sábado, 8 de octubre de 2016

565. Rumbo a Japón

Bien, esta es la sorpresa que les tenía reservada. Mañana domingo vuelo a Tokio. Mi vuelo sale a las 12.50 y tarda unas 16 horas, incluyendo una escala en Ámsterdam (volamos con KLM). Teniendo en cuenta que la diferencia horaria es de 7 horas, hemos de añadir esa diferencia a las 16 horas de vuelo, lo que nos da 23. Es decir, que llegaremos a Tokio el lunes a eso de las 11.50, hora local, con un jet lag de puta madre, porque supongo que saben que lo que más despista al cuerpo es viajar contra el sol. Cuando yo viajaba a Sri Lanka, teníamos el jet lag allí, y apenas lo notábamos a la vuelta. Sin embargo, si uno viaja a USA o México, el jet lag lo sufre al volver. Me espera un viaje de 13 días, en el que vamos a visitar Tokio, Kamakura, Niko, Takayama, Shirakawago, Kanazawa, Kyoto, Nara, Hiroshima, Mishayima y Osaka, en cuyo aeropuerto tomaremos el avión de vuelta, otra vez vía Ámsterdam.

Les detallo el recorrido por si quieren reconstruirlo en un mapa durante estos días, como entretenimiento alternativo a la lectura de mi blog, en el que les voy a dar descanso durante este tiempo, porque no tengo previsto llevarme el ordenador portátil, en parte por aligerar de peso mi equipaje, pero sobre todo por una razón fundamental: no voy solo y me parecería una falta de educación con mis acompañantes dejarlos de vez en cuando tirados para irme a mi cuarto a escribir un post. Es muy diferente cuando viajo solo, como en el caso reciente de San Petersburgo. Si estoy solo en una ciudad, a menos que tenga algún plan que conlleve trasnochar, no pinto ya mucho en la calle una vez que se ha hecho de noche. En los meses en que la noche es larga, dispongo de mucho tiempo en la habitación de hotel, que puedo dedicar a escribir. Lo que sí me llevo es el Ipad, para enterarme de las noticias y de los resultados del Deportivo, pero el Ipad sólo me permite subir al blog textos sin formatear, sin fotos ni vídeos. No creo que suba nada, aunque no lo descarto al 100%. Eso sí: tomaré notas para contarles luego mi excursión a la tierra de Haruki Murakami.

El viaje lo llevo preparando mucho tiempo, lo que viene a corroborar algo en lo que siempre les insisto: aunque parezca lo contrario, yo no cuento en el blog todo lo que me pasa, ni todo lo que hay en mi cabeza. Sólo lo que me parece que puede ser adecuado para escribir dos folios y subirlos a la nube. La posibilidad del viaje me surgió en marzo, cuando acababa de accidentarme y no tenía ni idea de que la recuperación se alargaría tanto. El viaje lo organiza una empresa de actividades culturales que se llama Aularte. Me apunté y fui pagando los diferentes plazos en que se divide el coste del viaje, que es alto, como se pueden imaginar. El otro día tuvimos una primera reunión para los últimos detalles, dudas y consejos. Componemos el grupo 16 personas, un número bastante abarcable y grato. Viene con nosotros desde Madrid una persona de Aularte, experta en cultura japonesa, y en Tokio nos espera un amigo suyo que vive allí, casado con una japonesa. Los dos han diseñado el recorrido y nos acompañarán durante todo el periplo.

Así que, contra lo que creía mi amigo X, estos días estaba exultante, pero no por haberme reincorporado al trabajo, sino por mi programa de viajes, en los que me voy a resarcir de mi encierro de seis meses y medio en la Comunidad de Madrid, que me hicieron hasta plantearme cambiar mi perfil personal de blogger, eliminando lo de viajero recalcitrante. Este va a ser mi primer viaje de vacaciones del año, así que no me tengan envidia, que estoy seguro que la mayoría de ustedes se han ido a la playa en verano, si no a sitios más lejanos. Ya les he contado que el nuevo equipo de gobierno del Ayuntamiento (ya lleva año y medio), sabe que existo y valora mi trabajo de difusión de la marca Madrid allí donde me manden. El año pasado salí a contar Madrid a tres universidades alemanas, último viaje de mis años de penuria administrativa, que me financié yo mismo, y con cargo a mis días de vacaciones. Desde entonces he viajado a Hamburgo, a Londres y a Piter. Y ya tengo un cuarto viaje apalabrado para primeros de noviembre, esta vez a Marsella, que ya les contaré más en detalle, pero que ya les puedo anunciar. Así que bastante recalcitrante, como pueden ver.

Entre los viajes de trabajo, el de Piter ha sido especialmente grato y no creo que el de Marsella lo supere. Me sentí muy a gusto por allí, el congreso fue interesante y tuve la sensación de que estaban encantados con mi presencia. Mi intervención resultó bien y pude conocer a una serie de personas con las que he intercambiado correos y espero seguir en contacto, como Jacques Besner, Ian Li Kam Wa y Ray Sterling el hombre de la Universidad de Louisiana. Sergey Alpatov me ha enviado una carta oficial de agradecimiento, que alguien le habrá preparado, porque no sabe ni patata de inglés. Es una misiva formal, que he incorporado a mi colección. Y luego está Svetlana Bukreeva, con quien he intercambiado fotos y que me ha escrito una carta más personal, en la que dice que por supuesto que me llamará si viene algún día a Madrid, algo desgraciadamente bastante improbable en los próximos tiempos. Y concluye con una frase que me encanta: your presence at the conference made it for me more joyful. Mi presencia hizo que la conferencia resultara más grata para ella. A mí me sucedió a la viceversa.

En cuanto a Japón, es una tierra que hace tiempo tengo ganas de conocer. Los japoneses son una gente muy especial. Son educados, corteses, hospitalarios, confiados. Les gusta cumplir sus programas con puntualidad y disfrutan haciendo lo correcto. He recibido a muchos grupos de japoneses, que se diferencian mucho de las otras delegaciones extranjeras. Si, por ejemplo, tienen una cita programada de 11 a 12 de la mañana, les encanta que empieces a hablar a las 11 en punto. Escuchan con suma atención en silencio. Y, a las 11.45, se puede ver que empiezan a consultar sus relojes y se ponen un poco nerviosos. Quieren estar a las 12 en punto subiendo a su autobús, por cortesía con el conductor (quizá un garrulo de cualquier zona interior de España) y necesitan cinco minutos para saludarte y darte las gracias. Para ello forman una cola y cada uno te hace una reverencia y te hace un pequeño obsequio de su tierra, como un pin, un llaverito o un imán para la nevera, o simplemente  te da su tarjeta de visita, siempre con las dos manos, que has de mirar con atención y ponderar debidamente, es de muy mala educación guardártela sin mirar.

Nos contaron que en Japón está prohibido fumar por la calle, pero puede hacerse en cualquier espacio cerrado. Al revés que aquí. Se hace eso por mantener el espacio público impoluto y sin colillas. Eso supone que en los hoteles sigue habiendo habitaciones de fumadores y no fumadores. En todas las ciudades que visitaremos nos han reservado habitaciones de no fumadores, pero nos advirtieron que no nos mosqueáramos si olía a tabaco, porque allí fuma todo el mundo donde le da la gana, excepto en la calle. Parece que tampoco hay papeleras, por lo que no es muy recomendable sacarse, por ejemplo, un café del Starbucks Coffee, porque te quedas con el vasito todo el día. Además de Murakami, tengo especial debilidad por los Ramen Bar y los diversos tipos de tabernas en las que entras y te sacan unas tapas. Los japoneses comen poco y muchas veces hay que insistirles en que quieres repetir.

Y luego está el tema de la religión. El sintoísmo es una especie de animismo oriental en la que hay multitud de dioses y es compatible con el budismo, que se entiende más como una especie de filosofía. Entre la multitud de dioses, tú eliges uno, porque te lo recomienda tu familia o algún amigo o conocido, al que le ha ido bien con ese dios. Entonces le pides que te salga bien el examen de física, o que te asciendan en el trabajo. Para ello has de hacerle una ofrenda. Pero, si no te da resultado, lo mandas a la mierda y te buscas otro dios más diligente y dispuesto a ayudarte. La religión es, pues, un concepto transaccional.

El viaje se desarrolla íntegramente por la isla de Honshu, la más grande del país y por la que nos moveremos en diversos transportes públicos, como el famoso tren bala. Vamos a visitar numerosos templos, ascender a los llamados Alpes japoneses y hasta asistir a una fiesta del sake, en la que se celebra la producción del primer sake de la temporada. Les prometo tomar notas y hacerles luego unos posts de resumen. Pórtense bien en estos días y aprovechen, que sin mi blog se vive estupendamente.

Sayonara…

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