lunes, 17 de febrero de 2014

230. A vueltas con el galego

Hace días que mi amigo A., que se dedica a repasar mis posts antiguos pasándoles el filtro de un control de calidad impagable, descubrió en el #84 “Nos llega la mierda al cuello” un comentario mío muy despectivo sobre el político gallego de los años treinta Santiago Casares Quiroga. Quizá lo más insultante era que lo comparaba con Rajoy, el rey de los políticos pasotas que deja hacer a sus ministros, consintiendo que Gallardón se entrometa en el coño de todas las españolas, Fernández Díaz permita que se disparen bolas de goma a los negros para que no entren por la playa de Ceuta y Lo-que-hay-que-Wert se busque una entrevista de diez minutos con un tipo en Londres, con tal de no ir a la gala de los Goya.

Basaba yo mi comparación en la frase que Casares pronunció ante los periodistas el 18 de julio de 1936, saliendo de las Cortes, cuando se le preguntó cuál era su valoración sobre el hecho de que los militares se hubieran levantado en armas esa misma mañana. Su respuesta fue algo así como: “¡qué casualidad, los militares se han levantado y justo ahora yo me voy a acostar!” (era un practicante ferviente de la costumbre de la siesta). Es obvio que la frase es desafortunada y digna del peor Rajoy. Viene a mi memoria el tipo que dijo que las leyes, como las mujeres, están para violarlas (post #28). Pero también es verdad que no se puede descalificar globalmente la trayectoria de un político por una sola boutade, como la califica mi amigo A., que también me recuerda que Casares fue el jefe de la oposición progresista a Calvo Sotelo y padre del primer Estatuto de Autonomía de Galicia, a quien acaban de abrir un museo en La Coruña.

Respondí a mi amigo con un texto que los hados informáticos han borrado por un descuido mío, y que ya no procede repetir, por lo que aquí dejo constancia de mis disculpas al señor Casares, prohombre gallego y galleguista que no tuvo inconveniente en meterse en la política nacional española, donde llegó a ser Presidente del Gobierno, circunstancia que, por sí sola, lo hace merecedor de mi respeto, puesto que es algo que jamás harían los nacionalistas con los que yo suelo meterme. Al hilo del tema, se me ocurren unas reflexiones sobre las señas de identidad propias y ajenas, que a mí me parecen algo absolutamente respetable, mientras los políticos no las instrumentalicen convirtiéndolas en símbolos identitarios excluyentes, con el único objetivo de construirse su propio chiringuito de poder.

Como saben, viví en La Coruña los primeros 17 años de mi vida, aunque mi familia no era de origen gallego. En aquellos tiempos, el gallego y el castellano se utilizaban de forma indistinta en la ciudad. El gallego se empleaba en casa, en los bares, con los amigos y en el comercio. Todo el mundo conocía las dos lenguas y solamente una cierta clase alta, urbana y pija desconocía el gallego, por considerarlo algo de mal gusto. Sin embargo, la gente que se expresaba cotidianamente en gallego, pasaba de manera natural al castellano cuando acudía a un organismo oficial, o se dirigía a alguien “de fuera”. En los pueblos, el uso del gallego era generalizado, si bien el vocabulario y el acento variaban bastante de unas zonas a otras.

Estoy hablando de los años 50 y 60. En aquellos tiempos, era frecuente que las mujeres de las clases populares se vistieran con ropones negros, pañuelo incluido, atuendos homologables al niqab que llevan ahora algunas musulmanas para horror de occidente. Los rapaces teníamos varios entretenimientos relacionados con estas mulleriñas enlutadas de baja estatura, siempre silentes y apresuradas. Algunas de ellas recibían del médico la prescripción de bañarse en el mar, para curar alguna dolencia, o simplemente les gustaba ir a la playa, pero no podían apearse del ropón ni para entrar en el agua. Eran las llamadas catalinas, que acudían a la playa de Riazor a bañarse en el bravo Atlántico. Tomaban el nombre de las numerosas pensiones de la Plaza de Santa Catalina, donde se alojaban las que llegaban de los pueblos, y entre los niños corría la leyenda de que no llevaban bragas debajo del ropón, por lo que íbamos a observarlas a ver si un golpe de mar afortunado nos desvelaba su tesoro más escondido. Hoy, en el Paseo Marítimo que bordea la bahía, una estatua recuerda a las entrañables catalinas.

Otras veces, cuando sorprendíamos a alguna abuela enlutada volviendo a casa presurosa a la luz escasa del atardecer, le gritábamos: “ahí ven a Santa Compaña”, y nos partíamos de la risa viendo cómo echaba a correr. Supongo que saben que la Santa Compaña es una procesión de muertos, y que el que se la encuentre habrá de seguirla eternamente, o al menos hasta que encuentre a otro incauto que le releve en el seguimiento de la comitiva. Eran juegos inocentes, no exentos de ciertos riesgos: en una ocasión, la abuela se nos revolvió y nos echó una serie de maldiciones con su boca desdentada, que todavía me ponen los pelos de punta cuando las recuerdo, la más suave: ¡¡¡CAJO NA CONA C’OS BOTOU!!!

Me fui de La Coruña a los 17 y nunca he vuelto a tener un contacto fluido con mi tierra (en estos últimos meses me están entrando unas ganas enormes de pasar una semana por allí). Y desde Madrid he observado el fenómeno del impulso artificial del idioma gallego, propiciado por los vientos nacionalistas que avivan algunos politicastros provincianos. Cierto que en mi tierra no se ha forzado una política filofascista de inmersión lingüística, como en el País Vasco. Ni se ha inculcado el odio a lo español en los colegios, como en Cataluña. Pero se ha metido el gallego con calzador en algunos ámbitos, a imitación de los ejemplos vasco y catalán. Resultado: mis sobrinos gallegos y todos sus amigos a los que he preguntado al respecto responden de manera unánime: la asignatura más difícil que han tenido que estudiar en su bachiller es el gallego. ¿Será eso lo normal? A mí no me lo parece.

Para mí, las lenguas son una forma de entenderse entre los humanos. El aprendizaje de un idioma es algo que me maravilla y me emociona, porque me permite comunicarme mejor con los hablantes de dicho idioma. Pero estos rollos del lenguaje vernáculo como elemento diferenciador identitario, me dan bastante por el culo. Me explico. El caso más sangrante de los tres que vengo comentando es el del euskera. A comienzos del proceso de recuperación, el euskera era un idioma prácticamente perdido, que se conservaba en comarcas rurales residuales, con grandes diferencias entre unas y otras. No existían libros en euskera, salvo unos pocos testimoniales (en catalán había muchos, y en gallego también algunos).

Lo primero que se hace es crear una Academia de la Lengua y escoger un idioma oficial “unificado”: el batúa en Euskadi, y el gallego oficial en Galicia. Luego se impone de manera obligatoria en la enseñanza, en la televisión local y en el lenguaje oficial. Les da igual que resulte ridículo ver cómo el periodista que entrevista a futbolistas argentinos o mexicanos del Depor les pregunta en gallego, y ellos le contestan en castellano, por poner un ejemplo chusco, pero real. Pero es que este gallego oficial impuesto, es tan gilipollesco que cualquier hispanohablante lo puede entender sin esfuerzo. Entonces ¿cómo es que el gallego es la asignatura más difícil de la enseñanza media en Galicia? Pondré dos ejemplos de lo que quiero decir. El primero está sacado de la Web del Depor. Lean esta noticia de ayer:
     
“A Federación de Peñas do Deportivo organiza unha viaxe a Alcorcón para animar o equipo no seu partido ante o conxunto madrileño, o domingo 23 de febreiro ás 12 horas.
A saída será o sábado 22 de febreiro ás 9.00. Farase noite en Madrid e o regreso terá lugar o domingo 23 ao finalizar o partido.
Os prezos da viaxe son: 100 euros para peñas federadas e 110 euros para público en xeral; e está incluído autocar, entrada ao partido e hotel con almorzo, no Hotel Tryp Chamartin de Madrid.
Os interesados poden chamar ao teléfono: 698145210. A data tope de inscrición será o luns 17 de febreiro.”

Ahora, pregunta para usted, seguidor de mi blog en Andalucía o Extremadura: ¿hay algo que no haya entendido? Nada, ¿verdad? Para mi, el gallego de verdad es otra cosa. El gallego de verdad es el lenguaje que utilizaba, por ejemplo, don Ramón Otero Pedrayo. Intelectual de talla mundial, don Ramón escribió unas cuantas novelas extraordinarias. Una de ellas se llama O mesón dos ermos, y se publicó en Ourense en 1931. La tengo a medio leer, pero me malicio que usted, querido lector, empieza por no saber qué es un ermo. Aquí abajo les transcribo el comienzo de la novela, que es extraordinario:

O mozo remexía na herba da camariña como unha cobra nos fieitos muchos. Misturábase o fume da lareira ulente a carrouchas e garamatada de carballizos co quente do corpo san e rexo enfatelado en esgrevias estopas e vello pardomonte. Ao igual do fume os ensoños nacían aborrados, medraban silandeiros como as néboas da babuxada, ou pousaban mouros e fedehondos, fume de fascullos mollados afogando coas poutas do pesadelo, esgarabellando nas nocas, alapeando as gorxas.

Ahora pregunto a cualquier gallego que haya sufrido la enseñanza bilíngüe que se impone en mi tierra desde hace unos cuantos años: ¿has entendido algo, rapaz? Entonces, si la enseñanza oficial del gallego no es necesaria para entender el primer texto que les he puesto, y no alcanza para descifrar el segundo, ¿para qué coño vale la asignatura más difícil del bachillerato? Al menos la Formación del Espíritu Nacional que me obligaron a estudiar a mí era facilita. Una maría.

Ay, cuánto atorrante anda por ahí suelto, arre carallo...

13 comentarios:









  1. Parece que hoy te tocaba a tí estar un poco insomne, pues no son horas habituales de colgar el post.
    Tu amigo A. comparte



    tus observaciones en el post, se ríe con algunas de ellas y le han permitido revivir las escenas que describes de las famosas catalinas y aldeanos en la ciudad. Tienes mucha razón en decir que la convivencia linguistica ha sido siempre fluida y cordial, sin el menor enfrentamiento social. Me alegra el desagravio de la figura de Casares Quiroga, no por nacionalista sino por su talla política. Pese a todo es evidente que la República cometió errores garrrafales. Tu amigo A. tuvo en los años 50, 60 algunas fiebres nacionalistas a partir, sobre todo, del descubrimiento de Castelao quien además era médico, artista polifacético y exiliado político. Siempre me ha indignado el sufrimiento de los exilidos, que fueron muchos y muchos no llegaron al entierro del dictador. Soy un fervoroso admirador de Max Aub que es un ejemplo emblemático de todos ellos. Entonces esas fiebres estaban justificadas porque, analizándolas en su contexto socio político, representaban una bandera frente al régimen que lo prohibía todo, pero hace tiempo que me he vacunado frente a todos los nacionalismos.
    La Real Academia Gallega se fundó en el año 1906, tiene tantos años como el Depor, fué su primer presidente Manuel Murguía y participó activamente en su creación la muy insigne Emilia Pardo Bazán que, por cierto, que yo sepa no escribió nada en gallego. Me estoy extendiendo demasiado y divagando un poco.
    Un afectuoso abrazo.

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    1. Querido amigo, tus aportaciones siempre enriquecen el texto y el debate. Yo creo que el bilingüismo es un valor, pero debería surgir de manera natural, como en nuestra infancia común coruñesa. Si se impone por la fuerza, mala cosa. Así lo están haciendo los vascos. Los catalanes van más allá, llegará un momento en que ya no sabrán expresarse en castellano, como les pasa a las dos comunidades de Bélgica. También es cierto que, sin medidas de ese tipo, las lenguas van declinando y acaban por extinguirse. ¿Es eso un drama? No lo sé. Quizá no. El latín y el sánscrito y el arameo se extinguieron. Y el esperanto no llegó a prender. Según los informes de la propia Xunta, el gallego se habla cada vez menos. Las nuevas generaciones del mundo se entienden en sus lenguas maternas y en inglés.
      Por lo demás, veo que te gusta lo del amigo A. Además de tu inicial, podría interpretarse como un ordinal: el segundo más fiel sería el amigo B. Dado que este es un foro abierto en el que puede entrar cualquiera, creo que es mejor no dar más pistas que las imprescindibles. Un abrazo.

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  2. El léxico de Otero Pedrayo es muy difícil; pero leer a Rosalía de Castro y a Álvaro Cunqueiro, que se expresan en un excelente gallego, no tiene gran dificultad para un castellanoparlante medianamente culto.

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  3. Y sí, sí es lamentable que se pierdan las lenguas, Emilio, no das muestras de mucha sensibilidad con ese desprecio por las vernáculas; a ver si vamos a gastar ingentes cantidades de recursos en recuperar monedas de época romana y luego no vamos a entender sus inscripciones. La sangre del espíritu de cada pueblo es su lengua y los esfuerzos por conocerla y conservarla son loables. Dixi!

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    1. Supongo que, por la hora, eres el autor de los dos últimos comentarios, así que contesto a los dos. El gallego de Otero Pedrayo es maravilloso, difícil pero muy adecuado para las sensaciones que describe. El de Rosalía o Cunqueiro también es muy hermoso.
      Me parece bien que se estudien y conserven todas las lenguas, vivas o muertas. Lo pernicioso es que se conviertan en seña de identidad y que su conocimiento se imponga por la fuerza. En esta torre de Babel en la que vivimos, se perderán algunos idiomas, algo que para mí no es un drama comparable con otros que siguen sucediendo en nuestro mundo. No veo qué sentido tiene en este momento resucitar el alsaciano, el bretón, o el maltés. Lo están haciendo, igual que se hizo con el euskera. Si me apuras, creo que también se perderá el holandés, o el checo, por citar algunos en vigor. A mí no me tocará verlo, pero no sería ninguna sorpresa.

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  4. Hoy en día con la interné y el gugle ya no se pierde nada hombre...tranquilo.
    Aaaaay meu home...!!!

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    1. Sí, en el lado izquierdo de la Wikipedia hay una lista interminable de idiomas, que incluye los más estrambóticos. No se perderá ninguno, pero no deberían de salir de esa lista ni del ámbito familiar. Lo demás es manipulación a cargo de los promotores del que tu llamas catetismo ilustrado. Abrazos.

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  5. Hola, soy Paco. Escribí un comentario esta tarde y estaba convencido de que lo había subido y quedaba publicado. Parece ser que no. No lo encuentro.
    Bueno, si no aparece intentaré reconstruirlo.

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    1. Joder, Paco, claro que lo habías subido (por la mañana, no por la tarde). Era un comentario precioso, lleno de reflexiones sobre el gallego de Rivadavia, tu infancia caraqueña y hasta tu afirmación final relacionada con las estructuras y el urbanismo. Lo repasé varias veces y se lo hice leer a mi compañera África, a la que te presenté el otro día. El problema es que lo he borrado accidentalmente por la tarde. Es la segunda vez que me pasa, y se debe a mi intento de leerlo de nuevo en el smartphone. Lo tenía a medio leer, le di un toquecito a la pantalla para desplazar el texto hacia arriba y, en vez de desplazarlo, lo que hizo fue borrarlo. No conozco ninguna forma de rescatarlo.
      La otra vez me pasó con una respuesta mía al amigo A., y ese es el origen precisamente de este post. Ahora me ha pasado con un texto ajeno y me da mucha más rabia.
      ¿Podrías reconstruirlo? Al menos inténtalo, porfa. Si veo algo que se te haya pasado, puedo añadirlo yo. Y eso sí: juro no entrar nunca mais a ver comentarios en el maldito smartphone.
      Disculpas y un fuerte abrazo.

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    2. ¡¡¡¡QUE ACABO DE RECUPERARLO!!!! Ahora mismo lo cuelgo. Viva la tecnología. Mañana o pasado te contesto. Buenas noches.

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    3. Querido Emilio y correspondientes: En la cuestión del léxico de los gallegos tengo la idea de que influye mucho la zona de la que seas. El gallego es mi lengua materna (con la que hablaba con mi madre, con mi padre y ahora con mis primos), pero para mí no es un habla que pueda utilizar como culta, es solo familiar. En el vocabulario que usan amigos de Santiago o de Lugo, hay palabras que no conozco, pero con el habla de la zona de origen de mi familia, Ribadavia (aunque yo no haya vivido allí sino en Vigo) no tengo dificultad, por tanto lo de Otero Pedrayo, que es de muy cerca, lo entiendo en general. Me costaba más seguir las películas dobladas al gallego neutro que ponía la telegaita.
      Respecto al nacionalismo yo si que lo tengo difícil y a mí si que me podían achacar desarraigo, como hacía contigo uno de tus lectores. Si la patria es la infancia, como decía no sé quien, yo soy caraqueño, pues allí viví hasta los trece años. Si es por amigos y cierto arraigo, sería vigués, lugar en el que he vivido y donde muchos somos orensanos.
      En algo estoy de acuerdo: las lenguas no pueden ser motivo para no entenderse, pues eso nos lleva a no avanzar en acciones que han de ser colectivas para conseguir mejorar la vida y satisfacer aspiraciones. Dios, que era muy listo, tanto como para ser omnisciente, cuando quiso que los humanos no consiguiesen un objetivo, usó una fórmula muy fácil, inventar las lenguas distintas, así no pudieron terminar la obra en la que estaban, la torre que nombras en tu respuesta.
      De todas formas, siento la limitación que significa que mi idioma materno lo tenga constreñido a lo familiar, que no lo pueda escribir, que no me sirva para expresarme en otros campos. Por ejemplo, no sabría hablar de urbanismo en gallego, bueno, pongamos de estructuras, porque de urbanismo tampoco sé en castellano, ja,ja.

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  6. Pues lo estaba rehaciendo.
    Ahora que lo leo, veo algunas faltas de ortografía. Es lo que nos pasa a García Marquez y a mí... Al menos hay dos si que deberían de ser sí.
    Como ya no hay memoria, solo un ligero recuerdo, nos queda el recurso de google: "La patria es la infancia" es una frase de Rilke.
    Respecto a lo que repites de lo no personal del blog, lo tengo claro y las muchas cosas digo que puedo ver de ti aquí, están en ese plano, en el mismo en el que hace años - decadas - me descubriste al Professor Longhair o la novela negra, que antes de que me la presentaras, no estaba entre las mercancías que yo trabajaba.
    Para próximas intervenciones voy a intentar poner el nombre para no salir como anónimo.

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    1. Realmente yo soy un desarraigado, que conserva como tesoros algunas señas de mi infancia. Creo que podría vivir perfectamente en lugares como Nueva York o Ámsterdam. Incluso en París, a pesar de los parisinos. Mis orígenes son mixtos. Viví en La Coruña, precioso lugar, hasta los 17; mi padre era manchego, mi madre de Alicante, mi abuela materna nació en Orihuela y su padre, el bisabuelo Ramón, era nada menos que de Utrera, Sevilla. Tengo parientes alemanes, holandeses y colombianos (parejas de hermanos y sobrinos). Amigos mexicanos, holandeses y neoyorkinos. Por afinidades y forma de ser me siento cerca de los vascos (radicalismos talibanes aparte). El lugar donde más me reconozco es Madrid, algo que sorprende a muchos. También me encuentro muy bien en Asturias, en Portugal y en muchos otros sitios, en los que me siento en mi casa.
      Hace unos días, El País publicó una entrevista con una escritora nueva, británica, negra como el carbón, aunque ella prefiere que la llamen "marrón".
      Aquí tienes la dirección (los comentarios no admiten links, has de copiar y pegar). Te recomiendo que la leas (además es una mujer guapísima).
      http://cultura.elpais.com/cultura/2014/02/18/actualidad/1392753438_486698.html
      Te destaco un párrafo:
      "Mi padre nació en Costa del Oro, que en 1957 se convirtió en Ghana, estudió en Escocia y terminó trabajando como cirujano en Arabia Saudí. Los abuelos de mi madre eran un misionero escocés y una mujer yoruba, ella se crió entre Londres y Lagos y conoció a mi padre cuando ambos estudiaban Medicina en Zambia. Mi hermana melliza y yo nacimos en Londres y crecimos con el sentimiento de ser de todas partes, no sólo nigerianas o británicas o americanas".
      Esta mujer se define como afropolita. Tal vez yo podría considerarme grelopolita, a falta de que alguien me sugiera un término mejor.
      La patria es la infancia, pero también lo es el lugar donde encuentras a tu pareja, donde estableces una familia, consigues un trabajo fijo, puedes ganarte la vida y cosechas un reconocimiento social. Madrid es una ciudad perfecta para eso. Acuérdate de las enseñanzas de Zanón: ¿cuales son las características de las relaciones personales en la gran ciudad? Tres: transitoriedad, superficialidad y anonimato. La famosa Ekística. Había que aprendérsela de memoria, porque era imposible entenderla. Por eso, tal vez, no la hemos olvidado.
      No te esfuerces en salir como no anónimo. Puedes firmar dentro del comentario. O no firmar. Como te pete, que decía Tierno Galván.

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