viernes, 15 de diciembre de 2023

1.261. Hibernando

Exactamente eso es lo que estoy haciendo desde mi regreso de La Coruña el pasado martes. Estuve en mi tierra con un clima extrahúmedo y cálido que hizo las delicias de mis narices, ojos y garganta, pero regresé aquí a un ambiente frío y seco que me tiene bastante encerrado en casa, salvo las habituales salidas al yoga y a la academia de guitarra. Menos mal que tengo al lado a mi maravilloso gato Tarik Marcelino Martínez que me recibió con regaños generalizados por haberlo dejado solo cuatro días. La verdad es que me parece mentira que haya podido vivir tantos años sin un compañero tan cariñoso, zalamero y regalón como Tarik. Además es fotogénico como ya han podido comprobar. Vean abajo uno de sus últimos retratos.

Mis días en La Coruña fueron gratos. A mí ese clima húmedo me va muy bien, además de la paz que te transmite la proximidad del mar, ese mar precioso que rompe contra los diques y los muelles de la ciudad. No teniendo esta vez ningún amigo local para que me acompañara a callejear por los barrios céntricos que tanto quiero, dividí mi tiempo en recorrer el paseo marítimo arriba y abajo con mi hermano por las mañanas y salir solo por las tardes/noches, con las correspondientes paradas a tomar algún ribeiro en la calle de los Olmos o alguno de los excelentes vermús de la marca Yzaguirre en el Agarimo o en la Vermutería Martínez, entre las masas de gente que llena las calles, inmune a la lluvia continua. Esa humedad extrema que a mí me suaviza las mucosas y las entretelas, no le va tan bien a algunas de las casas, que los constructores coruñeses se empeñan en revocar en color cemento. Este tipo de revestimientos hay que repintarlos cada año, si no se quiere que se pongan como estas.

Tengo ese tipo de imágenes ancladas en mi memoria en blanco y negro de los años cincuenta, cuando era un niño que luchaba por encontrarse a sí mismo en una ciudad en la que a mediados de septiembre se ocultaba el sol y ya no volvía a salir hasta abril. En unas décadas, Galicia va a ser la región española más habitable, por mor del cambio climático y la subida de temperaturas medias, si antes no la anega ese mar que la rodea por casi todos los lados. La Coruña es ahora una ciudad muy distinta de la que yo viví hasta los diecisiete y de la que huí en dirección a Madrid para no volver más que de visita o vacaciones. Ahora, por ejemplo, la fundación que regenta Marta Ortega, la heredera del imperio Zara, está reutilizando las antiguas instalaciones del puerto para montar unas exposiciones de fotografía espectaculares. Unas muestras que se pueden visitar gratis, como los museos de Londres, y a las que viene gente de todo el mundo. La primera estuvo dedicada al enigmático fotógrafo yanqui Steven Meisel y ya fue reseñada en el blog. La segunda, que está abierta en estos días, se centra en Helmut Newton, el australiano que mejor fotografió el cuerpo de la mujer. Vean esta espectacular sala con cinco imágenes a tamaño natural que se puede ver en la expo coruñesa.

La sociedad local siempre ha tenido un punto sofisticado y encaja este tipo de exposiciones con naturalidad. A todas horas, la muestra se llena de gente de todas las edades comentando las fotos de Newton a la vez que las malas noticias del Dépor o las previsiones meteorológicas, siempre desfavorables. Me siento a gusto cuando visito mi tierra, donde últimamente he encontrado un alojamiento cómodo en casa de uno de mis sobrinos que me deja su cuarto de invitados, me da una llave y me deja libertad para hacer lo que me dé la gana. Así que sólo necesito una mínima excusa para volver. En verano fue el 50 cumpleaños de otro de mis sobrinos coruñeses, en donde se reunió toda la familia. Ahora era el cumple de mi hermano Pepe, al que le han caído 81 tacos. El año pasado me presenté por sorpresa en los festejos del cambio de década, pero este año les avisé con tiempo. Aquí una foto de nuestro encuentro. 

Esta vez me desplacé en tren, que es muy cómodo. Yo me acerqué a la estación de Atocha, pedí dos billetes, ida y vuelta para los días y horas que me convenían. Y me vendieron uno de ida con parada en Orense para cambiar de tren y otro de vuelta, directo. Y la paradoja es que el primero tarda tres horas y media, mientras el directo tarda cuatro. Tiene una explicación. El AVE ha llegado sólo a Orense. Allí, uno se baja del tren y tiene al otro lado del andén un Alvia que va a La Coruña. En cambio el directo es todo el tiempo Alvia. Estos Alvia, además de ser más lentos, son menos cómodos y peor conservados. Pero los horarios de unos y otros se van alternando y yo quería el sábado llegar a comer a La Coruña y el martes a cenar a Madrid.

Otra paradoja o hecho curioso, que tal vez ustedes ignoren, aunque ya lo comenté en el blog hace una eternidad. Estamos a las puertas de vivir el día más corto del año, el del solsticio de invierno, que será el próximo 21 de diciembre. Sin embargo, las tardes ya empezaron a estirar hace dos días, el 13, Santa Lucía. En Galicia dicen: por Santa Lucía, mengua a noite e crece o día. Es decir, que los atardeceres ya han empezado a retrasarse desde anteayer, pero la noche se sigue alargando por las mañanas en un margen de tiempo que compensa la variación contraria de las tardes. Eso sucede durante ocho días, hasta el 21. En esa fecha transcurre el día más corto. Luego, durante otros ocho días hasta el 29, las mañanas se siguen retrasando pero menos de lo que ganan las tardes. Y el día 29 ya empieza a crecer el día por sus dos extremos. ¿Y por qué sucede eso? Pues por la desviación del eje de rotación de la Tierra respecto a su eje de traslación, lo que se llama la eclíptica, que los astrónomos de la antigua Grecia lograron medir con toda precisión: 23 grados y 51 minutos.

Lo cierto es que llevo once años contando cosas como estas en mi blog y prácticamente creo que ya no me queda nada por contar. Por eso me dedico a utilizar esta tribuna como diario en el que quedan reseñadas mis peripecias cotidianas, o al menos las que se pueden contar. Tal vez al año que viene tenga que buscar algunas variantes para no perder el interés de mi público que, como en cada Navidad o mes de agosto, se reduce notablemente y me temo que algún día no vuelvan a leerme. Por lo demás, este no ha sido un año bueno para mí, por la muerte de dos de mis mejores seguidores, a los que debo sendos retratos que tengo pendientes. Cosas como estas, más el habitual bajón navideño, justifican en parte que, por ejemplo, este post se publique diez días después del anterior.

El resto de mis excusas se apoyan en el hecho cierto de que estoy dando prioridad a vivir, sobre la compulsión de contar lo que vivo. Pero estos días de hibernación post viaje, no he tenido muchas ganas de escribirles, la verdad. En estos próximos días ya tengo unos cuantos eventos programados. El domingo, después del yoga mañanero y el correspondiente desayuno en La Casa de Las Torrijas o en el Four, me acercaré a Vallecas, al Metro Portazgo para asistir a una sesión vermú con Osi, el de los Osidados, esta vez en versión acústica, acompañado por diversos músicos locales. El asunto tendrá lugar en el bar La Bombonera de Vallecas, en donde me encontraré con Críspulo, Henry Guitar y los demás del grupo. Vean el cartel anunciador del evento.

El martes he quedado de nuevo a la hora del vermú con mi antiguo jefe de los tiempos de la Oficina del Plan, Luis Rodríguez Avial, que hace algunas semanas presentó un libro que acaba de publicar, en un acto al que no pude asistir. El objeto de nuestro encuentro es que me haga entrega del ejemplar que tiene guardado para mí y que me dedicará como de costumbre. Por la noche he quedado a cenar en La Llorería con una pareja de amigos arquitectos a los que les quiero enseñar el lugar. Y el miércoles acudiré a mi clase de guitarra en coche, como suelo hacer últimamente desde que llevo la guitarra eléctrica. Desde Palomeras seguiré a encontrarme con una amiga para tomar una cerveza y por último me acercaré al aeropuerto a recoger a mi hijo Kike que llega de París. Lucas vendrá de Londres al día siguiente jueves y ya les iré contando cómo se desarrolla el programa de festejos navideños.

De momento, me he quedado por aquí en casa en estas jornadas frías, en compañía de mi gato y escuchando los dos últimos discos de Samantha Fish que adquirí tras su concierto en Bexhill on Sea. Creo que son los dos mejores de su carrera; recuerden que hasta ahora les decía que sus discos no eran extraordinarios, que lo bueno es su directo. Bueno, pues su directo es extraordinario, yo la he visto ya en cinco ocasiones, tres el año pasado y dos este, pero estos dos discos son muy buenos, están muy bien grabados y son de una producción y un sonido exquisitos. La musa de este blog está dando pasos importantes en su carrera. Para empezar, Eric Clapton la invitó personalmente a participar en su festival Crossroads. Lo hizo por mail y dice ella que al principio se creyó que era una broma y estuvo a punto de eliminarlo como spam.

De ese festival, que vi entero en diferido, no les comenté nada, porque me cabreó que a Sam y al gordo Kingfish les relegaran a papeles colaterales, muy por debajo de su valía. Pero al final es un buen punto a poner en el currículum. Después, su último disco, a medias con Jess Dayton, que a mí me gusta menos que los anteriores, ha sido nominado al Grammy al mejor álbum de blues contemporáneo de 2023. Sería cojonudo que lo ganara, aunque no es fácil. Pero de momento ya tiene una nominación al Grammy, que ya era hora. Su casa discográfica ha sacado pecho de la nominación con la publicación que ven abajo. 

Esta mujer no para y estos días está actuando de telonera de la Steve Miller Band. Este Steve Miller es un rockero veterano, 80 años, que a mí nunca me gustó especialmente, pero es también un buen punto en la carrera de Sam. En el primero de los conciertos, Miller la hizo subir al escenario al final a tocar un largo blues con su grupo. Poco a poco, esta mujer va acercándose al papel que se merece. Para el año que viene no se anuncia de momento ninguna gira europea, aunque sí una por Australia en mayo. A pesar de que no para, entre gira y gira a veces tiene tiempo de descansar un poco y vean qué foto publicó no hace mucho, tomándose un aperol spritz (una bebida que a mí también me encanta) en una terraza frente al puente Golden Gate de San Francisco.

Y ya que ha salido el Golden Gate, les diré que la administración de San Francisco de la que depende, ha accedido a colocar a su alrededor una red metálica para evitar los suicidios de la gente, como las mamparas de cristal que protegen de suicidas el Viaducto de Madrid. La protección del Golden Gate era una antigua reivindicación de las asociaciones de familiares de suicidas de los USA, pero contaba con la oposición de los protectores de la arquitectura y la estética. Lo mismo sucedió en Madrid, donde la secta de los conservacionistas del patrimonio puso verde al alcalde Álvarez del Manzano. Se dice que desde el Golden Gate se han suicidado más de 2.000 personas desde su inauguración en 1937. Entre ellas, algunos famosos, como el director de cine Tony Scott, hermano de Ridley y autor de algunas películas notables como Enemigo Público, que se tiró desde el centro del puente. Vean una imagen de la protección que le han puesto.

Este tema de los suicidios merecería un post en exclusiva, que tal vez escriba más adelante, en función de mi estado de ánimo. De momento baste decir que el suicidio es en España la segunda causa de muerte entre jóvenes de 15 a 30 años, sólo superada por el cáncer. Que el tema se ha agudizado desde la pandemia y sus encierros. Y que, por ejemplo, el último grito de la arquitectura de Nueva York, el edificio Vessel cerca de la línea verde del High Line, ideado por un arquitecto de prestigio y recientemente inaugurado, que es simplemente una escalera por donde se sube a ver unas excelentes vistas de la ciudad, ha sido cerrado al público tras el suicidio del tercer joven que se tiró desde el nivel más alto. Vean la imagen del edificio.

En fin, que esté aquí encerrado en hibernación, no quiere decir que no esté al tanto de lo que está pasando en el mundo. Por cierto, no sé por qué hibernación se escribe con be, cuando viene de invierno que es con uve. No me interesa especialmente la bronca patria, me entristecen las guerras en curso y me han llamado especialmente la atención dos noticias. El presidente del club de fútbol turco de Ankara, asistió a un partido en el que su equipo iba ganado 1-0, hasta que después de siete minutos de alargue, el equipo contrario empató y se acabó el match. El presidente bajó al campo rodeado de varios de los directivos del club y literalmente le forraron al árbitro a puñetazos y patadas. Resultado, además del tipo con un ojo a la virulé, que al presidente lo han metido a la cárcel, desde donde ha presentado su dimisión y que la Federación Turca ha suspendido todas las competiciones.

La otra noticia bomba es la del torero que se iba a casar y, media hora antes de la ceremonia, con la novia y todos los invitados en la iglesia, dio lo que se llama la espantá. Desde aquí le expreso mi solidaridad, eso de casarse es muy malo y a más de uno le hubiera merecido la pena dar una espantá como esa, antes de sufrir las penurias posteriores. Yo estoy aquí feliz con mi gato y mis discos de Samantha, a la espera de los nuevos festejos que me esperan y que me gustaría que ya se hubieran pasado. Con este frío, el bueno de Tarik ha optado por arrimarse al radiador de calefacción. Captado el mensaje, le he puesto delante su camita, lo que ha aprovechado para pasarse largas horas allí al calorcito. Les dejo las fotos de nuestro amigo. Sean buenos.


2 comentarios:

  1. A pesar de su mensaje positivo como de costumbre, no es difícil detectar en su texto una cierta melancolía. Anímese, hombre. La Navidad se acaba antes o después. Y los que le seguimos queremos verle animado. Si un día hubiera un Grammy de blogs, sin duda le nominarían. El gato es precioso. Apóyese en él para resistir. Siempre adelante.

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  2. Ese gato es una preciosidad. Es perfecto. ¿Esta usted seguro de que es real y no ha sido creado por la Inteligencia Artificial?

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