miércoles, 4 de mayo de 2016

502. Para morirse de risa

Ayer vi una película tremenda que se llama Trumbo. Cuenta la lucha de Dalton Trumbo, uno de los mejores guionistas de Hollywood, que fue prácticamente machacado por el Comité de Actividades Antiamericanas del senador McCarthy, que lo incluyó en la llamada lista negra, le obligó a pasar unos años en la cárcel y luego prohibió a los estudios que lo contrataran, por lo que hubo de trabajar de incógnito y con seudónimos, lo que no le impidió firmar varias maravillas como Vacaciones en Roma, El bravo (ambas obtuvieron el Oscar al mejor guión), Espartaco, donde Kirk Douglas impuso que apareciera por fin con su nombre, Exodo, Johny cogió su fusil y otras. Les recomiendo que vayan a verla, es muy buena. En la escena en que Trumbo se despide uno a uno de su mujer y sus tres hijos pequeños en el jardín de su casa, antes de subir al automóvil que lo trasladará a la prisión, le dice en susurros a su hijo varón que, mientras él no esté, queda especialmente encargado de hacer reír a su madre, al menos una vez al día.

Realmente la risa es algo fundamental en nuestras vidas, deberíamos reírnos todos los días un rato. Así que, como me dicen algunos de mis seguidores que llevo unos cuantos textos muy serios, hablando del ISIS, la desidia de los políticos españoles, las Elecciones americanas y la pena por la desaparición de Prince, pues hoy vamos a ver si nos reímos todos con ganas. Los beneficios de reírse a carcajadas de vez en cuando, están descritos médicamente. Está demostrado que la risa actúa en sinergia con otras técnicas terapéuticas, colaborando en la curación de muchas enfermedades de componente psicosomático. En Madrid existe hace más de diez años una Escuela de Risoterapia cuya página tienen AQUÍ. Y hay también una técnica de Laughter Yoga (yoga de la risa), muy extendida en Inglaterra y que seguramente se podrá practicar en más de un taller de por aquí. Voy a empezar por ponerles un simpático vídeo acústico o desenchufado del grupo de Pop-rock británico McFly. No hace falta que lo vean entero si no les gusta. Son bastante payasos, pero se lo pongo sólo para que se fijen en el tipo de las gafas de pasta.


Bien, el tipo de las gafas de pasta, se llama Tom Fletcher, lleva unos quince años viviendo del rock y está bastante contento; al grupo no le va nada mal, les salen muchas actuaciones locales en las que se ganan al público con su alegría contagiosa. Pero además, Fletcher es feliz porque hace poco tuvo un niño al que ha llamado Buzz y que, ahora mismo, es casi más famoso que su padre, gracias al vídeo que él mismo le grabó en una salida al campo. Resulta que a Tom se le ocurrió cargar al bebé en su mochila y enseñarle esas flores llamadas en inglés dandelión (diente de león, sería su traducción). Son esas que, cuando las soplas, pierden todas sus semillas, que se esparcen planeando como minúsculos paracaidistas. Al crío le da una risa tan extraordinaria que el padre, que no se la esperaba, se parte igualmente de risa y repite la jugada varias veces. El vídeo se ha vuelto viral y ha recibido muchas más visitas que cualquiera de las canciones del grupo McFly. Aquí se demuestra que la risa es una reacción orgánica, impresa en lo más hondo de nuestro código genético, que empezamos a manifestar casi desde que nacemos.


Lo malo es cuando la risa te ataca de forma incontenible en un lugar indebido y has de intentar reprimirla. A mí me ha pasado alguna vez y les puedo asegurar que se pasa un rato bastante malo. Es el caso del vídeo que ya les puse en una ocasión, del alcalde de un pueblo de Kansas que, en medio de un Pleno que se está transmitiendo por la televisión local a toda la población, da la palabra a su concejala de servicios sociales y aprovecha el lapsus para ir al baño, olvidando apagar su micrófono. La chica empieza su discurso pero, en seguida se empiezan a oír por la megafonía los ruidos que hace su jefe al mear. La chica pasa un mal rato, pero al final consigue remontar y, a duras penas, recobrar la seriedad un instante para proponer que el Pleno apruebe la propuesta que ella ha intentado explicar. Si lo vieron en su día (en mi blog o por su cuenta), se lo pueden saltar. Les recuerdo que el alcalde se hizo muy famoso, sobre todo después de tomárselo con humor y declarar a la prensa que el asunto había sido una demostración palmaria de la política de transparencia que había prometido en su campaña. 


La concejala de Kansas llega en algunos momentos al borde del llanto, pero se repone y sale relativamente bien parada del trance. Otro caso curioso, con final similar, lo encontramos en la intervención ante su parlamento del veterano Ministro de Finanzas de Suiza, Hans-Rudolph Merz. La intervención es en alemán y no tengo yo muy claro por qué le da la risa. Me malicio que le han escrito el discurso y que de pronto se da cuenta de que está leyendo un auténtico rollo patatero, que no le está interesando a nadie (parece escucharse el murmullo de los asistentes hablando de sus cosas), un texto cuajado de cifras y datos técnicos, que a nadie importan. Imagino que por eso se ríe, no creo que sea por la seguridad de que no va a cumplir nada de lo que está prometiendo, una explicación de su conducta de la que saldría todavía peor parado. En cualquier caso, se trata de un político veterano, con tablas, que logra enderezar la situación y recobrar la compostura hasta terminar su discurso. 


Existen en cambio casos documentados de oradores que no han conseguido remontar y han tenido que irse del estrado. Hay uno muy conocido del Parlamento Andaluz de 1994, en el que la secretaria que ha de ir nombrando a los parlamentarios, para que estos digan cuál es su voto, no consigue hacerlo porque sufre un ataque de risa que se lo impide y ha de ser sustituida. Pero yo les traigo uno también famoso, y además de mi tierra. Creo que fue en 2004 cuando Carlos González-Garcés, a la sazón concejal de seguridad del Ayuntamiento de La Coruña, se puso a hablar de los uniformes y los nuevos medios técnicos que se acababan de adquirir para los bomberos. A partir de un doble sentido que le viene a la cabeza, se empieza a reír y es como si se sumergiera en las arenas movedizas de la hilaridad incontenible, de las que no consigue salir. Por cierto, el concejal ostenta un guión entre sus dos apellidos por ser hijo de don Miguel González Garcés, insigne poeta local, que fue mi profesor de Lengua Española durante parte del bachillerato. 


Por último, una muestra reciente de lo contagiosa que puede ser la risa. En el Metro de Berlín, una chica que va consultando su móvil recibe un mensaje tan gracioso, que se empieza a reír, la cosa se va extendiendo y al final todo el mundo acaba muerto de risa. Si los vídeos que les he puesto antes son, por así decirlo, espontáneos, en este caso no podría asegurarles que el asunto no esté preparado y se haya montado adrede con algunos reidores distribuidos por el vagón. Pero el resultado es cuando menos llamativo. Con él les dejo. Sigan disfrutando de la primavera.



4 comentarios:

  1. Gracias por hacernos reír con ganas. El vídeo que más me alucina es el del ministro suizo. Este señor demuestra un vis cómica que poca gente tiene. Podría integrarse en Martes y Trece sin desmerecer.

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    1. Estoy de acuerdo. El ministro es un crack. No podría ser de otra manera tratándose del Ministro de Finanzas de Suiza, el más antiguo de los paraísos fiscales del mundo.

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    2. Pues el coruñés de los bomberos bien dotados tampoco es manco. Es sorprendente que un político avezado como parece ser el caso, no consiga parar de reírse y haga el ridículo de esa manera.

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    3. Según lo que dice Internet, este buen hombre fue protagonista antes y después de esto, de otros episodios un tanto estrambóticos, que parece que hasta ponían en cuestión su honradez, historias de los que yo no quiero saber nada. Para mí siempre será el hijo de mi profesor de Lengua Española.

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