Esta mañana de miércoles he amanecido
descansado, después de dormir fenomenal en mi habitación del Avenue Hotel, que
tiene una cama excelente. El hotel es de un rango de precios similar al
Koopermoolen del año pasado, pero en una zona más tranquila y sin puterío.
Además me han dado una habitación en la sexta planta, la última, y desde mi
ventana se ven los tejados de Ámsterdam y las torres de algunas iglesias. Esto
de que me den la última planta de los hoteles no se crean que es una
casualidad: lo pido yo al hacer la reserva, mediante un tic en la casilla que te habilita el sistema para elegir
determinadas características del hotel que buscas.
El desayuno, incluido en el
precio, está en un rango intermedio entre el escueto de Hamburgo y el súper
abundante de Leeuwarden. A mi lado se han sentado unos chinos que demuestran
ser unos novatos en esto del turismo haciendo algunas cosas raras (ya escribí
algo al respecto en el post #161 “El turista invasivo”, agosto de 2013). Por
ejemplo, ir a la máquina de café, pulsar el botoncito y quedarse embobados con
la taza en la mano, viendo cómo se pierde el café por el agujero inferior.
Otra: el más joven de los tres ha recopilado los elementos para prepararse un
sándwich. Coloca un cuadrado de pan en el plato y luego va poniendo las
diferentes capas. Para ello, coge, por ejemplo, la loncha de queso con una
mano, la pone sobre el tenedor que sostiene en la otra, y luego lleva el
tenedor con sumo cuidado, apuntando, para acertar con la loncha sobre el pan. Sería
más lógico usar sólo la mano, o sólo el tenedor.
Y, como colofón a estas extrañas
conductas, sueltan unos eructos cojonudos, que hacen que la gente se vuelva entre risitas contenidas. Un amigo mío ingeniero que estuvo haciendo
carreteras en China con una empresa española, me contó que era normal que, en
las reuniones de trabajo, los de la parte china se tiraran eructos sin pudor
alguno, e incluso pedos. Mi amigo, que es muy pudoroso para estas cosas, bajaba
la voz y añadía: pero, las mujeres y todo, ¿eh? Como dije en el post citado,
los chinos con un cierto poder adquisitivo se ven ahora obligados a hacer
turismo, porque es lo que dice el Partido que hay que hacer. El libro que estoy leyendo para la
próxima sesión del Club de Lectura es precisamente un libro chino: El sueño de la aldea Ding, Yan Lianke 2005
y cuenta una historia tremenda de la que ya les hablaré, que debe de ser
cierta, como evidencia el hecho de que, a día de hoy, la censura impide su
difusión en su país.
Hoy mi plan para la mañana era
visitar el Rijkmuseum, que durante más de diez años estuvo en obras, para una
renovación completa y ampliación, dirigidas por los arquitectos sevillanos Cruz
y Ortiz, también conocidos como Los
Antonios. El año pasado se acababa de inaugurar, pero había tales colas que
me decanté por repetir el Museo Van Gogh, que es muy agradable. Así que esta
mañana he repetido mi camino mítico en Ámsterdam: el Dam, la Kalverstraat, el
mercado de flores junto al canal del Singel, la Koningsplein, la Leidsestraat y
la Leidseplein, donde se concentran los teatros, como el Stadsschouwburg, donde
el año pasado vi la obra de Angélica
Liddle. En el centro de la plaza están empezando a armar la pista de hielo que
todos los años montan en invierno, se ve que aun no ha hecho bastante frío.
Cruzando el canal Singelgraacht y doblando a la izquierda, se pasa por la
entrada del Vondelpark, el parque donde va la gente de Ámsterdam a pasear
los domingos. Y enseguida, la plaza de los museos. Hoy no había colas en el
Rijksmuseum.
El museo es bastante grande, pero
no tanto como otros (Prado, Louvre, Ermitage). La renovación que han hecho Cruz
y Ortiz es excelente y creo que hasta han hecho los esquemas de las plantas que
aparecen en el folleto-guía que te dan, que son muy de arquitecto. Es un lugar en el que te pasas una
mañana entera en un entorno grato, bien ordenado y vigilado, donde te dejan
hacer fotos sin problemas, incluso con flash. Su colección incluye toda clase
de cosas: esculturas, muebles, armas, cerámicas, objetos de plata, libros,
tapices y hasta casas de muñecas preciosas. Además de pinturas y esculturas,
por supuesto. Quizá su principal característica sea esa: la variedad y la
amplitud. Pero a mí lo que más me interesa es la pintura y, en este sector,
pues la verdad es que no hay demasiadas cosas. Mucha pintura holandesa, desde
luego, mucho Rembrandt sobre todo. Conté un Goya, un par de Van Goghs, ningún
Velázquez, ningún Rubens, que parece que era más español que holandés. Como tampoco
me entusiasman los temas bíblicos y cristianos, lo que más me impresiona de los
pintores holandeses son los retratos. Vean por ejemplo este del siglo XVI de un
desconocido (para mí) Anthonis Mor.
Hay cuadros muy interesantes de
Rembrandt, de Vermeer y de Frans Haals. Hay un tal Van de Velde II que pintaba
unas batallas navales de puta madre. Y, la joya del museo, la famosa Ronda de
Noche, de Rembrandt, que tiene un salón para él solo, donde se remansan los
visitantes embobados, como ante Las Meninas o la Gioconda. Es un cuadro enorme
y muy interesante, en el que la gente se hace selfies con toda la familia, con la cámara al final de un palo.
Como se pueden hacer fotos, les pongo algunas de las que hice. Un Van Gogh
pequeñito, que no conocía, un retrato de María Estuardo, en donde se ve cómo
han cambiado los cánones de belleza desde entonces, y un tercero que les
comento abajo.
En este cuadro, de 1809, se
representa la llegada a la meta de una carrera de patinaje en Leeuwarden. Ven al
fondo la silueta de la Oldehove. Pero lo curioso es que se trata de una carrera
de mujeres. Y según el letrero al lado, la competición fue tan dura que las
chicas se fueron quitando prendas de ropa que les sobraban y que tiraban a los
lados. Los espectadores parece que vieron más carne de la debida y eso causó
que la iglesia prohibiera durante los años posteriores esta carrera,
antecedente de la Elfstedentoch. Por completar las informaciones sobre
Leeuwarden, les diré que esta bonita ciudad ha conseguido ser designada como Capital
Europea de la Cultura 2018. Para ello ha hecho diversas performances muy
valoradas, como esta en que llenaron la plaza de huevos fritos.
Esto me lo ha contado mi amiga R.
a la que he visitado por la tarde, después de comer una ensalada César en un
restaurante cualquiera y descansar un poco en el hotel. El bueno de Japi Toon
Thelonius tiene ya un año y cuatro meses, anda por toda la casa como un
perdigón y es muy cariñoso, risueño y observador. He estado con ellos un par de
horas. Luego, R. se ha ido a una cita que tenía y yo me he quedado un poco más
con su marido, dándole de cenar al gran Japi. El marido de R. tiene una pasión:
tunear viejos coches, por ejemplo, Dos Caballos, para reconvertirlos en coches
eléctricos. Ha hecho ya más de uno, a demanda de clientes, y eso le ha servido
para ser objeto de un reportaje en la principal revista de automóviles de
Holanda. El problema es que, mientras no tenga muchos clientes, el precio de
cada coche son 20.000€, que es muy caro. Si pudiera tener más clientes,
llegaría a los 10.000€ que es un precio competitivo. Pero es el problema del
huevo y la gallina, como me dice. Mientras se da a conocer, tiene un trabajo
para aportar dinero a la casa, junto con lo que saca R. por sus clases de
periodismo en la Universidad de La Haya.
Como es un experto en estos
temas, hemos hablado un buen rato de políticas de movilidad. Así me he enterado
de que Groningen es la ciudad de Holanda con más bajo porcentaje de recorridos
en automóvil. Es algo que se intuye visitándola. Y que, en Ámsterdam, el mayor
problema ahora son las motos. Las pequeñas scouters se meten por todas partes,
carriles bici y aceras incluidas. No hay reglas para ellas, sus usuarios ni siquiera
están obligados a llevar casco y causan muchos accidentes. Además contaminan
mucho, porque usan una mezcla de combustible que no está regulada, como las
gasolinas de los coches. Y, sin embargo, su imagen no está en entredicho como
la del automóvil privado: la moto es alternativa, mola. En fin, es algo que no
se me había ocurrido pensar. En Madrid tal vez un día tengamos este tipo de
preocupación. De momento estamos a años luz.
Me he despedido de Japi y de su
padre y he caminado por las calles de Ámsterdam de noche, que es una sensación
única. Como había picado algunas cosas con una cerveza en casa de mis amigos,
he parado en una frutería y me he comprado una cajita de frambuesas naturales,
que me he ido comiendo por el camino. Era tarde pero me he puesto a escribir mi
post sobre los frisones, aunque lo he terminado después de las 12. Previendo
esta contingencia, esta mañana me había tomado un té de ginseng rojo coreano, el
segundo del viaje. Ya ven lo que hago por ustedes.
Pues sí que han cambiado los cánones de belleza; la lamentable María Estuardo se parece muy poco a Charlize Theron. Yo diría, incluso, que se parece más a Philipe Noiret. Según Moni, parece un tío y bastante cazo. No le falta más que dejarse el bigote. Una pena que ya no puedas poner fotos de Japitún. El de los coches eléctricos es un poco "japitonto". Me interesaba, mayormente, por ver si se parece a María Estuardo. Vuelve pronto, que esto es un aburrimiento sin ti.
ResponderEliminarNo, no. A quien más se parece es a "la de moño", también conocida por "la pena" . Como no le vemos el culo no sabemos si lo tiene tan desproporcionado y feo como la susodicha. No daremos más pistas, que estas cosas publicadas las carga el diablo y hay uno o dos marujos a los que conoces, que no estoy seguro de si entran en el blog. Si lo leyeran, les faltaría tiempo para ir con el soplo. Cuídate y guarda el negocio, que ya llego yo y con las pilas cargadas, a ver si montamos alguna pirula de las históricas
Eliminar¡Has dado en la diana! Clavadita a la demoño.
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