domingo, 17 de marzo de 2024

1.274. E la nave va

Tal vez ustedes no la conozcan, pero así se llamaba una deliciosa película de Federico Fellini, de 1983, que trataba de un barco que zarpa de Italia en plena Gran Guerra, en el que viajan los amigos de una gran soprano recientemente fallecida, para cumplir su último deseo de que su cuerpo sea arrojado al Mar Egeo desde el muelle del pueblo donde nació y pasó su infancia. Son todos personajes estrambóticos, auténticos frikis de los que tanto gustaba el director, y el viaje se complica por los azares derivados de la situación de guerra mundial. Si la conocen, les voy a pedir que rememoren una de las escenas más inolvidables de la travesía, cuando los viajeros improvisan una verdadera orquesta de cristal, con la vajilla que tienen en la cocina. Véanla.

Fellini en estado puro. Igualmente mi nave sigue su singladura, no me dan los malditos resultados solicitados por la Brigada Precrimen Dermatológica y estoy a un tris de mandarles a la mierda y empezar con mi plan soñado para los próximos meses, que me están retrasando más de lo que yo esperaba. Mientras tanto, mi nave va y yo les sigo poniendo al día de mis andanzas en esta tribuna que los expertos en el tema han catalogado de blog zombie, a la vista de su escuálido seguimiento en comparación con la actividad de los llamados influencers, que tienen miles de seguidores. Ya saben que a mí eso me da bastante miedo y por eso nunca he querido asociar este blog con una cuenta de Twitter, y menos lo voy a hacer ahora que esa aplicación ha caído en manos del inicuo Elon Musk, a quien Dios o Alá confunda.

Seguiremos pues con el relato de mi día a día. El martes pasado acabé de escribir mi post ya muy tarde, cerca de las doce de la noche, como pudieron ver. El miércoles tuve diversas ocupaciones mañaneras, comí pronto, descansé y a continuación bajé a coger mi coche para hacer los 330 kms que me separaban del centro de Jaén. Llegué sin mayores contratiempos, conseguí encontrar el hotel Xauen, en pleno centro peatonal de la ciudad y, tras descargar, me fui a dejar el coche en alguna plaza de uno de los parkings públicos que rodean dicho centro peatonal. Tras colocar mis cosas en la habitación, llamé a mi amigo Santi D. que en quince minutos estaba a la puerta del hotel. Como me gusta hacer, le dije que me llevara él a donde quisiera, que yo adoro eso de llegar a un lugar y encontrarme a alguien que vive allí, para que me haga de anfitrión y cicerone.

Santi decidió que íbamos a dar una vuelta por el casco antiguo y echamos a caminar. Rodeamos la catedral, agregado de diferentes estilos (renacentista, barroco, neoclásico). Al parecer, la primera catedral se construyó sobre los restos de la anterior mezquita, como en todas las ciudades andaluzas. Seguimos por el callejero enrevesado, básicamente por calles que mantenían la cota, con cuestas abajo a la derecha y cuestas arriba a la izquierda, a cual más empinadas. En estas calles horizontales de trazado serpenteante vivía antiguamente la clase más acomodada, mientras en las cuestas vivían los pobres.

Vimos una serie de iglesias y palacios antiguos de granito y caliza, como el Palacio de Villardompardo, que actualmente alberga un centro cultural muy potente, bajo el cual hay unos baños árabes bastante interesantes. Santi me dijo que la visita era gratuita y muy recomendable para que la hiciera yo al día siguiente. En cambio, ver la catedral cuesta 8€, 7€ para los mayores, y a mí no me gusta que la iglesia cobre por este tipo de visitas. No obstante, Santi me dijo que la visita era interesante y que yo mismo. Dando la vuelta al palacio, encontramos la llamada Calle de la Cuna.

El nombre de esta calle se debe a que el palacio fue durante muchos años el hospicio público de Jaén y allí, en un lateral del edificio, había un ventanuco con torno en el que las recién paridas que no se sentían con ánimo de criar a sus hijos, o la situación económica se lo impedía, dejaban el cestito con el crío y avisaban dando unos toques en la madera. Parece que existen estadísticas que verifican que una gran mayoría de estos niños abandonados se morían por infecciones o enfermedades diversas. Cuando yo les cuento cosas como esta a mis hijos, les cuesta mucho imaginar ese mundo que tenemos ahí a unos pocos centenares de años. Los pocos niños que llegaban a mayores, eran bautizados y se les ponía el apellido de Expósito (algo que yo ya sabía) o también el de Tirado (esto sí que no lo sabía y me alucina). En Jaén son muy frecuentes los apellidos Expósito y Tirado.

No se acuesta uno sin saber una cosa nueva. También me enseñó Santi una capilla que está documentado que es el punto en el que se fundó la ciudad. Existía allí un manantial de agua de muy buena calidad y situado en posición alta a media ladera. Por eso se establecieron allí los árabes, igual que en Madrid, porque ya les he contado que los moros habían desarrollado un sistema de riego formado por los llamados viajes de agua, canalizaciones abiertas de barro sin cocer por las que circulaba el agua por la simple pendiente. El sistema incluía arquetas y codos, que podían derivar el flujo incluso a noventa grados, lo que permitía suministrar agua a los pequeños asentamientos que se iban edificando. El manantial de Jaén está ahora seco pero quedan restos de su antiguo esplendor.

Tras nuestro largo paseo por el centro, que por cierto está bastante deteriorado y lleno de inmigrantes, bajamos a la zona más elegante, como si dijéramos de ensanche, al pie de la montaña del casco antiguo. Allí, Santi me llevó a un bar con terraza, que se llama el Panaceite. Nos sentamos afuera, porque la temperatura era lo suficientemente suave. Y nos tomamos allí unas alcachofas y otras cosas de picar, seguidas de sendas raciones de carrillada, cocinada con una especie de ras el hanut, que estaba deliciosa. Cayeron también unas cuantas jarras de cerveza de presión, tras de lo cual, Santi me acompañó hasta el hotel y se fue a dormir. Durante la velada hablamos de lo divino y lo humano, se trata de un personaje muy interesante, culto, amable y buen conversador.

El jueves habíamos quedado a las doce menos cuarto delante del Ayuntamiento, a espaldas de la catedral, con mi amigo coreano Woo Chung, sus dos colegas del KDI y Mía Li, su traductora. Hace un par de posts les expliqué cómo es que vienen por aquí unos coreanos y mi papel de ponerles en contacto con los ex-alcaldes de Granada y Jaén. Los coreanos llevaban ya unos días en Granada y el jueves venían a Jaén en un coche alquilado, para nuestra cita en el Ayuntamiento, en donde nos esperaban a las doce. Así que por la mañana, me duché en el hotel, me vestí, recogí todas mis cosas para llevarlas al coche y pagué el hotel. Decidí volver al Panaceite, donde me había enterado de que también se desayuna bien, y me senté, esta vez dentro, para tomarme un café con leche y media tostada con aceite, tomate y jamón (ya saben que en esta región ha de pedirse media tostada, porque la entera es doble).

Eché a andar por el camino de la noche anterior, rodeé la catedral y me acerqué a ver el centro cultural del Palacio de Villardompardo y antiguo hospicio. Depende de la consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, es enorme y muy interesante. Además de los baños del sótano, que se extienden bajo la plaza a la que da el palacio, visité varias exposiciones, como una dedicada a Miguel Hernández muy interesante y otra de arte naif, que ocupaba varias salas. No es este un tipo de arte que me interese demasiado, pero la exposición era extensísima. Hice unas cuantas fotos de la catedral (en el centro cultural están prohibidas) y les muestro un par de ellas: la gran fachada barroca y la Capilla del Sagrario, reconstruida por Ventura Rodríguez, después de que la original se derrumbara parcialmente como resultado del terremoto de Lisboa, cuyos efectos llegaron hasta aquí. Por cierto, la catedral fue diseñada por Andrés de Vandelvira, el autor de los magníficos edificios de Úbeda y Baeza.

Me encontré con Santi a la puerta del Ayuntamiento y enseguida llegaron los coreanos. El abrazo que me di con Woo es de los que identifican a los amigos de verdad. Venía con dos ayudantes muy jóvenes, con aire de becarios, aunque luego me precisó que ambos tenían contratos fijos del KDI, uno llevaba cuatro años en la empresa y el otro dos. En cuanto a Mía, sigue tan cariñosa como siempre. Subimos al despacho que el Grupo Socialista tiene en el edificio y allí nos recibió el ex-alcalde y actual jefe de la oposición, que se llama Julio, con tres o cuatro de sus compañeros de grupo. Fueron muy amables; a pesar del horario apretado que suelen tener los políticos, nos dedicaron más de una hora.

Woo hizo muchas preguntas técnicas, sobre la financiación, la participación ciudadana, la gestión de las diferentes fases, la concertación entre administraciones. Mía es una traductora magnífica y permitía una conversación fluida. Los dos jóvenes no decían nada, pero tomaban notas como locos. Y hasta Santi y yo nos animamos a intervenir con acotaciones técnicas o históricas. Como saben, el PP paralizó la inauguración del tranvía de Jaén cuando ganó las elecciones locales de 2011, contienda en la que venció con un programa en el que prometió justo lo que hizo: no utilizar el tranvía.

Yo, por ejemplo, apostillé que la derecha es reacia en todo el mundo a cualquier medida que limite la libertad del automovilista, pero Santi dijo que la derecha en España es particularmente casposa y retrógrada en estas cuestiones que, en realidad, deberían estar fuera del debate político: nos estamos cargando el planeta y hay que hacer algo al respecto. Tal vez tenga razón, pero en París las medidas de la señora Hidalgo fueron recibidas por la derecha con anuncios del apocalipsis inmediato, lo que pasa es que allí fue reelegida, no como la señora Carmena o el alcalde de Jaén que promovió el tranvía. Y yo tengo claro que, cuando una de estas medidas se implanta y la gente ve que no pasa nada, luego ya no hay quien la revierta. Pasó lo mismo con la prohibición de fumar en los bares y locales.

Bien, nos despedimos de los políticos locales y caminamos hasta un restaurante que había reservado Santi y cuyo nombre no recuerdo. Fue una comida magnífica, que empezamos con unas coquinas fresquísimas y sin una sola arena. Continuamos con unas tostas alargadas con anguila ahumada, guacamole y carpaccio de presa. Después, alcachofas y daditos de merluza rebozados con ensalada de tomate. Los coreanos disfrutaron como auténticos enanos. Nos sacaron un aceite con el que nos echamos unos chorritos en el plato para mojar el pan mientras esperábamos la comida, que les pareció ya extraordinario; después se llevaron tres o cuatro botellas cada uno de las distintas marcas que tenían en la tienda.

Y estuvimos súper a gusto. Como ya les he dicho, los coreanos son tan educados y exquisitos como los japoneses, pero con un punto informal, gamberro, disfrutón. Pedimos una ronda de cervezas, en la que el más joven se excusó: era el chofer y habían acordado que no bebiera para llevarles de vuelta a Granada sin problemas. También era el encargado de las finanzas del grupo, que debía de guardar todos los tickets y pagar con la tarjeta de la empresa. Los coreanos son muy jerárquicos, si bien Woo trataba a sus dos colegas con mucho cariño y muchas risas. Santi le preguntó a Mía que cómo es que había acabado viviendo en España. Y ella nos contó su historia: había venido a hacer un equivalente al Erasmus a Salamanca, allí se había enamorado de un español y ahora era su esposa y madre de dos niños muy guapos con los que vive en Alicante. Yo hablé de muchas cosas con Woo, que es un gran tipo. Vean aquí alguno de los selfies que nos hicimos.



Woo me contó que tiene previsto hacer un próximo viaje a La Coruña, para estudiar el caso del tranvía y a Pontevedra para el modelo de peatonalización del centro, famoso en todo el mundo. Quedamos en que vendrá a Madrid y desde allí vamos en mi coche a ver ambas ciudades, además de Santiago de Compostela. Llegada la segunda ronda de copas de cerveza, yo me excusé, porque debía de conducir de vuelta a Madrid. Woo, Santi y el segundo coreano no perdonaron ronda. Mía bebía coca cola y el tercer coreano agua. Terminada la comida nos hicieron entrega de unas bolsas de regalo de la empresa con cajas de té de ginseng rojo coreano. A mí me tocaron dos, porque Woo me traía una como regalo personal suyo. Desde el restaurante caminamos hasta una parada de taxis, donde ellos tomaron uno que les llevara hasta su coche, en la otra punta de la ciudad. Santi y yo caminamos hasta el centro, donde tenía yo mi coche, y nos despedimos.

Llegué a Madrid sin incidencias reseñables, había anulado mi sesión de yoga, pero llegué a tiempo de subir al Ricla a comerme un pote asturiano de puta madre, con unas copitas de un Ribeiro muy bueno que tienen. El viernes estuve en casa tranquilito por la mañana con el gato y por la tarde acompañé a una amiga a una consulta en el Doce de Octubre y, al salir, nos tomamos unas cervezas con algo de picar en el Café del Gallo, un lugar con una amplia terraza enfrente del hospital, donde sirven unas cosas muy ricas. El sábado tuve sesión de yoga y, de vuelta, me pasé por el mercado a reponer existencias. Comí y me dispuse a ver el partido del Dépor, que ya ha cortado su racha de victorias por goleada: ahora empata, pero de momento sigue de líder. Nadie dijo que fuera fácil. Y hoy tampoco hay gran cosa que contar, salvo la propia escritura de este post a la que me he puesto por la tarde.

Pero me gustaría comentar más en profundidad un tema sobre el que hablé largamente con mi querido amigo Woo. ¿El tranvía de Jaén fracasó por una cabezonería del PP, que prometió revertir el proyecto estrella del PSOE? Bueno, en parte sí, pero es una interpretación un poco simplista. El tranvía ha fracasado también en La Coruña, en Vélez Málaga o en Parla. Sin embargo es un éxito en Granada o en Zaragoza. Este tipo de casos son los que les interesa comparar al equipo de ingenieros del KDI, que está preparando un informe muy elaborado, que le sirva a las ciudades coreanas para no meterse en proyectos fallidos y resolver correctamente el problema de la movilidad en sus ciudades. Qué se puede concluir al respecto.

En realidad, en los primeros años de este siglo, el tranvía fue patrocinado por los partidos más a la izquierda como un signo de modernidad, como algo que molaba mucho y era muy sostenible medioambientalmente. Por eso muchos ayuntamientos de izquierdas se lanzaron a promover tranvías sin un estudio de movilidad riguroso. Y esta infraestructura es bastante cara. El tranvía de Vélez Málaga costó 40 millones de euros. Y el de Jaén 120. El de Jaén se va a rehabilitar porque hay un consenso para ello, ya está construido y se ha conseguido para su puesta en marcha una ayuda europea de los fondos Next Generation. Pero no olvidemos que el PSOE perdió unas elecciones locales en Jaén, las de 2011, frente a un grupo que promovía la desaparición del tranvía. Es decir, que había una mayoría de la población que no lo quería. En La Coruña funcionó varios años y luego se cerró, porque nadie lo usaba, era deficitario.

En conclusión, para implantar un tranvía en una ciudad hacen falta varias cosas: voluntad y liderazgo político, un estudio de movilidad serio que determine si es viable como alternativa al automóvil, un enfoque participativo riguroso, para determinar si la gente lo quiere o no y un estudio financiero minucioso, para que no sea ruinoso o se le crucen corruptelas. ¿Hubo todo eso en Parla? Es obvio que no. Y, si las razones para implantar un tranvía son sólo de ecopostureo y hacerse los modernos, el fracaso está asegurado.

Y eso es independiente de izquierda o derecha: en la Comunidad de Madrid hay un Metro ligero que viene de Pozuelo-Majadahonda a Madrid y que nadie usa, porque te lleva a una estación de Metro al lado de la Casa de Campo con muy mala conectividad, cuando hay un magnífico sistema de autobuses que te llevan a Moncloa en menos tiempo. Ese fue un medio de transporte que implantó Esperanza Aguirre por ecopostureo y por emular a Gallardón, que era muy popular tras la construcción del Metrosur. Y ahora es una especie de tren de juguete que casi no tiene uso y es un fiasco. La compañía de Metro es consciente de que es ruinoso, pero no se atreven a cortarlo, porque es una obra promovida por los suyos. Si fuera de una administración PSOE dirían que es comunista y lo cerrarían ipso facto. Vale, lo de siempre, que sean felices.

2 comentarios:

  1. Interesantes reflexiones las de la parte final de su texto. Yo añadiría una cosa. Estos proyectos generalmente comportan unas obras monstruosas, muy molestas para la población. Una razón más para dimensionarlos y prepararlos muy bien. Aparte las corruptelas que usted cita, es muy frecuente que estos proyectos se vayan de presupuesto y de plazos, lo que acrecienta dichas molestias.
    Tal vez el caso de Jaén se explica así. Unas elecciones después de una obra faraónica, justo antes de que empiece a funcionar y la gente le encuentre su utilidad, son una ocasión perfecta para que el personal exprese su malestar. Porque esas molestias prolongadas en el tiempo comportan cosas como cierre de comercios, gente que se muda porque no soporta el ruido, o trastornos médicos de gente que somatiza el malestar.

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    1. Pues tomo nota de su aportación, que me parece muy interesante. Tal vez eso explica muchas cosas y por qué en Zaragoza o Granada ha funcionado el invento. Sin embargo, en La Coruña y Parla el tranvía funcionó un tiempo y luego suspendieron el servicio. O sea que estaban mal planteados. Lo que es una pena es que decisiones de este tipo estén en manos de los políticos.
      Saludos.

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