Muy bien, estoy ya en la última
etapa de mi periplo. Hoy es sábado, acabo de ver en el ordenador el partido
Celta-Deportivo y mañana se termina mi viaje soñado. No les he dicho que
regreso en avión desde Ámsterdam, a donde me desplazaré en tren por la tarde
haciendo el último uso de mi pase Interrail. Ya sé que piensan que debería volver en el tren. Pero una cosa es que me llamen el Kerouac del ferrocarril y
que me haga gracia. Y otra muy distinta que me lo crea. El trayecto Madrid-París
fue bastante pesado y al poco de llegar a París me saqué un billete de vuelta
en Easy Jet. Dos horas de vuelo, frente a día y medio de viaje.
El objetivo inicial de este viaje
era visitar a mi hijo y lo he encontrado bastante bien. Adaptado a la ciudad,
al frío, a moverse por todos lados en bicicleta, a la Universidad Erasmo de
Rotterdam. Ayer cogimos un Metro hasta La Haya y dimos un largo paseo por esta
pequeña ciudad administrativa, en donde están todas las instituciones del
Estado Holandés. Es un lugar más o menos bonito, muy holandés, tiene una larga
playa y un centro medieval bien conservado. Las calles comerciales estaban
animadas y vimos también un extenso barrio chino engalanado por alguna fiesta de
esa comunidad. Cenamos allí y nos volvimos.
Hoy hemos quedado en el centro, para
recorrer el gran mercadillo del Blaack, que se celebra todos los martes y
sábados, y donde las gentes de esta ciudad se aprovisionan de comida: verduras, frutas,
quesos, pan, condimentos, pescado y pollo, que son la base de su comida. Aquí parece
que la gente no come apenas carne roja. También se venden antigüedades,
ropa de segunda mano, discos viejos y comida preparada. El mercadillo tiene un
punto londinense y permanece abierto hasta las cinco de la tarde, porque mucha
gente aprovecha para comer algo en los puestos.
Después de zamparnos un sándwich,
hemos caminado hasta la zona de la universidad, en donde mi hijo me ha enseñado
el edificio de apartamentos donde vive, y en el que dispone de una habitación
confortable y con buenas vistas. Luego me ha llevado a dar un largo paseo por
el Kralingse Bos, uno de los parques más grandes de Rotterdam, por donde él
suele correr. Y finalmente me ha enseñado la Facultad de Económicas. Como ya
estábamos cansados, hemos tomado un tranvía hasta el centro, para cenar unas
pizzas y nos hemos despedido hasta mañana. Durante casi todo el día hemos
tenido sol, aunque con no más de siete u ocho grados de temperatura. Aquí les
dejo una foto del susodicho, en la terraza de su edificio de apartamentos y con
la ciudad al fondo.
Unas notas sobre Rotterdam. Es
todavía el mayor puerto de Europa. Durante muchos años lo fue del mundo, pero
en 2004 fue desbancado por Shanghái. La ciudad tiene unos 600.000 habitantes y
compite en casi todos los terrenos con Ámsterdam. Los habitantes de Rotterdam
dicen que aquí se trabaja de verdad, mientras que en Ámsterdam se hace el vago
y se venden motos. Los otros dicen que en Rotterdam no saben hacer otra cosa
que trabajar y trabajar, mientras que ellos además viven y se divierten.
La ciudad es un verdadero
laboratorio de arquitectura moderna en donde hay obras de casi todos los
arquitectos de primera línea. La causa de esto es que toda la ciudad antigua
resultó arrasada por un bombardeo de los alemanes en 1940. Parece que cuando
Hitler decidió avanzar hacia Francia, encontró una resistencia inesperada en el
ejército y el pueblo holandés. Entonces se dio la orden de bombardear
Rotterdam. El ataque duró quince minutos y arrasó la ciudad, causando cerca de
1000 muertos. Entonces amenazaron con arrasar Utrecht, pero ya no hizo falta,
porque los holandeses se rindieron.
Ahora se da por admitido que los alemanes
eran unos monstruos y los americanos los buenos de esta película, pero eso es así
sólo porque unos perdieron y otros ganaron e impusieron su versión sobre el
asunto. Pero el sistema de actuar era el mismo para todos. Los británicos redujeron a
cenizas Saint Nazaire, como hemos visto y no fue la única. Los yanquis
arrasaron Dresde, Berlín, Colonia y tantas otras, hasta lograr la rendición germana.
Y luego acabaron con Hiroshima y, como los japoneses no se rendían, siguieron
con Nagasaki. Ya no hizo falta más.
Los habitantes de Rotterdam
empezaron la reconstrucción apenas una semana más tarde y aprovecharon para
modificar el trazado, esponjar la ciudad y proyectarla con generosidad de
espacios. Entre otras novedades, presumen de haber sido los primeros en
construir una calle peatonal rodeada de tiendas, un modelo que ahora existe prácticamente
en todas partes. El hotel Westermeier fue uno de los edificios que se salvaron
del bombardeo y les pido que se fijen en él en la secuencia de fotos que les
muestro.
Rotterdam antes del bombardeo
Rotterdam después del bombardeo
El hotel en la actualidad
Otra vista del hotel
La iglesia de Sint Laurens en la actualidad
En fin, nada como la imagen fotográfica para entender lo que es una guerra. Y esto sucedió hace poco más de setenta años, en la civilizada Europa.
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