Para los que no quieren el caldo de mis largas entradas, hoy
va a haber dos tazas, porque no soy capaz de resumirme más, y eso que les juro que lo intento...
Apareció Michel Velly
finalmente el sábado, otra vez bajo la lluvia que volvía después de su breve
tregua. Pensábamos habernos visto antes, pero los dos días anteriores le habían
surgido compromisos inesperados que no podía eludir y por los que se había
disculpado por mail. Conozco a Michel desde hace muchos años. La primera vez
que apareció por Madrid traía a un grupo de 40 alumnos de la escuela de Nantes.
Me tocó hablarles de la historia del urbanismo de Madrid y los últimos planes y
proyectos de la era Álvarez del Manzano. Nos hicimos amigos, y luego él fundó
Cultures Urbaines y, a partir de ahí, cada vez que se planteaba un posible
viaje a Madrid, me buscaba directamente para organizar conmigo la visita.
Si Tangi es un buenazo, una persona generosa en su esfuerzo
y su implicación, Michel es el prototipo del vieux professeur, el tipo que lo sabe todo de las ciudades y le gusta
dar lecciones magistrales, el gran seductor, el vendedor de temas complejos y
arduos que él convierte en amenos, el ejemplo de la simpatía desbordada y
el savoir faire. Y otra característica
por la que yo me siento tan identificado con él: es un tipo que nunca se
acomoda, que se escapa de las situaciones estáticas, en las que pronto se
siente asfixiado, para emprender enseguida otras nuevas con el mismo
entusiasmo. Michel huye todo el tiempo del hombre que no es.
Me explico. Michel es bretón de origen irlandés. Estudió
arquitectura y durante un tiempo se ganó la vida construyendo. Pero un día
buscó otros horizontes en la enseñanza. Consiguió algo difícil: entrar como
profesor en la prestigiosa Escuela de Nantes (él había estudiado en la más
pequeña de Rennes) y dejó la construcción. Haciendo viajes de estudios con sus
alumnos descubrió una forma aun más divertida de explotar su labia seductora y
fundó Cultures Urbaines. Después de años de viajar por el mundo, se cansó, dejó
la empresa a Tangi, uno de sus mejores alumnos, y volvió a la Universidad. Y,
ahora, está pensando jubilarse (es mayor que yo) para irse a vivre la vie a alguna de sus ciudades
favoritas. La primera es Rotterdam, pero su mujer, con buen sentido, dice que,
para ir a un lugar donde llueve más y hace más frío, se quedan en Nantes. La
segunda es Barcelona. Tal vez recale allí dentro de poco.
Tenemos algunas anécdotas comunes deliciosas, que siempre
recordamos. Una vez, tomando una cerveza, le confesé: nosotros ya no somos
arquitectos ni nada, nosotros somos verdaderos comerciales, que vivimos de
vender una determinada imagen de la ciudad. Me miró con sus ojos traviesos y
pronunció una frase mítica para mí; Tu
est trop modeste, Emilió, nous ne somme pas vendeurs, nous somme pedagogues
urbaines, une tâche tres important. Pocas veces me he sentido tan
identificado con un calificativo; eso es lo que yo soy: pedagogo urbano. Un
pedagogo urbano degarni. Aquí algunas imágenes de mi amigo.
En el Memorial pour l'Abolition de l'Esclavage
En el café de arquitectos
Uno de los viajes más difíciles que tuvo que montar mi amigo
fue el Congreso anual de los Architects
Conseil d’Etat. En Francia existe la figura de los arquitectos del Estado, creada
en 1950 por el General De Gaulle. Hay uno por cada uno de los 150
departamentos, y se eligen periódicamente por los prefectos entre los
profesionales liberales de mayor prestigio. Es una tradición que reconoce el
mérito de los mejores arquitectos, a los que convierte en asesores de la
Administración, un honor que ninguno declina. Los 150 tienen una asociación que
monta un congreso anual, alternativamente en una ciudad francesa y otra
extranjera. No estoy seguro del año, quizá en 2005, eligieron Madrid y
contrataron a Michel para organizarlo.
Mi amigo programó varios días de conferencias de los
arquitectos más prestigiosos de Madrid que quisieran intervenir en francés, y
me metió a mí en el programa para que soltara mi rollo habitual, en medio de
todos los figurones locales. Me daba un poco de apuro, pero Michel me insistió
y no pude negarme. Me pareció que debía revestir mi discurso con algo más
potente, así que escribí un prólogo y un epílogo de mi intervención, y se los
mandé a Philippe para que me los tradujera a un francés bueno.
En el prólogo hablaba de que cualquier línea que exista en
el territorio tiene una historia que se puede investigar y conocer con precisión.
Que las primeras líneas que aparecen en un territorio virgen las trazan los
animales, que obviamente se guían por criterios prácticos y no estéticos. El
hombre viene detrás, aprovecha esas sendas de los animales y hace camino al
andar, como dijo el poeta. Después hablaba de la aparición de la rueda, de las
calzadas romanas, del automóvil y hasta de las autopistas. Eso me daba pie a
empezar mi historia de Madrid a partir del pequeño asentamiento árabe en una
colina junto al río, etc., etc.
En cuanto al epílogo hablaba del futuro y de cómo las
ciudades habían superado sin problemas algunas fechas decisivas de la ciencia
ficción predictiva: el 1984 de Orwell, el 2001 de Asimov. Pero ahora se
acercaba otra fecha mítica: el 2024. Era ese el año en el que transcurre la
película Blade Runner, en un Los Ángeles en el que siempre es de
noche y llueve todo el rato. Los replicantes que protagonizan la película, robots tan perfectos que
no se distinguen de los humanos, están angustiados porque no tienen
recuerdos ni memoria. Mi conferencia terminaba proclamando que la memoria es algo trascendental para el ser humano y que,
finalmente, la ciudad es el lugar donde reside la memoria colectiva, en sus
líneas y trazados que guardan el testimonio de la historia de la humanidad. En la cena final, tengo el recuerdo de Michel emocionado que, delante de todos los figurones,
me decía: ¡¡Aaah, Emilió!! Tu as
été formidable. Un vraie poete. UN VRAIE POETE.
Historias como estas hemos ido rememorando a lo largo de la jornada de sábado. Como Tangí me
había llevado a ver zonas específicas para arquitectos, Michel ha querido mostrarme
los hitos ineludibles para un primer visitante de la ciudad (excepto Castillo,
Catedral y Jardín Botánico que ya vi el día anterior). Así, hemos visitado el
Museo de la Ciudad, con unas presentaciones animadas en dos dimensiones, en
donde se aprecia el crecimiento histórico de Nantes. Luego hemos recorrido la
parte oriental de la Île de Nantes, ejemplo de reconversión industrial a usos
recreativos y culturales. Hemos estado en la Escuela de Arquitectura, donde me
ha mostrado las aulas y su despacho. Y, regresando por una pasarela, hemos
visto el Memorial por la Abolición de la Esclavitud.
Frente al hotel de La Bourse, todos los sábados se organiza
un gran mercadillo, donde los campesinos vienen a vender directamente sus
productos y todo Nantes se pasa por allí a comprar frutas y verduras. Michel me
ha llevado al puesto de un amigo suyo que fabrica La vraie gallete bretonne. Dice Michel que un día se le ocurrió
probar una gallete preparada por este
señor y descubrió allí los sabores de la infancia, las galletes que preparaba su madre. Desde entonces le visita todos los
sábados que está en Nantes. La vraie
gallete sólo lleva por encima mantequilla y pimienta negra, y está
extraordinaria.
Para mojar este aperitivo nos hemos ido a la tienda de vinos
de su hija, al lado de mi hotel, donde se celebraba el primer aniversario del
negocio, por lo que nos han invitado a unas copas de champán bretón. Después
hemos comido en un café de arquitectos, y hemos ido a recorrer el lado oeste de
la isla, para ver el elefante de Nantes. Hace cinco años que funciona esta
atracción de la nueva zona recreativa, que hace las delicias de niños y no tan
niños y ya se ha convertido en el símbolo de la ciudad (a los del equipo local
de futbol les llaman los elefantes). El ingenio, un gigante articulado de
madera, ha sido construido por un artista local que hace arañas y otros
animales fantásticos. No olvidemos que Julio Verne era de Nantes. En la siguiente
entrada les muestro las imágenes del elefante.
Por tercera vez en estos últimos post sobre Nantes veo escrito "ille". Me perdonarás si te corrijo pero, aunque yo no sé ni la décima parte del francés que tu sabes, ¡ya quisiera!, creo que es île lo que quieres decir. Ille me lleva a "illa" que creo es catalán.
ResponderEliminarMe sorprende que en estos tan amenos relatos de viaje que haces, desde París hasta aquí, que es adonde llego, no haya ningún comentario, ni de amigo ni de enemigo alguno.
Un abrazo.
Querido amigo: no hay nada que perdonar, las matizaciones ortográficas son siempre bienvenidas y, tras contestarte, procederé a hacer las correcciones pertinentes. Un texto correctamente escrito siempre será superior a uno chapuceramente expresado. Me sorprende que mucha gente que se ríe de la señora Botella por decir cosas como Bilbado, el flin del conflicto o la relaxing cup of café con leche, luego escriban de manera descuidada. Veo que estás repasando mis posts más antiguos. Ciertamente, no tienen comentarios porque por entonces aquí no entraba ni Dios. Yo no suelo releerlos, creo que no me gustarían, confío en ir mejorando con el tiempo y las cosas antiguas me van gustando cada vez menos. Si no tuviera un sistema que me avisa de que ha entrado un comentario en un post determinado, ni siquiera me habría enterado de este.
EliminarUn abrazo y gracias otra vez.
Sólo he encontrado dos Illes así de mal escritas y las he corregido. No sé si se me pasa alguna otra. En alguno de los textos de París he encontrado otras dos Iles, en este caso sólo faltas del acento circunflejo. Si encuentras cualquier otra cosa mal escrita, no dudes en indicármelo.
EliminarPor cierto, no sé si sabes que el acento circunflejo francés corresponde siempre a la huella o recuerdo de una consonante perdida en la evolución desde el latín: île, viene de isle, fête de feste, hôpital de hospital y así todas. Abrazos de nuevo.
Es en el post #19 donde se encuentra el tercer ille, en el párrafo que comienza: "Cuando se abolió la esclavitud............."
EliminarNo sabía el origen del circunflejo en francés, y si alguna vez lo he sabido, que puede ser, se me había olvidado por completo. Gracias.
Efectivamente, estoy leyendo, poco a poco, con calma y disfrutándolos los post que no había leído cuando conocí el blog. A mí me gustan , especialmente el primero, es una magnífica y clara introducción y algunos otros, sobre el barrio de las letras y tus crónicas de viajes, como esta serie.
Ya sabía yo, porque así me lo explicaste en otro post (no recuerdo en cual), que algún oculto mecanismo te avisa de la aparición de un nuevo comentario en un post antíguo.
Como ya sabes de sobra quién soy y no quiero darte la vara con comentarios muy extensos, pues más abrazos y goza de la vida.
Ahora mismo lo corrijo. Lo del origen del circunflejo me lo desveló Philippe, que es un gran amante y estudioso del idioma francés. A pesar de que esa fue la lengua que estudié en la Academia Galicia durante seis años de bachiller, más otro de Preu, nunca me lo habían explicado.
EliminarUn abrazo. Nos vemos.