sábado, 22 de julio de 2023

1.236. Béjar on my mind

La hormiga, por odio a la cucaracha, votó al insecticida.
Murieron todos, hasta el grillo que se abstuvo.
Microrrelato extraído de Twitter

Basta por ahora con el tema electoral, hoy sábado viajo a La Coruña, de donde no regreso hasta el miércoles 26 de julio. Así que hagamos un lapsus para contar mi anterior excursión, en este caso a la muy noble ciudad de Béjar, al sur de la provincia de Salamanca y ya lindando con tierras extremeñas, lo que permite visitar también de la misma tacada otros pueblos como Candelario o Hervás, muy interesantes, además de La Alberca, que por falta de tiempo no visitamos esta vez. El jueves 13 de julio, después de mi clase matutina de inglés on line, cogí el coche, recogí a mis amigos Henry Guitar y Críspulo y pusimos proa hacia Béjar.

El festival de blues de Béjar tiene su escenario central en la plaza de toros de la localidad, que está acreditada como la más antigua de España en uso, puesto que su construcción data de 1711 y tiene un graderío irregular de piedras que remite a ciertas construcciones romanas. Los conciertos principales del festival tienen lugar en viernes y sábado a las nueve de la noche, con cuatro grupos por día, lo que hace que la cosa se termine entre las tres y las cuatro de la madrugada. Y completan el festival unos conciertos vespertinos el jueves en Hervás y otros matutinos de cierre, el domingo en Candelario. Habíamos reservado estratégicamente una casa rural a cinco minutos del coso taurino, que se llama La Casita del Castañar. Su dueña, que nos esperaba por allí, nos hizo entrega de las llaves, tomamos posesión y salimos a comer al lugar que nos recomendó la dueña, el restaurante Senén, casi enfrente de la plaza de toros. Allí nos obsequiamos con unos salmorejos y sendas raciones de morro con tomate y pimentón de la Vera, que estaban extraordinarias. Aquí un par de selfis para inmortalizar el momento.


Regresamos a la casa a echarnos una merecida siesta y comprobamos que estábamos en un alojamiento cómodo, fresco y silencioso, donde sólo se oían los ruidos del campo. Una vez descansados, nos vestimos de bluesmen y cogimos de nuevo el coche para llegarnos a Hervás, ya en el lado extremeño de la Sierra de Francia, que hay que atravesar siguiendo la llamada Autovía de la Plata. Hervás es un pueblo muy interesante, entre otros motivos por albergar el barrio judío más grande y mejor conservado de España. Llegamos con tiempo al lugar, aparcamos por allí y pudimos darnos una larga vuelta por ese barrio judío. Yo había visitado este pueblo, allá por el año 2008 y lo recordaba como mucho más deteriorado. Ahora mismo, todas las casas han sido rehabilitadas y están bien pintadas. Imagino que el turismo y las ayudas de la Comunidad de Extremadura han servido para poner el pueblo guapo. Vean algunas de las fotos que tomé en el barrio judío. 





A las nueve empezaban los conciertos, en los que participaban dos grupos. El primero Mayka Edjolé, and the Pigfoot Band, la banda de las manitas de cerdo. Mayka es una mujer grande, española de origen africano, que no cumple los cincuenta y que era amiga de Críspulo de pasadas aventuras musicales vallecanas. Una de estas personas que un día soñó en ser famosa pero a la que la vida la fue llevando por derroteros no demasiado brillantes, hasta acabar en bolos como este, acompañada por un grupo de, digamos, músicos de fortuna que cumplen con profesionalidad y esfuerzo ante audiencias bastante menguadas y a lo suyo, que se pasan el concierto bebiendo y hablando de sus cosas. Ya saben que a mí me gusta irme a las primeras filas, delante mismo del escenario, costumbre que ya Henry conoce de saraos anteriores y a la que Críspulo se sumó con entusiasmo de miope. Desde allí seguimos las interpretaciones de Mayka, a la que le grabé un clip para que vean de qué hablo.  

Intervenía a continuación una banda norteamericana con muchos metales, llamada The Travelling Brothers, arropando a una cantante negra de cierto caché, llamada Trudy Lynn, de los que se podría hacer un comentario similar que el de Mayka y sus músicos ocasionales, pero lo que pasa es que en Norteamérica estas bandas suenan todas fenomenal, tiene una calidad mínima que la llevan en la sangre, está claro que esta es su música. En el intermedio entre ambas bandas aprovechamos para acercarnos a un bar sevillano de pescaitos, del que nos había hablado alguien, regentado por un tipo ya mayor que podría haberse ganado la vida como humorista sin ningún problema. Nos pusimos bien de adobo y puntillitas, por lo que llegamos con la segunda actuación empezada. Pero yo tengo habilidad para infiltrarme a las primeras filas y abrir hueco a mis colegas.

Y por allí apareció una chica que bailaba enloquecida y empezamos a coquetear, que ya les he dicho que en las primeras filas de los conciertos se liga bastante. Tras las propinas del grupo yanqui, la chica me dijo que daría lo que fuera por saludar a la negra cantante y yo conseguí llevarla al backstage, ayudada por Mayka y sus músicos de ocasión, que andaban por allí. Se quedó tan impresionada que nos propuso ir con ella al antro duro del pueblo, donde ponían una música genial. Allí la seguimos arropados por una serie de amigos de la chica, entre ellos uno que me presentó como su marido, aunque pasaba bastante de ella. Nos hicimos una serie de fotos y yo le conté que tenía un blog (con esto también se liga bastante) y le pregunté si podía sacar mis fotos con ella. Me dijo que mejor no, que ella vive en un pueblo pequeño, que su familia, sus vecinos. Le prometí que sólo publicaría alguna en la que no se la reconociera y es la que tienen abajo, únicamente a título de que no se crean que me lo estoy inventando.

Cosas que pasan en este mundo noctámbulo y farandulero. De todas formas, ya saben que un dandy coruñés como yo jamás haría alarde de sus encuentros galantes mostrando pruebas gráficas que pudieran comprometer el buen nombre de la contraria. Por lo demás, mis dos colegas continuaron bebiendo, pero yo me pasé al agua con gas a partir de las dos de la mañana, dado que tenía que conducir de vuelta los 30 kms hasta nuestro alojamiento. No es que yo no fuera capaz de llevar el coche despacio por una autovía bien pintada en mitad de la noche, pero lo que no quería es encontrarme con los del antidoping. Llegamos, en fin, felizmente a la Casita del Castañar en donde dormimos como auténticos curas. Y el viernes por la mañana desayunamos allí mismo, porque habíamos venido desde Madrid bien provistos de café, leche y galletas.

Bien desayunados y duchados, decidimos ir a conocer la parte antigua de Béjar, para lo que debíamos usar de nuevo el coche, porque la zona de la plaza de toros en la que estábamos hospedados está separada del casco urbano por amplios barrancos, que se salvan en zigzag por carretera. Aparcamos por el centro y nos dimos una vuelta, de la que no tengo ninguna imagen que mostrarles. Ya a la una, nos acercamos a una pequeña plaza en donde estaba montado un escenario para la llamada sesión vermú, en la que de nuevo cantaba Mayka, esta vez con otro grupo más de blues que el de la noche anterior, con el que me pareció que se encontraba más cómoda, aunque nos dijo que estaba deseando terminar y volverse a Madrid. Entre grupo y grupo nos tomamos un vermú de verdad y decidimos volver a comer al Senén, por la ventaja de poder luego ir caminando a la casa y darnos una buena siesta para estar frescos por la noche.

De nuevo descansados, duchados y perfumados, acudimos a la puerta de la plaza de toros, en donde mostramos nuestros abonos en el móvil (a precio de 60€). Nos pusieron una pulsera amarilla en la muñeca, mostrando la cual podíamos entrar y salir del recinto libremente. Y afrontamos la primera de los dos jornadas grandes del festival. He de decirles que mi interés en este festival estaba centrado en dos artistas: el gran Tommy Castro, bluesman californiano elegante a quien vimos el año pasado en Cazorla y la sensacional saxofonista y cantante de Dallas Vanessa Collier. Y el primero de los dos días grandes arrancaba precisamente con Vanessa. Su actuación superó todas mis expectativas, tocó y cantó durante más de una hora derrochando simpatía calidad y proximidad al público entregado del festival. Grabé un par de clips desde las primeras filas que les obsequio a continuación. 



En un momento dado, Vanessa se fue por detrás del escenario sin dejar de tocar su saxo a toda velocidad y se infiltró en medio del público para seguir su show desde el centro de la plaza, rodeada por el atónito personal que la ovacionaba sin creer lo que estaba viendo y escuchando. Abajo tienen un par de fotos que tomé del instante, antes de que la chica regresara al escenario. Vanessa Collier tiene 35 años y sus rasgos revelan una ascendencia tal vez india cherokee o medio negra. Es un portento con una carrera larga por delante. Mi amigo Críspulo me confesó que ya sólo por esta actuación merecía la pena haber venido al festival.



Vean por fin, algunas de las fotos que la chica se hizo con algunos de los organizadores del festival, que luego las colgaron en la página de Facebook del evento.


En las fotos de más arriba han podido ver cómo es el graderío de la vieja plaza de Béjar. Allí nos subimos un rato para descansar las piernas hasta la siguiente actuación, que nos quedaba mucha noche por delante. Y la segunda era la del histórico grupo de los sesenta y setenta Ten Years After. Este grupo deslumbró en el festival de Woodstock en 1968, en donde se dio a conocer, liderados por el estratosférico guitarrista Alvin Lee. Pero ya Paco Couto me aclaró que Alvin Lee se murió hace unos diez años. Y el grupo que salió a tocar en Béjar estaba literalmente compuesto por tres ancianos del grupo original y un guitarrista joven sustituto de Alvin. La música, que en los sesenta era súpermoderna, ahora sonaba bastante vieja y demodé y el guitarrista era muy bueno pero sin la magia del fundador del grupo. Fue un cierto bajón después del éxtasis de Vanessa, ante el cual decidimos salir a tomarnos unas cervezas con algo de picar. Vean unas fotos del actual grupo y una en concreto del bajo, que parecía un cadáver ambulante.


Salimos pues al exterior y observamos que el Senén estaba petao y además es del tipo restaurante tradicional, para sentarse con mesa y mantel. Al otro lado de la carretera encontramos El Nido de Susi, un lugar perfecto para tomar raciones y cervezas o vinos. La Susi que lo regenta es un encanto y hablamos bastante con ella que, por cierto, se llama Susana Cubino y es prima del personaje más famoso de Béjar en los últimos tiempos, el campeón  de ciclismo Lale Cubino. Nos contó que había montado el chiringuito con un hermano, pero que el susodicho se había ido a Londres a montar un restaurante español en el que no le iba mal y ella había decidido tirar adelante sola. Este lugar, en donde las cervezas eran más baratas que dentro del recinto taurino, se convirtió en el sitio perfecto para salir a comer cualquier cosa, porque servían raciones bien cocinadas y eran rápidos.

La noche continuó con la actuación de Johnny Rawls, un veterano cantante negro de soul, vestido íntegramente de blanco y con una banda poderosa que desgranó una serie de temas bastante nostálgicos y sugerentes para el público de boomers que llenaba ya la plaza. Este hombre tenía un sesgo triste en su mirada, pero se esmeró en sus interpretaciones e incluso salió a cantar al medio del ruedo emulando a Vanessa. Y cerró la noche Gisele Jackson, una negra bastante mayor, que se ve que no ha hecho una carrera especialmente remunerada, por lo que se ve obligada a seguir haciendo bolos como este. La acompañaba un grupo de músicos profesionales contratados para la ocasión, que hablaban español con un deje extraño, pero que también fueron bastante aplaudidos. Eran como las tres y media de la mañana cuando caminamos satisfechos a nuestra madriguera.

El sábado, amanecimos, desayunamos y nos acercamos en el coche a Candelario, un pueblo precioso que está como a 3 kms de Béjar y es de visita obligada. Allí estuvimos toda la mañana caminando arriba y abajo por las empinadas cuestas del pueblo que tiene un sistema de canales por los que corre el agua a toda velocidad, desde unas acequias en lo alto seguramente de construcción árabe. Era el único suministro de agua hasta que se construyó la red ordinaria ya a comienzos del siglo XX, y se ha quedado ahora a título decorativo. Unas fotos del pueblo.






Regresamos a Béjar a la sesión vermú de la plaza y allí escuchamos al grupo que había acompañado la noche anterior a Gisele Jackson. Ellos solos sonaban fenomenal, hacían un blues de altura y al final de su número estuvimos hablando con ellos un rato. Eran ingleses pero llevaban muchos años viviendo en Barcelona, en donde se ganaban la vida como free lances acompañando a diferentes músicos por contratos. Estaban en el circuito y se conseguían bastantes bolos, especialmente en verano. Desde allí volvimos a nuestra rutina de comer algo en el Senén , echarnos una siesta, ducharnos y subir a la plaza de toros. El segundo día empezaba el programa con la Vargas Blues Band. Javier Vargas es un clásico del blues nacional, bastante mayor, y un tanto anticuado también. Para mí fue lo peor del festival.

El tipo somete a su guitarra a un exceso de distorsión logrando un sonido bastante canalla y no muy agradable, que ya no viene a cuento en 2023. Traía un cantante negro no demasiado bueno, al que obligaba a cantar en una escala muy grave, con lo que no podía lucirse mucho y encima le tapaba todo el rato con su guitarra súper distorsionada. A continuación actuaba otra negra veterana con músicos contratados, que se llamaba Tía Carroll y no era mala, pero nosotros decidimos salir a cenar algo donde nuestra amiga Susi, para prepararnos bien para el número fuerte de la noche y quizá de todo el festival: el gran Tommy Castro. Tommy es de San José (California), de origen portugués, tiene 68 años y es un hombre feliz, porque está bien de salud y está recibiendo ahora un gran reconocimiento después de una larga carrera de bluesman.

El año pasado su último trabajo fue elegido el mejor disco de blues de América, es decir, del mundo. A caballo de ese éxito hizo una gira europea, en la que tocó en Cazorla, por primera vez en España. Le gustó la reacción y la implicación del público y este año está recorriendo nuestro país ya sobre seguro y con mucha repercusión. Su actuación fue extraordinaria y también les he grabado un par de clips.


Fue una noche memorable, que cerraron los Cinelli Brothers, un grupo británico de chavales muy jóvenes, que tocan de forma muy acelerada, son los típicos virtuosos que seguramente se han conocido en alguna escuela de música: el futuro del blues. Acabamos después de las cuatro de la mañana y todavía estaba Susi sirviendo copas en su nido. Me confesó que tenía las piernas muy cargadas y le expliqué una serie de ejercicios básicos de estiramiento, que pusimos en práctica allí mismo, para sorpresa y regocijo de mis dos colegas, aunque la chica se quedó encantada del alivio que le comportaban. Y queda poco por contar. El domingo ya no nos quedaba café, así que recogimos todo, nos despedimos de la dueña y salimos a desayunar a la terraza de un hotel cercano con vistas al pueblo. Después cogimos el coche y de vuelta para Madrid. Unas fotos más de cierre, que ya tengo que salir para La Coruña. Sean buenos.








No hay comentarios:

Publicar un comentario