Ganó Obama, y no se pueden
imaginar el alivio que he sentido esta mañana. La idea de que un mormón se
pusiera al frente de la nación más poderosa de la tierra, me parecía algo muy
peligroso para el mundo en su conjunto. Por lo que he visto, mi preocupación
era compartida por muchos. Líderes europeos de la derecha se han congratulado
de la buena noticia, entre ellos David Cameron, Angela Merkel, el Ministro
español de Asuntos Exteriores y otros. También el alcalde de Nueva York, republicano
de toda la vida. Felipe González encabeza su crónica de esta mañana en El
Huffington Post con un título expresivo: ¡Uf! ¡Ganó Obama!
En todos los foros se hacen
sesudos análisis de la noticia del día, para mí una de las del año. Como ya
está todo dicho al respecto, me voy a centrar en un matiz que ha pasado
inadvertido, al menos en los artículos que yo he leído. Rebobinemos. Hora final en la noche
de los resultados. Todo el mundo espera que se cumpla el caballeroso protocolo
que se sigue en estos casos: el perdedor reconoce su derrota y, sólo entonces,
el ganador proclama su victoria.
Sede del Partido Republicano en
Boston. Sale Romney y dice “Hemos perdido, y ahora toca felicitar al
Presidente Obama y a su seguidores del Partido Demócrata, legítimos ganadores
de estas elecciones”. Reacción de los congregados que esperaban su
comparecencia: silbidos y abucheos mayoritarios ante la mención de los nombres
de sus contrincantes.
Sede del Partido Demócrata en
Chicago. Unos minutos más tarde. Sale Obama y dice: “Quiero felicitar en
primer lugar a Mitt Romney, que ha sido un digno adversario, y con quien me
propongo seguir manteniendo el contacto para buscar vías de colaboración”.
Reacción de los congregados que esperaban su comparecencia: aplauso respetuoso
unánime. Ni un pito.
Es un matiz demoledor, en mi
opinión, y NO ME LO HE INVENTADO. Consulten los videos en Internet o donde les
parezca y verán que fue así. Anteayer les decía que estábamos presenciando la
lucha entre un ciudadano del mundo y un tipo que se miraba el ombligo y no veía
más allá de sus acorazadas fronteras. Hoy quiero añadir que ha ganado la
tolerancia ante la intolerancia. Romney representaba a los que viven según sus
convicciones (lo cual está muy bien), pero no quieren que los demás vivan según
las suyas, sino según las que ellos les imponen.
Esa banda son los que se oponen a
los matrimonios homosexuales, por ejemplo. Ahora que la Justicia (no sé por qué
lo pongo con mayúscula), después de siete años de mirarse también el ombligo,
se ha decidido a rechazar el recurso del PP contra la Ley que los legalizaba,
algunos de los miembros de ese partido, miran a otro lado y dicen “yo no lo
firmé”. Eso ha dicho hoy Esteban González Pons cuando le han preguntado. Pero
no podemos olvidar que fue el propio señor Rajoy quien llevó en mano el recurso
a la ventanilla correspondiente.
También son los que se oponen al
aborto y los que en su día se opusieron al divorcio, a la minifalda, al voto femenino y a tantas
otras cosas. Esos tipos no pueden ganar nunca en una consulta electoral no tergiversada.
Porque la Ley del Divorcio no obliga a divorciarse a nadie, la Ley del Aborto
no obliga a abortar a quién no quiera, y la Ley de los matrimonios homosexuales
no obliga a nadie a ser homosexual. Los derrotados esta pasada madrugada son
los herederos de la Inquisición, y hay que celebrar que los norteamericanos
hayan votado contra ellos.
La victoria de Obama es el
triunfo de la Norteamérica multirracial, diversa, tolerante y solidaria, frente
a los racistas malhumorados y estresados que temen perder los privilegios que
siguen ostentando. Y otro aspecto trascendental: es la victoria de un tipo que
está doblegando la crisis económica que le dejó en herencia su predecesor, el
auténtico hijo de Bush, culpable del genocidio de Irak. Y lo está haciendo con
políticas socialdemócratas, como fomentar una inversión pública ponderada y subir los impuestos a los ricos, en el
extremo opuesto de las medidas de ajuste que nos impone la señora Merkel. Unas
medidas que ya han hundido a Grecia y tampoco acaban de sacar a Portugal ni a
Irlanda de sus agujeros respectivos.
Norteamérica está ya creciendo y
con un modelo sostenible, que incluye la sanidad para todos, un sistema que ha
funcionado en Europa durante años, hasta que personajes como Margaret Thatcher
se lo cargaron. Veremos cómo le va ahora al bueno de Obama. Supongo que, tras cuatro años de lucha contra un Congreso hostil, habrá aprendido a dejar
de lado la candidez de sus inicios como presidente y se habrá aprovisionado de
mañas con las que gobernar la nave en medio de las tempestades. Porque sus
enemigos no van a cejar en su empeño de bloquear todas sus iniciativas.
Para mí, que me proclamo también
ciudadano del mundo, la reelección del presidente de los USA es una
extraordinaria noticia. Tener un presidente como ese dignifica a los Estados Unidos,
y los votantes han sabido verlo así. Como
ellos dicen, “It’s something to be proud of”. Buenas noches.
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