martes, 17 de abril de 2018

722. Proyectos de futuro

Esto de proyectos de futuro es un sintagma muy utilizado en estos tiempos, a pesar de que expresa un concepto redundante que bordea la tautología: de qué coño van a ser los proyectos, sino de futuro. En realidad yo lo traigo aquí por oposición al título del extraordinario relato de Ana Blandiana Proyectos de Pasado, analizado en este blog hace bastante tiempo. Este año, la Feria del Libro de Madrid tendrá como país invitado a Rumanía, y está confirmada la presencia de esta gran dama de la literatura rumana, a la que pueden ver en la foto de la izquierda y a quien me encantaría saludar en persona. Supongo que también vendrá Mircea Cartarescu y a lo mejor hasta tienen que hacer el paripé en un acto conjunto, aunque se dice que no se hablan. Blandiana sufrió la represión de Ceaucescu muy duramente, vio como encarcelaban a su padre y cómo la censura prohibía su poesía en todo el país sólo por ser hija de preso político. Mientras, Cartarescu vivía en ese mundo interior henchido de misticismo metafísico, para el que da lo mismo que haya una feroz dictadura o lo que tienen ahora, que, al menos formalmente, es una democracia. 

Así que proyectos de futuro. ¿Qué voy a hacer? ¿Me jubilo, no me jubilo? Aquí me tienen, deshojando la margarita. Vayamos por partes. Este blog nació en el contexto de una situación laboral en la que me veía postergado y ninguneado en una estructura administrativa en la que se me obligaba a una permanencia diaria en el puesto de trabajo de siete horas y media. Esas situaciones devienen en condenarte a un exilio interior, del que cada uno se defiende como puede. Yo decidí hacerlo con un blog. Mientras me dedicaba a echar el balón para adelante (en términos futbolísticos) en espera de poder enhebrar alguna jugada de interés, me iba poniendo a mí mismo zanahorias delante de la nariz. Tenía que aguantar como fuera hasta octubre de 2017, para recibir el premio a 35 años de trabajo municipal, que tiene un monto económico nada despreciable. Y, ya que estábamos, resistir hasta febrero de 2018, para tener derecho a un incremento de la pensión de un 2%, por mi 67 cumpleaños.

Además, fui a informarme a la Seguridad Social, para ver que perspectivas de pensión tenía. Me dieron cita a primeros de agosto y tuve la suerte de dar con una señora que me lo explicó todo perfectamente. Mi pensión alcanzaba un valor máximo el día de mi cumpleaños 67 y ese valor se mantenía hasta el 1 de enero de 2019. A partir de ahí, entraban en vigor las condiciones que el señor Rajoy aprobó en 2013 y que están sólo a falta de que un Reglamento las particularice y defina. Así que estaba claro que tenía que jubilarme antes de que empiece el año 2019 y así lo conté yo en el Post #665 La tercera decisión, allá por el mes de agosto a finales. Desde entonces, algunas cosas han cambiado. Para empezar, algún listillo de los que me rodean me ha hecho ver dos cosas: UNO, que la eventual rebaja que se me haría en la pensión si me quedo, no sería significativa; que yo podría seguir hasta cumplir los 70 ganando mi sueldo actual, en torno al doble de la pensión presunta, además de beneficiarme de otras dos subidas del 2% en los meses de febrero de 2019 y 2020. Así que al final casi me saldría lo comido por lo servido.

DOS, y más importante: que yo demostraba un alto grado de ingenuidad al pensar que, si me jubilo antes del 1 de enero próximo, me van a respetar las condiciones anteriores. Que en España las leyes no tienen carácter retroactivo hasta que lo tienen. Que si el Estado sigue sin cuadrar los números de un sistema insostenible, a ningún Montoro le temblará el pulso si tiene que aplicar esas nuevas condiciones a todo el mundo, los de después y los de antes. Son razonamientos a tener en cuenta. Pero, además de todo esto, lo que ha cambiado radicalmente es mi situación en el trabajo. Mi anterior y calamitosa circunstancia se prolongó a lo largo del nefasto trienio negro de la señora Botella y yo tenía grandes esperanzas de que las cosas cambiasen con la llegada de Carmena y Ahora Madrid. Pero lo cierto es que el primer año de esta legislatura no supuso una transformación notoria de mis parámetros laborales. Salvando el hecho de que se me reconocían como días trabajados los que pasara en congresos en el extranjero y hasta me pagaban parte de los viajes, lo cierto es que mi situación continuaba siendo aproximadamente la misma.

Es decir, que me aburría como una ostra, que seguía con mi blog y mis actividades off-shore, mientras mi desempeño laboral se arrastraba penosamente por una pendiente suave en dirección a un futuro cantado. Cuando uno se encuentra en semejante situación, no puede evitar comerse el tarro. Al principio, yo me había hecho mi composición de lugar: me habían cesado a comienzos de 2012 por no tener padrinos. Estaba haciendo un trabajo importante y valorado, todo iba muy bien, pero llegó Mrs. Bottle, dejó el urbanismo en manos de una concejala replicante, esta señora recibió la instrucción de que tenía que recortar sus efectivos y cortó por donde menos dolía. Ya saben que yo pregunté por qué no cesaban a Menganito o a Zutanito, que todo el mundo sabía que no eran tan útiles como yo. También aquí me tacharon de ingenuo: no estaba al tanto de que Fulanito era del Partido (no hace falta que les diga de cuál), Zutanito era primo de no-sé-quién y además era del OPUS, y hasta Perenganito era alguien que en su día había firmado cosas que vosotros no creeríais, por lo que no había que tocarle mucho los cojones, no sea que tirase de la manta.

Esas historias (reales o inventadas, ya conocen la línea de este blog), le sirven a uno para pensar: yo no tengo culpa de nada, lo que me ha pasado es una putada que no tiene nada que ver con mi trayectoria laboral, de la que puedo seguir sintiéndome orgulloso. Lo que pasa es que ya saben que soy autocrítico, que tengo insomnio y que disponía también de muchas horas a lo largo de la mañana para comerme el tarro. Y es entonces cuando, entre la maraña mental, se abre paso un pensamiento insidioso. Que es el siguiente: ¿No será todo esto que estoy contando un montaje mental que me he hecho yo solo, totalmente desligado de la realidad? ¿Realmente me dijeron esas cosas de los Menganitos aludidos? ¿No me lo habré inventado yo para protegerme? ¿No será más cierto que me cesaron porque estaba ya en el principio de la cuesta abajo de mi trayectoria laboral y vital? Tengan en cuenta que, en cuanto me cesaron, me puse a enviar currículums a todo el Ayuntamiento. Y sucedió que nadie me ofrecía un mísero puesto de consejero. Buenas palabras, todas. Pero ofertas, cero. Lógico: en urbanismo estaba más o menos vetado, en otros campos no puedo ofrecer una experiencia similar y para colmo tenía más de 60 años. Son momentos en que a uno se le empiezan a tambalear ciertas convicciones (típico efecto de estas situaciones de exilio interior).

Así que yo me encaminaba con el rabo entre las piernas hacia una jubilación, digamos, deshonrosa, por culpa de esta fase final tan lamentable. Y en eso llegó Reinventing Cities, en una secuencia que pronto les contaré. Y mi situación cambió milagrosamente. ¿Habrá sido San Benitiño de Lérez? Por seguir con los símiles futbolísticos, yo enfilaba cabizbajo el camino a una derrota anunciada e irremisible, cuando de pronto surgió el tema de Reinventing Cities y fue como uno de esos penaltys que le pitan al Real Madrid en el descuento de ciertos partidos. Toda mi vida ha dado un vuelco y mi mente ha desterrado esos pensamientos en que me veía a mí mismo como un manta a punto de llegar al final de la cuesta abajo vital. Y, a la vista de todo esto, me he vuelto a replantear el futuro. ¿Me jubilo a final de año o no?

Ahí estamos. Tengo hasta septiembre para pensármelo. En septiembre tengo que avisar, si es que quiero irme en navidades. Nunca se sabe (You never can tell, que cantaba Chuck Berry). Pero ahora mismo mi decisión está prácticamente tomada: jubilarme en navidades. Me explico. A finales de año estaré a punto de cumplir 68. En ese momento, si decidiera seguir, me quedarían poco más de dos años de trabajo. El primero de ellos, prácticamente perdido. En la unidad a la que pertenezco, que se llama Dirección General de Planificación Estratégica, los últimos meses de legislatura son bastante inútiles. A finales de mayo hay elecciones locales. En junio, los que ganen se dedicarán a celebrarlo. Luego viene el verano. Y, hasta que se formen los nuevos equipos, no pasarán menos de dos o tres meses. O sea, que para navidad 2019 empezaríamos a funcionar. Les recuerdo que, en tal supuesto, el 19 de febrero de 2021 me darían una patada en el culo. Al día siguiente mi tarjeta de fichar estaría anulada, lo mismo que mi teléfono, mi correo electrónico y la posibilidad de acceder a mi despacho.

Así que la cosa está clara. Si yo pudiera seguir una legislatura entera, seguramente me quedaría, al albur de que llegara un nuevo equipo y me volviera a marginar para poner a alguien de los suyos, posibilidad muy probable. Pero, en estas condiciones, lo mejor es que me vaya este año. Hasta entonces, mi trayectoria tiene unos hitos cantados. El 1 de junio me quedo sin plaza de garaje (hasta el 1 de diciembre, en su caso –no es seguro que entonces la tenga). El 15 de junio empieza el horario de verano, que dura tres meses completos y es un auténtico chollo. A finales de julio tenemos que escoger los finalistas de Reinventing Cities, con lo que creo que habré de cogerme vacaciones en agosto, todavía sin un plan concreto. El 15 de septiembre vuelve el horario normal. A finales de octubre, hasta mediados de noviembre tengo un viaje de tres semanas, con mi grupo de birmanos, a un destino que ya se revelará en su momento. Y en Navidad, para casa. Ese es mi plan por ahora.

Esto de los cambios inesperados y milagrosos ya sobre la bocina, se puede aplicar también al Deportivo. En enero yo dictaminé que nos íbamos a Segunda de forma irremisible, después de verles jugar en Riazor con el Levante. Poco después llegó Clarence Seedorf como entrenador, llegada que fue saludada en el blog y que generó en la ciudad una ilusión que la prensa se apresuró a calificar de seedorfmanía. Pero el equipo siguió perdiendo partidos hasta el punto de que la torcida coruñesa empezó a murmurar que estábamos ante el peor entrenador de toda la historia del Depor. Y, de pronto, Seedorf parece haber dado con la tecla. Y el equipo se ha reinventado, como yo en el trabajo. Esta noche, el Reinventing Dépor juega con el Sevilla en Riazor, en busca de una tercera victoria consecutiva, algo no visto en mi tierra en lustros. Y por las calles de la Estrella, la Barrera y la Franja, circula ya un nuevo refrán: ¡Ojo! Que hasta el rabo todo es Seedorf. Sean buenos.



6 comentarios:

  1. Un poco de razón sí que tiene cierto pollo cuando dice: "Este Emilio es un gato, siempre cae de pie". Ya ves, en tu versión 6.0 decías que estabas "para echarte al arroz" y ahora, en la versión 6.7 proyectas tu salida por la Puerta Grande. ¿Vas a dejar in medias res a las dos estrellas mediáticas Reinventando la Ciudad? Ya sabes que los plazos nunca se cumplen. ¡Anda, quédate! ¿Qué te importa a ti el factor de sostenibilidad de don Tontoro? ¡Será por dinero!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Todo a su tiempo, querida. De aquí a septiembre finales, tenemos margen para tomar una decisión meditada. Lo primero es hacer unas cuentas con fundamento, algo para lo que siempre he sido un poco negado. Aparte de la dificultad de darle valor al tiempo libre ganado, para poder ponerlo en el platillo de la balanza. Se admiten toda clase de consejos.

      Eliminar
  2. Tiempo, más,para escribir, leer, pasear, tomar pasteles, viajar, perderlo. Y no arriesgarte a ver cómo la burocracia le quiebra las alas al invento. Sólo digo todo esto para contrarrestar a la anterior y quede en tablas.!Con lo q me cuesta a mí decidir como para aconsejar a nadie!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues te puedo repetir mi contestación a la comentarista anterior. Tiempo al tiempo. Tomaremos la decisión más acertada. Gracias por el apoyo.

      Eliminar
  3. Jubílese usted y pase a ser un pensionista más con derecho a entretenerse en las cada vez más abundantes manifestaciones del "frente de juventudes".
    Ayer no pudimos ganarle a los "palanganas", con el 10% nada más de la suerte que tiene el Real Mierdil les hubiésemos colado cinco caracolillos. Pero lo que sí he observado es que nuestro admirado Seedorf ha dado con la tecla del tipo de juego que le va al Deportivo y que lo llevo diciendo desde que empezó el viacrucis es decir, patadón p'arriba y a correr Lucas. Desde que juega así llevamos 7 puntos de 9. No está mal aunque creo que de el descenso no nos salva ni tu adorado San Benitiño de Lérez.
    Un abrazo, amigo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Se agradece también el consejo. Lo cierto es que la cosa estaría clarísima si me lo estuviera pasando mal o regular en el curre. Por el contrario, últimamente estoy disfrutando cual gorrino en cenagal. Así que ya no sé qué pensar.
      Lo del Dépor hace tiempo que depende de un milagro. Pero los milagros suceden, y si no que se lo pregunten a los del Levante, que llevan varios partidos marcando en el descuento. Ya les llegará su San Martín.
      Un fuerte abrazo, amigo.

      Eliminar