Iba a titular este post El strip-tease de mi amigo X pero, sabiendo cómo va esto de las redes, la simple inclusión de la palabra strip-tease en el
título seguramente hubiera atraido a un buen número de guarros e indecentes, que a
saber si no se me ponen a hacer comentarios bordes, disgustados de no encontrar lo que buscan, y acaban convirtiéndose en trolls y me
fastidian el blog. Luego pensé titularlo Mi
amigo X sale del armario, pero eso llevaría a un doble sentido impropio,
diametralmente opuesto a la circunstancia y personalidad de mi querido colega.
De ahí lo del cascarón, que queda como más neutro. Mi amigo X es un fenómeno.
Hemos trabajado juntos más de 30 años, hasta su reciente
jubilación y, en realidad, fue él mismo el que se metió en el cascarón de
marras, un cascarón digital del que ahora renace cual polluelo travieso.
Tal como él mismo confiesa, mi amigo
X era una persona tímida de joven. Con la madurez, pasó de tímido a prudente,
sensato, equilibrado. Y, ahora con la vejez, ha dado un paso más en ese sentido
y ha pasado a ser una persona desinhibida, desprejuiciada, casi podríamos decir despendolada,
que ha echado fuera ciertas precauciones sacando a flote ese punto disfrutón y
vitalista que siempre le ha caracterizado. La cuestión es que, en un viejo post de este blog, allá por el año 2014, yo lo saqué con nombre y apellidos como personaje colateral de uno de mis textos imaginarios, los que se agrupan
en la etiqueta Relatos. Él leyó el
post y vino a verme bastante enfadado: –Cómo se te ocurre citarme por mi
nombre, eso ya queda ahí colgado en la nube y cualquiera puede leerlo. Tenía
razón. Yo tengo por norma citar los nombres completos de los amigos sólo cuando
me autorizan expresamente para ello, precaución que en este caso me había saltado. En caso contrario, suelo poner una inicial:
mi amiga L. o mi amiga holandesa R. pueden dar fe.
Pero el amigo X tiene una inicial
que le hubiera identificado inmediatamente ante cualquiera de los colegas del
trabajo, que saben además que somos amigos. Fue así como acordamos que se convirtiera
en el amigo X. Por supuesto, todo esto sucedió en su fase vital intermedia, la
de hombre prudente y sensato. Ahora, con tres nietos y plenamente integrado en la era post-jubilación, mi amigo
me ha confirmado que ya no le importa que lo identifique; incluso tengo la
sospecha de que hasta le hace ilusión. Dándole vueltas al tema, he pensado que no
hace falta poner su nombre y apellido completos (tampoco voy a poner su
dirección o su teléfono). Tan sólo algunas fotos. Así, los que ya le conozcan,
podrán descubrir de quién se trata, y los demás sabrán qué aspecto tiene. Empezamos
por unas fotos de ambos luciendo un auténtico sombrero Stetson, de mi
propiedad, el mismo que usaban John Wayne y todos los cowboys. No cabe duda de que le queda mejor a él.
Hace más o menos 30 años, una noche me caí haciendo el chorra junto a una piscina (me resbalé en el suelo deslizante) y me hice daño en el hombro izquierdo. Me recomendaron nadar a braza, pero yo era un autodidacta de la playa de Riazor y busqué alguien que me enseñara el estilo correctamente. Mi amigo X dijo que él sí sabía, pero que se apuntaba conmigo. Así que ambos empezamos a nadar dos días por semana, debidamente instruidos por un tercer colega: el gran Josito, de quien supongo que tal vez sea seguidor fiel de este blog desde el más allá, o desde donde quiera que esté, porque el pobre falleció ya hace años. El primer día, Josito, que había sido campeón provincial junior de natación, se quedó atónito al ver que el amigo X nadaba con la cabeza fuera del agua, es decir, que sus conocimientos de natación no iban mucho más allá de los míos y que ambos, más que nadadores, éramos expertos bañistas, que no es lo mismo.
Por esa época, los tres, junto a
Paco Ramos, otro compañero al que no creo que le importe que le cite con nombre
y apellido, montamos una peña gastronómica. Nos reuníamos de vez en cuando y
cada uno preparaba un plato. Bueno, para ser exactos, el amigo X traía algo preparado por su
señora, gran cocinera, y éramos los demás los que lucíamos nuestras
habilidades. En una ocasión yo preparé en directo un ceviche al más puro estilo
peruano. El amigo X miraba por encima de mi hombro arrugando la nariz y decía: –Eso tiene una
pinta ciertamente asquerosa. Pero, una vez preparado, fue el que más comió.
Recuerdo también otro episodio histórico, el día en que Josito intentó hacer un
bacalao al pil pil y le salió algo con un aspecto bastante diferente y desde luego no muy apetitoso. Ante
nuestras risas se cogió un gran cabreo y dijo que no teníamos ni puta idea, que
una cosa era el pil pil y otra era el ligado.
Desde luego que, el suyo, muy ligado no parecía.
Años después, al bueno de X le
salió en el cuello una especie de branquia primigenia, probable reminiscencia
de alguno de sus antepasados piratas y hubo de ingresarse en el Doce de
Octubre para que se la extirparan. Desde allí me llamó aterrorizado: –Emilio –decía–, ¡Socorro! ven a sacarme de
aquí, me han puesto un pijama verde, estoy en pijama y con el culo al aire,
esto es humillante. Ahora que yo he sufrido por desgracia esa misma
humillación, el amigo X ha sido el primero en venir a verme, como atestigua
esta foto al día siguiente de mi operación de inserción de un clavo en mi
húmero seccionado. Ese clavo del que el otro día me soltaron un tornillo, todavía no sé si para bien o para mal. Aquí el testimonio de la
solidaridad de mi amigo en ese duro trance del que ya han pasado tres meses. El bueno de X está siempre ahí cuando se le necesita.
Hace una eternidad, cuando yo era
un corredor de fondo y no un lisiado como ahora, solía participar en la Carrera
Popular de Canillejas, que muchas veces transcurría bajo la lluvia. Allí, en la
esquina de Hermanos García Noblejas con Alcalá, estaba siempre mi amigo X, con
su proverbial gabardina y su paraguas, aguantando el coñazo de ver pasar a
cientos de corredores sólo por el placer efímero de descubrirme entre la masa y aplaudirme
unos segundos. Con los años, X empezó a preparar su jubilación y es ahí cuando
tomó contacto con mi blog. X es una persona muy ordenada que tiene todas sus
informaciones clasificadas. Cada vez que encuentra en mis textos algún dato, información o referencia de su interés, lo guarda por el procedimiento de copiar/pegar en sus archivos, que
tiene perfectamente organizados por temas: cine, música, viajes, etc. Hacia
finales de diciembre, le hicimos una comida homenaje, en la que me pidió que
dijera unas palabras al final. Fue un acto muy entrañable en el que acabamos en
un abrazo emocionado. Aquí una foto del evento, con otros dos compañeros.
He de aclarar que mi extraña postura no se debe a
que ya intuyera que dos meses más tarde me iba a romper ese brazo, sino a que,
durante toda la comida aguanté la charla continuada de otro amigo que habla bastante
bajo y, con el estruendo del acto, me costaba entender lo que decía. Desde
que se ha jubilado, el amigo X no para quieto, se mantiene en buena forma y de
ello da fe la imagen de abajo, tomada en el Pirineo esta pasada Navidad.
En fin, el bueno de X es ahora uno de los
más tenaces seguidores de mi blog y, uniendo esta circunstancia a su nueva
situación de hombre libre, le entró la curiosidad por dos cosas que él nunca
había hecho: correr una carrera popular y asistir a un concierto de masas.
Tenía la ilusión de vivir ambas experiencias conmigo, porque me considera un
experto en ambas. La carrera ya la corrimos hace un par de navidades. Fue cuando Madrid
batió el record Guiness de corredores disfrazados de Papá Noel. Allí estábamos
ambos, tal como se reflejó en el blog, en un amplio reportaje fotográfico del
que les extraigo un par de imágenes tomadas antes de la salida. Como íbamos los dos disfrazados, el anonimato de mi amigo no corrió peligro. Después de esta experiencia, sólo nos faltaba asistir a un concierto de masas.
Para ello,
¿qué mejor que ver a Bruce Springsteen en el Bernabeu? Cuando X supo en enero que el
Boss venía a Madrid, me llamó muy alterado: lo había oído en la radio y ya había visualizado la escena por anticipado, como
muchas otras cosas que este hombre intuye antes de que sucedan. Iríamos
a ver a Bruce los dos juntos. Así que yo me encargué de sacar las entradas por Internet pero, como
quizá hayan leído, fue imposible conseguirlas. Se pusieron a la venta en
Ticketmaster, se bloqueó la página inmediatamente y, dos horas más tarde, se
desbloqueó, pero ya no quedaban. En ese mismo instante, una página filial de
Ticketmaster las puso a la venta por el doble o más de su precio. La reventa de
toda la vida, en versión digital. Ya dábamos el tema por perdido, incluso
X había organizado para esta noche una cena con unos amigos.
Pero, en este foro, ya he insistido muchas veces en dos
cosas: que soy un cabezota y que un día (hace una eternidad) fui alguien
importante en el Ayuntamiento. Así que no me di por vencido, removí Roma con Santiago y, tirando de viejos contactos, con los que mantengo
una mínima relación, conseguí por fin dos entradas de grada lateral para el gran evento
de esta tarde. X canceló enseguida la cena y se apuntó con entusiasmo. Es
posible que ambos acudamos con nuestras bufandas respectivas: él la del Real
Madrid y yo la del Dépor. Del fondo de un cajón he recuperado una vieja petaca
que me regaló mi amigo escocés Geoff Keogh y que antiguamente llevaba siempre encima cuando
acudía a partidos y conciertos. La llenaremos, como no podía ser de otra manera, de Bourbon. El problema es que, como me registren a ver si llevo alguna
estelada, tal vez me la quiten. Siempre nos queda el recurso de bebérnosla allí
mismo, en las narices de la policía. Ya les contaré.
Se le ve bastante desmejorado en la instantánea del hospital. Cuídese. Nos tiene preocupados con esa convalecencia tan larga.
ResponderEliminar¡Y como quiere que se vea uno después de que le metan un clavo de 25 cms. en una operación de toda una mañana! La convalecencia se está alargando más de lo que esperaba. Dice mi amigo X que tengo que tener paciencia, que de ahí viene la palabra "paciente" que es lo que yo soy mientras no me den el alta: un paciente.
Eliminar