viernes, 23 de noviembre de 2012

42. Aquí está pasando algo muy raro

Siento ser pesado, pero no se me va de la cabeza el dato de la deuda de Berlín. Para quien no lo recuerde, la ciudad de Berlín tiene (hoy, ahora, mientras ustedes están leyendo esta entrada) una deuda de sesenta mil millones de euros. El dato es de todo fiar, me lo dieron los técnicos del Ayuntamiento de esa ciudad con los que estuve reunido hace algo más de una semana.

Y siguen las cosas raras. Busquen ustedes en Internet información sobre la deuda de Berlín. Ni rastro. Es prácticamente imposible encontrar ese dato. Lo único que aparece es un reciente informe de auditoria elaborado por la consultora Ernst & Young, que concluye que más de la mitad de las grandes ciudades alemanas no van a poder pagar nunca sus deudas pendientes, porque es imposible.

Sin embargo, busquen ustedes algo sobre la deuda de Madrid. Por todas partes hay datos siempre envueltos en un tono como de cierto escándalo: ¡qué barbaridad! ¡cómo es posible que la ciudad deba siete mil millones! Por cierto, las informaciones más recientes hablan ya de una deuda inferior a los seis mil, lo que concuerda con los datos que yo manejaba. Los recortes están dando ya sus frutos.

Es todo muy raro. Resulta que la señora Merkel va vendiendo más o menos el siguiente mensaje. Nosotros, el sufrido pueblo alemán ya hicimos nuestro ajuste hace unos cinco o seis años. Fue difícil y doloroso, pero ahora estamos al día. Sin embargo, ustedes los del sur han seguido despilfarrando y viviendo por encima de sus posibilidades y no lo podemos consentir. Eso mismo dicen los holandeses y los finlandeses. Tal vez sea cierto que el estado alemán ya no tiene deudas, o las tiene bajo control. Pero, ¿qué pasa con los lander? ¿qué pasa con las ciudades?

¿Cómo es que a esta señora no se le cae la cara de vergüenza, cuando su ciudad más conocida tiene unas deudas de ese calibre, que no va a poder pagar nunca? ¿Acaso estamos los griegos, los españoles y los demás pagando ese desequilibrio monstruoso? ¿Por qué no le exige la señora Merkel a sus ayuntamientos y regiones que se ajusten el cinturón, como nos lo está exigiendo a nosotros?

No sé que pensar de todo esto. Me gustaría que alguno de mis lectores me indicara en dónde puedo encontrar un artículo o un informe que me explique esta barbaridad. Mi asesor histórico y sociopolítico Javier Villegas, me aporta algunas ideas que quiero poner aquí por si alguien las comenta o las rebate. Dice, en primer lugar, que lo que estamos pagando entre todos es el coste de la reunificación de Alemania. La llamada Alemania del Este estaba deprimidísima y el Gobierno Federal ha debido hacer un gran esfuerzo financiero para igualarla con el territorio occidental. Eso llevó a un cierto ajuste en unos años determinados, que el pueblo alemán soportó con su estoicismo y organización proverbiales.

Pero, entonces, cómo es que su capital tiene una deuda diez veces mayor que la de Madrid, que ya es monstruosa y difícil de devolver. Según Javier, los deudores de España que reclaman la devolución de su dinero son los bancos alemanes. Y lo mismo les pasa con Grecia. Y la señora Merkel apoya a sus banqueros, igual que Rajoy a los nuestros. Por otro lado, ese extraordinario apoyo que ha tenido la Alemania del Este para ponerse al nivel del Oeste, no se le ha brindado a otros países exsoviéticos, como Bulgaria o Rumanía, cuyos ciudadanos se preguntan todavía de qué les ha servido integrarse en la Unión Europea, si su situación económica y sociopolítica sigue siendo la misma de antes.

Ya les digo que no tengo aún una respuesta elaborada, que sigo investigando y reflexionando sobre la deuda de Berlín, y que lo traigo hoy al Blog para ver si alguien me lo explica, o me facilita el enlace con algún libro o artículo que me aclare algo.

Les cuento también otro detalle. Los días martes y miércoles de esta semana los he dedicado en buena parte a una actividad extraescolar, consistente en dar una clase de dos horas sobre el proyecto Madrid Río a un curso Athens organizado por la Escuela de Caminos, seguida de una visita en bicicleta por el parque. Los cursos Athens concentran un programa lectivo de una semana para estudiantes de distintas carreras y procedencias, que no se conocen de nada y que se pasan aquí unos días cojonudos, pagados por la Unión Europea.

Es la tercera vez que doy esta clase y, en las anteriores, los estudiantes me habían seguido con mucho interés y se habían maravillado con el proyecto. Este año, sin embargo, había un elemento renuente. En el turno de preguntas, me dijo que le parecía una locura que una ciudad como Madrid se metiera en un proyecto de este tipo y que cómo se iba a pagar la deuda de la ciudad. Es, obviamente, una opinión razonable y respetable, pero a mí me sonó a que el chaval venía ya con la idea previa, seguramente jaleado por cosas que había oído antes.

Le contesté lo que digo siempre: que la deuda de Madrid no se debe toda a este proyecto, que desde luego es muy caro y tal vez no era lo que la ciudad más necesitaba, pero que, siempre en mi opinión, este proyecto no se puede meter en el mismo saco que el aeropuerto de Castellón, la Ciudad de la Cultura de Santiago y otros proyectos faraónicos, absurdos e interrumpidos. Que está terminado, que lo usan los ciudadanos y que el dinero público está bien invertido cuando se emplea en obtener espacio libre en zonas céntricas de las ciudades.

Como siguió poniendo caras de escepticismo y haciendo gestos, le saqué el dato de la deuda de Berlín y le formulé las preguntas que estoy haciendo en esta entrada. Palideció y no volvió a decir nada más. Está claro que desconocía el dato. Al final de la visita en bicicleta hicimos una despedida en la que todos se presentaron y dijeron de dónde venían. Resulta que el chaval era el único alemán.

¿Casualidad? Puede. Pero yo más bien lo interpreto de otra forma. En los últimos años desde todos los medios germanos y sus corifeos holandeses y nórdicos están vendiendo una imagen distorsionada de nuestro país. Esa imagen, desde luego con alguna base real pero no hasta el punto que se dice, forma parte de la campaña para inculcarnos una mala conciencia colectiva que nos haga soportar como corderitos el desmantelamiento del estado de bienestar que disfrutábamos (y que estaba muy lejos aún del que disfrutan esos países que tanto nos critican). Y todo para rebañar dinero para los usureros internacionales que se siguen forrando a costa de nuestra crisis.

No se dejen engañar y, sobre todo, déjense de complejos y malas conciencias. No somos más chorizos que los demás. Continuará.

2 comentarios:

  1. A los alemanes se les ha ayudado hasta lo indecible cuando la reunificación (por no hablar de la posguerra mundial) así que ahora no nos vengan con cantinelas moralizadoras y que arrimen el hombro...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eres libre de pensar lo que quieras. Para mí el problema no son los alemanes, sino sus gobernantes, como los nuestros, en manos del capital financiero transnacional. El pueblo alemán tiene todo mi cariño y mi admiración (por si alguien lo dudaba). Y trabajan como mulas.

      Eliminar