lunes, 16 de agosto de 2021

1.076. Dead flowers

Me dice algún lector que hay que ver qué enfadado estoy con los que no se quieren vacunar. No es que esté enfadado o indignado, es que creo que debemos ser beligerantes contra esta gente. En primer lugar porque priman su individualismo a su sentido social (por eso los comparo con los que no recogen las cacas de sus perros o los que tiran la colilla al suelo y la apagan con el giro característico de la suela del zapato, y que conste que yo lo he hecho durante años). En segundo lugar, porque, además de jodernos colectivamente, en base a un cuelgue mental que les han inducido desde fuera, se acaban haciendo daño a sí mismos (ahora mismo, un gran porcentaje de los contagios se están dando en los no vacunados), lo cual, en este caso los iguala a los testígulos de Jehová que se niegan a recibir una transfusión de sangre.

No quiero seguir hablando de este tema, ya le dediqué el post anterior. Pero es que, con esta mierda de la gente que no se vacuna, los contagios están repuntando en todas partes, empezando por los USA. Ya saben que uno de los estados USA con más antivacunas es Louisiana. Si no lo saben, pueden consultarlo pinchando AQUÍ, siempre que estén suscritos a El País; en caso contrario, imagino que verán al menos el titular: Louisiana es en estos momentos el estado USA con mayor tasa de contagios. Louisiana, como seguramente saben, es el estado donde está Nueva Orleans y donde se toca el mejor blues y el mejor jazz, junto con Chicago, Nueva York y contados lugares más. Y allí es también donde reside desde hace unos años la musa de este blog Samantha Fish, que es muy apreciada en los medios musicales.

En Nueva Orleans, existe una asociación que preserva todo el acervo musical de la ciudad, que se llama la New Orleans Jazz and Heritage Foundation y cada año puntualmente organizaba un festival de blues y jazz de los más prestigiosos del mundo. Hablo en pasado porque el año pasado lo tuvieron que suspender. Y este año tenían previsto tirar la casa por la ventana y organizar un macrofestival que subrayara que el blues y el jazz siguen vivos, que no es que vuelvan, sino que no se han ido. Tenían asegurada ya la participación de los más grandes del blues, según el cartel que les pongo abajo, por si tienen curiosidad por rastrear algunos de los nombres que suelen aparecer en este blog.

En fin, ustedes que son perspicaces ya habrán observado que continúo hablando en pasado. Porque, después de semejante montaje, el repunte de contagios en Louisiana ha obligado a suspender el macrofestival, que se aplaza, de momento, hasta abril. Con todas las entradas vendidas y una inversión comprometida bastante generosa. Por culpa de los putos antivacunas. Pero lo peor es que, además de todos los músicos del cuadro, se había anunciado que Mick Jagger había aceptado dar un concierto con los Stones, en el contexto de la gira que preparan por los USA para el otoño y que imagino que también está pendiente de un hilo. La organización les había reservado un día, repartiendo la mayoría de los demás conciertos a lo largo de los otros siete días de festival.

Con contadas excepciones, como la de nuestra querida Sam, que se mantenía en el mismo día que los Stones. No era muy difícil imaginar que Jagger aceptaría que Sam subiera al escenario para cantar a medias alguno de sus temas, o aportar su guitarra a la de Keith Richards. Y les apuesto lo que quieran a que Sam le hubiera dado réplica con brillantez. Como hizo en su día Christina Aguilera, en un vídeo que les traje al blog y que forma parte de la película de Scorsese sobre el grupo, que se llamó Shine a Light (2008). En cambio, hace poco los Stones invitaron a Taylor Swift (a Jagger y Richards les siguen gustando las rubias monas) y el resultado, que pueden buscar en Youtube si quieren, es bastante flojete. Esa Taylor Swift, sin embargo, se lleva todos los años unos cuantos Grammys, como Beyoncé, con la diferencia que Beyoncé canta muy bien y arrolla con su voz.

En estos días se conmemoran los 50 años de la grabación del disco de los Stones Exile on Main Street (1971, aunque no se publicó hasta el 72), que algunos consideran el mejor de su carrera. Yo no, a mí me gustan más sus dos anteriores Let it bleed (1969) y Sticky fingers (1971). A los Stones, el mercado discográfico los había impulsado a un absurdo pulso con los Beatles para ver quién era mejor, guerra que no tenía otro objeto que vender más discos. Lo cierto es que los dos eran muy buenos y encima eran amigos entre ellos. Pero esta competencia llevó a los Stones a grabar algún disco con ínfulas sinfónicas, no demasiado afortunado. Desaparecidos los Beatles, los Stones publicaron un disco muy personal, enraizado en el blues, que se llamó Beggar’s Banquet (1968) y enseguida sus dos obras maestras.

En 1971, las ventas de estos dos últimos discos les habían convertido en millonarios y el fisco británico les estaba empezando a acorralar, además que sus coqueteos con las drogas más duras, especialmente por el lado de Richards, habían centrado sobre ellos la atención de Scotland Yard. Decidieron entonces largarse a la Costa Azul y pasar allí el verano haciendo música, en una reunión que alumbró el famoso Exile on Main Street, de lo que se cumplen este verano nada menos que 50 años. Estos días, han aparecido artículos en todos los medios conmemorando la efeméride. Y, sorprendentemente, el mejor de todos (siempre en mi opinión) es el publicado hace siete días en La Razón. Les recomiendo que lo lean, es muy interesante, pasando por encima de un cierto tono moralizante propio del entorno ideológico de ese diario. Para ello han de pinchar AQUÍ.

En este reportaje se habla de pasada de la presencia en Niza de Gram Parsons, considerado por muchos como el creador del moderno country. Parsons participó en los Birds y en la fundación de los Eagles entre otros y creó una banda única: The Flying Burrito Brothers, que revolucionaron el mundo del country. Parsons era un adicto a la heroína, como Richards, y por eso se hicieron muy amigos. Y Richards empezó a cultivar una vena country a partir de esta amistad.  En Let it bleed aparece ya una muestra de esta tendencia en el corte Country Honk. Y en Sticky Fingers, esto se traduce en una canción maravillosa: Dead Flowers. La cosa terminará en el disco grabado en la costa Azul con Sweet Virginia y se acabó. Se cuenta que a Jagger no le gusta el country, que piensa que su voz es mucho más adecuada para el blues.

Parsons, como dice el articulista de La Razón, se ocupó de conseguir heroína para él y para su amigo en los muelles de Marsella y, contra lo que se dice en el reportaje, tengo entendido que fue Jagger el que lo puso de patitas en un taxi para evitarle más tentaciones a su colega. En cualquier caso, Parsons murió por sobredosis dos años más tarde en un hotel del parque nacional Joshua Tree, ahora convertido en lugar de peregrinación de sus numerosos fans. Por un par de meses no cumplió los fatídicos 27 años y por eso no se le incluye en el club que forman Jimmy Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Brian Jones, Kurt Cobain y Amy Winehouse. Pero, de la amistad Parsons-Richards, quedó la canción mítica que titula este post.

Volvamos a un par de meses antes. Los Stones ya tienen pensado escapar de sus perseguidores y pasar una temporada en la Costa Azul, cuando deciden hacer una gira de despedida (así la llaman) por pequeños garitos de su tierra. Nunca más volverán a tocar en lugares tan pequeños. Estamos en marzo de 1971 y la gira incluye un concierto en el mítico pub londinense Marquee. Es un concierto que fue filmado y muchas de cuyas canciones se pueden ver en Youtube. Entre ellas Dead Flowers. Y les voy a detallar la letra de esta canción, que viene a escenificar la ruptura de una relación. Como les dije, eso de poner la letra de una canción y su traducción al español en dos columnas, es como intentar quitarle las alas a una mosca con guantes de boxeo (que decíamos de niños), así que se las pondré consecutivas.

Como saben, los rockers llevaban una vida bastante tirada, pero suscitaban el interés de groupies de buenas familias que se volvían locas por ellos. Aquí Jagger muestra su desprecio por una de estas chicas elegantes, a la que manda literalmente a la mierda, en una letra que en estos momentos de tontuna supongo que sería tachada de machista. La frase del estribillo Take me down, literalmente sería déjame bajar y suele usarse en los coches: para aquí que me bajo. Yo la voy a traducir por déjame ir. También les digo que dead flowers, literalmente sería flores muertas, pero en español, se suele decir flores secas, de aquellas que se ponían en los libros. En Inglaterra mandarle dead flowers a una antigua novia es una forma de subrayar que uno ya no siente nada por ella. Vamos ya con la letra de marras.

                Dead Flowers

                Well, when you're sitting there in your silk upholstered chair      
                Talkin' to some rich folk that you know                                               
                Well, I hope you won't see me in my ragged company                 
                Well, you know I could never be alone

                    Take me down little Susie, take me down
                    I know you think you're the queen of the underground
                    And you can send me dead flowers every morning
                    Send me dead flowers by the mail
                    Send me dead flowers to my wedding
                    And I won't forget to put roses on your grave

                Well, when you're sitting back in your rose pink Cadillac
                Making bets on Kentucky Derby Day
                Ah, I'll be in my basement room with a needle and a spoon
                And another girl to take my pain away

El párrafo del centro, al que le he puesto un sangrado, es el estribillo, que luego se repite varias veces. Y aquí está la traducción al castellano. 

                        Flores secas

Bueno, ahí estás, sentada en tu silla tapizada de seda

Hablando con alguno de esos tipos ricos que conoces

Vaya, espero que no querrás verme con mi andrajosa peña

Ya sabes que no podría estar solo


              Déjame ir, pequeña Susi, déjame ir

              Ya sé que te crees la reina del underground

              Así que puedes mandarme flores secas cada mañana

              Mándame flores secas por el correo

              Manda flores secas para mi boda

              Que yo no olvidaré llevar unas rosas a tu tumba


Bueno, mientras estés sentada detrás, en tu Cadillac rosa

Haciendo apuestas el día del Derby de Kentucky

Yo estaré en mi cuarto del sótano, con una aguja y una cuchara

Y otra chica que alivie mis penas

Vean ahora el vídeo. Era 1971. Jagger aún no había aprendido a moverse como lo hace ahora (dice la leyenda que fue Tina Turner quien le enseñó). Richards es la base del sonido del grupo, arranca suave y recibe enseguida el apoyo de Charlie Watts a la batería, elegante como siempre. Los otros dos son los sosos oficiales de la banda (que abandonarían después), si bien hay que decir que Mick Taylor es un guitarrista fabuloso. Vean también cómo, cuando Jagger dice lo de la aguja y la cuchara, Richards no puede reprimir una sonrisa irónica, como diciendo: qué sabrá este de drogas duras. En fin: que si llevan sombrero, por favor quítenselo para escuchar esta preciosidad. 

¡Cuántas veces habré bailado yo esto en el 42 de Claudio Coello y otros antros de la noche madrileña! Keith Richards es mucho Keith Richards. Por si no lo saben, este señor, considerado uno de los músicos más grandes de la historia del rock, tiene en estos momentos 77 años, cuatro hijos y cinco nietos y una colección de más de 3.000 guitarras. Fue un adicto a todo tipo de sustancias en los 60 y 70 y el propio Jagger se refiere a él en algunas entrevistas como un yonqui (Richards dice que Jagger es un snob). Y por lo que yo sé de estas cosas, la condición de yonqui es para toda la vida. Yo no conozco a nadie que haya salido de eso. Pero Richards es especial y se cuenta que más de una vez se sometió a tratamientos en Suiza consistentes en que le sustituyen toda la sangre del cuerpo por otra renovada.

Además de todo eso es un tipo muy niñero, cariñoso, culto, amante de la literatura y muy amigo de sus amigos. Y que odia el rap y el hip-hop, a los que califica de ruidos desagradables. Él dice que no ha vuelto a la droga dura hace décadas y confiesa que consume ocasionalmente alcohol y cannabis de manera muy esporádica. Lo que sí les puedo asegurar es que su libro de memorias titulado Life (Vida), publicado en 2018, es súper interesante para conocer al personaje, el medio en el que se crió y cómo fue esa época única en la que surgió el rock and roll. Yo he leído muchos libros autobiográficos de músicos y creo que los mejores son este y el de Miles Davies.

Cuando se le pregunta a Samantha Fish por sus influencias como guitarrista, siempre dice tres nombres: Mike Campbell (de Tom Petty and the Heartbreakers, del que estaba enamorada de adolescente), Angus Young (el de AC/DC que suele actuar vestido de Guillermo el Travieso) y por encima de todos, Keith Richards. En sus primeros tiempos, cuando era una post adolescente larguirucha con el pelo lavado con champú del Todo a Cien, Sam solía incluir en sus conciertos algunas versiones de los Stones, imagino que con permiso de los autores. Y entre ellas no podía faltar Dead Flowers. Por favor, no la comparen con la original. La original es inigualable. Como ella misma dice, “no voy a tocar a Muddy Waters mejor que Muddy Waters; yo tengo que seguir mi propio camino”.

En esta ocasión, Sam utiliza esta canción para uno de esos interludios acústicos en que deja descansar un rato a sus músicos. Apenas se parece a la canción de los Stones salvo en la letra. La versión de Sam es pasional, dramática, apoyada en la fuerza de su voz y su concentración habitual. Creo que al propio Richards le habrá gustado si es que la ha oído. Con ella les dejo, para que amenice sus ratos de ocio en este verano tan extraño, en el que estamos haciendo como si no hubiera pandemia, con los riesgos que esto comporta. Les deseo lo mejor. Sean felices. Y, por supuesto, llegado el caso, no olviden llevar unas rosas a mi tumba.

              


2 comentarios:

  1. La época en que estuvo Mick Taylor en los Stones es de lo más brillante. Para mí la causa principal es que estaba Mick Taylor.
    Lo he visto varias veces en Madrid, siempre en lugares curiosos. De las dos que conservo las entradas una fue en San Blas. No pone el año, sólo que era un once de Junio. Otra, en abril del 96 fue en un garito que se llamaba La Sala y quedaba por Vista Alegre en Carabanchel.
    Gordo, con los dedos como morcillas y tocando como los ángeles.
    Curioso personaje.

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    1. Querido Paco, los álbumes grabados por los Stones con presencia de Mick Taylor son sin duda los mejores de su carrera, pero yo tiendo a creer que esto no fue tanto por la presencia de Taylor, como por coincidir con el período de madurez y máxima brillantez creativa de la dupla Jagger-Richards. Respeto tu opinión sin embargo.

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