jueves, 9 de enero de 2020

900. Un actor turco y cuatro monos

Si hay algo que me gusta es adelantarme a las noticias y contarles a ustedes algo antes de que aparezca en la prensa generalista. A lo largo del blog ha sucedido innumerables veces. En este foro se habló, por ejemplo, del óptimo climático medieval y la pequeña edad del hielo unos cinco años antes de que se empezaran a publicar artículos al respecto. El País Semanal dedicó este pasado diciembre un amplio reportaje a la escritora nigeriana Chimamanda Adichie, a la que ustedes ya conocían desde el 2 de agosto de 2018, gracias a mi post alertando de los peligros del discurso único. Y pudieron ver el vídeo de las mujeres chilenas cantando a coro el violador eres tú, en la noche del viernes 29 de noviembre, exactamente a partir de la publicación de mi post a las 21.35 de ese día, antes de que el asunto se viralizara y apareciera en todos los medios al día siguiente. Por los pelos pero también me adelanté esa vez. Son tres ejemplos de noticias adelantadas en el blog previamente a su difusión masiva, permítanme que me congratule, me ufane y me vanaglorie de ello, ya saben que soy presumido dentro de un orden.

Esta vez, en cambio, les voy a contar una historia que ya salió ayer en todos los medios, así que quizá muchos de ustedes la conozcan, pero la traigo aquí porque es cojonuda. Resulta que, como sabrán si son asiduos televidentes, hay toda una línea de telenovelas turcas llenas de amores apasionados, adulterios, traiciones y dramas tremendos, que en los últimos tiempos han desplazado de la parrilla a los tradicionales culebrones latinoamericanos que la ocupaban anteriormente. Todas las jovencitas sin mayores inquietudes intelectuales, las que se compran el Diez Minutos, el Pronto o el Qué me dices! para estar al tanto de las novedades sobre Belén Esteban o Isabel Pantoja, devoran cada tarde esas series turcas que a menudo las hacen llorar o les provocan sueños húmedos con los galanes que las protagonizan. Y entre estos galanes, parece que el que más seguidoras tiene es un actor que se llama Can Yaman, del que pueden ver abajo una foto, que explica por sí sola el entusiasmo de sus seguidoras.




El caso es que este apolíneo y ebúrneo jovenzano fue entrevistado el pasado verano por el programa de cotilleos Cazamariposas, con gran surtido de chillidos histéricos de las adolescentes que asistían en el plató a la entrevista emitida en directo desde Turquía. En esa entrevista, Yaman desveló que a final de año debía cumplir con el servicio militar obligatorio de su país, para lo que tendría que cortarse la barba y la melena (que en la imagen de arriba lleva recogida en una coleta pabloiglésica), asunto del que dijo que no le importaba demasiado, que incluso empezaba a estar un poco harto de su imagen de amable bandolero seductor. Ayer, parece que finalmente pasó por la barbería y, como hacen todos los famosos, se apresuró a colgar en su perfil de Instagram una foto con su nueva imagen. Le acompaña un amigo, o tal vez el propio peluquero, enfundado en una camiseta de Zara. Y el rostro rasurado del guaperas es toda una sorpresa. Véanlo.



No me digan que no es acojonante. Si un día este señor se queda sin trabajo como actor, podría venir a España, donde rápidamente le buscarían un empleo como doble de quien están ustedes pensando. Como se pueden imaginar, la historia se ha viralizado y circula ya por todos los Whatsapps y redes diversas en donde suscita toda clase de comentarios (algunos sugieren que mandemos a Sánchez a Turquía a hacer la mili y nos traigamos al guaperas a España). Así que, aunque no se trate de una primicia y ya la conocieran, estoy seguro de que nadie se lo ha contado tan bien como yo, de lo cual, con su permiso, igualmente me congratulo, me ufano y me vanaglorio. Cambiando de tema (o no), por fin tenemos Gobierno, ya era hora. Volví a ver enteras las intervenciones del último día (no la votación que es un coñazo) y saqué algunas conclusiones adicionales.

Para empezar, la constatación de que Aitor Esteban, del PNV, es de largo el parlamentario más dotado de la cámara. Este señor, que en su día se intercambiaba florilegios verbales y ripios divertidísimos con Rajoy, estuvo sublime, igual que el primer día. Confirmé mi impresión negativa sobre el bufón Calabacillas, que estuvo otra vez penoso. Y la señora Arrimadas me volvió a parecer una joven pizpireta y alocada, un tanto patética, que quedaría muy bien de extra en la película de Almodóvar, frotando sábanas en el río y cantando coplillas de pie quebrado. Abascal me impresionó menos que otras veces y me parece que mostró las limitaciones de su movimiento. Y repito que cada vez me disgusta menos Pablo Iglesias, cuyas lágrimas finales me parecen sinceras y dicen mucho de su lado humano. Errejón, bien también, en su línea, pero ya saben que respecto a este caballero no soy imparcial.

En cuanto a las posibilidades de supervivencia del aun nonato Gobierno, pues siento decirles que soy pesimista. Creo que va a durar dos telediarios. Y mi convencimiento no tiene nada que ver con el tumulto permanente que están dispuestas a orquestar las tres derechas. Con la barahunda apocalíptica, el estruendo horrísono, la bulla atronadora, la batahola cacofónica que han empezado ya a montar (yo los vi, delante de las Cortes, y eran tremebundos, aunque ciertamente pocos). Mi pronóstico inusualmente agorero no tiene nada que ver con ese aquelarre continuado que promete la derecha. Considero a Sánchez, el resistente, el que trabaja mejor bajo presión, muy capaz de aguantar tan estentórea algarabía durante cuatro años de mandato sin que se le altere un solo pelo de su tupé impecable. ¿Por qué entonces pienso que no va a durar? Pues por un único factor: los catalanes. Sigo opinando que los independentistas, una vez que han constatado que su meta es inalcanzable, tienen ahora mismo un solo objetivo: dar por culo. Si los de ERC se han abstenido en la votación es porque, después de sesudos debates internos, han llegado a la conclusión de que de esta forma las posibilidades de dar por culo son superiores y con mayor resonancia internacional.

Pero yo quiero hoy centrar su atención en un aspecto marginal. Les pido que vean cualquier vídeo de las tres sesiones de investidura, da igual, un simple resumen de dos minutos, el que quieran. Verán un orador en primer plano. Pero si miran al fondo, descubrirán a una serie de parlamentarios sentados en sus escaños, TODOS consultando su móvil. Es increíble, pero si no se creen lo que digo, hagan la prueba. El Congreso de los Diputados es una representación de lo que sucede en la sociedad. Y por la calle todo el mundo va ya mirando el móvil. Hace unos años, una película que les he recomendado varias veces: Her (Spike Jonze 2013) nos mostraba un futuro distópico pero que siete años después se ha demostrado premonitorio. En este film, que nos cuenta cómo un extraordinario Joaquin Phoenix se enamora de su sistema operativo (cuya voz es la no menos extraordinaria de Scarlett Johansson), las calles, los pasillos y los bares aparecen todo el tiempo llenos de gente ensimismada mirando sus móviles. Pues ahora no hay más que salir a la calle para ver ese escenario.

La gente no deja de mirar su móvil ni cruzando la calzada, ni bajando las escaleras del Metro, lo que es muy peligroso, además de ralentizar mucho la marcha para los que tienen prisa. Los VTC, que son una plaga en el centro de Madrid, llevan unos conductores que no saben nada de la ciudad y que, cuando no saben por dónde ir, se paran en el medio y consultan el tontón. En cuanto hay una retención, no falla: un VTC que se ha parado en el centro de la calzada sin saber qué hacer. Incluso los médicos alertan de los efectos para la columna vertebral de caminar todo el rato mirando el móvil. Aquí tienen un gráfico con los pesos equivalentes para el cuello que suponen los diferentes ángulos.


En relación con ello también quiero que vean un vídeo que circuló por las redes hace ya al menos dos años. Aquí, a la vista de la situación, se sugiere un nuevo sector laboral, que puede convertirse en el trabajo del futuro: acompañante de mirón de móvil callejero. Está en inglés, pero ¿qué problema es ese para unos seguidores políglotas como ustedes?


Todo esto tiene relación con los tres monos tradicionales que habrán visto docenas de veces y que representan la moderna alienación del ciudadano pasivo, el tipo domesticado por el sistema, que sobrevive apoyando toda su conducta en tres principios: no ver, no oír y callar. Por si lo desconocían, estos tres monos son un símbolo japonés, en cuyos templos aparece representado desde el Siglo XVI, posiblemente relacionado con los códigos de conducta de Confucio, que aun se llevan a rajatabla por todo el Oriente Lejano. Después, esta imagen se incorporó a la idiosincrasia del Siglo XX, donde ha aparecido en innumerables textos, ilustraciones y hasta en comics, como el que ven abajo, sacado de una tira de la genial Mafalda. Es el tipo de alienación por los medios de comunicación que ya profetizó Marshall Mc Luhan, que no vivió lo suficiente para llegar a ver cómo los móviles han colonizado nuestras conciencias.
Pero ahora estamos en el Siglo XXI y hay que estar perfectamente alienado, para poderse tragar por ejemplo el discurso de la derecha, derivado únicamente del berrinche infantil de no haber ganado el poder y tener que ver cómo se lo lleva la izquierda; cómo el PSOE vuelve a sacar más votos que ellos, a pesar de que se han pasado siete meses (de abril a noviembre) proclamando a los cuatro vientos que Sánchez es un felón, un okupa y un pedorro (y encima padece halitosis), utilizando para ello sus potentes altavoces mediáticos. Y llegan las nuevas elecciones y comprueban que la gente no se ha tragado el sapo. Tiene que ser muy frustrante. Así que, para comerle adecuadamente el coco al ciudadano pasivo, ya no basta con no ver, no oír y callar. Falta un cuarto mono: el que mira el móvil todo el rato, el que resume la conducta de los otros tres: no ver, no oír, callar y mirar el móvil. Así lo ha entendido este dibujante francés con el que aprovecho para despedir este post, no sin antes desearles que pasen un buen día y que se relajen, que ya viene el fin de semana. Sean felices. Y no se pillen berrinches, que es muy malo para el corazón.


  

4 comentarios:

  1. Pensé que el follón que esta armando la derecha contra el poder legítimamente conquistado por el señor Sánchez, era inenarrable, pero usted lo ha narrado, lo ha caracterizado perfectamente con hasta seis parejas sustantivo-adjetivo. El problema es que los que van mirando al móvil sin ver a su alrededor, pueden tragarse ese mensaje y verse forzados a indignarse contra la situación. Textos como el suyo ayudan a entender de verdad lo que está pasando. Gracias por ello.

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    1. Agradezco un montón sus frases elogiosas. No obstante, he de hacerle una precisión: repasando el texto compruebo que son siete y no seis las duplas sustantivo-adjetivo: tumulto permanente, barahunda apocalíptica, estruendo horrísono, bulla atronadora, batahola cacofónica, aquelarre continuado y algarabía estentórea. La suma de esas siete parejas se queda corta a la hora de describir lo que hacen el bufón Calabacillas y sus adláteres.

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  2. Milu ahora he leído este post, que es magistral. Sigo con el resto porque ya me encuentro un poco mejor

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  3. Gracias, amigo, ya te andaba echando de menos.

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