Como ya hemos hablado bastante de
la Prima de Riesgo, hoy nos vamos a centrar en el Banco Malo, otro de esos
conceptos de nuevo cuño a los que se enfrenta el ciudadano estupefacto,
estafado y apaleado. Parece que la reforma financiera que supuestamente va a
arreglar todos nuestros males, no se puede poner en marcha hasta noviembre,
porque los financieros al servicio del Gobierno no tendrán listo hasta entonces
el Banco Malo. O sea, que la cosa tiene trasfondo. Como el Gobierno no sabe
hacer Bancos Malos, se lo ha encargado al mejor equipo de asistencia técnica
externa, que se llama Álvarez & Marsal. Y yo sin saber que existían.
Me ahorraré los chistes sobre la
redundancia (¿Pero es que hay bancos buenos?). Según la Wikipedia, se trata de
una traducción literal del inglés Bad Bank, aunque en España se llamará
Sociedad Estatal de Gestión de Activos Inmobiliarios. ¡Vivan los eufemismos! El
truco consiste en separar los activos selectos, de los activos tóxicos,
creando entre ambos un cortafuegos financiero. Los activos selectos, empezarán
entonces a producir beneficios, y los otros, ya se verá. Si los activos
selectos crecen mucho, pueden generar en un futuro un superavit tal, que permita
ir rescatando a los tóxicos.
Me viene a la memoria la figura
de Tuiavii de Tiavea. Era éste el rey de unas islas perdidas de la Polinesia
que, a comienzos del Siglo XX, se fue de viaje por Europa y América, para ver
cómo era la sociedad del hombre blanco. De vuelta a su tierra, convencido de
que era inevitable que la civilización occidental arrasara con su cultura,
escribió una serie de discursos para explicar a sus súbditos, en su lenguaje
simple, cómo era el mundo del hombre blanco. En los 70, estos discursos se
publicaron en forma de cómic. Les incluyo el link a una versión pdf, para que
vean que no les miento: aquí.
En uno de esos discursos, Tuiavii
de Tiavea explica a sus atónitos súbditos lo siguiente. El hombre blanco
trabaja continuamente para acumular dinero y más dinero. Pero hay algunos que
llegan a tener tanto, que ya no necesitan trabajar, porque el dinero, a partir
de una cierta cantidad, se reproduce y crece solo, por arte de magia, y uno
puede tumbarse tranquilamente bajo un árbol, mientras su dinero aumenta. Es una
explicación candorosa, pero certera.
El problema actual es que los
Bancos han prestado dinero a todo cristo y mucha gente no lo puede devolver, lo
que convierte sus deudas en activos tóxicos. Y el dinero de esos Bancos ya no
puede crecer él solito, porque se lo impiden los activos tóxicos. Entonces hay
que dividirlo en Banco Bueno y Banco Malo, para que el dinero del Banco Bueno
empiece a crecer de nuevo y los banqueros puedan volver a tumbarse bajo un
árbol, a verlo crecer.
Le pregunto a mi asesora Sagrario
Pérez cuánto dinero tendría yo que acumular para poder tumbarme de por vida. Su
respuesta me ha dejado hecho polvo. Dice Sagrario que para eso tendría que
conseguir vivir al mes con los intereses de los intereses de mi dinero. He
hecho un cálculo por encima y me he mareado. Está claro que tendré que seguir
trabajando.
Pensaba yo que esto del Banco
Malo era el truco de siempre: el Estado crea un Banco Malo público, los otros
Bancos le transfieren sus activos tóxicos, se quedan con la parte mollar y lo
tóxico lo pagamos entre todos los ciudadanos. Pero dice Sagrario que eso sólo
es así con los Bancos nacionalizados (Bankia, Novacaixagalicia y otros). Que
los Bancos que no necesitan de la ayuda estatal, pueden crear su propio Banco
Malo privado. El Sabadell ya lo ha hecho.
Volviendo a la Wikipedia, parece
que los Bancos Malos se pueden clasificar en dos tipos, en función de sus
resultados: Bancos Malos buenos y Bancos Malos malos. Cuando un término
lingüístico se desgasta con el uso, a veces hay que duplicarlo: ha pasado con
los toros-toros, el café-café, la mujer-mujer que gusta a la gente de derechas,
o el Off-Off-Broadway, que crearon los grupos de teatro alternativo de Nueva
York, cuando sus antecesores del Off-Broadway se adocenaron y se convirtieron
en algo tan casposo como el Broadway original que decían combatir. También me
viene a la memoria la forma en que los indios se referían a los negros en la
gran película de Arthur Penn “Pequeño Gran Hombre”: los blancos hombres
negros.
Yo tengo aun la idea idílica del
Banco como una oficina acristalada, un lugar tranquilo y amable, con unos
empleados de los de antes, que te asesoraban bien, te daban palique y no te
vendían preferentes. Pienso con horror que a los empleados de un Banco que se
divida en bueno y malo los repartirán entre ambas instituciones. Al que le
toque del lado malo, las va a pasar canutas. Imaginen a la señora Fuencisla,
reunida a tomar el té con sus amigas, bajando la voz desolada para decirles:
“Mi hija ha empezado a trabajar en el Banco Malo malo”. O la Puri, el día en
que lleva a casa a su novio para presentárselo a sus padres y tiene que
aclarar: “Mi Jorge trabaja en el Banco Malo, pero ¡ojo! que es el Banco Malo
bueno”
Eso de dividir un todo
heterogéneo dejando la chicha en un lado y el hueso en el otro es un truco muy
antiguo. En las Administraciones añosas, como ciertos Ministerios, de vez en
cuando llegaba un nuevo Director General de esos que han hecho un curso CEAC de
Recursos Humanos por correspondencia, y procedía a dividir sus dependencias,
creando un Departamento bueno y otro malo. En el malo agrupaba a los
funcionarios tóxicos para que pudieran leer el Marca con comodidad, y en el
bueno concentraba a los funcionarios selectos, para que hicieran el trabajo de
unos y otros. A eso lo llamaban optimización de recursos. Desde luego, debía
construir entre ambos un cortafuegos laboral contundente, para evitar mosqueos y
perniciosos efectos-contagio.
Los inmobiliarios también han
intentado de siempre cosas parecidas: mire usted, yo primero hago las
viviendas, que son mis activos selectos, y en una segunda fase urbanizo las
calles y hago los parques. En tiempos de Franco, se hacían así las cosas. Los
adjudicatarios de una vivienda de la Obra Sindical del Hogar tenían a veces que
acceder a su casa por una hilera de tablones sobre el barro, porque aun no
estaba hecha la calle.
Al final, los únicos bancos
buenos de verdad, son los bancos del parque, por ejemplo, los del Retiro donde
suelo hacer mis tandas de estiramientos. Nancy Bruning, mi alma gemela
neoyorkina, que cada día corre por Central Park a pesar de condromalacias,
meniscos estropeados y otras desdichas, tiene un vídeo titulado “Las 101 cosas
que se pueden hacer en un banco del parque”. Pueden ver un trailer en su página
Web www.nancybruning.net, en la parte
de la izquierda. Hi, Nancy, how do you do.
Esta tarde recomendaré tu blog a los amiguetes de la Cerve de Cuatro Caminos, Ya sabes..
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