jueves, 19 de mayo de 2016

508. A razón de catorce, siete a la media

Bueno, llevo dos textos hablando de temas exógenos (la radio en los 40 y la próxima visita del Boss) y ya unos cuantos de mis seguidores me han llamado por teléfono para preguntarme por mi brazo, qué pasa con el tornillo, cómo va mi recuperación. En ascuas me dicen que les tengo. A ver. Yo creo que una de las principales virtudes de mi blog es la variedad, el saltar todo el rato de un tema a otro, incluso dentro de cada post y de forma aparentemente anárquica, aunque la cosa está más estudiada de lo que parece. En ese marco, yo no quisiera caer en la tontuna de Francisco Umbral (yo he venido aquí a hablar de mi libro) y convertir esta tribuna en yo he venido aquí a hablar de mi brazo. Pero ya que insisten, pues les pondré al día.

Dice mi amigo Joe que me meto demasiado con el doctor Gárate, que es un buen chaval y buen profesional. Desde luego que es ambas cosas, nunca he dicho lo contrario, podría ser hijo mío y hasta le estoy cogiendo cariño. Lo único es que no me da la información que yo busco. Supongo que soy un ansioso; que lo que yo quiero oír no me lo puede decir y que, si me dice la verdad, a lo mejor me desanimo. En fin, es su política informativa y yo la respeto. Sólo que a veces es un poco irritante que yo venga con la pregunta qué hay de lo mío y se me responda que a razón de catorce, siete a la media, refrán que me encanta, aunque nunca he entendido qué es lo que quiere decir exactamente.

En contraposición, en el gimnasio de ASEPEYO, tengo una recuperadora que es un cielo y con la que me entiendo mejor. Fue ella la que me echó la bronca por el cachondeo que me traía con los horarios. Pero yo conté esta anécdota convirtiéndola en un hombre, para poder añadir que tal vez su malhumor se debía a que había dormido mal o no había conseguido follar la noche anterior. Comentario que no molestaría y podría hacer hasta gracia a mi mayor grupo de seguidores, que es del género femenino. Si hubiera dicho la verdad, el comentario tendría que haber sido que la chica tal vez estaba cabreada porque le había venido la regla, lo que habría sido inmediatamente tachado de machista e inadecuado. Aunque, ahora que lo pienso, también podía haber dicho que a lo mejor es que no había cagado después de desayunar. Yo tengo al menos un amigo y una amiga que, si no cagan después de desayunar, ya están de mala uva todo el día.

Bien, pues ante la falta de información precisa sobre mi proceso, le apreté las tuercas a la recuperadora y me habló, como siempre, con claridad: el proceso de formación de la señora Ashton va bien, pero más despacio de lo que se esperaba. ¡¡Bueno!! Pues ahora ya lo sé. No pasa nada, soy cabezota y no pararé hasta que tenga el brazo bien, si es que lo llego a tener algún día. Y, si no, pues me arreglaré con lo que quede. Estas cosas son muy subjetivas. Les recuerdo que, en el momento de mi accidente, yo había dejado de correr porque tenía molestias importantes en la espalda y en las rodillas, sobre todo en la derecha. Llevaba dos meses en el dique seco y las molestias no desaparecían. Bien, pues en el segundo 1 del accidente, cuando los viajeros del Metro tiraron de mí para ponerme en pie y supe que tenía el brazo roto, esas molestias desaparecieron como por arte de magia. Hasta hoy.

Por abreviar, hoy a las 11.00 he de ingresar otra vez en el hospital para ser intervenido de nuevo. Me van a quitar el tornillo superior, el que está en el hombro, en vez del que me dijeron primero. Ese fue el dictamen del sanedrín de los traumatólogos. Me lo ha explicado Gárate pero, como no lo he entendido, pues no puedo a mi vez explicarles a qué se debe el cambio de tornillo. Ya ven, si Gárate fuera del tipo más gamberro de matasanos, yo le pediría que me regalara el tornillo extraído, para quedármelo de recuerdo. Tal vez lo metiera en formol para enseñárselo a los amigos. Pero, con lo serio que es este hombre, no sé si me atreveré. Anteayer, en la consulta preoperatoria, le insistí en que me enseñara la última radiografía y, por primera vez, conseguí que girara la pantalla del ordenador. Cuando vi la nueva imagen de mi húmero, lo entendí todo. Tal vez era mejor que no la hubiera visto. Porque la imagen actual de la señora Ashton es, más o menos, como la que les pongo aquí debajo. 


Quizá todo se debe a que he visto demasiado cine de ciencia-ficción y me había imaginado que mi operación era un asunto asistido por una tecnología punta que permitía una visión tridimensional en directo, lo que llevaba a que, una vez metido el clavo, ambas partes del húmero se acercaban hasta encajarse perfectamente. Y luego se apretaban los tornillos. Ahora entiendo que, a pesar del avance que supone el clavo sobre la escayola, el fundamento de la operación no ha variado: los dos fragmentos del hueso se aproximan a ciegas y quedan a como caigan. El hueso es un elemento vivo, que luego se va pegando y redondeando aristas. Lo de que quede más o menos encajado de primeras es una cuestión de suerte y parece que yo no la he tenido. A la vista de la imagen, ya lo entiendo casi todo (sólo me falta saber por qué me quitan el tornillo de arriba y no el de abajo).

Como les digo, me gusta bastante el cine de ciencia-ficción. Eso explica que haya ido a ver una película de estreno que se llama Eye in the Sky (Espiando desde el cielo). No se la recomiendo, porque me parece que el guión no está muy logrado; la situación que plantea es única, no tiene recovecos, no tiene sorpresas y se estira demasiado para lograr la duración de una película completa. Como sé positivamente que me hacen bastante caso en estas cosas, supongo que no la irán a ver (aunque tiene algunas cosas atractivas, como la siempre impactante presencia de Helen Mirren, actriz de mi quinta que se conserva en plena forma). Así que les voy a contar de qué va la cosa (por otro lado, a los cinco minutos de película ya se sabe).

En un futuro bastante cercano, los drones que nos vigilan desde el cielo han evolucionado mucho y se pueden camuflar en pequeños pájaros o escarabajos. La inteligencia anglo-yanqui ha detectado que en un suburbio de Nairobi se va a producir una reunión del grupo terrorista Al-Shabaa y hay autorización de ambos gobiernos para lanzar una operación en tierra en la que se capture a sus principales líderes (de nacionalidades británica y americana), para que sean juzgados en sus respectivos países de origen. El pequeño dron que anda por allí comprobando si llegan todos a la reunión, se introduce en la casa y descubre que, en realidad, lo que están preparando es un atentado suicida, presumiblemente en un lugar concurrido, como un mercado o un centro comercial. Eso cambia las cosas. Para ese supuesto, los mandos militares proponen un misilazo que acabe con todos los reunidos. Piden autorización a sus gobiernos y la obtienen.

Hay un soldado en una instalación en Reno (Nevada), que dirige desde allí el dron mayor y es el encargado de apuntar y dirigir el misil. El problema es que, cuando ese soldado está a punto de apretar el gatillo, llega caminando una niña que instala en la puerta del edificio un puesto para vender los panes que elabora su madre. Es lo que se llama un muy probable daño colateral y el soldado pide que se haga una nueva evaluación de daños potenciales y se recaben de nuevo todas las autorizaciones, antes de disparar. Ese es el dilema moral que se plantea: lanzar el misilazo, que matará seguramente a la niña, o no disparar, salvar a la niña y no evitar un atentado suicida inminente, en el que pueden morir unos 80 inocentes. Ese es el quid de la cuestión, muy interesante desde luego, aunque, en mi modesta opinión, desarrollado con un guión flojito. Hay sin embargo una frase demoledora que dice uno de los mandos intermedios y que les transcribo literalmente: Si ellos matan a 80 inocentes, nosotros habremos ganado la guerra de la propaganda. Si nosotros matamos a una niña con un misil desde un dron, ellos la habrán ganado.

En fin, ya saben que yo siempre fui un poco macarra en esto del cine. Yo no soportaba a Antonioni, ni buena parte de las películas de Ingmar Bergman. A mí me gustaba, por ejemplo, el cine de Pietro Germi. Este es un hombre que empezó en el neorrealismo, pero descubrió una vena cómica con la insuperable Divorcio a la Italiana, con la que por cierto ganó un Oscar al mejor guión, y ya siguió por ahí: Seducida y Abandonada, Muchas Cuerdas para un Violín y otras. A mí me gustaba incluso la que toda la crítica coincide en señalar como su peor película: Serafino. Trataba este film de un pastor de la zona de los Abruzos, en el centro de Italia (una de las regiones pobres del país), al que interpretaba Adriano Celentano. El personaje era una especie de Cantinflas: hablaba y hablaba tonterías, volvía locos a todos y, de esa forma, conseguía salir de todos los aprietos.

La película empieza cuando lo llaman a filas. En la mili monta tal follón que lo mandan enseguida de vuelta a casa. Allí vive con la bella Asmara, la moza a la que adoran todos los pastores. Entonces recibe una herencia inesperada de una tía y se pone a derrocharla en juergas con sus colegas. El resto de su familia, enfadados por este comportamiento, le ponen una trampa. Convencen a una prima suya muy guapa, Lidia, para que se lo ligue. Serafino se va con ella a la cama, le pillan los padres de la moza en plena faena, montan un escándalo y dicen que sólo hay una forma de arreglarlo: casándose. Así podrán mangonear la sustanciosa herencia a través de la chica. Yo tenía en la memoria la canción que cantan sus amigos los pastores en el bar del pueblo, en la que cuentan toda esta historia. Me ha costado encontrarla (al final lo he conseguido en una página rusa), pero abajo la tienen. El italiano no se entiende mucho, pero se hace uno una idea. La bella Asmara participa en la juerga, aunque se puede ver que la han echado de casa de Serafino con todas sus cosas. Me encanta ese estribillo en que dicen: tiero, tiero, tiero, tiero-tierá, tierá, tierá, va pérdere, va pérdere, va perderé la libertá, y el más viejo del grupo corea: qué se po far (qué le vamos a hacer). Han de pinchar AQUÍ. Pónganselo en pantalla grande. Merece la pena

Ya ven que España y Portugal no eran los únicos países pobres en los cincuenta. Por cierto, cuando el cura le pregunta a Serafino si quiere a Lidia por esposa, el tipo no dice ni sí ni no, sino un montón de tonterías del estilo a razón de catorce siete a la media, monta otro de sus galimatías tipo Cantinflas y acaba escapando del altar. Volverá al monte a cuidar a sus ovejas, a vivir con Asmara y a derrochar su dinero con sus amigos pastores. Toda una enseñanza de vida. Nos vemos a la vuelta del quirófano.  

2 comentarios:

  1. Se cuatro cosas de italiano y, en ese maravilloso vídeo que nos pones, creo entender que el cantante bromea con que Serafino no se lavaba nunca y olía a cabra que echaba para atrás. Que lo han duchado y aseado para que le guste a su prima, tan fina ella. Y que eso no está bien, que a las mujeres de verdad les gustan los hombres con "sapore". Por eso se ríen tanto los contertulios.

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