) y estoy a la espera de sus instrucciones para ver cómo le hago llegar las guitarras. Todo esto, mientras cae la tercera ola de calor sobre mi casa del barrio de Atocha, en la que nos refugiamos mi gato Tarik y yo, esperando tiempos más relajados climáticamente. Por cierto, ayer se celebró en todo el mundo el Día Internacional del Gato, dedicado a estos inteligentes animalitos, que han logrado domesticar al hombre (y no al revés) y que eran protegidos y amados por culturas tan ancestrales y desarrolladas como la egipcia. Tarik me recibió el lunes de vuelta de mi viaje imaginario (digamos que, como no me encontró nadie callejeando por la Plaza de Santa Ana, hemos de convenir en que estuve en Ámsterdam), con una sarta de maullidos entre los que se podía traducir fácilmente una queja: ¡no hay derecho, hombre, a que le dejen a uno solo tres días! Ya saben, supongo, que los diferentes maullidos de los gatos son un código de lenguaje que han desarrollado exclusivamente para relacionarse con los humanos; entre ellos no se maúllan. Vean cómo se acomoda Tarik para echarse la siesta sobre mis tobillos.

¿Cómo dicen? ¿Que lo que quieren es saber más detalles de mi viaje relámpago por tierras holandesas? Pero mira que son ustedes cotillas. Vamos a ver. Desde el primer post les he dicho que este es un blog eminentemente literario. Para darle vida y gracia, me he inventado un Emilio imaginario, un personaje literario de mí mismo, una especie de heterónimo o sosias. Pero además hay un Emilio real, que sigue su vida. El Emilio bloguero es un personaje que nunca se viene abajo, que es inasequible al desaliento y al que todo el rato le suceden cosas dignas de ser contadas en el foro. El Emilio real, en cambio, es un tipo algo más taciturno, con sus bajones y, por supuesto con su vida privada como cualquier otro ser humano. Durante bastantes años de blog, yo mantuve una relación de pareja, pero aquí no se contaba nada al respecto. Esa relación terminó, y tampoco supieron ustedes nada de ello. Ahora hay un tema incipiente, todavía en estado larvario, del que no les voy a dar muchos detalles.

Lo que pasa es que, como ya les he dicho también, el Emilio bloguero y personaje literario se va poco a poco apoderando del Emilio real. Es así como, en esta historia incipiente de la que les hablo arriba, me sucedieron un par de episodios de farmacia, cuyo potencial para el blog capté enseguida. Tenía que contarlos aquí, no podía dejar de aprovecharlos. Así que, haciendo de la necesidad virtud, los arropé con una parafernalia ad hoc, para ponerlos en contexto y de paso darle vidilla al blog, con un punto picante. Me limitaré a decirles que, en Ámsterdam, era la fiesta grande del Orgullo Gay, que dura toda una semana y tiene su día grande el sábado, el día en que llegamos. Y estaba lloviznando todo el tiempo, con temperaturas por debajo de los 20 grados. Así que la vuelta al horno madrileño ha sido especialmente dura, si bien ya les he comentado que este año el calor no está siendo tan agobiante como el pasado. Para bien o para mal, hemos tenido tres picos de ola de calor, separados por alivios tangibles y, así a lo tonto, estamos casi a mediados de agosto y esto está ya vencido.

Con escapadas como las que he tenido en estos últimos fines de semana, la cosa se soporta aún mejor. Como no tengo yoga en la academia hasta el día 17 y además llevaba más de un mes sin bajar a correr al Retiro, me he organizado un programa de ciclos de tres días: running, descanso y yoga en casa. Ayer estuve descansando del viaje, comprando algo de comer para las próximas semanas y fui a regar las plantas de una amiga que me ha dejado el encargo. Hoy he empezado mi programa bajando al Retiro muy tempranito para evitar los calores posteriores. Por fortuna, el parque no estaba cerrado, riesgo que se corre en Madrid, donde nos gobierna el único alcalde del mundo que cierra los parques por el calor (y ahora también las piscinas públicas a mediodía). Después de tanto tiempo, me he encontrado bien y he completado el circuito intermedio de 6,5 kms sin mayores agobios.

La verdad es que no puedo entender que haya gente que niegue todavía el cambio climático, hace falta ser tarugo. Cada vez hace más calor y eso es una evidencia. Y cualquier política inteligente ha de transitar por dos vías: la lucha contra y la adaptación a. Para irse adaptando al cambio climático, las ciudades se dotan de medios como parasoles, toldos y sobre todo muchos árboles. En este momento, reformar una plaza como la Puerta del Sol de la forma en que se está haciendo, es de ser muy paletos. Hace ya años que recibí a un curso de la escuela de arquitectura de Frankfurt. Venían los estudiantes para ver qué tipo de vegetación utilizábamos nosotros en las plazas, en el convencimiento de que, en pocas décadas los espacios libres en Alemania tendrían unas condiciones climáticas como las nuestras actuales.

Hace poco he tenido la ocasión de asistir a un seminario sobre el nuevo Plan Urbanístico de París, ahora mismo en tramitación y discusión. En los primeros párrafos de su memoria se formula la hipótesis de que París, en 2050, tendrá un clima similar al actual de Sevilla. No nos queda otra que adaptarnos. Pero hay una segunda línea de trabajo: la lucha contra el cambio climático. Aquí sí que entra ya la disidencia de los grupos negacionistas. Porque sostienen estos que el calentamiento global que sufrimos no se debe a la actuación del hombre, sino a variaciones cíclicas que se producen periódicamente de forma natural, como sucedió con las diferentes glaciaciones. Gentes como Donald Trump sostienen esta teoría, contra el 95% de los científicos del mundo. Dicen estos negacionistas que esto del calentamiento global es una excusa para que determinadas empresas, digamos ecológicas, se forren haciéndose las modernas y las preocupadas por el planeta, a costa de joder a la industria tradicional dependiente del petróleo.

Esto es lo que lleva a borricos como los alistados en Vox a suprimir las concejalías dedicadas al cuidado del medio ambiente. Pero es una teoría que no se sustenta. Porque, precisamente las grandes industrias, son las que se están decantando por transformarse y depender menos del petróleo que de las otras fuentes de energía más ecológicas, entre otras razones, porque se sabe que el petróleo del mundo no es infinito. Por ejemplo, cada vez son más los coches eléctricos e híbridos que circulan por las carreteras y cada vez menos los diesel. Cierto que en este sector hay mucho de postureo y funciona lo que en inglés se llama el green washing, el lavado de imagen ecológico. Las marcas compiten en la producción de vehículos eco-chachis, algo que se puede comprobar en los anuncios que nos asedian en la tele y en el cine.

Respecto a esto de los coches, quiero contarles un tema concreto y desmentir una afirmación que hice en su día en el blog y que he verificado que no es cierta. Recuerdan que yo tengo un acuerdo con la marca Toyota por el que cada cuatro años me renuevan mi coche híbrido. De hecho, el último de estos coches me lo dieron en junio y tiene ya unos 3.000 kms, tras mis viajes a Béjar y La Coruña. El cambio de coche me tocaba en abril pero, como en navidades, me enteré de que tenía que pedirlo ya, porque se estaban retrasando. A pesar de empezar los trámites en enero, incluyendo el pago de una señal, finalmente se retrasaron dos meses en darme el coche nuevo, por lo que incluso tuve que pasar la ITV del viejo, como les conté.

Bien, pues, cuando yo llamé a mi amigo de Toyota en Navidad, me explicó vagamente que ahora había que pedir los coches con mucho tiempo, porque la situación de la industria había cambiado mucho en estos últimos cuatro años. Yo entendí que me estaba diciendo que la industria del automóvil pasaba por momentos malos, porque ya no había tanta demanda, hilando lo que me decía con el hecho de que la gente joven ya no quiere coches, por motivos de cuidado del planeta. Ante eso, las marcas habían desechado la vieja práctica de fabricar continuamente para tener siempre un stock del que ir tirando, y habían empezado a fabricar coches bajo pedido: tú compras un coche y te lo empiezan a fabricar entonces. Incluso te facilitan una aplicación desde la que puedes ir siguiendo el proceso de fabricación.

Eso es lo que yo interpreté, ingenuo de mí, de lo que sibilinamente me contaba mi amigo de Toyota. La realidad es muy diferente y ha tenido que ser mi hijo Kike, muy puesto en los temas de la economía mundial, quien me sacara del error. La industria del automóvil está más pujante que nunca. A partir del tema del cambio climático, han centrado toda su inversión en construir coches eléctricos e híbridos, en parte por ayudar al planeta y en parte por el citado green washing. El problema es que los coches ahora son electrónicos, están gobernados por circuitos digitales, para los cuales se necesitan materias primas como el litio, básico para las baterías, lo mismo que para las de los móviles, tablets y ordenadores. Y en este momento hay escasez de esos productos y cuellos de botella en las cadenas de distribución.

Estos materiales preciosos, que son el nuevo oro, se obtienen sobre todo en países del tercer mundo, en condiciones lamentables, y conflictos como el de Ucrania, o la pasada pandemia, han generado retrasos en la llegada de componentes para las baterías, o circuitos integrados que se montan en China y tampoco llegaban por el cierre de fronteras del Covid. No soy un experto de estos asuntos, pero parece claro que son complejos y están detrás de muchos de los problemas geoestratégicos actuales. Por ejemplo, el conflicto de Níger. En este remoto y pobre país africano, unos generales han depuesto al presidente elegido democráticamente (en teoría), que es un peón de occidente. Por ello cuentan con bastante respaldo de la población. Níger sigue la línea abierta por sus vecinos Burkina Faso y Mali, que han tenido golpes militares apoyados por la población y están echando a los occidentales.

En Níger hay petróleo, oro, carbón y fosfatos, además del preciado uranio, que se necesita para las centrales nucleares, sobre las que se sustenta toda la economía de países como Francia. Hablo de todo esto con mi amigo Habib, que es de Ghana. Habib lleva 20 años en España, ha criado aquí a sus tres hijos y es hombre siempre ponderado. Le digo que Ghana es, para mí, uno de los países más democráticos y presentables de África. Dice que es así, pero que no escapa a los males y las corruptelas de todos los demás (las que les pude explicar del Congo Brazzaville, por ejemplo). Me cuenta Habib que, en Ghana, ha habido un reciente escándalo. Han entrado a robar a casa de una ministra del gobierno y, según la denuncia, se han llevado un millón de dólares que esta señora tenía en su casa y no en el banco. No huele muy bien.

Habib se marchó de su tierra hace mucho y dice que lo que está pasando en Niger, Burkina Faso y Mali no es otra cosa que una muestra de que la gente ya se ha hartado. También en Senegal, otro modelo de estabilidad democrática, hay un lío gordo: hay elecciones el año que viene y acaban de encarcelar al jefe del principal partido de la oposición, que ha sido disuelto formalmente, generando una gran contestación en la calle. Los países más potentes, unidos en la OUA, tratan de contener el descontento, para no perder el beneplácito de occidente y sus toneladas de ayuda humanitaria, pero el tema se está desbordando. Hace unos días ha circulado por ahí un vídeo de una africana, imagino que guineana por lo bien que habla español, que explica algunas claves del conflicto de Níger.   

Complicado mundo. Cada vez me reafirmo más en mi teoría: la mayor putada que se le hizo a los países africanos fue la colonización, pero la segunda mayor putada fue la descolonización. Los occidentales salieron por piernas, pero aseguraron sus negocios y dejaron a la gente en manos de tiranos y cabrones, sin la suficiente preparación para organizar democracias mínimamente solventes, con una división en países totalmente artificial y difícil de implantar en una región con muchos pueblos nómadas. Lo de Níger puede sumarse a Mali y Burkina, en donde rusos y chinos ya tienen una preponderancia apoyada en el grupo Wagner y otros. En esa situación, el que puede se pira, aunque se arriesgue a morir en la patera. Este tipo de historias está también detrás del cambio brusco de política de España en relación con el Sáhara.

Está claro que a Sánchez no se le ha ocurrido dar ese volantazo, es algo que le han soplado desde arriba. ¿Quién? ¿Biden? El Mohamed está ahora a partir un piñón con USA e Israel, además de los Emiratos. Las empresas yanquis y europeas pueden esperar un trato de favor en la región. Y no se olviden de que en el Sahara hay también petróleo, gas, fosfatos y uranio. Si no fuera así, a quién le iba a interesar semejante secarral. Y ya que hablamos de Sánchez, yo creo que vamos a nuevas elecciones. El enredo es de tal magnitud que ni siquiera un titiritero acreditado como el presidente parece capaz de ponerle el cascabel al gato. Y no descarten que el PNV no haga una de las suyas y empiece a decir que a Abascal no le huele el culo tan mal. En este país, sólo hay una cosa cierta: el PNV es el partido más fiable. Puede traicionar igual a unos que a otros. Eso, que sean buenos.

2 comentarios:

  1. Lo del mercado del automóvil es tal cual lo explica usted ahora, rectificando su interpretación anterior. Y tiene una derivada en el mercado de segunda mano, que está en auge.
    Antes, un coche usado, aunque estuviera nuevo, valía mucho menos que uno nuevo, por el solo hecho de ser de segunda mano. Ahora están casi a la par. Porque uno nuevo tardan mucho en suministrartelo, mientras que el usado te lo dan al momento. Y por eso también se paga.

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