Acabo de llegar del Mercado de Antón
Martín, donde he hecho acopio de provisiones para la jornada del día de mañana,
en la que no se debe comprar nada. Porque voy a hacer huelga. Me van a descontar
un dinero exagerado y desproporcionado por faltar un día pero, por mí, pueden
tomar los billetes correspondientes y hacer con ellos un canutillo muy fino,
que les permita introducírselo delicadamente por el orto, que diría un
argentino. Así les dé un dolor de barriga insoportable que no les deje dormir en cuatro
días y se la pasen retorciéndose de llanto y desespero (maldición que me echó a mí una
gitana a la que no quise comprar un ramito de mirto de la buena suerte).
Ayer lunes recibí a unos colegas,
urbanistas al servicio del Ayuntamiento de Berlín y pasé con ellos unas cuantas
horas, hablando de los proyectos de nuestras ciudades. En un momento dado, me
preguntaron por la deuda de la ciudad de Madrid. Con cierto bochorno les
confesé los siete mil millones de euros que debemos, que es más o menos la
mitad de la deuda de todas las ciudades y pueblos de España. Entonces les dio la
risa y me preguntaron: ¿Sabes cuál es la deuda del Ayuntamiento de Berlín? No
tenía ni idea. Pues agárrense al asiento: nada menos que sesenta mil millones.
Increíble ¿verdad? Me lo tuvieron
que repetir, porque yo creía que eran dieciséis (sixteen). Pues no, eran sixty.
Six-O. 60.000.000.000 €. Todavía no me he repuesto de ese dato escalofriante. Una sola ciudad
de Alemania tiene cuatro veces más deuda que todas las ciudades y pueblos de
España. Sagrario Pérez, mi asesora económica, dice que ella ya lo sabía, y que
las deudas de los lander son muy
superiores a las de las comunidades autónomas de aquí.
Y digo yo. ¿No estaban vendiendo
de nosotros una imagen de que somos unos manirrotos, unos griegos (el peor
insulto entre los economistas alemanes) que vamos derrochando el dinero que no
tenemos en proyectos tan absurdos como el aeropuerto de Castellón, la Ciudad
del Circo de Alcorcón, o la Ciudad de la Cultura de Santiago? Pero bueno. ¿De
qué van estos alemanes? ¿Cómo se atreve la señora Merkel a viajar a Portugal a
decirles a sus ciudadanos recortados, estafados y apaleados que tengan un poco
más de paciencia, que todo mejorará pronto? ¡¡Qué desfachatez!! ¡¡Qué
escándalo!! ¿Cuándo piensan pagar la deuda de sus ciudades?
Por cosas como estas voy a hacer
huelga mañana. Porque datos como el de la deuda de Berlín, me confirman en la
idea de que NO ES UNA CRISIS, ES UNA ESTAFA. Iberia va a despedir a 4.500
trabajadores, El País ha echado a 129 de un total de 440 miembros de su
plantilla, esto es una escabechina y hay una serie de gente que se sigue forrando,
mientras Rodrigo Rato y sus amigos se van de rositas. Ya sé que la huelga no
sirve para nada, que es un simple pataleo. Pero es que eso es precisamente lo que me pide el
cuerpo: patalear. Mañana voy a patalear mogollón.
Haré también huelga de Blog, en solidaridad.
Colgaré algún eslogan y ya. Cuando empecé esta aventura, me hice el propósito de
colgar dos o tres entradas semanales, pero resulta que me falta espacio para
todas las cosas que quiero contar. A partir de mi viaje por Europa, pasé a
escribir una y hasta dos entradas diarias, no sin cierto miedo de aburrir al
personal y convertirme en un pesado. Pero mi amigo António Trinidad, veterano
bloguero de Bruselas, me dio un consejo: tú escribe lo que quieras, que, si eres
capaz de escribir una entrada diaria, la gente entrará todos los días a a ver qué has colgado. Así lo estoy haciendo.
Ya que hemos hablado del ERE de
El País, tengo que hacer una rectificación, y la hago con mucha alegría: Forges
sigue. Resulta que el nombre de Antonio Fraguas, que figura en la lista de
despedidos, no corresponde al humorista, sino a su hijo que se llama igual y
tiene un Blog al que se accede desde la versión digital del periódico. Pido
disculpas por esta confusión que lamento, aunque mi sentimiento dominante es la
alegría. Ya ven que el joven Antonio Fraguas, hijo, se ajusta perfectamente
al perfil de los despedidos: viejo, analógico, difícil de adaptar a los tiempos
que vienen y con un sueldo astronómico. En fin: ¡¡qué País!!
Bien, después de la huelga
general la vida seguirá, y hoy quiero hablarles de mi amigo Smiling Jack Smith,
que el jueves día 15 reaparecerá con su conjunto de rhythm´n blues electrificado en The
Irish Rover, Avenida del Brasil 7. En este pub irlandés se puede ir a cenar y
presenciar después el concierto, que empieza a las 12 de la noche.
Smiling Jack es un personaje ciertamente singular. Norteamericano,
creo que algo mayor que yo, empezó su carrera artística como bailarín de
claqué, antes de ganarse la vida como cantante de folk en Nueva York. A
continuación se fue a Vancouver, en donde pasó muchos años y donde su música
fue derivando hacia el folk rock, hasta terminar en el blues. Entonces se vino
a España, hace ya casi veinte años, y aquí se quedó hasta hoy. Tiene un
conjunto amplio, con bajo y batería, y también con armónicas y violines. Con todos ellos
tocará en el Irish Rover.
Pero también hace música de otro
formato, en compañía de otro guitarrista de blues extraordinario que se llama
David Gwynn, y que pasa por ser el decano de los músicos norteamericanos de
blues en Madrid. En este segundo formato actuará el 12 de diciembre en el Bogie
Jazz, concierto que ya les recordaré. Smiling Jack toca la
guitarra y canta en inglés pero, entre canción y canción, cuenta historias muy divertidas en su
excelente español.
Sus letras son prototípicas del
más puro blues de los estados sureños. Les pongo un ejemplo. En su canción The truth was gone dice más o menos lo
siguiente. Bajé a la calle en busca de la verdad. En la esquina pregunté a un tipo que andaba
por allí dónde estaba la verdad. El hombre dijo: la verdad se ha ido. La
canción continúa con diversos personajes que van apareciendo y a los que se les
va haciendo la misma pregunta, para que todos confirmen que la verdad se ha
ido. El tema termina con un giro sorprendente: cuando todos estuvimos seguros
de que la verdad se había ido, comprendimos que podíamos mentir libremente. Y a partir de ahí
nos lo pasamos en grande.
No me digan que no es genial.
Vamos, anímense y dense una alegría después de la huelga. Smiling Jack es un
músico excelente que intenta vivir de su música. Vayan a escucharle. No se
arrepentirán. Por cierto, aquí les dejo su Web:
www.smilingjacksmith.com
www.smilingjacksmith.com
Gracias Emilio por ponerme al día en el rythm@blues de nuestra capital. Si no en el Irish Rover (por semejante horario tan intempestivo de actuación) habrá que ver a Smiling Jack con David Gwynn en el Bogui (empezará por lo menos 1 hora antes.)
ResponderEliminarMuy sorprendido me has dejado con lo de la deuda de Berlín