jueves, 14 de abril de 2022

1.133. Optimistas y pesimistas

Hasta ahora yo solía decirles que el optimista y el pesimista se diferencian en la forma en que ven el queso de Gruyere (Paco Couto me corrigió oportunamente haciéndome ver que en realidad me estoy refiriendo al Emmental): el optimista lo ve todo queso y el pesimista lo ve todo agujero. Pues, miren por dónde, he encontrado un nuevo símil, que viene como anillo al dedo. Les comenté de una amiga cenizo que me anunció que eso de ver como Dios después de una operación de cataratas dura unos días y luego se vuelve a ver tan mal como antes. Pues el otro día comiendo con ella, me preguntó que tal iba con la vista y le dije la verdad, que ahora veo a las mujeres mucho más guapas. Respuesta: ¡Ah! pues a mí me pasa lo contrario, que desde que me operé, veo a la gente mucho más fea. ¿Y eso? –le pregunté. Pues porque ahora les veo todas las arrugas. Creo que huelga todo comentario.

En fin, que aquí me tienen, como siempre a la contra, dispuesto a pasarme la Semana Santa prácticamente encerrado en mi casita, mientras todo el mundo corre al mar o la montaña a desquitarse de dos años de encierros y terrores derivados del maldito Covid que, por cierto, sigue por ahí generando nuevas variantes, a partir de linajes mixtos de Omicrón y Omicrón sigilosa. Por no hablar de la variante Putincrón. Yo trataré de viajar al extranjero, cuando se vaya pudiendo, fuera de temporada desde luego, y también en función de mis demediadas ganancias monetarias a partir de la jubilación, que me están obligando a aquilatar un poco mis gastos para equilibrar cuentas. Sólo les diré un detalle. Cuando mi amigo Alain Sinou estuvo por Madrid, a preguntas suyas le revelé a cuánto ascendía mi pensión. Se quedó pasmado. A partir de esa información, insistía todo el rato en pagar en los bares y restaurantes a donde yo lo llevaba, diciéndome: no, no, no, déjame pagar a mí, que ganas muy poco dinero.

Pero yo estoy encantado con mi situación porque soy un optimista nato. Así que, las vacaciones aquí en casita, de momento. Además, los lugares por los que me gusta moverme en Madrid están atestados de turistas, como he podido comprobar en estos días de comienzo de semana. El lunes acudí a mi clase de yoga a mediodía y luego recalé en el Ricla, donde Emilio, que está al cargo de la barra, suele guardarme una mesa con un letrero que dice Reservado bluesman-tocayo. Desde allí subí al FNAC a encargar el libro que me falta para este trimestre de Billar de Letras y ya de paso me compré una conexión doble-mini-jack, para conectar el ampli a mi teléfono móvil, de forma que me pueda bajar melodías o fondos de blues sobre los que improvisar con la guitarra eléctrica. El lunes estaba el centro un poco más despejado, porque la avalancha de turistas rurales del entorno no había llegado todavía.

El martes, después de mi clase de inglés, subí de nuevo al APOT con el coche para comer en el bar de mi amiga S. y después pasarme por las oficinas de Santa Lucía, donde tenía que firmar alguna operación financiera nueva, para mover mis exiguos fondos y defenderme de lo mal que va todo con la pandemia, la guerra y la inflación. Ayer miércoles salí temprano directamente al Retiro a hacer mis 6,5 kms, una gozada con el parque vacío. Luego desayuné como un rey y salí a hacer acopio de reservas para esta semana, tanto en el mercado como en la farmacia, Cuando estaba descargando mis compras, me llamó mi amiga cenizo, que andaba de recados por el centro, y bajé de nuevo para comer con ella en la Plaza de Santa Ana.

Hoy mi rutina tenía un pequeño cambio porque, al ser festivo, la clase de yoga se adelantaba a las 10.00 y eso me obligaba a cancelar el inglés y subir a la academia en ayunas para hacer la rutina debidamente. Al salir, he pasado por unas calles en las que se reservaban todos los laterales con cintas de la policía, seguramente para alguna procesión. Y, después de una rutina larga de yoga, recién vestido, sudoroso y en ayunas, la referencia a esa eventual procesión me ha llevado a la idea de la Semana Santa y en mi mente se ha formado una visión muy concreta: una torrija bien bañada en leche. Así que he encaminado mis pasos al bar La Casa de las Torrijas, un histórico de la calle Paz, enfrente del fenecido Teatro Albéniz. Allí me he tomado una torrija espectacular, con un dedalito de moscatel, como mandan los cánones, y seguida de un café con leche. No he podido evitar hacer una foto de este lugar histórico, con sus azulejos maravillosos y un selfie con los manjares. Aquí los tienen.


En mi tierra, cuando se dice de alguien que vaya torrija tiene, viene a significar que está medio atontado o alelado. Por ejemplo, cuando a un futbolista le roban todos los balones. Pues en estos momentos podríamos decir que menuda torrija tiene el señor Almeida. El caso de las mascarillas es ciertamente de traca. Resulta que, en el momento más dramático de la pandemia, con la gente muriéndose a cientos, con el Palacio del Hielo habilitado para apilar los cadáveres que excedían de la capacidad de las diferentes funerarias, se presentan en el Ayuntamiento un par de pícaros, de la estirpe más arraigada en nuestras tierras desde el Guzmán de Alfarache. Y se la cuelan a Almeida con el objetivo único de forrarse. En realidad, esta es una práctica muy corriente entre ciertos estratos, que pululan alrededor de los partidos políticos. Pero, como les he dicho alguna vez, no todos los aprovechados son iguales. Los que orbitan alrededor del PP son de familia. Los que lo hacen alrededor del PSOE, son de partido, como Roldán. El caso es que al Alcalde le siguen creciendo los enanos. Y cayendo chuzos de punta.

Lo de las familias estas de aristócratas espabilados es crónico. Este caso no es muy distinto del del hermano de Ayuso. Tanta simetría tienen ambos casos que no entiendo cómo a nadie se le ha ocurrido la idea de que este segundo sea una venganza por el primero. A Ayuso la trató de apartar el fraCasado amenazándola con el caso de su hermano. Y proponiendo a Almeida para presidir el partido de Madrid en vez de ella. Y Almeida se dejó querer hasta el final, incluso puso a trabajar en el tema al espía John Le Carromero. Y Ayuso, con MAR detrás, es bastante peligrosa. No sería de extrañar que ahora diga: ¿me habéis enmierdado la imagen con lo de mi hermano? Pues a ver qué decís de esto ahora. Tal vez la prensa no saca esto por evitarse querellas al respecto. Pero este, como digo siempre, es un blog literario y los bloggers literarios tenemos que aguzar la imaginación. Porque, obviamente, no tengo prueba ninguna de lo que digo. Es sólo un barrunto, del que supongo que no soy el único que lo ha tenido.

Pero volvamos al tema de la gente que vive del cuento. Esa gente no deja de maquinar estratagemas para forrarse ni por una pandemia, ni por una guerra; yo estoy convencido de que la guerra de Ucrania es una ocasión estupenda para que ahora mismo se esté forrando un montón de gente. Y me malicio que, a los que lo hacen medio bien, no los pillan nunca, porque este es un mundo para listillos. Recuerden que Urdangarín decía, abriendo las manos: yo me he limitado a hacer lo que hace todo el mundo. Era sincero. En este caso de las mascarillas de Almeida, se dan sin embargo algunas circunstancias diferentes.

Para empezar, tenemos a una señora Ayuso todavía muy ofendida, que en el congreso del PP pidió que se castigara a los que la habían atacado. El fraCasado ha dejado la política, pero Almeida se prestó a hacerle el juego y debe pagar también. Pero, además, los personajes del esperpento son también especiales. Para empezar el tal Luceño, un tipo con un apellido que más bien parece el nombre artístico de un torrero. Este tipo, parece que fue medio director de la empresa de joyería Uno de Cincuenta, de donde lo echaron por sus malas prácticas. Pero de esa época, conservaba contactos en Asia, de donde viene la mayor parte del material de este tipo de negocios. Entre esos contactos, un tipo que se llama San Chin Choon (no es coña). Este señor es el mandamás de Leno, una de las mayores empresas de bisutería de Asia, que surte a todo el mundo de perritos chinos dorados, de esos que saludan con la patita arriba y abajo. Es que, si alguien se inventara una historia así para una novela, la consideraríamos increíble (por cierto, Choon es la grafía americana, la pronunciación correcta es San Chinchún).

Pues este santo asiático lamentable, es el primer timador, porque las mascarillas y los guantes eran una porquería, peores que los que conseguía el hermano de Ayuso. Pero les hacía falta un contacto para acceder al Alcalde, y aquí aparece el otro: Luis Medina, hermano del actual Duque de Feria e hijos ambos del anterior duque, un aristócrata bastante grillado, que acabó con sus huesos en la cárcel por temas de pedofilia y alcohol, tras abandonar a la madre de las criaturas, señora de rompe y rasga que fue quien los sacó adelante. Medina tiene los contactos precisos para llegar al Alcalde, a través de un primo suyo y acepta llevarse un millón por la gestión. Pero resulta que el Luceño se lleva cinco. ¿Se pasó de optimista? En su declaración, Medina ha revelado que desconocía que el reparto de comisiones fuera tan desigual. No tenía ni idea de que el otro se llevara tanto. También parece sincero.

Un inciso. Hace años, en tiempos de Gallardón, la concejalía de Cultura contrató para las fiestas del barrio de la Arganzuela a un grupo de Vigo, por entonces desconocido, que respondía al nombre de Defcon Dos. Este grupo es el más irreverente del mundo, sus letras dejan a las de Siniestro Total como textos para niños, de hecho su líder ha estado procesado luego por algunas de esas letras. Pues estos señores montaron la mundial en dichas fiestas, para regocijo de ácratas, punks y bandarras diversos y acabaron el show puño en alto al grito de ¡Libertad para el Duque de Feria! No los volvieron a contratar nunca más.  

Así que estamos ante un timo en cascada, como fichas de dominó. San Chinchún le tima a Luceño mandándole un material defectuoso, lo peor de sus almacenes. Luceño tima a Medina, porque le oculta que él se lleva cinco millones. Y Medina y el primo son colaboradores necesarios para timar a su vez al Ayuntamiento. Por cierto, el primo realmente hace el primo, porque no se lleva nada. Aunque ahora está en mejor posición, al no haber sido imputado. Parecería que el más listo aquí es Luceño. Pues es al revés. Resulta que finalmente es el más tonto, porque desde Como robar un millón y… (William Wyler 1966) hasta La Casa de Papel, el cine nos ha instruido de que cuando te llevas una cantidad de dinero importante has de evitar hacer ostentación del mismo, has de seguir viviendo modestamente hasta ver por dónde van los tiros. Cualquier atracador de bancos sabe esto. A lo mejor es que Luceño no va al cine.

¿Cómo puede ser un tío tan tonto para comprarse doce coches de lujo, Ferraris y Lamborghinis? ¿Y dónde los tiene guardados? ¿Le caben en el chalet de Pozuelo que también se ha comprado? Hombre, Medina ha sido más moderado. Sólo se ha comprado un yate y ha invertido el resto en bonos. Ahora están ambos acusados de estafa agravada, falsedad en documento mercantil y blanqueo de capitales. El juez ha dictado el embargo de sus bienes pero Medina sólo tiene en la cuenta 250€, lo que directamente remite a un cuarto delito: alzamiento de bienes. Otra cosa rara: la prensa carroñera, el inMundo, el Voz Pópuli y demás, ¿por qué no sacan fotos de los doce coches, o de la casa fastuosa de Pozuelo? Tienen que tener fotos de todo, eso no se puede esconder. ¿Están protegiendo a alguien? 

No es casualidad que esos periódicos que apenas cuentan lo mínimo del escándalo, se hayan apresurado a proclamar que, desde que Feijoo ha tomado las riendas del PP, las encuestas dan ganador al partido en las próximas elecciones generales. Eso mismo decían del fraCasado hace dos días ¿recuerdan? Las Generales iban a ser un paseo militar para el seguro próximo inquilino de la Moncloa. Todos lo daban por ganador, menos el CIS de Tezanos. Pero se le ocurrió meterse con Ayuso y El del Bigote dio la señal de salida con su comentario por sorpresa en el mitin de las elecciones de Castilla León: Todo el rato estoy oyendo que tenemos que ganar para qué no sé quién llegue al palacio de no sé cuantos, pero la pregunta es ¿para hacer qué? Parece que todo va encajando. Las encuestas son la cosa más manipulada del mundo, al fraCasado le dieron una merecida patada en el culo, pero la operación de caza y captura de Sánchez sigue después del ínterin. Este es un optimismo interesado.

Porque, la verdad, yo recibí la llegada de Feijoo al puesto con alivio pero, ahora que le he oído hablar, tampoco veo que sea un tipo como para generar ese subidón en las encuestas. Habrá que darle tiempo, pero la impresión que da es que no estaba demasiado preparado para el puesto. Galicia es una cosa, pero España otra mucho más compleja. Para empezar, es bastante feo, tiene una nariz que recuerda a la de ciertos personajes del TBO, como Doña Urraca. Y luego, debería de buscarse un buen asesor de imagen. Alguien que le diga, por ejemplo, que se suene los mocos antes de empezar a hablar, para no tenérselos que sorber cada poco. Y tal vez recibir unas clases de foniatría, para aprender a hablar más en estadista y evitar ese tono monótono y un poco siniestro. La imagen es muy importante en un país en el que nadie se lee los programas electorales. Sánchez no es mucho más que un tipo con planta de galán de Hollywood.

Y ya si vamos a los contenidos, la única idea que parece traer este señor es lo de bajar impuestos, qué cansino, es que parece que no saben decir otra cosa. Los impuestos hay que bajárselos a los de abajo y subírselos a los de arriba, es tan sencillo como eso. Dejen a los economistas que se ocupen de ese tema y no hablen sin saber. Ya les conté que yo me di cuenta de que Zapatero era tonto cuando salió en la tele diciendo Bajar los impuestos es de izquierdas, y miró circularmente a su alrededor con el gesto del que acaba de descubrir la rueda.

Finalmente, los dos grandes partidos comparten el mismo modelo económico de país, el que les dejan las autoridades monetarias internacionales, como el FMI (que por cierto, no hace mucho ha recomendado subir moderadamente los impuestos para salir de la crisis generada por la pandemia). Lo que diferencia actualmente a la izquierda de la derecha (en temas económicos) es que la izquierda es más legalista y procura que se cumplan las leyes (aunque tenga aprovechados de partido), como garantía de un mayor reparto de la riqueza. La derecha, en cambio es partidaria de la desregulación y la flexibilidad, pensando que eso aumenta los beneficios de las empresas, lo que redunda en más empleo y más riqueza para todos, aunque esté peor repartida (y aunque ello facilite la aparición de sus propios aprovechados de familia). Aquí lo vamos a dejar, que ya estoy oyendo su clamor: ¡¡¡Las cosas no son tan sencillas!!! 

Hoy en El País hablan del renacer de los festivales de música y publican la lista de los más destacados del año en curso, los que nadie se debe perder. Y no está el de Cazorla, como cabía esperar, el blues es una música minoritaria, no amparada por las grandes discográficas. Sin embargo, el Cazorleans es uno de los mejores festivales de blues de Europa, lo que explica que puedan traerse a mi querida Sam fuera de su gira europea que no empieza hasta octubre. Samantha va teniendo ya bastante caché y hacerla venir sólo para un concierto, en medio de su extenuante temporada de bolos estivales en USA, cuesta dinero. Como soy ciertamente un optimista, este festival me hace una ilusión superlativa. Por cierto, el otro día, nuestra diva se concedió una jornada de descanso entre conciertos, que aprovechó para irse con su baterista Sarah Tomek a hacer unos hoyos de golf en un resort cercano. Esta chica nunca deja de sorprendernos. Les dejo de propina el selfie que se hicieron estas dos mujeres admirables (claramente optimistas), que Sam publicó en sus redes con un comentario muy cariñoso hacia su empleada y ya amiga: encantada de recorrer el mundo con ésta. Que pasen una buena Semana Santa. 

2 comentarios:

  1. Hombre, si a eso le llama usted un dedalito de moscatel... No me extraña que se pusiera tan contento.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Le juro que era un vaso de chupito. Es la perspectiva del selfie la que lo hace parecer más grande.

      Eliminar