Dicen algunos de mis lectores que
hay que ver cómo me tiro el moco con mi perfil de Blogger, que lo único constatable
es lo de funcionario menguante y lo demás son mis fantasías. Tal vez tengan
razón. Pero de fantasías y sueños (más o menos eróticos) se alimenta la poesía
que ayuda a mantener el ánimo en tiempos de tormenta. Bueno, lo de viajero y
vividor no hace falta que lo justifique mucho, a la vista de mi periplo a punto
de comenzar. En futuras entradas me extenderé sobre mi doble carácter de
escritor novel y corredor veterano.
Me dicen también que por qué
oculto mi condición de urbanista, actualmente en el ejercicio de la profesión. A
este respecto, tengo que confesar que pensé añadir a las facetas que integran
mi perfil una última que decía “urbanista, porque de algo hay que vivir”.
Llegué incluso a tenerla escrita. Pero la borré porque me pareció irrespetuosa.
La profesión de urbanista tiene toda mi admiración, mi cariño y mi respeto. Les
puedo asegurar que trabajar sobre el gran lienzo de la ciudad es una tarea
apasionante, divertida y muy gratificante. El plano de Silvestre Pérez del que
les hablaba el otro día es un buen ejemplo de ello. Cuando aprenda a importar
imágenes lo traeré al Blog.
Pero sucede que bajo la
denominación genérica urbanismo, se designa un heterogéneo abanico de
disciplinas, tareas, temas, tendencias, teorías, proyectos ejecutados,
proyectos sin ejecutar, programas, estrategias, intenciones y hasta simples
sueños (más o menos eróticos). Ese amplio y abigarrado muestrario se puede en
mi opinión clasificar en dos grandes grupos. Antes de nada quiero contarles por
qué me hace tanta gracia esto de los dos grandes grupos.
Hace unos treinta años ingresé en
el Ayuntamiento de Madrid, en la extinta Gerencia Municipal de Urbanismo. El
primer trabajo que se me encomendó fue hacer el informe final del período de
información pública de un Plan Especial que afectaba a un área pequeña del
centro histórico. Durante la información pública, se habían presentado por
Registro cinco escritos de alegaciones de ciudadanos afectados por el plan. Los
analicé uno por uno, los comparé con la propuesta de ordenación del plan
inicial y emití mi informe técnico, que le pasé a conformar a mi jefe.
Mi primer jefe, que en gloria
esté (quiero decir: en gloria administrativa, por supuesto), leyó detenidamente
el informe y me dijo: “Muy mal. Esto está muy mal. Así no se hace un informe de
alegaciones. Un informe de alegaciones como Dios manda tiene que empezar
diciendo: las alegaciones se pueden clasificar en dos grandes grupos”.
“Pero es que sólo hay cinco escritos”–repuse. “No importa, tienes que poner las alegaciones se pueden
clasificar en dos grandes grupos, si no, no te firmo el conforme”. En fin,
algo parecido a aquel catedrático de Historia que preguntaba: “¿Cómo entraron
los bárbaros?” y había que contestarle: “En oleadas sucesivas”. Si decías: “En
sucesivas oleadas”, te suspendía.
Bueno, pues las numerosas y
variadas líneas que se cobijan bajo el concepto urbanismo se pueden
también clasificar, en mi opinión, en dos grandes grupos. Uno de ellos es lo
que yo llamaría URBANISMO con mayúsculas, del que más abajo les pondré algunos
ejemplos. El otro grupo se merece de largo la coplilla: Oé, oé, oé, Oé, oé, oé,
Lo llaman urbanismo y no lo es.
Para este segundo tipo ni
siquiera se necesitan urbanistas. Los políticos y los promotores inmobiliarios pueden
hacerlo solos. Por desgracia, a lo largo de mis treinta años de desempeño municipal,
me ha tocado muchas veces hacer urbanismo de este segundo tipo. También del
primero, en contadas épocas luminosas en las que he disfrutado como un enano. Y
he de admitir que, en casi todas las situaciones, he tenido la suerte de trabajar con jefes y colegas que
eran buena gente y con los que mantengo la amistad (no sé si me estoy volviendo
un poco pelota o es que ya lo veo todo desde una perspectiva muy amplia, con un
punto zen).
¿A qué me refiero con URBANISMO
con mayúsculas? Pues les traigo aquí un par de ejemplos actuales. El primero es
la red de ciudades 8-80, www.8-80cities.org. Si pinchan en este link, ingresarán en el
mundo mágico de las ciudades que sueña mi colega Gil Penalosa, urbanista canadiense
de origen colombiano, que habla un español de fuertes acentos mexicanos, como
el de Cantinflas. Es éste un urbanismo elegante, de sociedad rica y pujante,
que superpone sobre la ciudad existente una malla de recorridos peatonales y
ciclistas comunicando los grandes parques con los centros dotacionales, las
zonas residenciales y las áreas de negocios. Una malla hecha de cuidados
itinerarios verdes con nodos de cruce con las vías del tráfico rodado,
potenciados por pequeños intercambiadores con aparcamientos de coches y bicis,
comercios y cafeterías. Aunque sus propuestas están pensadas para el Primer
Mundo, también ha hecho experimentos exitosos en las grandes ciudades mexicanas
como Guadalajara.
Otro ejemplo. Mi también colega y catalán universal Félix
Manito, dirige desde Barcelona la Fundación Kreanta, www.kreanta.org,
que promueve el proyecto Ciudades Creativas, el sueño de un laboratorio social
y científico donde dialoguen el urbanismo, la cultura y la economía, en busca
de iniciativas que nos ayuden a superar la crisis del sistema. Es éste un
urbanismo diferente, dirigido a las sociedades del sur, basado en la difusión
del conocimiento, la participación ciudadana e institucional y las
transferencias entre cultura, inversión económica y territorio. Sus principales
actividades se desarrollan en Colombia. El último fin de semana organizaron el
V Foro de Ciudades Creativas de Medellín, unas jornadas para las que no hacía
falta desplazarse a Colombia. Se podían seguir cómodamente, como hice yo desde mi casa, por
streaming en el link: www.livestream.com/especialestelemedellin (Chúpate esa,
Lisardo)
El sueño de los del oé, oé, oé, más bien es pesadilla.
Seguro que los que decidieron situar el hotel El Algarrobico en el parque
natural del Cabo de Gata estaban convencidos de que hacían urbanismo. También
creían hacerlo Paco el Pocero en Seseña, Gil y Gil en Marbella y tantos otros. El contubernio
entre promotores y políticos, necesario para perpetrar semejantes barbaridades,
alcanza mayores niveles de cutrez cuanto más pequeños son sus ámbitos de
actuación y de poder. En los pueblos pequeños es en donde se llega a los
paroxismos más inefables. El mundo de los concejales de pueblo parece muchas
veces sacado de la película La Escopeta Nacional. Una de las pocas excepciones
a esta regla es la concejala de Los Yébenes, Doña Olvido Hormigos. No sé por
qué se ha metido la gente tanto con esta señora estupenda, sólo porque nos ha ofrecido
a todos el placer de comprobar que lo único que tiene feo es el nombre.
A lo mejor, también ella se creía que estaba haciendo
urbanismo.
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