viernes, 26 de enero de 2018

701. Entre calls

Mi vida transcurre ahora a base de calls. Me estoy refiriendo a esas llamadas intercontinentales con gente de New York, Londres, París y otros lugares elegantes del mundo mundial. Yo me siento en el despacho de mi jefa, nos conectamos y empezamos a parlotear en inglés o en lo que salga. Interviene un tipo desde Valencia, una representante de un consulting londinense, la directora de Reinventing Cities desde la Gran Manzana, algún head-hunter de París interesado en participar en el proceso. Esto suele suceder a eso de las 5 de la tarde, de 5 a 6, porque antes los neoyorkinos están durmiendo y después los de París tiran el bolígrafo y se van a sus casas a practicar la conciliación familiar.  
   
Una vez montado en la ola del progreso o lo que sea, uno no para de darle al caletre y preparar ocurrencias diversas. Estás todo el día ocupado preparando la siguiente call. ¿Cómo dicen? ¿Qué por qué no las llamo conferencias? ¡Por Dios! Están ustedes muy anticuados. Si quieren estar de verdad en la onda, han de hablar todo el rato de calls, lo mismo que, si les ofrecen una presentación en power-point, no pueden preguntar por el número de imágenes, sino por el número de slides. Hija, ahora no puedo atenderte, que tengo una call. Ese es el mundo en que me muevo en los últimos tiempos, un universo vertiginoso donde apenas me queda tiempo para escribir en el blog y casi no duermo con el estrés. Lo dijo Confucio: elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ningún día de tu vida. Pues yo he tenido la suerte de encontrar ese trabajo. A la vejez, viruelas.

Y ya que estamos de refranes, no conviene olvidar que entre call y call, lechuga. Así que, miren por dónde, resulta que ahora estoy en modo lechuga y les estoy escribiendo nada menos que desde La Coruña, a donde me ha traído la nostalgia de la tierra, la añoranza del aire incontaminado de esta región y la necesidad de apoyar al Deportivo, que vive unas horas bastante críticas. Hace mucho que no se habla en este foro del Deportivo de La Coruña, y eso se debe a que una de las máximas del blog es mantener siempre un mensaje positivo. Desde hace unos años, el Deportivo es incompatible con ningún mensaje positivo. El Deportivo es para sufrir. En los años anteriores, teníamos la suerte de que había tres equipos calamitosos en Primera División, que eran firmes candidatos al descenso y acababan por consumarlo. El Deportivo era penoso, pero quedaba el cuarto por la cola y se salvaba. Este año también hay tres equipos calamitosos. Lo que pasa es que el Depor es uno de ellos. Salvo resurrección mañana, y por eso estoy yo en Coruña.

Pero vayamos por partes. Ya se ha contado aquí que, aunque estoy todo el día dedicado a mi trabajo, con pequeños descansos para el blog, en paralelo tengo que cumplir un horario absurdo de presencia física en la oficina. A los de Asuntos Internos, responsables del horario, el fichaje y los tornos, no les concedo yo ni un milímetro. Son el enemigo. Pero, paradójicamente, estos tipos han de darme un montón de días anuales de vacaciones, en compensación por el hecho de que llevan muchos años sin subirnos el sueldo. Cuando se negocia un nuevo convenio, ante la prohibición montorina o montoroide de actualizar sueldos, cada vez se nos ofrecen más días libres: moscosos, canosos, morrosos, días médicos… A mí que soy veterano me tocan estos últimos años 40 días libres en total, contando los de vacaciones.

Tal vez recuerden que el año pasado pedí un permiso especial para poder disfrutar los días de 2016 hasta finales de febrero, con motivo de mi fractura de húmero, tiempo que empleé en visitar Birmania. Desde entonces he viajado un montón, pero no he conseguido agotar mis días libres. Este año, Asuntos Internos ha difundido un comunicado diciendo que se acabaron las excepciones: lo que no se disfrute antes del 1 de febrero, se pierde. A mí me quedaban seis días todavía y no estoy dispuesto a regalarles ni uno a estos cabritos. Así se lo dije a mi jefa, y accedió, aunque estamos en un momento álgido del Reinventing. Así que el martes fue mi último día de presencia física en la oficina, en el curso a punto de terminar. No vuelvo ya hasta el día 1 de febrero. Y aún tendré otros 40 días libres hasta que me jubile.

El martes salí de la oficina a las 17.30, con motivo de otra de estas calls. Pero no me fui a casa, sino que me acerqué al centro. Concretamente a la tienda Cooking, al final de la Corredera Baja, donde quería comprar un pimentero a pilas para regalárselo a una amiga con la que había quedado a cenar. De camino a la tienda pasé por delante de la iglesia de San Antonio de los Alemanes. Es esta una iglesia muy especial, como les contaré, que visité hace muchísimos años y que casi siempre está cerrada. Observé que había un papelito pegado en la puerta y me acerqué. Decía que ese día abriría a partir de las 6. Faltaban cinco minutos y decidí esperar. Entonces se me acercó un sujeto con jersey de lana, gorra calada del mismo material y aire general de antiguo boxeador, subrayado por una nariz bastante reveladora. Era el pobre que pide a la puerta de esa iglesia. Enseguida intimamos.

Me contó que entre 6 y 6.30 es el mejor momento de ver la iglesia, porque después empieza el rosario. Que también hay unas visitas guiadas algunas mañanas. Que Esperanza Aguirre suele venir de visita (es vecina cercana), lo mismo que el Ministro de Cultura. No sé a qué ministro se refiere. El caso es que, estando ambos confraternizando en la calle, con las manos en los bolsillos y cambiando el peso de una pierna a otra para pasar el frío, dio en aparecer por allí un Director General del Ayuntamiento con el que no me llevo especialmente bien y que iba camino de su casa. Me preguntó qué hacía allí y le contesté: pues ya ves, aquí con este colega, listos para la limosna en cuanto abran la iglesia. Bizqueó ligeramente y continuó su camino.

La iglesia de San Antonio fue construida en tiempos de Felipe III, como sede de una fundación solidaria creada dos siglos antes por la reina Isabel de Portugal. Es una curiosa iglesia barroca, con planta de elipse (una de las pocas en España) y cubierta por una bóveda elipsoidal cuajada de frescos originales de diversos artistas, entre los que destaca el gran Luca Giordano, al que aquí rebautizaron como Lucas Jordán. Desde su construcción hasta hoy en día, en la iglesia se ha repartido comida a los pobres. Cada día se forma una larga cola de gente en problemas, que se extiende por la Corredera arriba, entre la que puede verse a señores y señoras mayores, bien vestidos, de aire no muy diferente al de nuestros padres, que poco después salen con una bolsa de plástico con unos bocadillos y algún refresco.

Otra dato a destacar es que la iglesia se mantiene intacta y bien conservada. En las infaustas noches de quema de conventos de mayo de 1931, desde la cúpula del Partido Comunista se dieron órdenes estrictas de que a esta iglesia ni se la tocara, por la labor solidaria que realizaba. Luego tuvo la suerte de no verse afectada por los bombardeos franquistas durante la larga y no menos infausta noche del asedio golpista a la ciudad. Así que, en cuanto abrieron, entré a disfrutar del espacio fastuoso de este lugar único en Madrid. Al salir le di un par de euros a Antonio (así dijo llamarse el pobre de aire pugilístico),  contraviniendo mi costumbre de no dar nunca limosna. Compré el pimentero y me fui a cenar con mi amiga. Fuimos a un vietnamita de la calle Huertas donde nos obsequiamos con un pho extraordinario.

El miércoles, aunque estaba de vacaciones, estuve trabajando desde mi casa hasta cerca de la una. Entonces cogí la Nacional VI adelante. No había circulado por esta carretera desde octubre, cuando fui a Asturias, y esta vez encontré los campos todavía secos, pero menos abrasados y polvorientos. Incluso en determinadas zonas el marrón claro dominante empieza a verdear ligeramente. Se nota que ha llovido, aunque se necesita más. Donde se ha acabado la sequía es en Galicia. Mi viaje fue bien, tranquilo y casi sin tráfico. Hasta Guitiriz, a 50 kms. de mi destino. Allí, a la vez, se hizo de noche, se desató un diluvio universal y la carretera se espesó de camiones con prisas. Esta vez iba a casa de mi hermano, y no a la de mi sobrino Marcos, en Monte Alto. Por la noche, después de dejar la maleta, salí a dar una vuelta.

Seguía lloviendo. Me pasé por la Travesía de Huertas, en busca del Bar La Nueva Patata, para comprobar que, como me temía, ya no existe. Aún recuerdo al dueño, calvo, con peinado a cortinilla, tan enxebre que se comía determinadas letras al vocear las comandas, de puro tímido: ¡Dos de p’tatas y una de bisté’! Lo que sí continúa es el olor a meados primigenios en el trozo de la calle Huertas que pasa bajo el edificio de la Delegación de Hacienda. Varias generaciones de coruñeses hemos meado en esos rincones, de vuelta de la zona de copas de las calles de la Estrella, Los Olmos y La Franja, donde ya no queda ninguno de los bares de mis tiempos. Al final entré en una taberna y me comí una cazuela de bacalao a la riojana, con una pinta de Estrella Galicia.

Por la tele estaban dando el partido en el que el Leganés terminó por eliminar al Madrí de la Copa. Me quedé hasta el final, en medio de una peña decididamente favorable al Leganés, tal vez porque tenían reciente el partido en que el Madrí nos metió siete goles a nosotros. Cuando se consumó la derrota, todo el mundo en el bar se puso a dar cortes de mangas hacia el televisor, diciendo ¡toma Florentino! ¡toma Zidane! ¡arre carallo! y otras exclamaciones estentóreas. Como donde fueres haz lo que vieres, me puse yo también a dar cortes de mangas, con tanta energía que casi se me sale volando el clavo de titanio de mi brazo recompuesto. Después me estiré hasta la plaza de María Pita para completar el recorrido. La calle estaba tan animada como siempre, a pesar de la lluvia constante. Como ya he dicho muchas veces, la lluvia no es un factor a tener en cuenta en La Coruña; si tuviéramos que esperar a que pare de llover para hacer algo, no saldríamos de casa.

Ayer tuve una jornada coruñesa bastante tranquila. Estuve también hasta la una trabajando en el tema de Reinventing Cities, haciendo llamadas e intercambiando correos con diversas personas. Luego salí a un recado con mi hermano y volvimos a comer una raya que había comprado mi cuñada (parece que están ahora en temporada), y que nos preparó a la gallega, con patatas y una ajada de reglamento. Por la tarde estuve por casa, hasta que salimos al cine a ver Los papeles del Pentágono. En Coruña, las posibilidades de ir al cine se reducen prácticamente al complejo antes llamado Palexco (los acrónimos siempre han sido muy del gusto coruñés) y ahora rebautizado como Los Cantones Village, en un último intento de que regresen las primeras marcas que se instalaron en este complejo de ocio en la zona del puerto, y que pronto huyeron, dejando sólo los cines.

Y mañana sábado se juega en Riazor el decisivo Deportivo-Levante. El punto de inflexión para recuperar la ilusión. Por ahora, el equipo huele a Segunda que echa para atrás, pero todo puede revertirse y aun queda mucha Liga. Se anuncia lluvia todo el día, un input irrelevante para un coruñés como yo. A ver cómo se dan las cosas. A lo mejor es el principio del Reinventing Deportivo. Ya sé lo que están pensando. Que venirse a 600 kms. para ver un Deportivo-Levante bajo la lluvia es una manifestación inequívoca de masoquismo. Pero, ¿qué es la vida si no la salpimentamos de vez en cuando con algún objetivo efímero y absurdo? Disfruten del finde.
  

2 comentarios:

  1. Casualidades, también estoy en Galicia. He venido ayer jueves a Vigo, de gestiones. Las he hecho hoy viernes y ya me quedo hasta el domingo.
    Ánimo y suerte al Deportivo. Las desgracias del Madrid no me apenan, salvo lo que afecte a Zidane, que me cae bien y no creo que merezca el pago que suelen dar en ese equipo a los suyos.

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  2. A mí también me cae bien Zidane, como ya he dicho en el blog. Lo que pasa es que el mundo del fútbol devora contínuamente a sus hijos más queridos, como Saturno.

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