domingo, 4 de noviembre de 2012

30. Ganó el Deportivo

Algunos de mis lectores me han recordado hace días que en mi primera entrada prometí hablar del Deportivo de La Coruña, y luego no he vuelto al asunto. La verdad es que estaba esperando que ganase algún partido, algo que no sucedía desde el mes de agosto. Esto de ser forofo de un equipo no vale más que para sufrir, salvo contadas épocas luminosas, pero es algo que se lleva en la sangre y no se puede evitar. Si han visto la maravillosa película argentina El Secreto de sus Ojos, recordarán la frase mítica de uno de sus protagonistas: un hombre puede cambiar de pareja, de casa, de trabajo, de partido político, hasta de religión, pero jamás cambiará de equipo de fútbol.

Tengo pendiente continuar con el tema del nacionalismo (qué pereza), pero uno no es de piedra, uno tiene también su corazoncito y sus señas de identidad, y yo seré siempre coruñés y del Deportivo. Entre mis seguidores blogueros hay muchos y muchas a los que no interesa nada el fútbol y lo cierto es que a mí también me interesa cada vez menos. Pero una cosa es el fútbol, y otra muy distinta el Deportivo.

Cuando yo era un niño, acudía con frecuencia al campo de Riazor, acompañando a mi padre, que era médico honorario del club, y eso nos permitía entrar sin pagar, sentarnos detrás del banquillo local y tener una buena perspectiva del juego. Algo más mayor, me compraba yo mi entrada con la paga que me daban y accedía a la llamada Grada Infantil, en donde estábamos todos los hinchas de menos de quince años.

Un personaje fundamental de esa época era el masajista. Se llamaba Cucarella y era gordo, medio calvo y muy colorado. Cuando un jugador se hacía daño, corría en diagonal para darle lo más pronto posible la llamada agua milagrosa. Cuando lo había atendido, en vez de regresar por el camino más rápido al banquillo, gustaba utilizar una ruta más larga, pero que le permitía pasar por delante de la grada infantil, en donde todos los chiquillos coreábamos su nombre: ¡¡Cucarella, Cucarella!! Entonces se ponía un punto más colorado, y saludaba levantando la toalla que siempre llevaba al hombro.

Buscando en las hemerotecas y wikipedias, he encontrado algunas historias curiosas. Por ejemplo, la del primer ascenso a Primera División, que tuvo lugar en el año 1941. En efecto, aunque el club se fundó en 1906, no llegó a la Primera División hasta después de la Guerra Civil, allá por los tiempos del estraperlo y la cartilla de racionamiento. Fue en la temporada 1940/41, cuando consiguió quedar tercero en la fase regular, lo que le daba derecho a jugar la promoción de ascenso a partido único en campo neutral. El partido Deportivo-Murcia se celebró el 4 de mayo de 1941 en el campo de Vallecas, y aquí tienen la imagen de una postal conmemorativa del evento.

 
La alineación del Deportivo estaba formada por Acuña; Novo, Pedrito, Muntané; Molaza, Reboredo; Breijo, Guimeraens, Elícegui, Chacho y Chao. El partido empezó mal, al adelantarse el Murcia con un gol en la primera parte, estableciendo el resultado de 0-1 con el que se llegó al descanso. Pero Chacho logró empatar en la segunda parte, obligando a jugar una prórroga en la que Guimeraens marcó el gol de la victoria definitiva.

La alegría se desbordó en el campo, en el que había numerosos gallegos, con presencia destacada de un ruidoso grupo de marineros de uniforme, en aquel momento adscritos al Ministerio de la Marina. En la ciudad de La Coruña, el partido se siguió por la radio, en bares y domicilios (La televisión aun no había llegado a nuestro país). Tras el partido, algunos coruñeses salieron a la calle al grito de ¡Aúpa Deportivo! cuidando de no formar grupos de muchas personas (más de tres comportaba delito de sedición, si bien los guardias se mostraron comprensivos ese día).

Se cuenta que en un conocido café de la calle Riego de Agua, un parroquiano adinerado se puso tan contento que invitó a toda la concurrencia a café, copa de coñac y puro. La cuenta ascendió a 600 pesetas, que el tipo pagó a tocateja. Por cierto, los jugadores cobraron una prima de 2.000 pesetas cada uno, dinero que se obtuvo mediante donativos recaudados en una cuestación popular.

El equipo regresó al día siguiente en autobús, con el presidente Martínez Rumbo y el entrenador Hilario Marrero a la cabeza. En Betanzos hubieron de detenerse para ser agasajados en el Liceo, antes de seguir camino. Para la entrada en La Coruña se buscó el autobús más aparente de la ciudad, que resultó ser el que se utilizaba cada día para llevar a los funcionarios de prisiones a la Cárcel Provincial, junto a la Torre de Hércules. 

Era éste un autobús grandote, de color gris, último modelo, que fue llevado hasta el Puente del Pasaje para esperar allí a los héroes del ascenso. El vehículo fue engalanado con guirnaldas de flores y ramas de palmera, colocándose en el frontal un gran cartelón con la leyenda: Murcia 1- Deportivo 2. La comitiva se puso en marcha entre vítores hasta llegar a la ciudad, donde inició su recorrido por Los Castros, siguiendo por Cuatro Caminos, Linares Rivas, los Cantones y la Avenida de la Marina. En el Ayuntamiento fueron recibidos por el Alcalde y Jefe Local del Movimiento, José Crespo.

Pasado el verano, el Deportivo inició su andadura por la Primera División. Su primer gol en la categoría de oro lo marcó José Antonio Elíceguí, al Castellón, el 28 de octubre de 1941. El equipo jugaba por entonces en el antiguo campo de Riazor, en donde luego se construiría el Colegio de las Esclavas del Señor.

El Deportivo bajó otra vez a Segunda en 1945, iniciando una tradición de “equipo ascensor” que duró hasta la llegada de Lendoiro, que subió al equipo a Primera en 1991 y lo mantuvo allí hasta el funesto descenso de 2011. En esos años, el club ganó una Liga y dos Copas del Rey y fue semifinalista de la Copa de Europa, en donde lo eliminó el Oporto, por entonces entrenado por un desconocido, llamado José Mourinho. Ahora, después de un año en segunda, lucha por consolidarse otra vez como equipo de primera. Hoy ha ganado. Veremos cómo sigue. Al frente del club sigue el presidente Lendoiro, con un aspecto que cada vez recuerda más al de un rodaballo, como evidencia la foto que les dejo como despedida.  

   

3 comentarios:

  1. Pues es verdad: es clavadito a un rodaballo el señor Lendoiro...

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  2. Yo trabajé con Pedrito y también fui vecino de Acuña. Chacho era hermano de otro compañero de trabajo. Los conocí ya mayores, al menos desde mi perspectiva veinteañera.
    Todos ellos dejaron el fútbol sin riquezas, ni otra cosa que no fuese la estima de sus amigos y seguidores. En los años que yo los conocí eran personas en las que no quedaba vestigio alguno de la gloria pasada. Chupatintas, como otros tantos entre los que me encuentro, que además no contaban los cuentos del abuelete sobre sus tiempos jóvenes. En fin, buena gente, y nada que ver con la gentuza que se "pone las botas" en el fútbol de hoy.

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    1. No sé quién eres, pero me alegra que la gente aporte sus testimonios. En este caso, además, se comprueba que lo que cuento es cierto. Aparte bromas, exageraciones, chistes y opiniones, procuro documentarme y no inventarme cosas. La realidad ya es bastante sorprendente sin inventarse nada. De acuerdo en lo de la gentuza del fútbol de hoy

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