miércoles, 14 de febrero de 2024

1.269. De verdad a la carrera

Tal vez no se lo crean pero empiezo a escribir este texto frente a la puerta de embarque que me permitirá acceder al vuelo a Paris de las 12.25. Como siempre que he de abrir un hueco en mi apretada agenda para unos días de viaje, las citas y asuntos que he de dejar resueltos se apelotonan en los días anteriores, de modo que no queda mucho margen para cosas como escribir para el blog. Por no ser exhaustivo, el domingo pasado hube de coger el coche temprano para subir a El Escorial a visitar a mi hermano Antonio, que hoy precisamente cumple la friolera de 89 años. Iba a pedirle la firma para un documento de acuerdo familiar, pero esto era sólo la excusa para ir a verle, porque podría perfectamente haberle falseado la firma, como hacemos a menudo los hermanos que sabemos hacer la firma de todos. Le encontré bastante bien y, a última hora de la mañana bajamos al pueblo a tomar un vermú en un bar. De allí es el selfie que nos tomamos.

En los bares que recorrimos, a mi hermano le conocían todos los camareros y camareras, que le llamaban por su nombre y lo trataban con mucho cariño. No podemos negar que somos hermanos, tanto físicamente como en carácter y empatía con la gente. No me quedé a comer con ellos porque no quería darles más lata de la necesaria y además tenía por la tarde una cita con una amiga especialmente interesada en despedirse de mí con una merienda cena en condiciones. El lunes tuve que hacer una serie de gestiones previas, relacionadas tanto con este viaje que estoy a punto de emprender, como con ese plan fastuoso posterior del que todavía no quiero darles detalles, que las cosas a veces se frustran por anunciarlas demasiado pronto.

Vean por ejemplo este viaje: mi plan de dar una clase en la Paris-Huit y luego coger un tren a Lille para reunirme con mis hijos a celebrar mi cumpleaños, está ahora mismo en el aire; para el viernes se anuncia huelga de trenes y estamos tocando madera para ver si nos toca la lotería de los servicios mínimos. Es viernes a mediodía, de un fin de semana que inaugura una de esas semanas de descanso lectivo con las que los franceses dividen el curso ordinario. El día perfecto para hacer una huelga del transporte y dar bien por culo al personal. Veremos qué sucede. Pero teníamos el plan perfecto y ahora amenaza que no podamos cumplirlo. Siguiendo con mi relato, en la tarde del lunes bajé al Centro de Salud de mi barrio a que me quitaran los puntos de las tres intervenciones de piel que me hicieron el día 31 de enero. Está todo bien, a la espera de las pruebas de la anatomía patológica. Me hicieron el daño previsible y tuve el tiempo justo para llegar a casa, quitarme todos los apósitos, ducharme a fondo y largarme al yoga, última clase en estas dos semanas.

Tras el yoga me pasé por la Cervecería Santa Ana a comerme media ración de ensaladilla con unas cervezas para dormir bien. Ayer martes, me levanté y tuve mi hora on line de inglés con el bueno de mi amigo Ed. Inmediatamente después, bajé a la peluquería de Jurgen a cortarme el pelo, que con las melenas que tenía no estaba muy presentable para mi clase del viernes. Otra serie de gestiones después (como sacarme la tarjeta de embarque), agarré a Tarik Marcelino, lo metí en el transportín y me fui en un taxi a casa de África, para dejarlo allí con sus colegas Ulises y Mina. No se quejó demasiado, se conoce que ya se sabe la rutina de otras veces y viajar en un taxi es bastante cómodo dadas las circunstancias. Yo le tengo mucha manía a los taxistas, pero no tengo derecho a hacerle pagar a mi gato mis fobias y que el pobre pase un mal rato. Por la noche, África me dijo que estaba ya integrado en la vida de su familia.

Por la tarde, me acabé a la carrera el libro ¿Ha muerto mamá?, de la escritora noruega Vigdis Hjorth, sobre el que versaba la sesión del club Billar de Letras que tenía a las 19.30. Vinieron las traductoras, que trabajan juntas de una manera muy curiosa. Una de ellas es noruega que vive en España hace décadas. Su compañera es española y no sabe una palabra de noruego, pero le corrige a su amiga el primer borrador, subrayando las cosas que en su opinión suenan mal. Luego, ambas al alimón cierran la versión definitiva. Hacen esto por bloques de unas 75 páginas. En realidad, la española no es una traductora, sino una primera lectora, pero firman las dos el trabajo, porque se llevan muy bien. Llevan trabajando de esta manera más de 30 años y han traducido del noruego más de 100 libros. Una sesión muy interesante.

Terminamos cerca de las diez de la noche, momento en que me hice una cena rápida y me puse a hacer el equipaje. Esta mañana me he levantado pronto; tenía el tiempo medido para desayunar bien, darme una ducha muy caliente para terminar ya con los restos de mis puntos y heridas, recoger un poco la casa y salir pitando. Como suelo hacer, cogí el Metro en la Estación del Arte (hay que joderse qué nombre más hortera), para ir en Metro a Atocha, coger allí un tren a Nuevos Ministerios, y luego un segundo Metro al aeropuerto. En Atocha me han tenido parado 15 minutos, no sé si por las obras o por algún tipo de huelga encubierta. Pero he llegado con tiempo suficiente y, además, en la Terminal 2, todo es bastante rápido y ágil. Y aquí me tienen.

Bien, ya nos han llamado para embarcar y estoy sentado en mi asiento del vuelo de Air France. Aquí no tengo WiFi, pero puedo terminar de escribir mi texto y subirlo luego en París. En realidad ya no tengo mucho más que contar, aunque puedo ponerles al día de la actualidad de mi admirada Samantha Fish. Hace unos días ha participado en un festival en Bombay, íntegramente dedicado a las mujeres que hacen música. Poder femenino en el país que pronto será el más poblado de la Tierra. Además de Sam, ha participado la extraordinaria saxofonista y cantante Vanessa Collier, a la que vi en el Festival de Blues de Béjar el año pasado. Estaba anunciada también Beth Heart, una explosiva cantante veterana que da una pinta de no hacer una vida muy sana, pero a última hora canceló su participación alegando que se lo habían prohibido los médicos que la tratan de un trastorno bipolar. No me extraña lo más mínimo. Vean abajo unas fotos que se hicieron las cuatro que al final participaron.



Por lo demás, los Chiefs de Kansas City, el equipo del que es hincha Samantha, ganó la Superbowl por segundo año consecutivo. Sam estaba en la India, pero mandó una felicitación al equipo de su tierra. Poco más les puedo contar. Hoy debo coger un RER y luego un Metro para llegar a la casa de mi amigo Alain Sinou, donde estoy invitado a alojarme hoy y mañana, tiempo que dedicaremos a preparar nuestra clase al alimón del viernes. El resto del plan está en el aire, como les he dicho más arriba, pero hay que confiar en que tengamos suerte. Así que nada más. Sean buenos y seguimos, más o menos, en contacto. Besitos. 

PD. Esto ya lo he terminado en el aeropuerto Charles De Gaulle, mientras me tomaba una quiche lorraine con una birra, antes de coger el RER.

2 comentarios:

  1. Siga usted con esta vida acelerada y rica, estas cosas son las que le mantienen a uno vivo. En cambio, encerrarse en casa, aunque sea con un gato tan especial como el suyo, le conduce a uno a la desesperanza y la decadencia.

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