Este verano estuve en un congreso
en New York organizado por una asociación norteamericana de grandes parques
urbanos. El lema del congreso era Greater
and Greener y en este link: http://vimeo.com/47587432
tienen su vídeo promocional de tres minutos, que es muy simpático y complementa
la geografía humana de la ciudad que aparecía en el extraordinario vídeo de
Joey Ramone que les mostré al final de la Entrada nº 16 de este Blog.
Si empiezo por aquí, no es para
tirarme el moco, sino porque fue en un descanso de ese congreso cuando un
colega americano, Dave Finn, de Palo Alto, California, al enterarse de que yo
era español, se apresuró a hacerme una pregunta sobre un aspecto de España que
le resultaba inexplicable, a ver si yo se lo aclaraba. Pensé que me iba a
preguntar por las corridas de toros, la paella, los chiringuitos de la playa o
el extraño caso de la desaparición del bigote de Aznar.
Pues no. Resulta que en
California empiezan a ser aficionados al fútbol (el soccer, lo llaman ellos), y
a mi colega le había tocado ver la reciente final de la Copa del Rey española.
Así que había presenciado atónito la pitada unánime al himno nacional,
protagonizada por vascos y catalanes, con la que se preludió ese partido. Es
algo que a un norteamericano le resulta imposible de entender.
Le hablé de las sensibilidades
regionales, de que los vascos y catalanes son diferentes, que muchos no se
sienten españoles y tienen proyectos independentistas. No conseguí que lo
entendiera. "No hay nadie –me dijo–, más distinto que un tejano frente a uno
de Pensilvania, por ejemplo, pero, ante determinados símbolos, como el himno, o
la bandera, el sentimiento es unánime. Si un solo tipo se pusiera a silbar, los
demás lo sacarían a bofetadas". La verdad es que en España se ha vuelto
cotidiano algo que resulta bastante difícil de explicar a un extranjero, y con
lo que estamos haciendo un soberano ridículo internacional.
En anteriores entradas me centré
en la utilización del idioma como seña identitaria diferenciadora y no como sistema de
entenderse. El idioma local se rescata en muchos casos de la nada y se gasta
mucho dinero en imponerlo mediante el proceso de inmersión lingüística, una
política claramente fascista que debería ser objeto de repulsa social, como la
violencia de género o el racismo. Pero el idioma no es la única seña de
identidad que se utiliza. En España tenemos la suerte de que no hay diferencias
de religión, que eso sí que es peligroso, como quedó demostrado en Yugoslavia y
en Sri Lanka, dos casos que conozco bien y de los que les hablaré otro día (el
tema da para mucho).
Aparte de la religión, están la
historia y la cultura. Y si no existen, se inventan. Que yo sepa, ni Cataluña
ni Euskadi han sido nunca estados, pero no quiero entrar en razonamientos de
este tipo, para no ponerme a la altura de los suyos (¿Qué decir del rh de los
vascos?). Es evidente que cada pueblo es distinto, como los tejanos y los de Pensilvania,
pero eso no implica que no podamos seguir juntos, empujando todos a una en la
misma dirección, y no a la contra.
Los asturianos también son distintos
y, por lo menos, tan peculiares como los vascos. Pero ellos han
solucionado el tema con una frase
genial: España es Asturias y, lo demás, tierra conquistada a los moros. Tal vez
los vascos podrían decir algo así. Al fin y al cabo, son el último
vestigio intacto de las tribus que poblaban la península, antes de la llegada
de los romanos, y luego de los moros. A mí no me extrañaría que algún día se
encontraran restos con inscripciones en euskera en Cádiz o en Alicante. ¿Qué
impide entonces decir: España es Euskadi y, lo demás tierra esquilmada por los
romanos y luego rescatada? Pues lo impide Sabino Arana y sus teorías, y casi
mil muertos por medio. Aunque, como dijimos el primer día, Sabino Arana es la
expresión de un sentimiento que ya existía antes que él.
El virus ataca a los pueblos y
les impide razonar. Por ejemplo: ¿saben ustedes que el IRA entregó las armas en
un proceso verificado internacionalmente, a cambio de un nivel de autonomía
dentro del Reino Unido, muy inferior al que ya tienen el País Vasco o Cataluña?
Pero da igual. Los nacionalistas tienen que seguir siempre adelante con su raca-raca, por el mismo motivo que los
inmobiliarios tienen que seguir construyendo siempre, hasta que se estrellan.
Está en su naturaleza.
Una vez descartadas las armas en Euskadi,
vascos y catalanes marchan parejos hacia el abismo de la independencia y se
miran en algunos modelos extranjeros. Los checos y los eslovacos se separaron mediante un referéndum amistoso. Y lo
primero que hicieron ambos países fue prohibir eventuales referéndums posteriores
de reunificación. Porque lo que vale en un sentido no se tolera luego en el
otro. El Estado nacionalista ya es para siempre.
El Quebec ha organizado dos de
estos referéndums para separarse del Canadá. En el primero perdieron
claramente, pero en el segundo se acercaron bastante al 50%. Eso llevó a sus
promotores a proclamar de forma entusiasta que a la tercera iría la vencida, lo
que motivó un pronunciamiento muy interesante del Tribunal Supremo del Canadá. En la llamada Clarity Act, ese tribunal establece que el Quebec sólo podrá
separarse mediante un acuerdo negociado, aceptado por el Gobierno canadiense y
respaldado por una mayoría cualificada, cuyo porcentaje no se determina, pero se
deja claro que no vale con un 51% pelado.
Es decir, primero negociación y acuerdo
del gobierno central, y después referéndum. En esa Clarity Act se han inspirado los escoceses. Su líder ha negociado
ya con Cameron y este ha dicho: “vale, haced un referéndum”, seguro de que no
lo van a ganar. Ibarreche intentó algo parecido, pero no obtuvo respaldo de las
Cortes, y no hizo consulta alguna. Y el amigo Artur Menos pretende ahora
saltarse la primera parte del proceso en el que también se inspira, y pasar
directamente al referéndum. Porque tiene prisa, no vaya a ser que los catalanes se den cuenta de su superchería (está huyendo hacia adelante para ocultar su mala gestión de la crisis económica). Yo me alegraría que no llegara a buen puerto. Pero,
mira, ya puestos, si se quieren ir, que se vayan. El problema va a ser para los
residentes no catalanes.
Termino con un dato a este
respecto. En la civilizada Letonia, un estado de la Unión Europea, conviven
ahora los letones con una amplia colonia rusa implantada en la época soviética.
Incluso en su capital, Riga, viven más rusos que letones. Bueno, pues
desde que Letonia conquistó su independencia, se ha impuesto un examen de
ciudadanía obligatorio, que incluye un conocimiento fluido del idioma letón.
Quién no pase ese examen, no recibe el carnet de identidad y, por tanto, no
puede salir del país, ni matricularse en la Universidad, ni trabajar fuera de la economía
sumergida. Muchos rusos ya nacidos allí se han negado a hacer el examen y sobreviven excluidos de las ventajas que tienen los letones. Pagan ahora por
los excesos de los años de dominio ruso.
Me parece que entienden lo que
quiero decir.
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