Bueno, pues ahora resulta que a los
demás integrantes de mi equipo de asesores les ha entrado el mosqueo
comparativo tras mi post en honor de Lisardo, y se mueren de celos al
ver que le dedico a mi amigo dos folios de desagravio, cuando a ellos tampoco
les he hecho ningún caso en los últimos tiempos y no parece que me importe lo
más mínimo. Pero ¡¡CRIATURAS!!: cómo no os voy a echar de menos también, si mi
blog sobrevive gracias a vosotros.
Sagrario Pérez, asesora
económico-financiera, dice que Lisardo y yo somos iguales, que por no hablar
somos capaces de dejar que se deteriore nuestra relación. Según ella, yo
primero me desanimo porque no hablo con nadie, y luego empiezo a no llamar a
nadie porque estoy desanimado. La típica pescadilla masculina que se muerde la
cola (con perdón). Y Lisardo se mosquea porque no le llamo y luego no me llama
él porque ya está mosqueado.
África, agregada cultural y experta
en lenguas muertas, está de acuerdo. Dice que entre mujeres no pasan estas
cosas, que en cuanto una de ellas tiene un problema convoca a todas sus amigas
y se lo cuenta. Los tíos somos unos siesos que nos guardamos los problemas y
pensamos que se van a resolver a fuerza de rumiarlos y no contárselos a nadie.
Y resume sus reflexiones en una sola palabra, convenientemente rodeada de
admirativos: ¡¡¡Hombres!!!
Javier Villegas, experto en temas
histórico-políticos lo explica de otra forma. Dice que, cuando empecé el Blog,
tenía una cierta inseguridad y necesitaba arroparme todo el rato con opiniones
de otros. Que, una vez que la cosa ya marcha, me he creído que esto es Jauja,
que puedo tirar adelante yo solo, porque ya me siento por encima del bien y del
mal. Según él es una fase típica de cualquier aprendizaje. Por ejemplo, le pasa
a los actores de teatro: al principio están acojonados y se les nota; luego van
ganando tablas progresivamente, hasta que se pasan de vueltas y empiezan a
salir a escena tan sueltos que se olvidan del público, algo muy malo. Los
grandes actores son los que han logrado regresar de esa fase de endiosamiento y
alcanzar una madurez de equilibrio controlado. ¡Hay que ver lo que sabe este
hombre, oyes!
Bueno, pues bienvenidos todos y
grandes disculpas a diestro y siniestro. A partir de ahora procuraré alcanzar
el punto de equilibrio controlado, o de control equilibrado, o de control de
alcoholemia al menos, pero sin olvidarme de ninguno de mis colaboradores.
Hoy quiero hablarles de mi relación
directa con los políticos. Estoy seguro de que usted, querido lector (salvo que
tenga algún pariente cercano dedicado a la política), tiene una idea de ellos
un tanto lejana y difusa, tal vez entreverada de mala uva si sólo se guía por
los medios de comunicación. Durante una serie de años, he trabajado
directamente a las órdenes de políticos locales, porque había alcanzado el
máximo nivel funcionarial, es decir técnico, y sólo tenía por encima al
responsable político concreto. Ahora estoy mucho más abajo, pero durante años
los he tenido cerca y ya saben que soy observador.
Para dedicarse a la política hay que
ser de una pasta especial (yo, desde luego, no serviría). Para empezar, uno
tiene que tener una disponibilidad de 24 horas. No hay respiro, uno no puede
relajarse ni cinco minutos, ni siquiera para cagar o ducharse, porque tu móvil
está operativo a todas horas y, si te llama el Ministro (por decir algo), tu
mujer no puede decirle : ”ahora mismito le llama él, señor Ministro, que en
este momento está cagando (o duchándose, o durmiendo)”. No hay tregua y es un
trabajo agotador.
En segundo lugar, tienes que ser de
corcho, porque las puñaladas traperas son cotidianas, atacan tu intimidad, tu
familia, tus hijos, tus hijas, sus novios y novias, sus amigos, sus trabajos y
sus cuentas bancarias. No los atacan los jueces, sino tus propios compañeros de
partido. No hay compasión, todo vale en esta guerra, lo más sucio es bueno, si
cumple el objetivo buscado. Para ser político no puedes tener corazón. Se entra
en ese medio muy joven y se va medrando a base de hacer mérito de obediencia,
de falta de escrúpulos, de carácter cuanto más despiadado mejor. Una de las
cosas que más puntúa es que demuestres que puedes vender a tu mejor amigo sin
pestañear. Y aquí, a diferencia de Roma, sí que se paga a los traidores.
Los políticos del nivel que yo he
conocido sufren mucho, y lo digo sin ironía de ningún tipo. Están sometidos a
un estrés sin tregua, que no lo aguanta cualquiera. Porque ellos son los que
deben tomar una decisión concreta y, como la caguen, se caen con todo el
equipo. Como digo, durante un tiempo estuve al lado de algunos de estos
responsables políticos, y siempre procuré servirles con lealtad, aunque no
compartiera sus ideas.
De vez en cuando, el político al que
yo servía, se enfrentaba a situaciones de grave crisis y debía tomar una
decisión difícil, para lo que se le planteaban dos alternativas: A y B. Yo,
como asesor, me arrogaba el papel de Pepito Grillo y decía: me he estudiado el
tema y, en mi opinión, debes ir por la alternativa A. Si vas por la B, vas a
incumplir este o este otro precepto legal; además van a pensar que tienes este
interés o el otro, la prensa se te va a echar encima, la gente no lo va a
entender, etcétera. En resumen: tendrás muchos más beneficios políticos optando
por la alternativa A.
Pero entonces entraba en liza la
tercera pata del banco: el asesor áulico, el consejero puesto por el partido.
Este untuoso sujeto hacía un simple gesto de escepticismo, apenas levantar una
ceja, lo que revelaba que había otros datos, que yo no conocía y ellos dos sí,
por los que había que decantarse por la posibilidad contraria a la que yo
aconsejaba. Entonces, el político, haciendo expresión manifiesta de su pesar y
contrariedad, concluía: “Muy bien, salimos con la B y aguantamos el tirón”.
Esta expresión se quedó en mi memoria por acumulación, después de oírsela a
tres o cuatro de mis jefes sin ninguna relación entre sí, incluso de distintos
partidos, en sucesivas situaciones de emergencia.
Pensemos ahora en la tragedia del
Madrid Arena. Unas horas después, sale a la palestra el Vicealcalde Villanueva
y hace la desafortunada declaración que, finalmente, se lo ha llevado por
delante, políticamente hablando. Y la gente que sólo se guía por la prensa
piensa: “qué imprudente, cómo es posible que se lanzara así a la piscina para
tapar a su amigo, etc.” Bueno, pues, como saben, a mí me gusta bucear en lo que
hay por detrás de las noticias, imaginármelo y luego fabular sobre ello.
Hagamos ese ejercicio.
Desde luego que el ex-Vicealcalde no
es ningún imprudente. Es un político curtido, con tablas y muchos años de
lidiar con toros de las ganaderías más difíciles. Esa noche le despiertan con
tres muertes, que luego serían cinco. Inmediatamente convoca un gabinete de
crisis. Allí surge la voz del Pepito Grillo de turno, que le da sabios
consejos. Pero también están los del “lado oscuro”, que le recomiendan lo
contrario. El hombre sabe que se juega su carrera política, pero ha de tomar
una decisión porque es su responsabilidad. El tipo sufre, se resiste,
duda, pero al final cede y dice: “vale, salgo yo, doy la cara por los
organizadores, y aguantamos el tirón”.
¿Y qué pasa después? Pues que esa
respuesta es insuficiente. ¿Por qué? Pues porque la fiesta de Halloween no era
un sarao de barrio, sino una macrofiesta pija llena de hijos de votantes del
partido. Y muchos de estos votantes se levantaron por la mañana, se enteraron
de la noticia y fueron al dormitorio de su hija, a ver si había vuelto. Y
algunos sufrieron la peor de las pesadillas imaginables al encontrarlo vacío,
porque las niñas muchas veces se quedan a dormir en casa de una amiga sin
avisar. Y el terror se acrecentó, cuando las llamaban al móvil y no
contestaban, porque lo habían puesto en la opción silencio, como suelen hacer
los adolescentes en estas situaciones.
Después pusieron la tele, escucharon
la primera reacción del Ayuntamiento y dijeron: ¿quién es ese señor que habla?
Y surgió un clamor de indignación entre las clases pudientes. Para calmarlo, se
ofreció primero una cabeza de turco, pero no fue suficiente. Al final, el
hombre que optó por aguantar el tirón tuvo que irse también. Es sólo un simple
ejercicio de política-ficción, yo creo que verosímil. Pero que cada uno se lo
imagine como quiera.
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