viernes, 31 de julio de 2015

409. Gente sin hogar II

No hay mucho que añadir a lo explicado en mi post anterior. Pero, a punto de empezar mis vacaciones blogueras, he reservado un hueco para mostrar cómo la literatura y el arte en sus diferentes formas se acercan al mundo de los homeless o gentes sin hogar. Un fenómeno del que no se libra ninguna de las ciudades del mundo occidental que he visitado recientemente. En Hamburgo, la calle principal de Sankt Pauli estaba plagada de gente que había dormido allí. Eran tantos que habían colocado sus sacos de dormir en batería, unos junto a otros, para optimizar el espacio en la acera en que da el sol por las mañanas. Había gentes en distinto grado de deterioro, pero todos tenían unos excelentes sacos de montaña, que allí el frío y la humedad son cosa seria. En Berlín también encontré numerosos colgados y frikis amaneciendo tarde en sus cubículos callejeros, aunque en este caso hacía bastante calor.


Uno de los sectores artísticos que mejor refleja el desamparo de este personal es la fotografía. En Google encuentro algunos personajes bien conocidos para los que solemos transitar por el centro de Madrid. Por ejemplo, ese extraño ser que ven arriba, de sexo indefinido, vestido de mujer pero con envergadura y miembros típicamente masculinos, que pulula por el entorno de la Plaza de Neptuno. Cada día se la ve más exhausta, parece incapaz hasta de levantar la cabeza. A la izquierda el hombre sin brazos que se mueve por Sol y Preciados agitando el cubilete plástico para las monedas que sostiene con los dientes. No he visto a nadie que le dé dinero, su presencia horripila tanto que la gente lo rehuye. Recuerdo también a un chaval que, cuando mis hijos eran niños, andaba por el Retiro. Colocaba en el suelo un transistor, ponía temas de Michael Jackson y se esmeraba en imitar su forma de bailar. Luego pasaba la gorra. 20 años más tarde, lo he visto, ya mayor, repitiendo su número en la Plaza de Santa Ana. Tiene el transistor hecho polvo y ha perdido la flexibilidad de antaño. Ahora casi nadie sigue su actuación y hasta los grupos de músicos rumanos lo echan del lugar a pescozones en cuanto pueden. Otro que perdió el rumbo algún día.

Abajo un rufián que mantiene el sentido del humor, básico para no perder la dignidad. 

Y aquí el prototipo de homeless informatizado.                                                                                       

La literatura también ofrece referencias recientes. Acabo de terminarme una novela que se llama Yo zombie. Su autor es Oscar Urra, con quien compartí firma y caseta en la Feria del Libro 2010. Este hombre, escribió una trilogía de novelas policíacas ambientadas en el entorno de Tirso de Molina, que eran muy buenas. Su cuarta publicación me ha gustado menos literariamente, pero es muy interesante por otros motivos. Cuenta las desventuras de un zombie de Villaverde, que acaba viviendo con otros congéneres en un cuartel abandonado del barrio. La historia de cómo un joven estudiante de secundaria va deviniendo en muerto viviente, es una metáfora de esos procesos de degradación que llevan a las personas a terminar excluidos de la sociedad normal. Las reflexiones de este zombie, que cuenta su historia en primera persona, ilustran ese proceso con bastante precisión. 

Los vagabundos son una presencia tan arraigada en nuestras calles, que algunas ciudades les han dedicado esculturas casuales, esas que se erigen en la vía pública dedicadas a personajes habituales y anónimos, como la que en La Coruña honra a las entrañables Catalinas. Abajo pueden ver algunas, situadas en Bergen (Noruega), Nueva York y El Vaticano, respectivamente. 


  







Queda por añadir la música. Para ello voy a recurrir a la Doctrina. Mississippi John Hurt fue un guitarrista de blues portentoso de los años veinte, reconocido como tal en todas las enciclopedias. Criado en Avalon (Mississippi), era un tipo que no necesitaba otros acompañantes, porque marcaba el compás con el pulgar y a la vez punteaba con el índice y el corazón, manteniendo los otros dos dedos apoyados en la madera. Todo eso mientras cantaba. Con la crisis del 29 tuvo que abandonar la música y dedicarse a trabajar de bracero. Y su rastro, como el de Sixto Rodríguez y tantos otros, se perdió por décadas, aunque el hombre no dejó de practicar con la guitarra y tocar esporádicamente en bodas y fiestas.

Casi 40 años más tarde, algunos críticos musicales del Este encontraron viejas grabaciones suyas y se afanaron en averiguar si vivía. Lo encontraron en su pueblo, ya anciano, y lo convencieron de que fuera a Washington, grabase algunos temas y diera algún concierto. El tipo murió pronto, pero antes tuvo la oportunidad de reivindicarse y ver como una multitud lo ovacionaba en el festival de Newport de 1963. Abajo uno de sus temas más conocidos. Aunque a veces les parezca que suenan dos guitarras, sólo hay una, la suya. Les pongo la letra para que puedan seguirla. El vagabundo llega hecho polvo después de patearse los caminos bajo la nieve y la ventisca. A la vista de un hogar calentito, se viene abajo y suplica a una mujer de manera obsesiva que le prepare un jergón (a pallet) allí mismo, en el suelo de su casa. Nadie puede contar mejor la exclusión que el que lo hace desde dentro, el que ha vivido su amenaza.


Make me down a pallet on your floor                            Móntame aquí un jergón en tu piso
Make me down                                                                  Móntamelo aquí
Make me a pallet down, soft and low                            Móntame aquí un jergón, suave y bajo
Make me a pallet on your floor                                       Móntame un jergón en tu piso

Up the country I’m going my home                               Subiré a mi tierra, voy a mi casa
I’m going up the country                                                 Voy a subir a mi tierra
By the cold sleet and snow                                            Por la fría ventisca y nieve
I’m going up the country                                                 Voy a subir a mi tierra
While  the cold sleet and snow                                      Mientras cae la ventisca y la nieve
No telling how much further I may go                           No te digo a dónde más puedo ir

Yes, make me down, make me down                           Así que móntamelo aquí, móntamelo aquí
Make me a pallet down, soft and low                            Móntame aquí un jergón, suave y bajo
Make me a pallet on your floor                                       Móntame un jergón en tu piso

Well, sleeping, my back and shoulders tire                  Bueno, durmiendo, mi espalda y hombros se cansan
Way I’m sleeping, my back and shoulders tire             Tal como duermo, mi espalda y hombros se cansan
The way I’m sleeping, my back and shoulders tired   Así como duermo, mi espalda y hombros se cansan
Gonna turn over and try it on the side                            Voy a darme la vuelta y probar a ponerme de lado

Oh make me down, make me down                               Oh móntamelo aquí, móntamelo aquí
Make me a pallet down, soft and low                             Móntame aquí un jergón, suave y bajo
Make me a pallet on your floor                                        Móntame un jergón en tu piso

Don’t let my good girl catch you here                             No dejes que mi chica te pille aquí
Don’t let my good girl catch you here                             No dejes que mi chica te pille aquí
Oh she might shoot you                                                    Oh, ella podría dispararte
Might cut and starve you too                                            Podría rajarte y hasta matarte de hambre
No telling what she might do                                            No te digo lo que te podría hacer

Yes make me down, make me down                              Así que móntamelo aquí, móntamelo aquí
Make me a pallet down, soft and low                              Móntame aquí un jergón, suave y bajo
Make me a pallet on your floor                                         Móntame un jergón en tu piso

Make it baby, close behind the door                                Móntalo, nena, aquí detrás de la puerta
Make it baby, close behind the door                                Móntalo, nena, aquí detrás de la puerta
Make me a pallet, close behind the door                        Móntame un jergón, aquí detrás de la puerta
Make it why your good man he’ll never go                     Hazlo, que así tu hombre nunca se irá

Oh make me down, make me down                                Oh móntamelo aquí, móntamelo aquí
Make me a pallet down on your floor                              Móntame un jergón aquí en tu piso
Make me a pallet on your floor                                         Móntame un jergón en tu piso

El domingo salgo para Polonia. Mañana sábado no creo que suba ningún texto más, aunque podría suceder. De modo que les deseo unas excelentes vacaciones. Que lo pasen bien. Y no se lo gasten todo, que está el mundo muy achuchado y no sabemos lo que nos espera. 

miércoles, 29 de julio de 2015

408. Gente sin hogar I

Iba a titular este post Homeless, pero al final lo dejo en español, para que no me regañen. Como les he contado, subí a los cines Ideal, para ver Amy (tranquilos, ya no voy a hablar más de esta chica). Ya en la parte final de la calle Atocha (tras cruzar Relatores), empecé a ver una densidad inusitada de personajes marginales y bastante hechos polvo, entremezclados con otros de aire más convencional, pero igualmente abatidos, muchos de ellos sentados en los escalones de los portales y todos ellos inmóviles, como esperando. Crucé por entre esa gente y accedí a la plazuela frente al cine: estaba igualmente abarrotada de personas de aire no muy animado. Observé que la mayoría sostenían en la mano un pequeño cupón amarillento con un número. En la plaza, haciendo esquina con los cines hay un comedor solidario, donde sirven un desayuno por las mañanas. Allí acude la gente en apuros o en riesgo de exclusión social, los expulsados de esta sociedad bipolar en la que vivimos. Pero nunca los había visto por la tarde.

Se trata del llamado Comedor Ave María, una institución puesta en marcha hace más de 4 siglos por los frailes de la Real Congregación de Esclavos del Dulce Nombre de María, fundada en 1611. En el comedor caben unas 60 personas y por la mañana dan seis turnos de desayuno, por lo que atienden cada día a 360 indigentes. Los que acuden, reciben un sándwich y medio litro de leche con galletas o magdalenas. Esa tarde noche, entre la gente que aguardaba con el número en la mano, se podían diferenciar varios subgrupos. Los mendigos de toda la vida, con sus barbas entrecanas y su piel ennegrecida de muchos años al aire libre. Los drogadictos y alcohólicos irrecuperables, con sus brazos esqueléticos, puro hueso y nervio. Los inmigrantes de diferentes etnias en distintos niveles de degradación. Pero entre ellos había también personas correctamente vestidas y aseadas. Abuelas con el aspecto corriente de las madres de cualquiera de ustedes (o la mía, si viviera). Caballeros con traje barato. Jóvenes con aire de oficinistas o pasantes. Estos son los nuevos pobres. Los pobres generados por la crisis de 2007 y las políticas de austeridad de Merkel y Rajoy.

He quedado en la puerta del cine y llego el primero, así que tengo la oportunidad de estar un rato entre estas gentes baqueteadas por la vida, que luchan por mantener la dignidad. Entre los drogadictos amagan trifulcas, brotan gritos, empujones, enganchadas de la camisa. Pero la sangre no llega al río. Elijo a un negro alto y de buen ver, recostado en el muro del cine. Me sitúo a su lado y le pregunto qué es todo este jaleo y por qué llevan todos el número. Me habla con acento cubano cerrado. Desde hace un tiempo, además de dar desayunos, han empezado a repartir bolsas para la cena. A partir de las 6 puedes llamar y te dan el número. Y a las 7 empieza el reparto. Me dice que aún estoy a tiempo de llamar al timbre y pedir un número. Gracias, pero yo vengo al cine, era sólo por curiosidad, yo de momento me puedo valer por mí mismo, no sé dentro de un tiempo. Me mira con atención y añade: señor, eso mismo decía yo hasta hace poco. Me alegro por usted, pero no se descuide, amigo, esto le agarra al más chévere. 

A las 7 se abre la puerta y los indigentes se arremolinan mostrando sus números. Poco después empiezan a salir los primeros, abriéndose camino entre el tumulto. Llevan cada uno una bolsa de plástico blanco en la que se transparenta el envoltorio de un bocadillo, una lata de refresco y alguna cosa más. Una señora mayor con chaqueta de punto sobre su rebeca a pesar del calor espantoso, se ha quedado sin número. Otra veterana reparte con ella su bolsa. Hay colegueo y buen rollo entre los expulsados del paraíso. Aunque la titularidad de la institución corresponde a los frailes citados, el servicio se presta por voluntarios laicos de la Orden Trinitaria. Además del comedor, en el lugar funciona un ropero y un consultorio denominado Servicio de Escucha y Atención Personal, donde se facilita asesoramiento jurídico, psicológico y de todo tipo.

No es esta la única institución que atiende a los marginados en Madrid. Los vagabundos que pululan por la ciudad tienen varios puntos fijos en el tedioso devenir de sus días. En la Parroquia de Santa María de la Cabeza, al comienzo de la Ronda de Segovia, dan una sopa a las 12 de la mañana. Muy cerca tuvimos instalada una caseta de información de Madrid Río y más de una vez me tocó ver como esas pobres gentes, después de comerse la sopa, cruzaban al Parque de Atenas, se desparramaban por el césped y se quedaban fritos por la modorra inducida por su única comida caliente del día. Al otro lado del río, en el comienzo de la Avenida de Portugal, la Cruz Roja gestionaba un albergue en donde podían pasar la noche. Al ser la Avenida de Portugal una autopista de salida de la ciudad y estar el albergue al otro lado, en el borde de la casa de Campo, su existencia no suponía un problema para nadie.

Cuando esta autopista, por efecto del proyecto Madrid Río, se metió en subterráneo y permitió recuperar la superficie para un bulevar, los indigentes se extendieron y empezaron a ser molestos para los vecinos de este lado. Tengan en cuenta que este albergue era sólo para pasar la noche. Por las mañanas les echaban. De allí salían los rumanos que limpiaban parabrisas en los semáforos del centro y las abuelas y falsos lisiados que mendigaban a la puerta de las iglesias. Pero los había también sin ocupación de ningún tipo. Estos, por las mañanas, se metían en los portales a dormir, a mear o a cagarse. Ya ven que hablo en pasado. Hace tres o cuatro años, el Ayuntamiento cedió a la presión vecinal y construyó un nuevo albergue para los vagabundos. Está on the edge of the town, al final del PAU de Carabanchel. Como ven, la conversión de una autopista en bulevar expulsó del lugar a un colectivo que antes no molestaba. Este tipo de consecuencias de una obra de mejora urbana, se suele designar en urbanismo con un palabro: gentrificación, transposición directa del inglés gentrification.

Además de la Cruz Roja, Cáritas y las diversas congregaciones religiosas que atienden a la gente sin hogar, hay unas cuantas fundaciones estrictamente laicas que trabajan en el mismo sector. Por ejemplo, la Fundación RAIS y la Fundación Tomillo. Ambas tienen actualmente sus sedes en edificios construidos sobre suelos cedidos por el Ayuntamiento en derecho de superficie. Esa cesión de suelos a instituciones de este tipo se efectuó cuando yo dirigía el Departamento de Patrimonio Municipal de Suelo, se llamó Programa de Suelo Solidario y se culminó en el año 2007. Además de las citadas, se beneficiaron del programa instituciones como APANEFA, que se ocupa de personas aquejadas de daño cerebral sobrevenido, o la Fundación del Padre Garralda, a quien tuve ocasión de conocer en persona, que atiende a drogadictos, independientemente de que quieran entrar en programas de desintoxicación o no. A los que rechazan la Rehab (nooo, nooo, no), simplemente les facilitan un lugar en donde pueden estar sin que se les mire mal ni se arrugue la nariz por lo mal que huelen. Y se les facilitan entretenimientos y terapias ocupacionales.

En la Web de la Fundación RAIS, se pueden encontrar una serie de datos espeluznantes. En España se estiman en 40.000 las personas sin hogar. En un recuento que hizo el Ayuntamiento de Madrid en diciembre pasado, se contabilizaron 1905 personas sin hogar. De ellas, 764 dormían al raso y el resto utilizaban la red de albergues. Son números modestos, pero que reflejan sólo el grado más extremo de la exclusión social. Se estima que el riesgo de exclusión social afecta a once millones de españoles, cinco de ellos en situación grave, aunque cuenten con viviendas o infraviviendas en las que pernoctar. Hay un índice de desigualdad que compara los ingresos de las capas más extremas de ricos y pobres. En España los valores de ese índice se han incrementado en estos últimos años, de forma que, en la Unión Europea, sólo nos superan Bulgaria y Letonia. Rumania o Polonia están mejor que nosotros.

La exclusión social parte de situaciones de vulnerabilidad (soledad, dificultades económicas, pérdida de seres queridos, enfermedades, desahucios, drogas). Cuando esa vulnerabilidad se concreta, aparecen sentimientos de culpa, vergüenza, desolación. Este mundo nuestro de capitalismo salvaje genera auténticos apestados, a los que luego aparta e ignora. Y finalmente, aparece la estigmatización. En España, más de la mitad de las personas sin hogar han sufrido agresiones, robos, amenazas o insultos. El 30% sufre una enfermedad crónica (entendiendo como tal también el alcoholismo). El 15% tiene alguna minusvalía. El 16% son enfermos mentales. Y, cada cinco días, muere una persona sin hogar en la calle, como un perro. Datos de la Fundación RAIS, una institución que facilita alojamiento provisional, tratamientos médicos y programas de reinserción laboral.

Creo que el porcentaje de gente sin hogar es lo suficientemente limitado en el mundo occidental como para que pudiera dársele una solución al problema con inversiones pequeñas, al alcance de cualquier gobierno sensible. Pero las administraciones de la derecha post-Thatcher no dedican muchos esfuerzos a un tema del que culpan muchas veces a los propios afectados (lo mismo que piensan que las mujeres se apuntan a la prostitución por vicio o por ganar un dinero fácil). En un programa de televisión siguieron a un vagabundo que, en cuanto reunía cuatro duros, se acercaba al colmado a por un tetrabrick de vinazo barato. El locutor le afeó su conducta, a lo que el tipo respondió: ¡Señor!, si no pudiera aliviar mi situación con un poco de vino, esto sería insoportable. Ante la inoperancia de las administraciones, han surgido numerosas ONGs que subsanan esa deficiencia a base de voluntarismo, en la medida de sus, muchas veces, escasos recursos. Ojalá que ninguno de nosotros tenga que recurrir un día a ellas.


lunes, 27 de julio de 2015

407. Amy, el león y los que se tocan las pelotas

Nos quedamos el otro día en que había ido a ver el documental sobre Amy Winehouse y que me había parecido muy interesante. El director, cuyo nombre no recuerdo (pueden buscarlo en Google) dice que se encontró con cientos de horas de filmaciones sobre esta mujer y tuvo que hacer una selección. Aún así, la película dura más de dos horas, en las que es posible asistir al crecimiento y decadencia de una artista única, que asciende a lo más alto con 22 años y muere totalmente hecha polvo a los 27. Como en todo documental, el director entrevista a muchas personas de su entorno, pero sus voces suenan en off, sin que se les vea nunca la cara, sobre las antiguas imágenes de Amy y con un letrero sobrepuesto que dice: voz de Menganito. 

En el film, uno descubre que a esta chica lo que le gustaba era el jazz. Amaba el jazz con toda su alma y usaba su voz poderosa como un instrumento más. Ella componía todas las canciones que luego grababa en estudio, aunque en los conciertos no tenía inconveniente en hacer versiones de temas de otros, que le gustaban. Para que entiendan lo que digo, les pongo aquí abajo una grabación de Amy, yo creo que con 18 o 19 años. A la artista se la ve gordita y saludable, vestida de forma sencilla, sin tatuajes ni moños, cantando libremente, casi a capella con una mínima base de guitarra y con un brillo en los ojos que luego perdería. Les pido que la escuchen. Su voz tiene una fluidez y una continuidad portentosas, como las de una fuga de Bach o un fraseo de B.B. King. Escuchándola, uno tiene la impresión de que podría seguir cantando indefinidamente, que se para porque en algún momento hay que terminar. Si esto no es jazz, que venga Dios y lo vea.


El documental explica cómo el éxito le sorprende sin esperarlo. Cómo se convierte en una máquina de generar beneficios a la que se apuntan de manera entusiasta su padre y una serie de gente de su círculo más íntimo, que no son capaces de frenar su adicción a las drogas y su deterioro progresivo, porque están ya subidos en un carrusel que les permite forrarse a unos niveles que jamás habían soñado. A Amy no le gustan los conciertos multitudinarios, necesita descansar y desintoxicarse, pero nadie la ayuda. Su padre no sale ciertamente muy bien parado en el documental. No es de extrañar que se haya mosqueado con el director. Uno de los que supo apreciar el potencial de esta mujer como cantante de jazz fue el gran Tony Bennet, una leyenda viviente. La voz en off de este hombre, con más de 80 años, es una de las que se escuchan en la película. Consternado, afirma que sólo ha escuchado cantar de esa forma a tres mujeres: Billie Holiday, Ella Fitzgerald y Amy. Abajo el dueto que grabaron ambos. Amy estaba ya muy mal, pero se esforzó en mantenerse sobria por un día, se pintó y arregló para la ocasión y sacó del olvido su voz portentosa para acompañar a su ídolo desde la infancia, en esta que finalmente sería su última grabación en estudio.


Así que, como suele decirse, entre todos la mataron y ella sola se murió. La cantidad de alcohol que se encontró en su frágil cuerpo, multiplicaba por 5 la tasa de alcoholemia que se admite para conducir, y superaba ampliamente la dosis mortal que puede resistir un ser humano. A su alrededor, una serie de botellas vacías de vodka, su último refugio frente al mundo. Si alguien le hubiera echado una mano, no sabemos lo que podría haber dado esta mujer a la música. Era muy buena. Estos días, aniversario de su muerte se ha vuelto a hablar de ella, como siempre para juzgarla, censurarla y echarla a los leones. A mí me parecen éticamente más censurables otras personas. Por ejemplo, el tipo que ha matado a Cecil, el león de Zimbabwe. El felino más querido de esa desgraciada tierra, antes llamada Rodhesia, apareció muerto, sin cabeza y sin piel. Dicen saber que fue un español el que se lo cargó, con un arco y una flecha. Pagó por ello 50.000 euros y tuvo que perseguir al animal durante dos días hasta que lo pudo rematar.

Dicen las informaciones que no se sabe la identidad del menda, pero que era miembro del Club de Cazadores de Zimbabwe, de donde ha sido fulminantemente expulsado. Que han detenido a sus dos cómplices, pero aun no saben quién es. ¿No les suena raro todo esto? UNO. ¿Cómo saben que era español? ¿Es que decía todo el rato coño, cojones y mierda? (Cortazar pintaba a sus personajes españoles diciendo tacos sin parar). DOS: En un país en el que la vida vale tan poco, no creo que hagan muchos remilgos a la hora de torturar a los cómplices detenidos para que desvelen la identidad del sujeto que los contrató. TRES. Los del Club de Cazadores sabrán su identidad, si no ¿cómo han hecho para expulsarlo? Entonces, la consecuencia es obvia. Se sabe quién fue. Y no se dice. Ergo, se trata de alguien conocido. La nómina de españoles capaces de pagar 50.000€ por hacerse una alfombra de león recién asesinado, digo yo que no debe de ser muy amplia. Quién será, será.

¿El Rey padre? No creo, ya salió muy escaldado con el tema del elefante y no está para muchos excesos. ¿Rodrigo Rato? Creo que no puede salir de España. ¿Bárcenas? No, por lo mismo. ¿Amancio Ortega? Por dinero, sí podría, pero no se le conocen aficiones cinegéticas tan letales. ¿Isabel Preysler, para su nueva casa con Vargas Llosa? No, esta señora no tiene tan mal gusto. La verdad es que no sé en quién pensar. Ortega Cano, que podría dar el nivel de horterismo, pues resulta que está todavía en el trullo. Lo mismo que Granados. ¿Artur Mas? No. Está muy ocupado con el procés, y además, esa costumbre lamentable de la caza, es típicament española, escolti. ¿Villar Mir? No me consta que sea cazador. ¿Florentino? Está en China. ¿Paquirrín? De gira. ¿El Chapo Guzmán? No, que es mexicano. No sé si a ustedes se les ocurre algún candidato. Lo que parece claro es que, antes o después, se sabrá quién fue el autor de semejante desaguisado.

Y hablando de conductas éticamente reprobables, qué decir de las llamadas telefónicas intervenidas al cerebro de la trama Púnica. Por si no las conocen, AQUÍ tienen la información en donde se detallan las conversaciones del sujeto. Y AQUÍ el análisis del tema que hace mi admirado Lorenzo Silva, preciso como siempre y centrado en las dos principales perlas del caso. La foto que sale en el artículo de Silva es cojonuda: el autor de tales perlas parece uno de esos dibujos animados que van andando y no avanzan, al estilo Pedro Picapiedra. También se da un aire a Agamenón: igualico, igualico, que el defunto de su agüelico. Un ejemplo más de mi teoría de que la gente lleva en la cara lo que es.

Hace unos años grabaron a un impresentable corrupto valenciano proclamando con convicción que él estaba en política para forrarse. Pues ahora, el ínclito José Miguel Moreno (por cierto, sustituto de Granados en la alcaldía de Valdemoro) da un paso más hacia la perfección: éste no sólo se ha forrado, sino que además lo ha conseguido tocándose las pelotas. Tal vez sea ese mi problema existencial más acusado: que yo no me hice funcionario para tocarme las pelotas y lo llevo fatal. Este hombre, sin embargo, está feliz. Para hacerse su fortuna, no ha necesitado ni estudiar ni esforzarse. Sólo tocarse las pelotas. Al menos los que rodeaban a Amy Winehouse, tenían que hacer un esfuerzo mayor.

Supongo que, tanto José Miguel Moreno, como el asesino de leones, si se les preguntase por Amy, torcerían el gesto en un guiño de repulsión hacia el personaje, desde una supuesta superioridad moral. Sin embargo, para mí esta mujer estaba bastante por encima de ellos. Esta mujer, mientras estuvo en sus cabales antes de sucumbir a la droga, fue capaz de crear una música muy bella. No creo que estos dos personajes la supieran apreciar. Probablemente, su padre y los demás que se forraron con su sobreexposición en macroconciertos agotadores, en vez de ayudarla, tampoco entendían su arte. Entre determinados planos éticos y estéticos no hay intersecciones. 

Si están en la playa, que disfruten. Si siguen aquí al caloret, paciencia. Parece que ya viene un alivio, aunque ya no sabe uno si creérselo. Besos y abrazos.
   

jueves, 23 de julio de 2015

406. En la cola del Bolshoi

El título alude a una historia a la que ya he hecho referencia, tal vez en más de una ocasión, no lo sé a ciencia cierta, ya saben que tengo la memoria al pil pil (excepto esos grumos que se me representan con claridad). Octubre de 1917. Los aristócratas de San Petersburgo hacen cola bajo la nieve para entrar en la Ópera y asistir a la representación del Bolshoi. A su lado empiezan a pasar milicianos armados a la carrera. Se dirigen al Palacio de Invierno, la residencia tradicional de los zares, que hace tiempo que viven en otro lugar. Allí está ahora instalado el primer ministro Kerensky, el hombre que ha encabezado la primera revolución, la de febrero, en la que el zar fue derrocado. Kerensky, se verá arrasado por la revuelta que él mismo inició, como ha sucedido históricamente con muchos aprendices de brujo, devorados por su propio invento (y como le pasará posiblemente a Artur Mas).

A lo que vamos. Los desarrapados revolucionarios pasan raudos. Tienen prisa por llegar a su cita con la Historia. Y los aristócratas los miran pasar sin inmutarse. Tal vez algunos de ellos intuyen que aquello puede afectar a su pequeño mundo de lujo y abundancia, que creen bien protegido. Pero no hacen nada. Sólo esperan para ver el ballet. Llevan buenos gabanes y gorros de astracán para el otoño helado de San Petersburgo y se sienten seguros. La toma del Palacio de Invierno por los bolcheviques marcará un punto de inflexión en la historia de Rusia y en la de toda la Humanidad. El relato de esta escena se encuentra en el libro Diez días que estremecieron al mundo, escrito por el periodista norteamericano John Reed, al que pilló la Revolución de Octubre en primera fila. El mismo Reed que, de vuelta a su país, fundó con otros el Partido Comunista de Estados Unidos. Tuvo que salir por piernas y volver a Rusia, donde murió de tifus a los 32 años. Está enterrado en el Kremlin. En 1981, se filmó una película sobre su figura: Reds (Rojos), escrita, dirigida, producida e interpretada por Warren Beatty.

En fin, enlazando con mi post anterior, aquí estamos todos en la cola del Bolshoi. Se intuyen grandes perturbaciones en el mundo. Pero nosotros seguimos a lo nuestro. Recogiendo la basura, pagando la hipoteca, preparando las vacaciones en la playa. Como si no fuera a pasar nada. Mi post inmediatamente precedente ha desatado una serie de comentarios. Dice la gente que no me reconocen. Que yo soy un optimista inveterado y ese texto es profundamente pesimista y agorero. Que les preocupa el hecho de verme tan desanimado. Es posible que tengan razón. Supongo que estoy en un momento bajo, resultado de varios factores. Primero, el bajón tras mi aventura alemana, en donde me lo he pasado tan bien. Segundo el hecho de regresar a mis trabajos municipales y ver que el cambio que con tanta ilusión esperábamos, se queda por ahora en agua de borrajas, o en parto de los montes. Y para colmo, el calor extremo, que no hay quien lo aguante.

No obstante, ese post del que hablamos tiene varias lecturas. Por un lado, mi acreditada falta de acierto como pronosticador se somete una vez más a la prueba del algodón. Como sé que siempre me equivoco, pues a ver si esta vez mantengo la tendencia, no pasa nada, somos felices y comemos perdices. Inshallah. En segundo lugar, es bueno que estemos avisados. Hay muchos riesgos en el aire. Yo confío en que haya alguien por ahí que se ponga las pilas y evite esa pronosticada debacle del mundo occidental. Pero no se equivoquen: ahora mismo hay una falta generalizada de liderazgo (excepto por el lado del Papa Curro). Obama es un verdadero mandiles y no lo veo yo ni siquiera mandando unos cuantos portaaviones a restaurar el orden, suponiendo que fuera necesario. En tercer lugar, si alguna de estas amenazas se concreta, siempre podré proclamar eso de No me digan que no les avisé. Y, si estar alerta nos ayuda a protegernos mejor, pues bienvenido sea.

Digamos también que, aunque nos entristezca que se vaya a la mierda este mundo creado después de 1945 en el que tan felices hemos sido, pues tendremos que admitir que no era un mundo más justo que el de la Rusia de los zares y que lo que nos pase lo tendremos bien merecido. Como les conté en el Post #340de los 7500 millones de habitantes actuales de la Tierra, 2000 carecen de alojamiento estable. En esa cifra no están incluidos okupas, personas que se construyen ilegalmente su casa, ni gentes que se guarecen en infraviviendas hechas con materiales sólidos. Estamos hablando de terrícolas que viven en cuevas, campamentos, chabolas hechas con cartones sobre suelo de tierra, asentamientos provisionales de refugiados o, directamente, en la calle, a la intemperie. 2000 millones. Por no hablar de los 900 millones que pasan hambre. Eso no es sostenible. Los que habitamos este paraíso que solemos llamar Occidente, somos una minoría de privilegiados, cobijados bajo un techo de cristal que no resistirá las pedradas el día que lleguen.

Pero no se preocupen. Yo soy el primero que vive en la cola del Bolshoi, y seguiré contando mis reflexiones y mis afanes para entretenimiento de mis seguidores, compañeros de castillo encantado. Este malestar que les he trasladado en el anterior post y medio, no me impide seguir con mi vida como si nada. Así que ya no les acongojo más. Mis disculpas. Paso a hablarles otra vez de las minucias de mi devenir cotidiano, que tanto les interesan. Para la primera quincena de agosto tengo preparado un viaje a Polonia, similar al de Rumanía del año pasado: senderismo, naturaleza, algunas ciudades (Varsovia, Cracovia), algunas visitas destacadas (Auschwitz, minas de sal de Wieliczka). No viajo solo esta vez, así que no me llevaré el ordenador y les daré vacaciones de blog. El descanso nos vendrá bien a todos. Yo creo que es este ínterin entre Alemania y Polonia lo que se me está haciendo cuesta arriba, tal vez por el calor y la calma chicha laboral.

La vida sigue, como les digo. Durante ni periplo alemán no he hecho ningún tipo de deporte, pero, al volver he recuperado mis dos días de natación a la semana. Lo que pasa es que el Polideportivo Luis Aragonés está cerrado hasta el 1 de septiembre y me he tenido que buscar otro. Ahora voy al Municipal de Barajas, que es cojonudo. Tiene las paredes acristaladas, de forma que ves los jardines mientras nadas. Me preocupa lo que hará en estos dos meses mi colega el Cangrejo Taciturno. En qué ocupará ahora su tiempo, con este calor y sin poder ir a la piscina en la que se pasaba todas las tardes. El único del faunario que se ha trasladado también a Barajas es el que dimos en llamar El Efebo Griego, el tipo que se estira largamente en la ducha, de cara al personal. Incluso me saludó, reconociéndome, la primera vez que nos vimos en Barajas. De todas formas, en agosto cierra también esta piscina. Mi plan es empezar a correr el 15 de agosto (espero que el calor haya bajado) y hacer este año la temporada como Dios manda. Y en septiembre volver a nadar un día por semana.

Por lo demás, ese tiempo de finales de agosto será como siempre el momento de los grandes proyectos para el año lectivo que comienza, la hora de las buenas intenciones. Que no siempre se cumplen. Yo tengo unas cuantas ideas en cartera. Por un lado, he de revisarme la vista. Así como por llevar la contraria, resulta que sigo viendo bien de cerca sin gafas. Pero de lejos no es lo mismo. Aun leo bien los subtítulos en el cine, pero empiezo a no distinguir los letreros de las carreteras, sobre todo de noche, hasta que estoy casi encima. Otro proyecto: organizarme una clase de inglés. Con alguien que mejore mi conversación. A ser posible una mujer y a ser posible guapa. Me han dicho que mi pronunciación es muy buena, y eso debe ser un acicate para mejorar vocabulario y recursos orales. Y por último, dar unas clases de natación, para ampliar estilos. No creo que sean demasiadas cosas.

Cambiando de tema, con la inexorabilidad de un reloj callejero bien engrasado, la unidad de Recursos Humanos del Ayuntamiento, ha puesto en marcha conmigo su poderosa maquinaria. El otro día recibí una carta en mi casa, en la que me recuerdan que estoy a seis meses de cumplir 65. Con tal motivo, me conminan a presentar en registro a la mayor brevedad (sic) un par de documentos: una fe de vida, en donde se acredite mi fecha de nacimiento, y un informe de vida laboral. Ya los he pedido (ahora se hace por Internet). Comparando ambos documentos, los avispados funcionarios de Recursos Humanos harán una comprobación, cuyo resultado ya conozco. Si yo tuviera ahora mismo 36 años cotizados, me podría ir ya sin perder casi pensión. No es el caso, tengo sólo 33. Eso me obliga a quedarme hasta el 19 de junio, como ya se ha comentado en el blog.

La petición de reengancharme la tengo que presentar entre el 19 de diciembre y el 19 de enero. Creo que lo haré, y respondo así al último comentario del bueno de Alfred. Está claro que eso es lo que más me conviene, porque luego puedo irme cuando más me convenga o me apetezca. Supongo que me lo firmarán (si no, todavía le puedo partir la cara a algún desagradecido). Pero no descarto marcharme al comienzo del próximo verano. Es un tema que, por ahora (si mantengo mi buena salud) sólo depende de una cosa: que se termine esta calma chicha exasperante y que me involucre en tareas que, de alguna forma, me generen un mínimo de ilusión. Yo le pido al trabajo tres cosas, que normalmente van juntas y se realimentan entre sí: sentirme útil, aprender y divertirme. Si no me asignan una tarea que tenga esos tres componentes, pues, en cuanto pueda, salgo de naja.

Por lo demás, hoy hace cuatro años que murió Amy Winehouse, una figura única, cuya música no se parece a la de ningún otro artista. Ayer fui al cine a ver el documental sobre su vida titulado Amy y recién estrenado. Ya les cuento. De momento les dejo aquí una de sus canciones más conocidas, con un vídeo un tanto fúnebre, para seguir con el tono dominante.





martes, 21 de julio de 2015

405. No reason to get excited

Eso, que no se pongan nerviosos, que no hay motivo para ello. Todos tranquilos. La situación no invita precisamente al optimismo, pero hay que mantener la calma. Para empezar, el calor sigue sin remitir. Uno consulta la prensa y todos los medios coinciden en anunciar que ahora llega la cuarta ola de calor, que el bochorno repunta después del alivio del fin de semana. Pero ¿de qué alivio hablan? Yo no he dejado de sentir un calor insufrible, ni el sábado ni el domingo. Ni un poquito de aire en movimiento. Esta es la ola de calor más larga e intensa que se ha visto por estos pagos, por mucho que traten de camuflarla con falsos alivios que nadie nota y repuntes igualmente ilusorios porque, si no ha habido alivio, cómo va a haber repunte. Trucos para no reconocer que el cambio climático ha llegado. El cambio está aquí, y nadie hace nada por invertir la tendencia de consumir por encima de las posibilidades del planeta. Pero no hay que ponerse nerviosos. Aquí el chiste de El Roto de hace unas cuantas semanas.


Tampoco nos debe preocupar el aumento continuo de población. Tranquilos, hombre. Hay mucho terreno libre todavía. Si dijo Esperanza Aguirre que en el territorio español hay hectáreas y hectáreas de eriales y terrenos baldíos, susceptibles de ser edificados, pues no vean lo que queda en Mongolia y en las extensiones desérticas que en el mundo abundan. Podríamos llenarlo todo de viviendas y cabría mucha población ahí. España podría exportar a Villar Mir, Florentino y otros emprendedores patrios, que rápidamente construirían ciudades sostenibles, con el informe de impacto ambiental de serie. A lo mejor hasta podemos mandarles al Pocero Bueno, a que haga otra vez el agosto.

El único problema es que el consumo de carne para esa población hipotética sería muy poco sostenible. Ya lo es el actual, como pueden ver en el reportaje al respecto publicado en El País la semana pasada, que pueden leer AQUÍ. Pero no hay motivo para asustarse ni para ponerse nerviosos. A lo mejor falla antes el asunto del agua, como le ha pasado a los de Ferrol. O se peta la electricidad como ya ha sucedido en California en varias ocasiones. ¿Se imaginan estos días sin aire acondicionado, ni frigorífico? Pero nada. Nosotros a lo nuestro. A tumbarnos a la playa y a bañarnos en el mar lleno de medusas. Y sin dejar de mandar polladas por el móvil todo el rato. Y luego, una paellita llena de arena y una buena siesta bajo un pino.

Hay amenazas más próximas y directas, pero tampoco tenemos que preocuparnos. Qué decir del ISIS. Ayer se produjo un atentado que supone un salto cualitativo importante, porque los terroristas entraron en territorio turco. Allí, en la ciudad fronteriza de Suruç se habían concentrado un montón de chavales turcos de grupos de izquierdas, que pretendían cruzar a Kobane, del lado sirio, para ayudar a la reconstrucción de esta ciudad, devastada tras cuatro meses de dominio islamista y reconquistada por los kurdos. En medio de los chavales se inmoló una pobre mujer, forrada de explosivos, con el resultado descrito. Cruzar de Kobane a Suruç es sencillo, lo sé de buena tinta, porque en Kobane está el hijo de un amigo mío, ayudando a que aquello se parezca a un mundo normal y justo. Yo le diría que saliera de allí cagando leches pero, como no creo que me haga caso, pues le mando desde aquí un abrazo muy fuerte. Todo ese horror transcurre en territorios superpoblados, no en desiertos de Mongolia. Allí hay familias y hay niños. La organización Save the Children ha publicado recientemente un vídeo que les pongo  para que lo vean.


Siguiendo nuestro acercamiento a problemas más próximos, pues ahí tenemos la tragedia de la guerra civil de Ucrania. Despues de año y medio, las informaciones son precisas: seis mil muertos, la mayoría civiles, medio millón de desplazados, y la industria de las zonas de Donetsk y Lugansk funcionando a un 20%, agravando la asfixia económica de este desgraciado país, siempre en el centro de los conflictos. Putin es un elemento bastante peligroso, que no está dispuesto a que Ucrania se integre en Europa y en la OTAN, como ya hicieron los Países Bálticos y los demás estados soviéticos, tras la caída del telón de acero. Este hombre no se detiene en minucias. ¿Que la constitución rusa dice que no puede ser reelegido? Pues pone a un hombre de paja para un segundo mandato y así puede él volver para un tercero. ¿Que sale un opositor reuniendo datos de su implicación en Ucrania y convocando marchas anti-Putin? Solución fácil: cuatro tiros a bocajarro. AQUÍ  tienen la información.

Pero Europa se ha desentendido de este molesto conflicto. No hay tiempo para ayudar a Ucrania, centrados como estamos en el empecinamiento por machacar a Grecia, donde el amigo Tsipras ha resultado un bluff, que lo único que ha conseguido es retrasar y agravar la camisa de fuerza a un país que nunca debería haber entrado en la Unión Europea. Tsipras ha peleado contra un enemigo despiadado, con la misma ingenuidad que Don Quijote contra los molinos. Y ha salido igual de escaldado. Como siempre, la voz de mi amigo y tocayo Emilio de la Peña, precisa el asunto desde el punto de vista técnico. Véanlo AQUÍ. Pero tampoco por esto debemos de preocuparnos demasiado. No pasa nada. La Unión Europea nació para evitar que los alemanes provocaran una nueva guerra mundial (la tercera según las cuentas oficiales; la enésima si contamos la de los 100 años y todas las anteriores). Ahora, la señora Merkel ha entrado en una deriva autoritaria que en cierta forma pervierte el espíritu original. Pero no hay que ponerse nerviosos.

Nosotros a lo nuestro. Los catalanes siguen con su raca-raca. Todo lo que sume para llegar a la independencia, es bienvenido. Raül Romera, que ha sido durante años el azote de CiU (pueden comprobarlo AQUÍ), pues ahora se da besos en la boca con Artur Mas. Por cierto, eso de ponerle una diéresis al nombre, para que resulte menos español, es tan ridículo, como que en el País Vasco haya un político rebautizado como Pernando Barrena. Los vascos se están rearmando también y ahora gobiernan en Navarra. No sé cómo es posible que, en una comunidad en donde los abertxales son minoritarios, puedan llegar a hacerse con el poder. Debe de ser por el denostado sistema D’Hont. Volviendo a Cataluña, a mí me parece bien que voten. Yo creo que el pueblo ya tiene toda la información y confío en el tradicional seny de los ciudadanos de esas tierras. Pero allí se ha dejado que determinados sujetos (como Pujol) empollaran el huevo de la serpiente durante 30 años, y el resultado es ahora mismo muy incierto.

Pero, como les he repetido varias veces, no hay que ponerse nerviosos. A veces, un clavo saca a otro clavo. Me explico. A lo mejor, los catalanes se independizan. A lo mejor, España les manda los tanques y se arma una guerra localizada. Eso nos empobrecería al nivel de Grecia. La Unión Europea no nos echaría una mano, como no se la esta echando a Ucrania. Los países desertarían en masa del euro y la Unión se iría a la mierda. En ese momento, Putin aprovecharía para reconquistar los antiguos países soviéticos, empezando por los Bálticos y siguiendo por Polonia, Hungría y los demás. Aprovechando para pillarnos entretenidos en este conflicto, los Islámicos se aprestarían a organizar su cruzada contra Occidente y nos pondrían a todos mirando a La Meca, vestidos de naranja. Finalmente, la escabechina general terminaría por controlar la superpoblación de la Tierra, y dejaríamos de deteriorar el medio ambiente. Y ya no pasaríamos olas de calor como esta. Me refiero a los que quedásemos con vida.

Mientras llega este Armageddon, a mí me están entrando unas ganas enormes de ejercer el derecho a decidir, e independizarme de este mundo empeñado en volver a la primera mitad del Siglo XX, cuando no a la Edad Media. Para subrayar mi conversión en soberanista individual militante, por una Arcadia Unipersonal Efervescente, empezaré por cambiarme el nombre. A partir de ahora me voy a llamar Hëmîliõ Mårʧĵɳěż. A lo mejor es que estos sesenta años de paz y prosperidad (más o menos los que yo tengo), han sido sólo una ilusión. Just an illusion. Buenas tardes.




viernes, 17 de julio de 2015

404. Summertime


Arriba tienen a la simpar Ella Fitzgerald interpretando la conocida canción de George Gershwin, dedicada al verano. Esta señora sudaba a mares y usaba grandes fulares para aliviarse de la incomodidad. Dudo que hubiera sobrevivido al verano madrileño de este año. Yo no recuerdo una ola de calor extremo como la de estos días, y llevo en Madrid desde 1968. Jamás he sufrido un bochorno tan intenso y prolongado. Es un calor asqueroso, pegajoso, repugnante. Es que no se puede salir a la calle. Es que el otro día hicieron en la Puerta del Sol una fondue directamente sobre la tapa de una alcantarilla. Es que no sé cómo los pajaritos no caen del cielo, directamente fritos al plato de los esforzados parroquianos, que sufren el sofoco con entereza y paciencia. ¿Será culpa de Rita Barberá por haberse inventado eso del caloret? Por el barrio andamos todos preocupados. Luis, del restaurante La Pitarra, dice que no cree haber vivido una ola de calor tan larga como esta. Corrobora tal apreciación mi nunca bien ponderado Álvarez, casi 50 años de camarero en El Brillante.

A Álvarez y sus compañeros les han puesto un uniforme nuevo de verano completamente negro y están que trinan. Con el apresto de los tejidos recién estrenados, se cuecen en su salsa. En El Brillante celebran todos los martes el día de San Calamar. Ese día, el bocata-calamares con una caña vale en la barra 4,90€. El martes pasado quedé allí con Lisardo, aunque ni él ni yo tomamos casi nunca calamares, por la cosa del colesterol. Quería, como todos los años, desearle un buen verano. Ya me ha perdonado por no abrir una cuenta de Twitter para propiciar que cada entrada de mi blog la vieran instantáneamente miles de seguidores. Sin Twitter, por aquí entran en torno a 40 visitas por post, de media. Si descontamos los amigos y unos cuantos enganchados a mi prosa, una auténtica miseria. Pero yo no quiero más. El problema es que Lisardo, desde que se ha jubilado como ordenanza del Ayuntamiento de Madrid, tiene un excedente de energía mental, al que ha de dar salida. Y siempre ha sido un genio de la economía creativa y la gestión cultural.

Su última ocurrencia: –Don Emilio, hágame caso, usted lo que tiene que hacer es buscarse una editorial que le publique una antología de sus mejores posts. Ya tengo hasta el título: Las mejores reflexiones de mi carrera, o bien: Tres años reflexionando a la carrera.  –Pero, Lisardo –le digo–, que mis mejores posts están llenos de fotos y vídeos musicales. ¿Cómo se come eso? –Pues muy fácil: un libro-disco y ya está. Ya me veo en la Feria del Libro aguantándole el atril para las firmas. Usted, cuando necesite un soguilla que le lleve el maletín, ya sabe que ninguno como yo. Me cuenta luego que estuvo a punto de presentarse en mi conferencia a los del Credit Agricole, a partirle la cara a los traductores, para que pudiera hablar en francés como yo quería. Y que estuvo muy preocupado por mi corazón pero se reprimió de llamarme, porque confiaba en el refrán ese de la mala hierba que nunca muere. Lisardo está en plena forma, se le ve gordito, saludable y bronceado. No parece afectarle el bochorno.

Otro de los personajes que suele aparecer por El Brillante es El Moro. Es un marroquí de edad, al que recuerdo por el barrio desde siempre. Entra por un extremo del bar y sale por el otro, tras recorrer las barras con su paso renqueante, ofreciendo distintas mercancías (lo último, unos llaveros con linterna mini incorporada, que muestra ensartados en un anillo plateado). Yo le digo que no quiero nada de lo que vende, pero que lo convido a un té o lo que quiera. Como buen musulmán, no bebe alcohol. Un día me contó que se llama Ahmed y lleva 37 años en Madrid, así que llegó recién estrenada la democracia. Álvarez sabe cómo chincharle para que largue. El martes, mientras fregaba unos vasos, así como al descuido, le soltó: –Escúchame, tú, Moro. Me han dicho a mí que la piedra esa de granito del Valle de los Caídos se ha empezado a mover. Que Franco va a salir de la tumba. Que va a volver al poder, a darles pa’l pelo a todos.

Ahmed se enciende: –¡Ah! ¿Ese? ¡Un cabrón! Tenía la Guardia Mora. Todos de mi pueblo. Y les disía: tú tienes que morir aquí para protegerme, que luego vas a resucitar en tu tierra. Pero ni uno volvió por allí. Lisardo sigue a lo suyo. Dice que, si el libro triunfa, habría que empezar a pensar enseguida en el tomo dos. La conversación transcurre en un bar medio vacío; con este calor la gente se retrae de salir de casa. El Moro se ha retirado con su paso renqueante. No parece afectarle el calor. Álvarez y sus compañeros se transmiten las comandas a voz en grito, como se hace en los bares españoles. Me comentaba mi hijo Lucas hace unos días en Leipzig que, en toda Europa, el servicio de bares y restaurantes es malísimo, que en ninguna parte se sirve como en España. Y yo creo que eso va ligado directamente al sistema de vociferar las comandas. Al respecto les voy a narrar una anécdota que contaba mi padre. Pero antes, otra versión fastuosa del Summertime de Gershwin: la que cantó Janis Joplin hace casi 50 años.


Mi padre estudió Medicina en Madrid en los años veinte. La Facultad, como quizá sepan, estaba en el actual Museo Reina Sofía. Mi padre vino a estudiar a Madrid desde su pueblo manchego con una beca, de la que vivía modestamente. Se alojaba en pensiones baratas en el entorno de Atocha, donde yo vivo ahora. Y comía  de costumbre en un restaurante económico de los de la época. Allí observaba al personal como yo lo hago ahora y como lo han hecho siempre mis hermanos, que esto es cosa de familia: con perspicacia, con humor, pero siempre con cariño. Entre los contertulios habituales del comedor estaba don Próspero, un abuelo que malvivía en algún cuartucho del  barrio y que, contradiciendo su nombre, andaba apurado de dinero, como tantos por entonces. Don Próspero pedía el menú del día, pero gustaba de llevarse un panecillo a casa para reforzar su magra cena. El problema era que también quería comer a mediodía con pan.

A la vista de que la calidad de los postres no era muy acreditada, don Próspero había ideado una solución: pedía cambiar el postre por un segundo pan, pero debía plantearlo de entrada, porque en caso contrario le cobraban aparte el panecillo extra. Era un hombre muy tímido, al que no le gustaba llamar la atención. Sin embargo no podía evitar una escena que se repetía a diario, para solaz de los contertulios. Con el comedor a rebosar, don Próspero llamaba a uno de los camareros y en voz baja le proponía el trueque, rogando que, si se admitía, se hiciera con discreción. Pero el camarero, avisado por sus compañeros, indefectiblemente proclamaba la petición a voz en grito: DON PRÓSPERO PROPONE: EL INTERCAMBIO DEL POSTRE POR UN SEGUNDO PANECILLO. Desde el fondo, el jefe remachaba: ACEPTADO. El aludido, colorado como un tomate, encogía la cabeza en las solapas raídas de su viejo gabán.

Historias de tiempos pretéritos. Hemos escuchado dos versiones del Summertime de Gershwin, pero la más popular de las canciones dedicadas al verano es un tema de 1970, del efímero grupo Mungo Jerry. El cantante Ray Dorset, con un grupo de amiguetes grabó ese año la canción In the summertime, cuyo vídeo les pongo más abajo. Era este un grupo de músicos aficionados y autodidactas, que reivindicaba la pereza y una cierta forma de guarrería, como concepto opuesto a la etiqueta y las normas rígidas de conducta de la sociedad inglesa. La letra de la canción es inequívoca: en verano, puedes tirarte a la bartola, es tiempo de salir, de beber y de ligar lo que puedas. Si su padre es rico, invítala a cenar, si su padre es pobre, déjate llevar por los sentimientos. Conduce a donde te lleve tu moto, háztelo en un área de descanso. Canta y baila todo el día, tócate las pelotas a dos manos, bebe lo que puedas, disfruta, que la vida es para vivirla. Más abajo se justificaba: no somos una amenaza, no somos unos guarros, no somos malos, queremos a todo el mundo pero hacemos lo que nos sale de los huevos. Escuchen la canción y vean la pinta que tenían los tipos.


Igual que el mensaje de Amy Winehouse muchos años más tarde (nooo, nooo, no), la letra de esta canción caló en la juventud de mi tiempo y se convirtió en una especie de referencia de conducta. El disco single llegó al número uno de ventas en todos los países y aun hoy es uno de los discos más vendidos de la historia. Ya les he dicho que tengo la suerte o la desgracia de tener una memoria a grumos. Tengo en mi cabeza una escena de la televisión en blanco y negro de aquel año. Igual que la de Martín Lutero King (todos los negros toman café) la recuerdo con total precisión, pero no he podido encontrar la filmación. Así que tendrán que creérsela. En ese tiempo, la reina Isabel de Inglaterra organizaba cada año la Gala del Disco, en el Royal Albert Hall, en la que se daba oportunidad de actuar a las estrellas del rock más rutilantes del momento, que luego saludaban a la reina y posaban para la foto de rigor.

En 1970, Mungo Jerry eran los reyes del cotarro, de modo que fueron invitados y, como es lógico, actuaron en último lugar. Los tipos aparecieron, de acuerdo con su filosofía de la vida, vestidos con unas camisetas viejas sin mangas y unos pantalones del trapero, probablemente sin haberse aseado más que lo imprescindible. Cerraron su actuación con su famosísimo In the summertime y el teatro entero rompió en ovaciones. En un momento dado, Ray Dorset se vino arriba, se acercó al palco de la reina y levantó los brazos al cielo para dar palmas animando a todo el público a seguirle. En la tele en blanco y negro, pudimos ver a este señor con su sonrisa de oreja a oreja, mostrando unos sobacos adornados con sendas matas frondosas, concordantes con su pelo afro, a pocos centímetros de la soberana, que daba palmitas educadas mientras miraba de reojo a la cámara, con una sonrisa de conejo, tras la cual se podía adivinar lo que estaba diciendo entre dientes: ¡qué tufo!, por favor, que alguien se lleve a este energúmeno lejos de mis narices.

He buscado en Internet alguna referencia sobre qué pasó con el bueno de Ray Dorset y su tropa. Con alegría he comprobado que Dorset vive todavía. Con 68 años, tiene el sustento asegurado a cuenta de los royalties de su canción más conocida. No sé a cuánto ascienden estas cosas, pero podemos imaginar que, cada vez que ustedes escuchan su canción en mi blog, el tipo se come una aceituna, por decir algo. Ray Dorset vive en una casa de campo en Bournemouth (Inglaterra), con su tercera esposa y sus seis hijos. De vez en cuando lo invitan a hacer algún bolo en las verbenas locales, donde ha de tocar su único éxito, pero no lo necesita para vivir. Abajo una foto actual. Está mayor, se ha cortado las patillas y es posible que su higiene haya mejorado, pero la sonrisa es la misma, la de un hombre convencido de que la vida es para vivirla. Imprégnense ustedes también de esta filosofía y sean felices si pueden.  


lunes, 13 de julio de 2015

403. De bajón a 40º

Finalizado mi periplo por Alemania, pues qué quieren que les diga: que me lo he pasado en grande en el viaje y que, desde el momento mismo del aterrizaje en Barajas, empecé a añorar mi vida de prejubilado viajero, sin comparación con la rutina mierdera del urbanismo madrileño en la que me he vuelto a sumergir. Estamos, sin duda, mejor que antes de las elecciones, pero queda tanto trabajo pendiente para llegar a una situación tan sólo neutra, que no sé si a mí ya me van a pillar. A un año escaso de jubilarme, me da mucha pereza la idea de reciclarme, de volver a involucrarme, de ganarme de verdad el sueldo que me paga el Ayuntamiento. Es mucho lo que se ha destrozado en estos últimos años a las órdenes de una concejala nula y paleta. Se ha destruido estructura, ilusión, referentes éticos. Se ha perdido impulso. Se han deshecho rutinas, procedimientos, documentos. Eso no se arregla en dos días y a mí me queda muy poco tiempo.

En mi aventura alemana he podido constatar que, fuera de España, Madrid literalmente no existe. Por ahí fuera se habla sólo de Barcelona. Y, si acaso, un poquito de Bilbao. No es casualidad. Barcelona tiene un equipo de al menos 40 personas dedicadas full-time a vender la marca local. En Madrid, durante el Trienio Negro, ha habido exactamente una o ninguna. Lo digo, porque lo que yo he peleado en este terreno ha sido finalmente a título personal y de manera clandestina. Les recuerdo que, si he hablado en tres universidades alemanas, ha sido usando mi tiempo de vacaciones, sin un mínimo apoyo oficial, sin que me dieran siquiera palmaditas en la espalda y haciendo el mínimo ruido interno posible, no fuera a enterarse de mi deriva la carcelera nazi que controlaba nuestro cumplimiento del horario.

¿Creen ustedes que esta situación es susceptible de revertirse? No en dos días. A los nuevos políticos del Ayuntamiento hay que darles tiempo. Son un equipo heterogéneo, en el que hay elementos valiosos contrastados, como la Alcaldesa, Inés Sabanés y, por lo que voy viendo, el nuevo concejal de Urbanismo. De momento, este señor ha hecho varias cosas muy bien. La primera, recuperar las competencias que su inútil antecesora se dejó arrebatar. Hablo de TODAS las obras en el espacio público, que le quitó Medio Ambiente. Hablo también de la política de movilidad. Y del mobiliario urbano. Y de la señalización. Y unas cuantas cosas más. Habrá tenido que pelear duro por ello, porque aquí nadie suelta nada de buen grado. Así que creo que este nuevo concejal tiene los fundamentos suficientes para un buen desempeño de su tarea y/o está bien asesorado. Además, como los demás de su equipo, ha confiado en los funcionarios municipales, renunciando a traerse sus propios carromerillos para los puestos directivos.

Mientras yo estaba fuera, se ha aprobado una nueva estructura funcional, en la que veo dos tareas en las que podría ayudar con ilusión. Una de ellas la difusión y participación en torno a las obras que se emprenderán. Es algo que ya hice en mi penúltima andadura municipal, en relación con Madrid Río y otros megaproyectos. Con mayor facilidad lo haría ahora, si de lo que se trata es de obras para dulcificar la urbanización, crear espacios para el peatón, construir carriles bici, disminuir la presencia del automóvil privado. La segunda de las tareas que me interesan es precisamente la difusión internacional de la marca Madrid. Veremos. Hay que dar tiempo al tiempo. Ahora mismo me siento como Iker Casillas. Hace cuatro años, yo era el rey del mambo municipal, tras una carrera siempre en ascenso. Entonces llegó una Mouriña y me dio por culo. Lo que más me duele es que contó con personas a las que yo consideraba mis amigos, como cómplices necesarios. Eso pasó y está asumido.

Mi problema es que, después de cuatro años tocándome las pelotas a dos manos, yo tampoco estoy seguro de seguir siendo un buen portero. Lo de Iker ayer fue patético. Un tipo que hace unos años tuvo que pedir por favor que se desistiera de una iniciativa ciudadana respaldada por cientos de firmas para que Móstoles bautizara una calle como Avenida de la Madre que lo Parió a Iker Casillas. Y ahora ha de irse del equipo de sus amores por la puerta de atrás, para no seguir escuchando los silbidos de la grada, de los que su club no le protege. Y sólo pedía ya despedirse del club arropado por sus compañeros y ni siquiera eso le han dejado: el club ha estirado la negociación adrede, sólo para que el resto del equipo se fuera a Australia. No más cerca, no fuera que alguno se cogiese un avión para asistir a la despedida de Iker.

Pues así estoy yo desde hace cuatro años. Marginado por el poder y recibiendo silbidos a diestro y siniestro. Por eso me gustaría encontrar mi Oporto particular. Para pasar mejor este año que me queda. Ya sé que desarrollo una actividad paralela frenética, entre mis viajes, mis conferencias, el blog y lo demás. Pero, a nivel oficial, soy Casillas en el Madrí. Nadie. Eso sí, puedo gritar bien alto: Δεν ελπίζω τίποτα, δεν φοβούμαι τίποτα, είμαι λέφτερος, es decir: No espero nada, no temo nada, ¡soy libre! Hermosos versos de Nikos Katzanzakis, el autor de Zorba El Griego, cuya música, tocada en una calle de Toronto, les puse hace unos cuantos posts. He aquí otra negociación que se ha estirado contra natura, como la de Iker. Los matarifes europeos han perseguido a Tsipras, verduguillo en mano, hasta que ha doblado. Hace una semana le ofrecieron bajarse los pantalones, se ofendió y convocó un referéndum. Su pueblo le dijo mayoritariamente que no lo consintiera. Entonces volvió a Bruselas envalentonado. Resultado: se ha bajado los pantalones y encima tiene que pagar la cama.

En esto de Grecia, se han escuchado ya tantas exageraciones en relación con el desastre de país que tienen, lo informales y chorizos que son, que ya no sabe uno qué creerse. Sin embargo, una pluma tan imparcial como la de mi admirado John Carlin no puede mentir al respecto. Lean AQUÍ lo que dice este señor, cuyos datos son siempre fiables y contrastados. Si esto es cierto, Tsipras no es desde luego el principal culpable del desaguisado, pero ha mostrado una ingenuidad y una bisoñez alarmantes, a la hora de negociar con los lobos de Bruselas. Ha quedado mucho mejor Varoufakis, que se ha largado con viento fresco. Tsipras ha ido de farol con sus coqueteos con Rusia, pero no ha colado.

Al final, detrás de todo, están las razones geoestratégicas. ¡Válganos Zeus! Grecia fue admitida en la OTAN para tener un aliado contra Rusia en sus mismas barbas. Y se forzó su ingreso en la Unión Europea por lo mismo, y de paso para venderles aviones de guerra y hacer negocio. No importó que su estructura administrativa y económica fuera impresentable, incluso se le mandó a Goldman Sachs (con Draghi, el de los pedos, a la cabeza) para ayudar a falsear sus cuentas. Por lo mismo se admitió en ambos clubes a Estonia, Letonia y Lituania, a pesar de que el régimen letón practica una forma suave de limpieza étnica, bastante poco ética. Cuando se trata de mantener la superioridad estratégica sobre Rusia, Occidente sabe mirar a otro lado. La Guerra Fría no ha terminado, por desgracia.

A nosotros también nos metió a capón en la OTAN el señor Calvo Sotelo. Y Felipe ganó las elecciones generales con una campaña que decía OTAN, de entrada, no. Pero, en cuanto fue presidente, amplió el eslogan: Y de salida menos. Y se puso a hacer campaña por el sí. ¿Recuerdan lo que nos decían los partidarios del sí? Literalmente: "es que, como no entremos en la OTAN no vamos a tener acceso a la alta tecnología norteamericana, tan necesaria para nuestro desarrollo". Ya les he contado que yo perdí una cena con una amiga: estaba convencido de que ganaría el no. Muchos españoles perdimos algo más en esa fecha: la inocencia. El que mejor cantó la decepción colectiva fue Javier Krahe, que ayer murió en mi querida Zahara de los Atunes (cuantos veranos pasados allí en mi otra vida). Krahe era un hombre íntegro, que siempre se rió del poder en todas sus formas. Su canción Cuervo Ingenuo fue censurada en la televisión de la época, como seguramente habrán leído. Pero este hombre siguió dando leña hasta el último día. En noviembre pasado, en uno de los conciertos que daba con regularidad en la sala Galileo Galilei, se decidió a interpretar esa canción, que llevaba 27 años sin cantar en público. E invitó para que lo acompañara al mismísimo Pablo Iglesias. Valga este vídeo de homenaje al bardo fallecido.


En fin. La actualidad manda y nos llegan las noticias por oleadas, mientras soportamos un calor de 40 grados. Grecia está cada vez más jodida. Rusia está destrozando Ucrania y amenaza veladamente a los Países Bálticos, que están acojonados. El Chapo Guzmán se ha fugado de la cárcel más segura de México, por un túnel con luz eléctrica y aire acondicionado (un túnel así querría yo, para escapar de mi realidad cotidiana). Y Casillas se va al Oporto. Javier Krahe ya no podrá reírse de todas estas cosas. Y yo aquí con mi blog como un gilipollas…  


miércoles, 8 de julio de 2015

402. TR#9. Ich bin ein Berliner

Palabras con las que terminaba el famoso discurso del presidente Kennedy el 26 de junio de 1963 ante miles de berlineses y en presencia de su carismático alcalde Willy Brandt. Todos los hombres libres, donde quiera que vivan, son hoy ciudadanos de Berlín. Por tanto, como hombre libre que soy, me enorgullece decir estas palabras: Ich bin ein Berliner. 50 años más tarde, yo me adhiero a esa frase. Yo también soy un berlinés. Por eso reservé dos días al final de este viaje ya finalizado, para recorrer otra vez las calles rebosantes de gente de esta gran urbe, una de mis favoritas, junto con New York y Ámsterdam. El primero se quedó en apenas una noche, como he contado, pero el viernes 3 de julio dispuse del día entero para vagabundear por ahí. No pensaba repetir el Museo Judío, ni el Pergamon y los demás de la Isla, pero hay un itinerario, digamos turístico, que siempre me gusta repetir. Desde este Madrid a 40 grados, rememoro ahora con nostalgia indisimulable mi recorrido por la ciudad soñada. Las fotos que tomé lo cuentan todo y creo que me voy a limitar a reproducirlas, con mínimos comentarios.

Tras el buffet by the face, me lavé los dientes, me calcé mi sombrero de paja de Vita Cola y salí Oranienburgerstrasse adelante. Se anunciaba un calor de 34 grados, lo que, con la humedad de Berlín es una temperatura seria. Recobré la orilla del Spree y eché a andar.



Pasé ante los kioscos desde los que se amenizaba al personal la noche anterior. Por ejemplo el Ampelmann Café. Supongo que saben la historia del Ampelmann, pero, por si alguno la desconoce, la resumo. En el momento de la reunificación, los muñequitos de los semáforos eran ligeramente diferentes en Berlín Este y Berlín Oeste. Los del Este llevaban sombrero. Las nuevas autoridades decidieron homogeneizarlos todos según el patron occidental (el que se suele ver en todas partes). Pero los berlineses se rebelaron en masa y las autoridades tuvieron que recular. El caballero tocado con sombrero, llamado Ampelmann, se convirtió en una seña de identidad del nuevo Berlín, símbolo de la libertad de pensamiento de los berlineses, que ahora se vende en llaveros, carteras, toallas y toda clase de objetos de regalo. Y que, por supuesto, sigue en los semáforos de la zona Este de Berlín, lo mismo que en Leipzig y las demás ciudades que he visitado en este viaje. Abajo el reclamo del Ampelmann Café.


Aquí la estación de S-bahn de Hackescher Markt. Un ejemplo de integración del transporte público. Bajo la línea elevada, los restaurantes que por la noche extienden sus terrazas en la plaza vecina.




Llegando a la Alexander Platz, la Marienkirche, Iglesia de Santa María, ante la torre de TV.


En el centro de la plaza, la gente se refresca observada por un Neptuno un tanto marujo.


Para mi sorpresa, el centro de la plaza, hacia la Karl Liebknechtstrasse, está destripado y despanzurrado por una obra típicamente gallardónica: la extensión de la línea del Metro. Y eso que saben por este blog que la deuda de la ciudad de Berlín asciende a 63.000 millones de euros, más de diez veces la de Madrid. Aquí uno de los carteles que anuncian la obra, con la foto de la máquina tuneladora y todo. 

























Y para que la cosa sea ecológica, aquí la valla que la rodea. Tiene cojones, la cosa.























Frente a la plaza, el fastuoso Ayuntamiento de Berlín, el Rotes Rathaus. Precioso edificio construido en el siglo XIX, de estilo renacentista, fue dañado por bombardeos aliados. Los soviéticos lo repararon y reconstruyeron minuciosamente, de acuerdo a los planos originales, y se convirtió en el Ayuntamiento del Berlín Este. Por cierto, todo este recorrido desde la Oranienburgerstrasse se desarrolla en el antiguo Berlín Este.

























Muy cerca del Rotes Rathaus, destacan las estilizadas torres de la Nikolaikirche. La iglesia y los restos del antiguo caserío medieval, sobreviven en el interior de una supermanzana cerrada.



Por huecos de esa supermanzana, se accede a un Berlín medieval, pueblerino y de pequeña escala.


























En ese microcosmos se encuentran cosas como este teatrillo, de anuncio bien sugerente.


Pero regreso a la parte sur de la plaza. En las panorámicas arriba, del Rathaus y de la Nikolaikirche, pueden ver que el espacio central está ocupado por las obras del Metro. Con preocupación, rebusco en el jardincillo, en busca de un hito de este recorrido, pensando que tal vez ha sucumbido a las obras gallardónicas. Pero no. Allí, en un olvidado parquecito, fuera de las rutas de los tour-operators, sobreviven las estatuas de Marx y Engels, reflexionando para siempre sobre la lucha de clases.


Tal  vez, no se hacen idea de la escala de esta hermosa muestra del arte realista soviético. Así que he buscado a una chica italiana para que me haga una foto en el lugar, para dar la escala. Además, así estoy a cubierto para cuando lleguen los soviets, con el concejal Zapata a la cabeza.


Para desengrasar, sigo por la Karl Liebknechtstrasse, hasta llegar a la magnífica Catedral.

























Ya la conozco y cuesta 5 euros la visita, pero merece la pena. Aquí el interior del Domo.



Desde la galería que rodea el Domo, a la que se puede subir, se contemplan vistas de Berlín, como esta.

























Frente a la Catedral se situaba el Berliner Stadtschloss, el Palacio Real de los Hohenzollern. Este enorme palacio fue seriamente dañado en la Guerra Mundial y, en este caso, el gobierno socialista de la RDA decidió terminar de demolerlo en 1950. Ahora, la señora Merkel y compañía se han embarcado en su reconstrucción. Como en Alemania no hay monarquía, han decidido convertirlo en el Museo Alexander Humboldt, en estos momentos, el mayor proyecto cultural de toda Alemania. Como se trata de un proyecto muy caro, han decidido que la gente ayude con sus aportaciones. Pero hay mucho personal que pasa del tema y hay que respetarlos. Así que se ha optado por construir delante del futuro palacio redivivo, un elemento rupturista, en donde puedes entrar, te explican por qué debes dar tu donativo y te muestran cómo será el museo. Abajo la maqueta del proyecto conjunto.


El elemento construido, se llama la Humboldt Box y es ya una nueva atracción turística, inaugurada hace cuatro años. Los berlineses la miran con cierta desconfianza y la han bautizado como La Hucha. La visita es gratis y, como imaginan, yo no dejé ni un euro.


Continuando adelante, la calle cambia de nombre y se convierte en la mítica Unter den Linden, Bajo los Tilos, equivalente berlinés de Times Square o la Puerta del Sol. Abajo el arranque de la zona más arbolada, con la estatua ecuestre de Federico el Grande y las grúas de la obra de Metro, que sigue por este eje. Con el calor reinante, los tilos en flor emiten un aroma embriagador y tranquilizante.


La Avenida Unter den Linden termina de manera natural en la Puerta de Brandenburgo, que da acceso al Tiergarten, el parque más bonito de Berlín. Pero precisamente por la Puerta pasaba el muro de Berlín y supongo que saben que los soviéticos demolieron la mayor parte del caserío de este lado, por cuestión de seguridad, para ver mejor a los que intentaban huir. Cuando la reunificación, hubo que reconstruir esa zona y se elaboraron ordenanzas rígidas para la plaza frente a la Puerta. Una de las entidades que compró terrenos en dicha plaza fue el banco alemán DZ Bank, que decidió radicar allí su sede. El problema es que encargó el proyecto del edificio al arquitecto Frank Ghery, el autor del Guggenheim de Bilbao y es sabido que este señor no es muy amigo de las ordenanzas y de las formas ortodoxas. No obstante, esta es su fachada.
























El vigilante que ven en la puerta te deja pasar al hall a hacer fotos, pero no más adentro. Ya sabe que todos los que le piden entrar son arquitectos. Porque el señor Ghery se vengó de la ordenanza de fachadas, construyendo el interior que ven abajo.



Al lado, la Embajada USA. Hace poco que allí se ha aprobado el matrimonio gay y todavía cuelga de la fachada la bandera arco iris.



Y llegamos a la Puerta de Brandenburgo.






















Pero descarto el Tiergarten y camino hacia la izquierda en busca del sobrecogedor monumento al Holocausto diseñado por Peter Eisenman. Caminar por entre estos bloques desnudos te encoge el alma y te recuerda que hay que mantener viva la memoria de este episodio, vergüenza de la raza humana, para que no vuelva a repetirse. Lo que se siente allí adentro no se puede expresar en fotos. Yo hice muchas y he seleccionado dos.





Por la Hannah-Arendstrasse se sale a buscar la Ebertstrasse en dirección a otro lugar icónico: la Potsdamer Platz con sus rascacielos cuya construcción financió en parte la reconstrucción de la zona del muro.



Aquí una pequeña exposición con restos del muro.



La huella del muro se refleja en el pavimento actual de Berlín con distintas texturas.






















El recorrido turístico puede seguir por la Leipzigerstrasse hasta alcanzar la Friedrichstrase. Tomándola hacia la derecha, se llega al Checkpoint Charlie, con el pequeño Museo del Muro, muy interesante, donde pueden verse los sistemas que ideaban los del Este para cruzar camuflados en maleteros y otras estratagemas. Más al sur, el Museo Judío y al fondo el Kreuzberg, el Malasaña berlinés. Pero yo estaba cansado y el sol era terrorífico a 34 grados con humedad de Berlín. Así que  opté por tomarme una weissbier en una de las terrazas interiores de la Potsdamer Platz y tomar luego la Friedrichstrasse hacia la izquierda, hasta la Oranienburgerstrasse. En el hotel, me eché una siesta, escribí un nuevo post y descansé lo suficiente para salir otra vez a repetir mi recorrido de la noche anterior. Les dejo unas cuantas fotos más. En la kermesse del Hamlet, hoy tocaba slowfox.



Danzantes de todo sexo, edad y condición.



El ambiente a la orilla del río.



Y los restaurantes de la Hackescher Platz.



Queda decir, que esa noche cayó un salmón a la plancha con medio litro de weissbier. Que dormí como un cura. Que al día siguiente hice la maleta por última vez con pena. Que desayuné otra vez by the face. Que fui en taxi al Tegel Flughafen. Que en el vuelo le di carrete a una profesora del Colegio Alemán de Madrid bastante vistosa. Que los 40 grados de mi ciudad no me resultaron excesivos, tras los calores berlineses. Y que llegué a casa y allí, en un rincón de mi mesita de noche, estaba el pen-drive perdido. Lo había colocado en ese lugar precisamente para que no se me olvidase cogerlo. Este era el estrambote que les reservaba. Ya ven que el asunto de mis jaimitadas de abuelo es más serio de lo que yo me creía. Sean felices.