Y usted que lo diga, ¿verdad
señora? ¡Qué tiempos aquellos, en que uno ponía la televisión en blanco y negro
y por allí desfilaban personajes de la talla de Kennedy, Kruschev, De Gaulle o
Adenauer! Y Juan XXIII, el Papa bueno, el mejor pontífice del siglo veinte, que
eliminó el lujo y el boato de la institución y hasta guardó el papamóvil en un
garaje. Ya se encargaron sus sucesores de volverlo a poner en uso.
Uno veía a Kennedy y captaba
enseguida una sensación de autoridad, de criterio, de poderío. Era el rey del
mundo, el tipo que tenía en su despacho el botón rojo que podía hacernos saltar
en pedazos en un segundo. Recuerdo sus imágenes cuando la crisis de los misiles
en Cuba. Con qué decisión afrontó la situación, qué coraje encerraba el órdago
que planteó, que astucia la suya para no dejarse engañar. ¿Tienen ustedes la
misma impresión con Obama? Pues yo, no, y mira que me cae bien. Pero me parece
que no tiene el poder necesario para enfrentar a los grandes lobbies
financieros que, al final, dictan su política.
Kruschev era un tipo de pueblo,
un poco basto, pero le tocó suceder a Stalin y encontró la forma de marcar
distancia frente a su predecesor, que era lisa y llanamente un asesino. Para
ello sólo tuvo que aplicar el sentido común de los pueblerinos. Tenemos que agadecerle que, en la crisis de
los misiles, supiera estar a la altura y retroceder a tiempo. Con ello evitó que
nos fuéramos todos al carajo. A lo mejor el cuerpo le pedía liarse a guantazos
con su enemigo yanqui, pero su vieja sabiduría rural le aconsejó templar
gaitas. Era además un tipo campechano, que no se cortaba un pelo en ningún
escenario. Pueden buscar en Internet su famosa escena en la ONU, cuando mostró
su rechazo a una resolución de ese organismo quitándose un zapato y
reforzando sus abucheos con una serie de zapatazos en el pupitre. Y con una
sonrisa de oreja a oreja.
Qué decir de De Gaulle y
Adenauer. Hace falta una talla descomunal, una visión de futuro, una
generosidad extrema para dar el paso que dieron estos dos señores. Nada menos
que crear Europa. Después de seis años de la guerra más terrible jamás
conocida, estos dos señores dijeron: se acabó, no habrá más guerras en esta
tierra, vamos a dejar de pegarnos como idiotas, vamos a darnos un abrazo y
crear una unión duradera que nadie pueda romper. Ese es el origen de la Unión
Europea, una asociación inicialmente económica, pero con el proyecto de
convertirse en política. Llamaron como comparsas a los italianos y a los tres
del llamado Benelux, y situaron la capital en Bruselas, para que no estuviera
ni en Francia ni en Alemania.
¿Imaginan ustedes a alguno de los
actuales presidentes con capacidad para algo de esa envergadura? Yo no.
Aquellos eran auténticos estadistas, personas con criterio y capacidad de
decisión, gentes de una altura moral excepcional, con una cabeza serena y bien
amueblada. Y podríamos citar también a Willy Brandt, a Ho Chi Minh y tantos
otros. Y más adelante a Mandela y a Gorbachov. No incluyo aquí a Mao, asesino
de la talla de Stalin, cuyas atrocidades durante la Revolución Cultural han
pasado ya a la historia (si quieren saber de qué les hablo, les recomiendo la lectura
del libro Cisnes Salvajes, de Jung Chang, 1991, Editorial Circe).
Ahora los políticos son de vuelo
corto. Más bien de vuelo gallináceo. Obama, Merkel, Hollande, Cameron. Ninguno
de ellos pasará a la historia. En ese foro tan mediocre, nuestro Rajoy, el rey
del “Haremosh lo que hay que hacer, pero no les explico qué, porque tengo
prisa para llegar al partido de la tele”, no desentona demasiado, a pesar
de escenas como la que recientemente le han grabado dirigiéndose al estupefacto
Cameron con una frase digna de Groucho Marx: “It’s very difficult todo esto”.
La clase política es una
verdadera calamidad. No sé cómo va la cosa en el extranjero, pero aquí la
mayoría decide dedicarse a la política en torno a los veinte años.
Empiezan en las juventudes de los distintos partidos y van medrando desde allí.
Eso quiere decir que nunca han hecho un trabajo distinto. Y que se pliegan a lo
que les diga el partido, porque en esa tarea de medrar, el que mea fuera del
tiesto no tiene mucho futuro.
Rajoy, que es registrador de la
propiedad, representa a un tipo de político de otra época, en claro riesgo de
extinción, mientras que Zapatero ya se ajustaba al nuevo modelo. Sobre la clase
política española se anuncia un libro del economista Cesar Molinas que se llama
¿Qué hacer con España? El primer
capítulo se publicó en El País hace poco y provocó una conmoción considerable
entre los políticos. Aquí les pongo el link.
En el entorno de medianía imperante, ya he dicho que a mí el que me da más pinta de estadista es el bueno
de Monti, un tipo al que le han ofrecido un contrato basura para que presida
Italia sin derecho a paro ni indemnización. Y en este proceso de degradación
paulatina de la clase política ha habido hitos difíciles de superar, como
Berlusconi, o incluso el propio Sarkozy.
Yo creo que esa falta general de
estatura política de nuestros gobernantes está en el origen de la decepcionante
respuesta frente a los usureros universales y el desmantelamiento del estado de
bienestar que estamos sufriendo. Nadie tiene agallas de enfrentarse a los poderes
económicos. No sé ustedes, pero yo no me imagino a un De Gaulle o un Adenauer
aguantando esta extorsión. La sensación general es la de que con estos políticos hemos caído en una
trampa y no sabemos cómo salir de ella. No me extraña que los catalanes quieran
la independencia. A mí también me están entrando unas ganas locas de
independizarme de toda esta porquería.
Puede que esté de acuerdo, o no, con la valoración y con el juicio sobre algunos líderes que se mencionan. Lo que no cabe duda (y esto podría servir de corolario a todo lo dicho en la entrada) es que en tiempos difíciles han surgido hombres con tal altura moral a los que sus conciudadanos, con independencia de su pensamiento político, han juzgado merecedores de seguir. El "pueblo" cuando las cosas vienen mal dadas siempre adivina quien es merecedor de ser seguido, aunuqe no comparta sus ideas, y la historia así lo enseña.
ResponderEliminarAhora desgraciadamente no se ve ese nivel moral, ni a nadie merecedor de tal honor.
Gracias, Javier. Estoy de acuerdo al 100% con tu comentario. Las valoraciones de ciertos personajes son mías, nadie está obligado a compartirlas. Sí te aclaro que llamar a alguien asesino es algo muy grave y yo sólo lo hago cuando tengo la convicción plena de que lo era.
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