miércoles, 9 de marzo de 2022

1.126. La multa

Bueno, sigue la salvajada en Ucrania y yo vuelvo a repetir: no hay razón geoestratégica, disputa, rencilla o vieja querella histórica que justifique bombardear a una población civil, compuesta por gentes como yo, que van al yoga, estudian blues o se dedican a cumplir con sus trabajos, cuidar a su familia, ir al cine o ligar por los bares y las discotecas. No tendría ni que insistir en este punto, es indiscutible. Vale, analicemos contextos, Historia, trayectorias, lo que quieran. Nos puede servir para entender cómo se origina esta locura, pero repito: la invasión de Ucrania es intolerable y a mí me parece muy bien que se le faciliten armas a la resistencia civil. La búsqueda de razones geoestratégicas es estupenda para acallar conciencias de la gente que se está poniendo de perfil ante esta atrocidad, allá cada cual con lo que quiera investigar o rastrear. A mí sin embargo, me parece igual de importante, por ejemplo, intentar descifrar los entresijos de la personalidad del Hijo de Putin, porque al final hay un ser humano detrás de las últimas decisiones, como había alguien que firmaba las sentencias de muerte en el franquismo.

Les voy a pedir que vean un vídeo, si es que no han tenido ya la ocasión de verlo. Veamos. Rusia lanzó la invasión el 24 de febrero, camuflada de operación militar especial, eufemismo digno del mejor Rajoy. Tres días antes, el 21, a modo de aperitivo de lo que venía, el Hijo de Putin reconoció oficialmente la independencia de las dos repúblicas secesionistas del Donbass. Anunció ese reconocimiento mediante una comparecencia en televisión, a la salida de una reunión extraordinaria de su Consejo de Seguridad, en la que obligó a que, uno a uno, todos sus miembros salieran a la palestra y repitieran como un mantra su apoyo a la independencia de las citadas repúblicas de Donetsk y Lugansk.

Se les pedía exclusivamente eso, como a los niños de las escuelas católicas a los que antiguamente se les preguntaba: ¿El Padre es Dios? ¿El Hijo es Dios? ¿El Espíritu Santo es Dios? y debían mostrar su adhesión incondicional a cada una de las tres respuestas afirmativas (ya saben que Jaimito contestaba a la primera con otra pregunta: ¿el padre de quién?). Pero aquí se trata de adultos y es una escena muy humillante. Y resulta que el jefe del Servicio de Inteligencia en el Extranjero, Serguéi Naryskin, se viene inesperadamente arriba, se sale del guion y propone un último intento de buscar una solución negociada. La forma en que lo trata el Hijo de Putin, creo que define completamente su personalidad y su psicología, algo que constituye una explicación adicional a lo que está sucediendo en estos días.

Significativo ¿verdad? Es que se le ve que se está divirtiendo al ver el apuro de su subordinado. Creo que a mí nadie me ha tratado así en casi cuarenta años de trabajo en el Ayuntamiento de Madrid. Pero ya les he dicho que no quiero que este blog se convierta en un monográfico sobre Ucrania y hoy quiero contarles una historieta que creo que tiene entidad como para aparecer en este foro y así nos distraemos de la guerra y, en mi caso particular, también de la operación de cataratas que me practicarán mañana, Dios mediante (o Dios mediando, como le gustaba retrucar a mi padre). Los hechos tienen lugar en cuatro fechas, bastante espaciadas a lo largo de los últimos meses, y así será como yo estructuraré mi relato, de acuerdo con los cánones de la llamada literatura lineal o cronológica.

El primer día. 25.09.2021. Hoy es el 70 cumpleaños de mi amigo Joe, el tercero de los colegas de la quinta del 51, después de mí, que cumplo en febrero, y de Tito que cumple en agosto. Los otros dos hemos declinado hacer celebración alguna, por causa de la pandemia, pero en septiembre ya vamos estando más relajados y Joe monta un festejo gastronómico-alcohólico-musical por todo lo alto, en el que se presenta por sorpresa toda su familia mexicana (todos sabíamos que venían a darle el sorpresón desde sus lejanas tierras de Sonora, menos el propio homenajeado; ya saben que el cornudo es siempre el último que se entera). El caso es que la fiesta es en el Sector 3 de Getafe y empieza a mediodía, como siempre con un montón de comida. No puedo perderme esta celebración de cambio de década de uno de mis amigos más queridos, así que cojo el Toyota y me planto allí en torno a las tres de la tarde.

La fiesta es divertidísima, corre la cerveza y el tequila y yo bebo lo acostumbrado en saraos de este tipo, sin perder de vista que en algún momento he volver a Madrid conduciendo mi coche. Mis hijos hacen estas cosas eligiendo por turno a uno de la panda que ese día no bebe ni una gota y será el que los lleve a todos de vuelta. Pero en mi generación todos bebíamos y sabíamos luego cómo conducir, más despacio, extremando la prudencia, etc. El problema empezó cuando la pasma instauró los controles antidoping y, en función de la tasa de alcohol que te detectara al soplar, podía incluso decirte que te bajaras del coche y siguieras andando (en plena carretera y de noche). Ese día, yo bebo bastante pero, de manera natural, en torno a la media tarde empiezo a echar el freno y paso a beber agua, para descansar y diluir un poco la concentración y la nube de mi cabeza. Es mi truco habitual para ciertas ocasiones.

En estas condiciones llego al entorno de las nueve de la noche, yo ya estoy un poco cansado y decido irme. Me veo listo para el camino de vuelta por la Carretera de Toledo, a pesar de que es noche cerrada y ya les he revelado que no veo un burro a dos pasos, y menos de noche, es por eso que me voy a operar mañana. Les he contado todo esto para que se hagan una adecuada composición de lugar y entiendan completamente lo sucedido el día de los hechos. Repito: soy un buen conductor, soy ultraprudente de forma natural y, si encima he de conducir de noche y con un cierto contenido de alcohol en mis venas, todavía extremo más esa prudencia. Así que tomé la Carretera de Toledo y conduje de esa forma, bien arrimadito a mi derecha, a una velocidad entre 90 y 100 kms/hora.

Sin mayores problemas, entré en la ciudad y enfilé la calle Santa María de la Cabeza, levantando automáticamente el pie del acelerador, para dejar que el coche se adaptara a una velocidad más urbana, adecuada para recorrer una vía de muchos carriles, bien iluminada y prácticamente vacía a esa hora difusa de un sábado anónimo. Y llegué a casa sano y salvo, con la satisfacción de la tarea bien completada, como el día en que bajé por la pared de la azotea de mi casa. Es reconfortante reconocerse todavía capacitado para determinados desempeños y comprobar que uno no ha perdido las habilidades. Y así terminó ese día, ya sé que ustedes se esperaban algo más épico o dramático, pero eso también es una habilidad: crear inquietud en el lector.

El segundo día. 4.11.2021. Es jueves y, tras hacer hora y media de yoga y obsequiarme con una tapa de bacalao en aceite y un plato de pote asturiano, todo ello bien regado con dos dobles de cerveza en el Bar Ricla, regreso a casa feliz y encantado de que mi madre me pariera. En el buzón hay una carta de la policía municipal. La abro y se titula Requerimiento para identificar al responsable de infracción de circulación. Multa con pérdida de puntos. En el texto me entero de que, el día de los hechos, fui fotografiado por el aparato asociado a un radar fijo, a las 21.30 de la noche, circulando a 71 kms/hora, cuando la velocidad en ese punto está limitada a 50. El radar está situado en el número 115 de Santa María de la Cabeza y, días más tarde, un amigo me comenta que la señal de limitación de velocidad está puesta a mala leche, justo al principio del tramo urbano de la vía, y se hinchan de poner multas, porque la gente está todavía bajando la velocidad que traía en carretera.

Lo cierto es que yo no vi esa señal, algo que no es de extrañar, porque, como el de Estopa, no veo de cerca ni de lejos, no veo na’ de na’ de na’ y mucho menos por la noche y después de beber algo más de lo conveniente. Pero la cosa es que se trata de una infracción grave, que se castiga con 300€ de multa y pérdida de dos puntos del carné. Bien, convendrán conmigo que, circular a 71 por hora en una vía amplia, bien pintada, bien iluminada y sin tráfico, no es una salvajada ni una imprudencia. Vamos, que no soy Putin. Pero es lo que hay. La Ley es la Ley. En la carta se me conmina a que identifique al conductor del vehículo para lo cual me dan un plazo determinado. Pero yo estoy en ese momento bastante ocupado, con mi sinvivir habitual, agravado además por el hecho de que estoy a punto de viajar a París, en donde tengo una cita de mucho compromiso y es mi primer viaje al extranjero desde el cerrojazo del Covid. En fin, que el tema de la multa se me va quedando a un lado, a resolver a la vuelta.

Así es como fue, y ya saben que mis relatos tienen también alguna forma de moraleja y el objetivo práctico de que ustedes aprendan de mi experiencia y sepan como bandearse cuando les pase algo similar. Desde esa perspectiva, ya les digo que no deben hacer lo que yo hice. Ni se les ocurra. Pero yo me fui a París, completé mi viaje maravilloso y, a la vuelta, cuando revisé los temas pendientes, descubrí que el plazo para identificar al conductor se había agotado. ¡Vaya por Dios! Pensé que eso se traduciría en un recargo del 20%, así que me tocaría pagar 360€ y decidí olvidarme del tema, confiando en que el procedimiento se atascara en algún momento, algo bastante improbable, pero también piensa uno que le va a tocar la Lotería de Navidad cuando compra el décimo. Yo, ante una multa de tráfico, tengo dos formas de actuar: o la pago enseguida con la rebaja del 50% por pronto pago, o la dejo correr y al cabo de un año o más me la acaban cobrando directamente de la cuenta del banco, con el recargo correspondiente. Así que me olvidé por segunda vez del tema y me dispuse a disfrutar de las recobradas navidades.

El tercer día. 7.02.2022. Otro día que me pilla con el yoga a mediodía, pero con la particularidad de que me encuentro regular, malestar que cristalizará al día siguiente con mi positivo por Covid. Otra vez hay una carta en el buzón. Ahora el título es Denuncia de tráfico por incumplimiento del deber de identificar al conductor. Multa. Recorro el papel con la vista hasta abajo y al pie se me indica la cantidad: 900€. Como lo oyen. Sumando la multa con recargo, me va a tocar pagar 1.260 euracos, así, sin comerlo ni beberlo. Me parece una auténtica barbaridad. Esto me pilla en el momento en que el Covid ya me está derribando y renuevo mi teoría de que las putadas vienen por rachas. Pero yo no puedo agachar la cabeza y aceptar esa animalada, que se me va a llevar más de la mitad de la pensión de un mes. No puedo dejarlo correr. Como los ucranios, no puedo rendirme sin luchar.

Y aquí viene ya la parte de la veteranía y el hecho de haber estado casi 40 años trabajando en el Ayuntamiento. Yo siempre me he portado bien con mis colegas, nunca he tratado desde un plano superior a las secretarias, los conductores, los ordenanzas o los conserjes, con todos he tenido un trato cordial, de igual a igual, con todos he bromeado y me he reído las tripas y eso me hace estar en posesión de una red de contactos, que a su vez tienen otros contactos, hasta el infinito y más allá. Y es el momento de pedir ayuda a esa red. Es una red eminentemente femenina, porque yo solía bromear sobre todo con las chicas, ya saben que soy un picaflor y que, especialmente si son guapas, les entro suave a todas, desde el respeto, pero lanzando mensajes inequívocos, siempre poniendo sobre la mesa sobreentendidos y dobles sentidos, un simple coqueteo que busca sobre todo generar empatía y provocarles una sonrisa. Soy lo que en inglés se llama un Smooth Operator, y les voy a obsequiar con la canción homónima, para así cortar un poco el relato. Por cierto, qué mujer más guapa Sade Adú.

Vaya, me creerán o no, pero si por algo quiero operarme de cataratas es para ver mejor a las mujeres guapas de mi entorno, que las veo borrosas y es una putada. Pero volvamos a lo nuestro. Tengo una red de contactos que a veces todavía funciona y, por una amiga de una amiga de una amiga, llego a la gente que lleva mi expediente, para informarme de qué está pasando y cuales son mis opciones. Tengo dos argumentaciones que puedo alegar a mi favor. Por un lado, yo creía (honradamente) que, si te piden que identifiques al conductor de tu coche en una infracción y no contestas, implícitamente estás asumiendo que la responsabilidad es tuya e indicando que la multa te la deben cobrar a ti. Por otro lado, es la primera vez que me quitan puntos del carné, por lo que no sé cómo van estas cosas. También tengo una queja: me parece absolutamente desproporcionado que me multen con 900€ por no haber contestado la primera carta.

Por ese conducto indirecto me llega una respuesta extraoficial. Eso de que si no contesto asumo que el culpable soy yo, es correcto siempre que la multa no implique pérdida de puntos. En caso contrario se convierte en un tema con otras implicaciones, en el que no contestar es una falta muy grave (quédense con el matiz). Lo de que sea la primera vez puede ser un atenuante pero no suele ser tenido en cuenta. ¿Y qué puedo hacer? Respuesta: haz un recurso, aporta tus argumentos, reconoce por escrito que eras tú mismo el conductor y preséntalo en plazo. Si tienes suerte y te toca un instructor benévolo o que esté de buen humor ese día, a lo mejor acepta tus argumentos. En caso contrario, tendrás que pagarlo todo, porque no hay más recursos. Así lo hice. Y me encomendé a los distintos sanbenitiños a ver si sonaba la flauta. Esta es la enseñanza de este texto: si les llega un requerimiento de identificación de conductor en una sanción con pérdida de puntos, ni se les ocurra hacerse los locos, como yo hice.

El cuarto día. 8.03.2022. O sea, ayer. De vuelta de mi excursión por Madrid Río con los alumnos del Máster de Planeamiento Urbanístico con los que estuve toda la mañana, recogí una nueva carta de mi buzón. Abrí el sobre con manos temblorosas y miré el contenido. El escrito se titulaba esta vez Denuncia al conductor identificado por infracción de circulación. Multa con pérdida de puntos. Debajo se me daba ya por identificado como infractor y se me imponía la sanción correspondiente: 300€ y pérdida de dos puntos del carné. Es decir, que los argumentos que había aportado en el expediente se habían aceptado. La multa de 900€ se ha anulado y las actuaciones se retrotraen al momento del primer escrito, pero ya con el infractor debidamente identificado.

Me he librado de una buena. Y encima, me ofrecían otra vez la posibilidad de pagar la mitad por pronto pago. Una maravilla que me apresuré a pagar por Internet: 150€. Me he ahorrado casi mil. Y, entre ustedes y yo, a mis 71 años, maldita la falta que me hace tener todos los puntos del carné. Por mí se los pueden meter por el recto, por usar una denominación médica precisa. Además, tengo la sensación de que con este logro puede que haya roto ese conato de mala racha, a ver si es verdad y la cosa se concreta mañana en mi operación (ya he empezado a echarme los colirios prescritos). Toquemos madera de nuevo. Knock on Wood. Pero esta vez hagámoslo con soul del bueno. Se lo dejo de propina. Y un consejo: cuando se sientan avasallados, rebélense y luchen hasta el final. Puede dar resultado o no, pero al menos se le queda a uno la sensación de haber hecho todo lo posible (y aun lo imposible si ello fuera posible ꟷRajoy dixit). Buen finde.

4 comentarios:

  1. Amigo, has caído como un pardillo. Como buen funcionario, ya sabes sobradamente que a la Administración no se le debe dar la callada por respuesta. Se pide perdón, se acusa el recibo, se solicita rebajas de enero, se pide un aplazamiento, se ruega el pago a plazos, se llora porque no se tiene dinero, se... en fín: lo que sea, antes de dejar pasar el tiempo. En otros tiempos, hasta hubiera prescrito la falta, pero ahora no. Los artilugios informáticos tienen una memoria irracional, pero la tienen. En cualquier caso, tu historia es ilustrativa e interesante y, con tu permiso, me la apunto.

    Por cierto: Esta mañana fui a La Caixa para apoquinar 50 euros por una multa de 100 € que me pusieron en febrero, por circular a 88 Km/h cuando el máximo estaba en 80. ¿Te parece lógico? pues eso.

    Hago votos por que tu operación salga perfecta y estoy seguro de que los dioses me escucharán. Al fin y al cabo, es algo que viene haciéndose desde la época de Hammurabi (o más). En cualquier caso, vas a experimentar un cambio, a mejor, que casi me atrevo a calificar de espectacular.

    Ah; y bienvenido al gremio de los cataráticos.

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    1. Tienes toda la razón, buen amigo, y agradezco mucho tus sabios consejos. Intentaré no reincidir en lo de dar la callada por respuesta. A la espera ya de la segunda operación de cataratas, mis expectativas son las mejores. A ver si podemos quedar pronto a tomar unas cervezas. Un fuerte abrazo.

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  2. ¡Qué historia tan buena, Emilio! Con razón decía "Chicken face" que tú siempre caías como un gato, ¡de pie!

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  3. Gracias, pero a veces también caigo de costado y me doy la costalada.

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