miércoles, 23 de julio de 2014

270. El óptimo climático medieval y la pequeña Edad del Hielo

La semana pasada subí pocas entradas al blog, entre otros motivos, porque sigo con mis actividades como profesor en cursos de verano y sobre todo anfitrión de delegaciones extranjeras, cuya frecuencia se recrudece en estos meses por la coincidencia de los finales de curso en las universidades con unas circunstancias climáticas favorables, que animan a viajar más que en invierno. La cosa suele bajar en agosto por las vacaciones y continúa a partir de septiembre (tengo ya programadas unas cuantas visitas para esas fechas).

Este año he recibido especialmente visitas de ciudades alemanas, (Hamburgo, Frankfurt, Leipzig y otras), lo que además de mi viaje a Friburgo ha influido en que me convirtiera en forofo de la selección alemana, tras la eliminación de la española en el Mundial. El otro día añadí a la lista a dos profesoras de la Escuela de Arquitectura de Munich o, por decirlo en germán paladino, Die Fakultät für Architektur der Technische Universität München (luego dirán que el alemán no se entiende). Estas chicas están ya preparando las materias lectivas que impartirán a sus alumnos el curso que viene, de acuerdo con la costumbre alemana de planificar todo con antelación suficiente.

Para el año próximo, han decidido proponer a los alumnos un proyecto de rehabilitación de una plaza, o espacio libre urbano, adaptando los viejos edificios de su entorno a criterios de sostenibilidad ambiental y eficiencia energética. Es un tema muy en boga en Alemania, como pude comprobar en mi visita a Friburgo. Y supongo que es algo en candelero en toda Europa, que antes o después se planteará en España. El parque inmobiliario de las ciudades de la vieja Europa está deteriorándose, por una simple cuestión de edad de la edificación. Los grandes crecimientos de las ciudades se produjeron a partir de los años sesenta del siglo pasado y hay barrios enteros de casas que no funcionan bien, porque se construyeron con patrones ya pasados de moda y además están estropeadas.

Eso hace que existan bloques sin ascensor, o sin las debidas condiciones de climatización, pero, sobre todo, hablamos de viviendas en las que se desperdicia energía a manos llenas: las paredes pierden calor, las calefacciones centrales se han de poner muy altas para que no se hielen los ocupantes de los pisos peor protegidos, lo que hace que en otros la gente deba abrir las ventanas para no asarse, se malgasta agua, se desperdician las posibilidades de las llamadas aguas grises, y cuarenta calamidades más. Si a esto añadimos la crisis económica general, que únicamente el señor Rajoy piensa que estamos superando, la importancia del sector inmobiliario en el PIB de estos países y el hecho de que ya no hacen falta nuevos desarrollos urbanos porque la población no crece, pues tenemos ante nuestras narices la solución: pongamos la maquinaria de la construcción al servicio de obras en los edificios existentes, que renueven sus instalaciones, actualicen sus conceptos y los conviertan en edificios eficientes, desde el punto de vista ambiental.

Ya les contaré mi visita a un edificio regenerado con esos conceptos en Friburgo (tengo pendiente una reseña sobre lo que pude aprender en ese viaje). Pero volviendo a mis dos amigas de Múnich, estas chicas pensaron que en su tierra las condiciones climáticas no son muy extremas y que, para que sus alumnos pudieran hacer un trabajo más formativo, era mejor que se centrasen en una plaza de una zona con temperaturas más cálidas en verano. Así surgió la idea de buscar un lugar en Madrid. El trabajo, a desarrollar a lo largo del curso que viene, incluirá al menos un viaje con todos los alumnos, para una visita de campo. Lo del otro día era un viaje preparatorio, una primera toma de contacto con el escenario del trabajo.

Hablando con ellas, me enteré de que en Alemania se está notando el cambio climático de manera bastante contundente en los últimos cinco o diez años. Cada vez hace menos frío y están desapareciendo especies arbóreas tradicionales, por lo que hay interés en saber qué otras especies sobreviven en países como el nuestro. Lo cierto es que en el entorno de Friburgo vimos campos bastante amarillos y se nos dijo que hacía más de dos meses que no llovía. Yo creo que el proceso lleva años de desarrollo. Piensen por ejemplo en cómo han evolucionado las estaciones de esquí. Aquí al lado en La Pinilla sobrevivieron proyectando nieve artificial, pero ya han tirado la toalla y han reconvertido la estación en centro de veraneo. Por el contrario, estaciones pirenaicas como la de Boí-Taüll, antes casi inaccesibles en invierno por su altura, han experimentado un florecimiento derivado del hecho de ser las que aseguran un mayor número de kilómetros esquiables. Sin ir tan lejos, en Madrid ciudad es cada vez más raro que nieve.

Cuando yo era niño, al llegar la época estival, íbamos a la playa de Riazor. Por esas fechas nadie usaba cremas protectoras del sol. El primer día nos quemábamos moderadamente y volvíamos a casa un poquito rojos. En días sucesivos, “pelábamos”, es decir, perdíamos la piel a tiras, de manera incruenta, lo que constituía también una forma de socializar. Se hablaba de ello y nos quitábamos los pellejos unos a otros. Si una chica te dejaba que la ayudaras a pelarse, era un indicativo de que “andaba por ti”. Después de esos primeros días, uno ya estaba moreno y no tenía más problemas en todo el verano. ¡Qué tiempos! Yo ahora me pongo diez minutos al sol sin crema protectora del 20 y me tienen que llevar al hospital. Y no es que esté más viejo o más acojonado (que lo estoy). Es que el sol quema mucho más.
  
Negar el proceso de calentamiento global y su ligazón con las actividades contaminantes del ser humano, es una estupidez. Aun así, existen los llamados negacionistas, especialmente recalcitrantes en Estados Unidos, que dicen que no hay evidencia de esa ligazón y que podemos seguir contaminando y malgastando energías, que no pasa nada, que a la Madre Tierra no le hacemos ni cosquillas. No soy yo partidario de esas teorías, aunque sí creo que la Tierra sobrevivirá y que, precisamente, el calentamiento global es su forma de defenderse de las agresiones de estos pequeños e incómodos inquilinos que se han extendido por su superficie de forma infecciosa, llenándola de ciudades y otras creaciones no menos tóxicas. Cuando los dinosaurios se pusieron farrucos y llegaron a dominar el mundo, la Tierra reaccionó y propició su extinción en pocos años. Así que habremos de tener cuidado porque, si no nos moderamos, puede que nos extingamos también a medio plazo (nosotros, no la Tierra).

De hecho, episodios similares de calentamiento de la Tierra han tenido lugar en épocas relativamente recientes (de las más antiguas no tenemos evidencias) y de ahí los dos fenómenos a que alude el título de este texto, ambos bastante poco conocidos, excepto por los meteorólogos y otros científicos. El llamado Óptimo Medieval Climático tuvo lugar entre los años 800 y 1300 de nuestro calendario, es decir, buena parte de la Edad Media. Está perfectamente documentado en el conjunto de la actual Europa, no en el resto del mundo, aunque es difícil creer que un fenómeno como ese no fuera de ámbito terráqueo global. Las temperaturas subieron mucho en esos 500 años, por causas no determinadas, aunque desde luego naturales. Es cuando los vikingos conquistaron Groenlandia, cuyo nombre (Tierra Verde) resulta difícil de imaginar ahora, con su superficie íntegramente helada.

La bonanza indujo una mejora en la agricultura, el comercio y el florecimiento de las ciudades, una prosperidad generalizada cuyos efectos no es muy descabellado relacionar con movimientos como el Renacimiento. Tampoco resulta aventurado ligar estas temperaturas excepcionalmente altas con el auge de las ratas y la llegada de la llamada peste negra, que precisamente a partir de 1300 diezmó a la población europea. El caso es que este óptimo climático, tras una época de transición, se ve seguido de unos siglos de frío intenso, en lo que se ha dado en llamar la Pequeña Edad del Hielo, datada entre 1500 y 1850 (hace dos días, como quien dice).

Sobre las causas de este segundo fenómeno, más próximo y, por tanto, más estudiado, los expertos no se ponen de acuerdo. Unos hablan de un descenso de la radiación solar, por la reducción temporal de las manchas solares, que parecen ser las partes del sol que más calientan. Otros lo atribuyen a la alta actividad volcánica en distintas zonas de la Tierra, que llenó el cielo de nubes, lo que ayudo también a disminuir la radiación solar. No faltan quienes culpan a la propia peste y la despoblación que generó durante años. Y lo que nadie niega es que se trata de una respuesta de tipo pendular, que compensaría de alguna manera el calentamiento anterior.

Algunos científicos creen que ahora estamos entrando en otra fase de óptimo climático, esta vez inducida claramente por la actividad humana. Y tal vez lleguen luego el frío y el crujir de dientes. Por si es caso (que decimos en mi tierra), harán ustedes bien en adoptar comportamientos medioambientales responsables, para ayudar a mitigar el asunto. Y no dejen de comprarse un sombrero. Yo tengo varios, entre ellos el que les muestro en la imagen de abajo. Como habrán adivinado, es un Stetson. De los que usaba John Wayne. Sean buenos.




4 comentarios:

  1. A la vista de la imagen que nos muestra, queda claro que es usted un proyanqui convencido, tal como nos ha dicho en varias ocasiones y se desprende de muchos de sus propios textos. Sería interesante que nos cuente cuál es su posición en el genocidio que se está cometiendo en Gaza. Gracias.

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    1. De nada. En cambio usted no se sabe de qué pies cojea, porque se esconde detrás del anonimato de estas respuestas. Hace bien, porque si no, se le vería la barretina. ¡Querido troll! ¿Se creía usted que no lo iba a descubrir?

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  2. Explíqueme lo de las aguas grises, por favor. Normalmente usted explica los conceptos nuevos que nos trae. Tal vez, en este caso, piensa que todos sus lectores ya saben de qué se habla. No es mi caso, creo que soy un poco ignorante. Podría buscarlo en la Wikipedia, pero es que prefiero que me lo cuente usted.

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    1. Es muy sencillo. Las aguas usadas en el lavabo o la ducha ya no sirven como agua limpia, pero pueden almacenarse y utilizarse después para descargas del inodoro, que es uno de los hábitos que más agua desperdicia. Para eso debe hacerse una instalación en todo el edificio que posibilite ese doble uso del agua. El ahorro es notable. Se les llama aguas grises porque ese es más o menos el color tras una ducha normal. No obstante, si es usted un marrano, puede que los restos de su ducha tengan un tono más acusado. Saludos cordiales.

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