Bueno, mucha gente se sorprende
de mi entusiasmo por Bruce Springsteen y mi fidelidad a su figura después de
tantos años. Esto hay que matizarlo. Bruce fue un compositor extraordinario hasta
1980, año en que publica The River.
Yo lo conocía y lo iba siguiendo y por eso tomé el tren del rock, en abril de
1981 para escucharle en Barcelona, en la gira de promoción de dicho disco. No
fui el único, mi tren iba lleno de rockeros, nada más subir se podía captar el
olor a marihuana e incluso había gente que llevaba pequeñas armónicas y otros
instrumentos con los que improvisaba melodías. Tal vez sea el mejor concierto
de rock que he visto en mi vida.
A partir de The River, en mi opinión, su producción se limita a vivir del
invento, a repetir una fórmula que ya no es innovadora, ni demasiado creativa,
lo que le lleva a pasar a un segundo plano frente a los nuevos músicos. Yo lo
volví a ver en el Calderón, en los primeros 90 y no me impresionó especialmente.
Discos como Born in the USA, ya no me
decían mucho. Cierto que casi todos sus discos de estudio contienen alguna
pequeña joya; que canciones como la que compuso para la película Philadelphia, con la que obtuvo el
Óscar, son excelentes. Pero ya era uno más entre los músicos veteranos. Ahora,
todos los rockeros que un día fueron estrellas del show business, han vuelto a dar conciertos, algunos manteniendo un
buen nivel, como los Stones y otros con resultados patéticos. Pero Bruce es
diferente.
Bruce derrocha la misma energía
que cuando era joven, mantiene los formatos superiores a 3 horas y parece haber
encontrado un punto de felicidad, de madurez vital que se manifiesta en cada una de sus
actuaciones públicas, en las que es capaz de sacar a bailar a su nonagenaria madre,
o a cualquiera de sus seguidoras más jóvenes. La gente le adora, se moviliza
para verle, familias enteras acuden a sus conciertos, los padres llevan a sus
hijos, los hijos que ya pueden ganarse la vida les regalan entradas a
sus viejos, como sorpresa de cumpleaños. Esto es casi como una religión. En la
prensa oficial (como El País, donde nunca lo han entendido) se centran en que
el sonido era malo y se empastaba. Joder, ¿es que puede evitarse eso en un
estadio del tamaño del Bernabeu? Un colega que fue a ver el concierto de San
Sebastián, me cuenta que allí se alcanzaron las cuatro horas de música, porque
el público le obligaba a salir una y otra vez con nuevos bises.
Ese es ahora el Boss, a quien ya
le he dedicado el Post #507
y mucho antes el Post #339
a medias con su señora madre. Todo el mundo conoce y tararea sus éxitos más conocidos
pero: ¿se merece todo eso que yo me cogiera un tren a Barcelona en 1981 (con 30
años que ya tenía), para ver simplemente a un rocker de éxito? Volvamos a los
años anteriores y busquemos algunos de los perfiles menos conocidos de este
hombre. Hay un Bruce poeta, sensible, que cuenta historias de la calle, relatos
de putas y camellos en la medianoche de Manhattan. Su primer disco, de 1973, se
cerraba con una canción de casi 10 minutos, una auténtica maravilla que se
llamaba New York City Serenade.
Por comparar, en ese tiempo, en
España triunfaba Fórmula V, con Eva María
se fue/buscando el sol en la playa/con su maleta de piel/y su bikini de rayas.
Y Bruce ya era capaz de grabar esta preciosidad. Pónganse cómodos y, tal vez, sírvanse
un Martini blanco, para escuchar esta serenata a la ciudad de Nueva York, con
la obertura de piano de David Sancious, y el apoyo del saxo de Clarence Clemons. Les he buscado una versión
con subtítulos, aunque la traducción es bastante chunga. Fish lady no es mujer-pescado, sino pescadora/buscona. El chico le ofrece irse con él y redimirse, dejar la calle, pero ella tiene miedo de que luego la deje tirada y no se atreve a subirse al tren. Vibes man no es hombre-sensación, sino vibrafonista. Y ese basurero
que sale al final (junk man) es en
realidad el camello, el suministrador de droga. Por eso lleva un traje de satén y
se aleja cantando por una calleja, adonde la chica lo seguirá de forma inevitable.
Escuchen please.
Hay también un angry Bruce, un Bruce cabreado. Aquí
tienen la canción Adam raised a Cain. El título es un juego de palabras: to
raise a Cain es algo así como armar la marimorena, o montar una bronca. A la
vez, Adán crió a Caín. Aquí parte de la letra: En la Biblia Caín mató a
Abel/Y fue arrojado al Este del Edén/Naces en esta vida/Pagando por los pecados
del pasado de otro/Mi padre trabajó toda su vida/Tan sólo para sufrir/Ahora
camina por estas habitaciones vacías/Buscando alguien a quien culpar/Heredas
los pecados/Heredas las llamas. Esta canción es una explosión de cólera, publicada en 1978. No quiero buscar lo que se cantaba entonces en España, en la recién inaugurada democracia.
Y hay un Bruce depresivo, que mostró
sus perfiles más sombríos en el disco siguiente a The River, llamado Nebraska.
El Boss estaba de bajón, prescindió de su banda y se encerró solo a grabar,
tocando todos los instrumentos. Aquí la canción que da nombre al disco, esta
vez con unos subtítulos dignos.
Las diferentes versiones de este hombre tienen un denominador común: la solidaridad, la comprensión con los que sufren.
Bruce es el cronista de los sueños rotos, del American Dream convertido en
pesadilla. Aquí le tienen tocando en directo The ghost of Tom Joad, una balada de aires dylanianos. Para quien
no lo sepa, Tom Joad es el protagonista de Las Uvas de la Ira, la gran novela
de Steinbeck que fue llevada a la pantalla por John Ford, con Henry Fonda como
protagonista (la traducción correcta yo creo que sería Las Viñas de la Ira). También
aquí los subtítulos están bien.
En fin, creo que este hombre atesora
un legado amplio y variado que le ha permitido alcanzar esta madurez feliz. Además,
a sus 66 años, el Boss mantiene la cabeza despierta y eso es algo fundamental.
Vean, si no, el triste final de su colega y admirado Prince, cuyo tema Purple
Rain cantó al parecer en Barcelona, pero no en Madrid. No se conoce aún el
resultado de la autopsia, pero yo no necesito saberlo: está claro que falleció
por una sobredosis de opiáceos, un final similar al de Michael Jackson. ¿Y por
qué tomaba Prince tantos calmantes? Se lo explico. Prince, como ya quedó dicho
en el post que le dediqué, medía exactamente 1,57 metros. Era casi un enano. Y
eso le acomplejaba bastante. Por eso llevaba unos tacones muy altos, a menudo
disimulados (el llamado tacón francés), además de sombreros y otros trucos para
camuflar su enanez.
El uso de esos tacones, más la
forma sincopada en que solía bailar le produjo una lesión crónica en las
caderas, que le ocasionaba fuertes dolores. Hasta aquí todo tiene una lógica. Pero
falta lo peor. Resulta que los médicos que le examinaron y diagnosticaron su
lesión, le dijeron que era fácil de resolver con una operación sencilla. Pero
Prince no quiso operarse. ¿Saben por qué? Pues porque era testigo de Jehová. Sí,
señor. Tiene cojones ¿verdad? Al no operarse, los dolores fueron in crescendo y
empezó a mitigarlos con opiáceos, de los que necesitaba cada vez mayores dosis,
que sólo podía conseguir ya de personajes tenebrosos, como ese junk man que
sale al final de la canción del Boss. Ahora díganme: ¿Se imaginan a Bruce
adhiriéndose a los testigos de Jehová? Yo no. El Boss es un hombre culto, con
la cabeza bien amueblada.
Terminamos con una curiosidad. Ya
les dije que Bruce era el representante más conocido del sonido New Jersey,
pero no el único. Es éste un estado muy musiquero. Ahora mismo, el grupo que lo peta en NJ es Gaslight Anthem. Sus
miembros podrían ser hijos del Boss. Bueno, pues nuestro héroe no ha dudado en
apoyarlos apareciendo por sorpresa en sus conciertos. Eso supone aprenderse alguna de sus canciones, salir en un
papel secundario, hacer los coros y hasta animarse con un punteo. Lo ha hecho
varias veces, cuando estos chavales tocan cerca de su barrio. Aquí el resultado. Sean felices.
Me hago un comentario a mí mismo. Les he puesto el vídeo de New York City Serenade, porque tiene unas imágenes bonitas de New York y del Boss, pero la traducción que ha perpetrado K-Naia es una auténtica mierda, una K-naiada, a pesar de que ese tío normalmente hace buenas traducciones. Aparte de las cosas que ya he dicho en el texto, resulta que la frase final que Bruce susurra una y otra vez es "Watch out for your junk man". Este gilipollas la traduce por "fíjate en tu basurero", cuando lo que Bruce está realmente diciendo es "ten cuidado con tu camello". Una frase lógica, una vez que ha comprobado que la chica no se va a subir con él al tren, sino que va a seguir a ese cabrón vestido de satén que se aleja cantando por el callejón. En fin: mis disculpas, no he tenido tiempo ni ganas de hacerme yo mismo la traducción, como otras veces.
ResponderEliminarMenos mal que tu demoledora opinión según la cual a partir de The River se limita a vivir del invento, a repetir una fórmula no innovadora ni demasiado creativa, la matizas diciendo que casi todos sus discos de estudio contienen alguna pequeña joya.
ResponderEliminarYo matizaría mucho más. Creo que lo iré haciendo. Bruce Springsteen lo merece y merece más comentarios, así que según me aníme te conteré mis opiniones.
Un abrazo y a seguir recuperándote.
Querido Paco, ya sabes que eres libre de aportar o matizar lo que quieras en este foro, del que eres uno de los seguidores distinguidos. Esa frase demoledora que me atribuyes (y que está tal cual en el texto de arriba), tal vez sea un poco exagerada. Quizá mezclo un poco mis propias vivencias personales y no soy demasiado justo con el Boss. Así que me adelantaré en las matizaciones que anuncias.
EliminarHasta The River, yo estaba fascinado por Springsteen, tengo todos sus discos hasta ese (en mi recién recuperada colección de vinilos salvados del punto limpio) y creo que son obras redondas, en las que es difícil encontrar una canción más floja que las demás. Después vino Nebraska (que también tengo en vinilo). Sobre este, tengo que decir que valoro la postura del Boss de ir a contracorriente de lo que le pedía ansiosamente el mercado. Una forma de decir: ahora os jodéis y voy a hacer un disco intimista, sin banda de apoyo y exactamente como me apetece hacerlo en este momento de cierto bajón. Valoro su valentía, pero he de decir que es un trabajo que dejé pronto de escuchar, porque me resultaba muy opresivo. Yo soy por naturaleza positivo y este disco me agobiaba, porque venía a decir que todo era una mierda. Y lo malo es que tenía razón.
El siguiente, Born in the USA, me parece un bandazo hacia el otro extremo: queréis sonido Springsteen, pues tomad sonido Springsteen al cuadrado. Es el primero de sus discos que no me compré, aunque incluye joyas como Dancing in the Dark. Creo que fue por entonces cuando le vi en el Calderón y su concierto me pareció "más de lo mismo".
Después, por esas cosas de la vida, me fui distanciando del ídolo. Consulto en Internet su discografía y veo que tardó 3 años en sacar el siguiente, Tunnel of Love, y 5 más en publicar Human Touch. He de confesar que estos discos ya no los conozco a fondo, yo tenía una vida familiar que requería todo mi tiempo y no estaba pendiente del mercado del rock. Desde ese desconocimiento me atrevo a opinar que son discos más irregulares, aunque con pequeñas joyas, como Brilliant Disguise, Streets of Philadelphia o Sad Eyes.
La verdad es que el único disco del Boss que me he comprado recientemente y que escucho con veneración es The Promise, el doble album publicado en 2010, que recoge los cortes sobrantes de Darkness on the Edge of Town, que para mí sigue siendo el mejor (junto a The River).
De todas formas, ya habrás oído la conocida frase de que las opiniones son como los culos, que cada uno tiene el suyo. Yo, tengo la mía y no soy el Papa, así que puedo equivocarme o no coincidir contigo, sin que eso disminuya el aprecio que nos tenemos. Te diré también que tengo seguidores que, en cuanto ven que hablo de rock, dejan de leer, y otros que dicen que no debería de escribir de otra cosa, porque de lo demás no tengo ni puta idea.
Perdona por el rollo, querido amigo, tus comentarios siempre son bienvenidos.
Me resultaba tan increíble lo que cuentas de Prince, que he entrado en algunas páginas a comprobarlo, no fuera a ser "un burdo rumor" de los que denunciaba Javier Krahe. Pues es totalmente cierto. Sus problemas se hubieran resuelta con una (o dos) prótesis de cadera, de ese mismo titanio del clavo que te han puesto a ti. Pero la intervención necesita trasfundir y eso es lo que no tolera un testigo de Jehová. Me sigue pareciendo increíble que una persona con una fortuna atesorada con su arte y la genialidad de su música, caiga en las redes de una secta, de la que siempre he pensado que echaba sus redes entre gente muy ignorante y de bajo nivel social.
ResponderEliminarDos cosas. Sobre la secta (coincido en que lo es), es cierto que recolecta seguidores en los estratos sociales más bajos, pero tampoco desdeña a gente con dinero que les pueda apoyar. Sólo te diré que, entre los funcionarios actuales del Ayuntamiento de Madrid, hay al menos dos que yo conozca, que no ocultan su condición, sino que la asumen con naturalidad, y que hacen su trabajo correctamente. Por otro lado, la tesis de esta secta, por la que se niegan a recibir transfusiones, parte de una interpretación equivocada de un pasaje de la Biblia, en el que lo que se prohibe es el derramamiento de sangre, o sea el asesinato. Lo terrible es que haya gente dispuesta a creerse que es pecado recibir una transfusión, o que hacerse estallar en el mostrador de facturación de un aeropuerto es una forma de acceder a un paraiso en el que cuarenta huríes les van a abanicar con plumas de pavo real.
EliminarRespecto a Prince, entiendo que fue un personaje de una extracción social baja, sin estudios, que, desde muy joven, supo que era un genio de la música. Su historia es muy triste. Aquel Prince exultante que yo vi en Las Ventas, acompañado por su escultural esposa bailarina, parece que sufrió un bajonazo vital que no consiguió superar. Su mujer, que era latinoamericana y se llamaba Mayte, dio a luz al primer hijo de la pareja en 1996. Pero el bebé nació con un extraño síndrome que le impedía respirar y murió a los pocos días. Prince cayó en una depresión tremenda, que le llevó a divorciarse, algún intento de suicidio y una situación mental calamitosa, de la que salió en 1997, afiliándose a los Jehova's witness. Su problema con las caderas era degenerativo, tal vez prematuramente acelerado por los tacones y su forma de bailar. Yo tengo un hermano que tenía ese mismo problema, se puso una de esas prótesis de titanio y, tras la recuperación correspondiente, estaba el tío haciendo senderismo perfectamente.
Es esta una historia terrible, porque Prince es un personaje que nunca coqueteó con las drogas y que, tras su conversión religiosa tampoco probaba el alcohol y era medio vegetariano, según dicen. O sea, que es una figura antitética de Joplin, Hendrix y otros.