martes, 26 de septiembre de 2017

673. El cascabel del gato

Me rindo. He intentado librarme del prusés pero parece que, en pleno transcurso del pronosticado choque de trenes, no queda más remedio que hablar del tema. Estos días hay una especie de sentimiento general acongojado, de buenas gentes desoladas que se echan las manos a la cabeza y dicen que esto es una tragedia y que vamos a salir todos escaldados. Esa sensación de circunstancia funesta sirve de prólogo para llamamientos bienintencionados a que hablen, a que dialoguen, a que se pongan de acuerdo para desatascar la situación. Bienvenido sea el desatasque si es que llega a producirse, pero yo no veo a nadie con la suficiente talla política como para ponerle el cascabel al gato. No sé si estas atribuladas personas esperaban que el choque de trenes se produjera de forma menos dramática; a mí, ya he dicho que no me sorprende.

Rajoy se ha movido, como de costumbre, demasiado tarde. Tarde, mal y a rastras. Esto es como cuando pillas a una pareja follando. Si llegas demasiado tarde, aunque la que está debajo sea tu mujer, por muchos aspavientos que hagas, el tipo que se la está tirando seguirá moviéndose, porque ya no puede parar. Aunque intentes detenerlo a bofetadas. Los catalanes están ya tan cerca del orgasmo/votación que van a seguir, sea como sea, hasta llegar al instante supremo y eyacular su voto, aunque no sea en una urna sino en una caja de cartón de Mudanzas Demetrio. Es posible que la cosa no sirva de nada, que sólo les reconozcan como estado el Kosovo y Transnistria, pero ahora se trata de consumar el acto sexual/electoral. Lo demás da igual. Los catalanes han visto que se ponía en duda su capacidad para follarse a la soberanía nacional y necesitan reivindicar su hombría.

A mi edad cada vez dudo más de los conceptos absolutos, de las teorías que todo el mundo admite como ciertas. Sin embargo, en cuanto al tema del nacionalismo, sigo teniendo las cosas muy claras. Antes me sentía muy solo; ahora me encuentro muy bien acompañado, en un barco en el que comparto cubierta con personajes como Marsé, Mariscal, Serrat o Sabina. Y Lidia Falcón, por supuesto. Y todos los que han firmado el manifiesto de la intelectualidad progresista de este país. Y a mi alrededor encuentro opiniones muy sesudas al respecto, como las que formula el historiador catalán Gabriel Tortella en ESTA entrevista que les recomiendo encarecidamente que lean. Por supuesto que yo no soy Dios y no estoy en posesión de la verdad absoluta, pero cada vez me reafirmo más en mis opiniones sobre este controvertido asunto.

Es cierto que ha habido también un manifiesto de más de 600 escritores a favor del referéndum, creo que ninguno de fuera de Cataluña y la mayoría muy conocidos en su pueblo y alrededores, y he de confesar que me produce una cierta tristeza encontrar entre ellos a Andreu Martín, Quim Monzó, Biel Mesquida y algún otro. Finalmente, el asunto se juega en la calle, en donde los indepes intentan montar un Maidán, por ahora con buenos resultados. Diría que van ganando por goleada. La situación es peligrosa, pero la consigna de ambos bandos es exponer las mejillas respectivas a ver si les cae una hostia, para luego jugar, los unos al victimismo, que tanto les gusta, y los otros a la violencia terrorista, que tan bien les vendría que surgiera. Y la consigna es exponer las mejillas todo lo que se pueda pero, por Dios, no dar la primera hostia. El primer mártir, sea manifestante o guardia civil, condicionaría la imagen final de modo irreversible.

Confiemos en que no llegue la sangre al carrer.  Por mi parte, me sumo a la idea que me transmitió mi amigo Thabang, de Johannesburgo: if they want to go, let them go. O sea: si se quieren ir, que se vayan (a tomar por culo, esto ya lo añado yo). Como he dicho más de una vez, llegados a este punto habría que escuchar lo que dice el honrado pueblo. A mí, en general, los catalanes me generan una cierta desconfianza. Me parece lamentable que un pueblo deje crecer en su seno un movimiento como este. Y soy muy feliz de vivir en un lugar en donde no están todo el día dándome la matraca de las señas de identidad. Es algo que te deja mucho espacio mental para dedicar a temas más interesantes.

En su día dije que esto era una almorrana que nos había salido a España como nación. Lo cierto es que a quien le ha salido la almorrana es a Europa, algo que en parte me tranquiliza. Si no estuviéramos integrados en la Unión Europea íbamos dados. Se me ocurre ahora una comparación aun más ofensiva. ¿Han oído hablar ustedes de la nueva superbacteria que infecta a los olivos? Después de arrasar los olivares italianos, ha saltado a las Baleares y aparece ya por Alicante. Cuando llegue a Jaén va a ser una ruina. Si no tienen conocimiento de esta nueva amenaza, pinchen AQUÍ. ¿Han visto cómo se llama la bacteria? Xylella fastidiosa. Algo así está sufriendo Cataluña. El pueblo catalán se ha dejado invadir por la independentella fastidiosa, inoculada por diversos insectos, como Pujol, Más y Puigdemont.

Y luego está la guerra de los porcentajes. De un lado se proclama que un 80% de los catalanes quieren votar su futuro. Del otro se dice que un 61% querrían seguir en España. Después de leer lo que opina Borrel al respecto, creo que podemos dar por buena la caracterización que les explico a continuación, una visión por supuesto desde fuera, aunque también les he dicho más de una vez que examinar los problemas desde fuera te da una mayor perspectiva. Según esta teoría, en Cataluña hay aproximadamente un 20% de independentistas puros, un porcentaje no mayor al que presentan Galicia y otros lugares. Son el grupo que encabeza Junqueras, un señor que ha declarado que es consciente de que en los primeros tiempos de la independencia su pueblo pasaría grandes penurias económicas, pero le da igual. Y que, aunque España fuera como Suiza, ellos se querrían separar igual.

En segundo lugar hay otro 20% de lo que Borrel llama independentistas tácticos, es decir, que quieren independizarse para conseguir un objetivo concreto diferente: seguir chupando de las subvenciones, controlar mejor determinados mercados o ámbitos culturales, o desarrollar sus negocios en condiciones más favorables. Estos no son fanáticos, pero la independencia les conviene. Tal vez Mas y Puigdemont representen esta tendencia. A ellos dos se les ve felices en las fotos, mientras que Junqueras no disimula una cierta incomodidad en compañía de semejantes impresentables. Entre ambos sectores redondean un 40%, que integra a mucha gente del medio rural y de cierta edad, supongo. Y a estos hay que sumarles un porcentaje de gente cabreada con la situación económica, que canaliza su frustración de esta manera.

Desde este lado, se tiende a pensar que existe un cuarenta y muchos por ciento de partidarios de la independencia y un cincuenta y pocos de gente que se quiere quedar en España. Nada más falso que este segundo sumando de la ecuación. Entre la mayoría silenciosa que no sale a la calle con banderas, hay un pequeño porcentaje de pro-españoles, eventuales votantes del PP o de Ciudadanos. Pero la gran mayoría de este segmento lo que están es hasta los huevos del tema, lo que quieren es que se acabe de una vez la murga, que cese ya la tortura, que gane uno de los dos bandos, el que sea, pero que, por favor, dejen de dar el coñazo. Una vez que haya un vencedor claro en esta guerra, ellos se sumarían sin apuros al nuevo poder, porque en el fondo les da igual, no es su problema, ellos hablan indistintamente castellano y catalán y tienen otras preocupaciones más urgentes. No le tienen mucho cariño ni a España, ni a estos nuevos ricos del independentismo que finalmente resultan tan pesados.

Aquí a la izquierda tienen un meme que ha recorrido recientemente nuestros whatsapps y que expresa ese hartazgo de una parte sustancial del pueblo catalán. Porque el chiste proviene indudablemente de la zona levantina: en el resto de España no se le llama el higo a eso. Ciudadanos podría haber estructurado políticamente a esta masa de indiferentes, pero a Rivera le pudo la ambición, dio el salto a Madrid y se acercó demasiado a las posiciones del PP. Arrimadas intenta cubrir su hueco, por ahora sin demasiada fortuna. ¿Y que podemos decir de la gente de fuera de Cataluña? Para los indepes, cualquiera que no comulgue con la rueda de molino del prusés es considerado automáticamente como nacionalista español. Yo ya he dejado claro que no soy nacionalista español. Que soy gallego, carallo. Pero eso no quiere decir que por aquí no haya nacionalistas españoles. Aunque yo no les llamo así; yo les llamo directamente fachas. Hay muchos, sobre todo en Madrid. Pero quiero creer que no son mayoritarios. Que, si el PP ha ganado tantas veces en el Ayuntamiento y la Comunidad, es por la endeblez de sus contrincantes socialistas.

Estoy convencido de que, a nivel estatal, si surgiera una figura, digamos de centro-izquierda, con un mínimo de talla política, arrasaría. Porque la gente está harta de Rajoy y su forma de hacer política como un autista. Y el tema de la corrupción le tiene bastante tocado. ¿Por qué no espabila Pedro Sánchez? Éste podría ser su momento. Él podría ser el que le pusiera el cascabel al gato. Pero no se le ve muy decidido. Se muestra dubitativo, se arrima y se aleja de Pablo-Pablito-Pablete, a quien este tema del prusés ha desnudado ideológicamente, lo mismo que a Colau. ¿Por qué no se libra Errejón  de estos incómodos compañeros de viaje y monta una corriente con Carmena, Rita Maestre y otros de ese talante?  Entre esta gente y el PSOE menos susanista podrían montar una alianza muy interesante. Sueños húmedos. Como el de unirse a Portugal.

Cataluña como estado independiente sería una ruina para los catalanes. Y España sin Cataluña bajaría muchos enteros en su peso específico europeo. No lo pasaríamos tan mal como los catalanes, pero nuestra economía se resentiría. Y, en el mundo capitalista en el que nos movemos, estas cosas las pagan siempre los mismos: los de abajo. El que avisa no es traidor. Si usted, querido lector, tiene problemas para llegar a fin de mes, una nueva crisis como la que induciría la secesión catalana le llevaría a pasar directamente hambre. Así que, flaco favor se hace a sí mismo apoyando aventuras como la de Puigdemont. Si la ruptura se consuma, él y Junqueras seguirán disponiendo de butifarras y salchichón de Vich en abundancia. El que va a pasar hambre es usted.

No hay comentarios:

Publicar un comentario