domingo, 26 de enero de 2020

904. Patrias queridas

Vale, ya estoy de vuelta en Madrid después de un provechoso viaje al norte, a mi patria chica La Coruña y a mi segunda patria, Asturias. El domingo pasado acudí al estadio de Riazor para ver en directo la resurrección de mi equipo del alma que, ahora mismo, encadena ya cinco victorias seguidas y ha salido de los puestos de descenso. Como saben, suelo organizar mis viajes a partir de alguna cita que me sirve de disculpa para moverme. El Dépor llevaba sin ganar un partido desde finales de agosto, todo un record europeo, y estaba de último, a nueve puntos de la salvación. El 20 de diciembre consiguió por fin ganar de nuevo con un gol en el descuento. Pero por entonces ya había huido la directiva en pleno, con el presidente a la cabeza. Se hizo cargo del club Fernando Vidal (que no es primo mío) y que disponía de dos semanas para cambiar la dinámica del club. Vidal llegó con un acuerdo de apoyo económico con Abanca, la entidad heredera de Caixa Galicia, y se puso manos a la obra.

Para cuando el equipo volvió de vacaciones navideñas, ya teníamos un nuevo entrenador, Fernandiño Vázquez, de la tierra y profesor de inglés. El 5 de enero, el Dépor jugó en Soria con el Numancia y ganó 0-1, primera victoria de la temporada fuera de casa y primera de Fernandiño. Aún seguíamos de colistas, pero algo más cerca de la salvación. A continuación venían dos partidos seguidos en Riazor, los días 16 y 19 de enero. Y en ese momento yo imaginé lo que podía suceder y me conjuré con mi sobrino Marcos. El 19 estaríamos en Riazor y, si antes ganábamos el partido del 16 contra el Racing de Santander, el campo estaría a rebosar. Mi sobrino sacó tres entradas, una tercera para su padre, a quien le contaríamos el plan un día antes, para no darle margen a poner excusas. Todo salió como esperábamos. El Dépor ganó el jueves 16. El 18 me agarré mi Toyota y me planté en Monte Alto. Esa noche se lo contamos a mi hermano. Y el domingo estábamos los tres en Riazor. Asistieron al partido 25.000 personas, la mayor entrada de la temporada y la quinta mayor de ese domingo entre Primera y Segunda División. Y el estadio lleno a rebosar empujó al equipo a su cuarta victoria seguida. Y fue ciertamente emocionante escuchar a los 25.000 seareiros coreando al final el SÍ SE PUEDE, que se debió de oír en toda la ciudad. Abajo tienen la foto que nos hicimos en el campo.




Pero las excusas para este viaje no eran sólo las relativas al partido del Dépor. Además, hay un punto de partida que es que todavía me quedaban cinco días de mi abundante reserva de vacaciones, moscosos, canosos y similares, que debía de gastar antes del 1 de febrero, día en que se hace borrón y cuenta nueva y lo que no se haya disfrutado se pierde para siempre. Podría haberme cogido la última semana, pero justo era la penúltima la que me permitía casar un mayor número de requerimientos para completar una semana cojonuda. El lunes anduve toda la mañana con mi hermano, ayudándole en una serie de historias y negocios que no voy a detallar aquí. Comí con él y con mi cuñada en el restaurante La Dehesa, donde se degusta un pescado y un marisco de primera. Después tenía la tarde libre y aproveché para escribir un post para ustedes centrado en el barrio de Monte Alto. 

Como les dije, me había dejado el ordenador en Madrid y ya había probado a intentar cargar algo en el blog con el móvil y comprobado que es un coñazo. Es como intentar hacerlo con los guantes de boxeo puestos. Así que busqué en el Google Maps ciber-cafés en La Coruña y encontré uno que no se apartaba mucho de mi ruta hacia Monte Alto. Me prestaron un ordenador que funcionaba fenomenal y así escribí mi post anterior. Y me cobraron exactamente dos euros. El martes tenía también una cita, una comida con mi buen amigo Berto, uno de mis seguidores coruñeses del blog (el otro, Alfred, estaba fuera de Coruña). Tomamos un aperitivo en el Alameda, comimos una parrillada en un lugar enxebre cercano a la Avenida de Finisterre y hasta nos acercamos a la playa de Santa Cristina a tomarnos un gin-tonic para recordar los viejos tiempos. Aquí una imagen para la posteridad. Observen las tazas del café de pota y la botella de aguardiente local para cargarlo.


Pero el miércoles cogí el coche y enfilé la carretera en dirección a Asturias, para la segunda parte de mi viaje. Como ya he contado en alguna ocasión, las dos veces en que me he visto inmerso en una convivencia multirregional (el colegio mayor y la mili), mis mejores compañeros y amigos han sido los asturianos y tengo por esa tierra un aprecio especial, tanto por sus gentes, como por sus paisajes y su gastronomía inigualable. Pero esta vez, mi anfitrión no era asturiano sino suizo: mi amigo Werner, del que ya he hablado muchas veces en el blog. Werner se dedica a traer grupos de extranjeros interesados por la arquitectura, a los que les organiza todo el viaje, que muchas veces incluye una charla mía. Pasado mañana martes ha de estar en Madrid para esperar a una delegación de estudiantes de arquitectura de la Universidad de Xiamén (China), con permiso del coronavirus, y esta es otra de las razones que me llevaron a adelantar mi viaje a la penúltima semana.

Werner me había dicho muchas veces que fuera a visitarlo a Pravia, donde vive, pero hasta ahora no había encontrado el momento. Así que me he pasado estos días en su casa, con su familia y visitando algunas de las cosas interesantes del entorno, como el Cabo de Peñas, el casco antiguo de Avilés, o la propia iglesia parroquial de Pravia, que Werner está restaurando y que tiene una historia antigua muy interesante. Pravia fue lugar de regreso de indianos, cuyas casas se pueden distinguir en el paisaje, con su arquitectura colonial, sus galerías, sus palmeras y su grandilocuencia constructiva. He pasado unos días estupendos en un entorno privilegiado, disfrutando de la vida tranquila de esta villa de antigua alcurnia, actualmente en decadencia, tomando sidra y comiendo queso de Cabrales y de Afuega’l pitu. Y, entre las visitas que hemos hecho, una muy especial a la presa de Grandas de Salime.

Se trata de la primera presa que construyó Franco, ya entonces obsesionado con el agua, después de sufrir la pertinaz sequía de la postguerra. Fue en aquellos momentos la presa más grande de Europa y se movilizó para construirla a más de 3.500 obreros, en parte represaliados o que buscaban redimirse en un trabajo donde no les mirasen mal. Las obras empezaron en 1946, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, según el proyecto del arquitecto Joaquín Vaquero Palacios, la gran referencia de la arquitectura industrial asturiana y una figura de talla internacional. Como el lugar estaba muy retirado de cualquier ciudad o puerto, hubo que construir un poblado para los obreros, con todos los servicios y con un teleférico que traía los materiales desde la costa para la elaboración del cemento a pie de obra, además de los principales suministros para los obreros.

Para llegar a este recóndito lugar, pegado a la provincia de Lugo, hay que hacer dos horas y media de trayecto por una carretera de las antiguas, que sube a la montaña por curvas interminables. Nos levantamos a las 8 para llegar a la hora de la visita que teníamos concertada. Yo iba de copiloto y llegué medio mareado, algo que hacía tiempo que no me pasaba. En el pueblo de Grandas de Salime hacía un grado sobre cero y una niebla terrible. Nada más llegar, entramos en un bar y nos tomamos un caldito de cocido, con picatostes y un toque de tabasco para resistir el frío. Y nos hicimos la foto que ven abajo, al pie de la iglesia del pueblo.   



Las obras tardaron nueve años en completarse, todo un record, hasta que en 1955 vino Franco a decir su frase favorita: queda inaugurado este pantano. La presa tiene un interés enorme como obra de ingeniería, pero es que encima, el arquitecto y su hijo el conocido artista Joaquín Vaquero Turcios se empeñaron en la aventura de decorar la parte interior de la bóveda de la presa, donde están las salas de turbinas, y estos murales son impresionantes. Lo mejor es que vean algunas de las fotos que tomé en el lugar, un espacio inmenso, con algo de catedral y una decoración figurativa que remite al cine expresionista alemán de entreguerras. Vean algunas de las imágenes.








Un detalle. Para decorar los cabezales que rematan las vigas que sustentan la presa, los Vaquero, padre e hijo, habían pensado reproducir unos retratos de Einstein, Max Plank, Freud y Picasso, grandes figuras de la ciencia, la filosofía y el arte del momento. Pero la censura franquista se lo prohibió. En revancha, los artistas reprodujeron en los murales algunos caballos y animales directamente sacados del Guernica de Picasso, que se les colaron a los censores. Y en 2001, cuando hubo que restaurar esos murales con motivo de unas humedades procedentes de filtraciones que los habían estropeado, Vaquero Turcios recuperó su vieja idea y allí están ahora los cuatro retratos. Otra de las ideas de los Vaquero fue construir frente a la presa un mirador, solamente para observarla, y le dieron forma de boca de ballena. Abajo tienen las imágenes correspondientes.





Vaquero Palacios desarrolló una actividad incansable, construyendo centrales hidroeléctricas y edificios industriales en el entorno de Avilés. Hace unos años, el Ministerio de Fomento organizó una exposición de su obra en la sala del ICO, que era súper interesante. En fin, he de decirles que durante esta semana no he escrito en el blog, no por falta de ordenador (mis anfitriones me prestaron uno cuando lo necesité para consultar el correo y hacer alguna operación bancaria menor, que no sé hacer con el móvil) sino precisamente por deferencia hacia esos amigos que me han tenido alojado en su casa y se han desvivido por atenderme. Esta mañana he cogido el coche de vuelta, he llegado a Madrid a mediodía y he dispuesto de un rato en mi casa por la tarde para escribir este post, por supuesto, después de seguir por la radio la narración del partido del Dépor en Albacete, quinta victoria consecutiva, que ya nos saca de los puestos de descenso a Segunda B, en donde llevábamos cuatro meses. Sean buenos. Y no dejen de confiar. Cualquier situación se puede revertir.

4 comentarios:

  1. Es fabulosa esta presa, con sus murales, su mirador. Pasotón.

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    1. Es una maravilla. El problema es que requiere un desplazamiento de dos horas y media por una carretera infernal, y otro tanto de vuelta, para una visita que se hace en una hora. Casi trae más cuenta que lo veas en mi blog.
      Un abrazo.

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  2. Yo también me alegro mucho de haber conocido esta maravilla a través de tu blog, porque me mareo hasta en las barcas del Retiro, así que las carreteras de montaña me matan. Y sobre la remontada del Dépor, enhorabuena, estáis muy guapos y contentos los tres forofos en el estadio.

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    1. ¡¡¡¡¡¡QUERIDAAAAA!!!!!!
      Qué alegría que estés otra vez de vuelta de tu fabuloso viaje a las antípodas. Este blog no era igual sin ti. No sabes las ganas que tengo de darte un abrazo.
      Gracias como siempre por tus comentarios.

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