Miren que me esfuerzo en
transmitirles la idea de que no somos más paletos, ni más chorizos, ni más
impresentables que los ciudadanos de cualquier otro país del llamado mundo
occidental. Que a pesar de Urdangarines, Ratos y Cospedales, somos una tierra de
gente imaginativa y brillante, que alumbra científicos, investigadores, literatos y
artistas de primer nivel. Pues cada año por estas fechas mi convicción flaquea
al ver cómo mi barrio se ve invadido por una cola variopinta que arranca a la
puerta de la Iglesia del Jesús de Medinaceli y se extiende por todo el Barrio
de las Letras hasta llegar muy cerca de
la Glorieta de Atocha.
Debo cruzar esa cola para llegar
a mi casa y cada año me sobrecoge de nuevo la ignorancia militante, el
analfabetismo desinhibido que transmite la mirada bovina de estas gentes, la
incultura recalcitrante de estos rostros que parecen tallados por un escultor
miope con el escoplo mellado, la rudeza de las figuras arrebujadas en mantas, que parecen salidas de un viejo daguerrotipo rescatado de la basura. Si han visto la
película Blancanieves, recordarán las caras del público enardecido de las
corridas de toros que salen en ese excelente film. El equipo de la película
debió de hacer un casting por los pueblos más remotos de la España profunda,
hasta encontrar esos tipos feos, de rostro patibulario y sonrisa desdentada que
hacen de extras en determinadas escenas.
Caras como esas se pueden ver en
la cola del besapié, integrada mayoritariamente por señoras mayores
representantes del beaterío más rancio de la ciudad, que soportan frío, nieve y
vientos helados, en algunos casos durante más de diez días, con el único
objetivo de besar el pie derecho de una talla de madera, en una catarsis que
dura apenas dos segundos. Previamente deben concentrarse en la petición de tres
deseos, de los que uno se cumplirá con toda seguridad, de acuerdo con una
tradición que arranca de la segunda mitad del siglo XVII.
Parece que la imagen del Cristo
fue tallada en torno a 1600 y transportada a una ciudad marroquí ocupada entonces
por España, para atender las necesidades religiosas de las tropas de la guarnición que la
custodiaba. Cuando los marroquíes recuperaron la ciudad en 1681, los soldados
españoles se retiraron a las afueras y desde allí tuvieron noticia de que los
moros se dedicaban a vejar la imagen, arrastrándola por las calles de tierra y
haciéndole mil perrerías. Cuenta la leyenda que el capitán al mando de los
españoles ofreció entonces rescatarla, a cambio de su peso en oro, a lo que los
moros accedieron.
El día señalado, se procedió a
situar la estatua sobre el platillo de una gran balanza. Hay que decir que se
trata de una imagen de cuerpo entero y tamaño natural, que mide 1,73 metros, tallada en madera maciza, muy diferente de esas otras que tienen de
madera sólo la cara y las manos, lo que se ve, y el resto es falso como el alma
de Bárcenas. Empezaron, pues, a echar monedas de oro en el otro platillo y con apenas
treinta monedas la balanza se equilibró, primera manifestación milagrosa de la
talla. El jefe moro, montó en cólera, dijo que aquello era una estafa producto
de artes de brujería, rompió el trato y se quedó con la estatua. Pero la
leyenda había corrido entre las tropas españolas y pronto fue conocida en todas partes.
Un año más tarde, la estatua fue de verdad recuperada y llevada a Madrid en medio de una gran expectación. Todo el
mundo esperaba la llegada del Jesús del Rescate, como se le bautizó entonces.
Los Duques de Medinaceli cedieron un terreno de su propiedad en el centro de la
ciudad, para la construcción de una nueva iglesia, digna de albergar una efigie
dotada de tan portentosos poderes. Desde 1682, los madrileños hacen cola para
pedirle favores a la imagen, ya rebautizada como Jesús de Medinaceli. También
desde ese año, un miembro de la familia real acude a pedir favores al Cristo.
(¿Qué será lo que le pidan este año? ¿Tal vez que al abuelo se le curen las
rodillas? ¿O que a Urdangarín se lo lleve el diablo?). Aquí tienen una imagen de 1919, no muy diferente de las actuales.
Los primeros viernes de mes
se monta una cola discreta de fieles beatos que acuden puntualmente a la cita,
sin grandes aspavientos. Pero el primer viernes de marzo, la cosa se sale de
madre, se traen vallas municipales, la policía local debe organizar el cotarro,
acude el SAMUR para atender soponcios debidos a la interminable espera a la
intemperie y hasta los medios de comunicación de masas mandan a sus mejores
reporteros para cubrir el evento.
Y todo eso ¿para qué? Pues, según
se puede ver en la televisión, el besuqueo se resuelve en dos segundos, la
gente va pasando a toda velocidad porque no hay tiempo para más y, junto a la talla, se sitúa un cura provisto de
un pañuelo con el que limpia el pie de la imagen entre beso y beso. El hombre debe de acabar con
agujetas en el antebrazo, después de veintiocho horas repitiendo el gesto.
Imagino que de vez en cuando cambiará de pañuelo para evitar la acumulación de
bacterias y ácidos salivares.
Algunas curiosidades. Los
aristócratas (y la infanta a la que le toque), no hacen cola. Faltaría más. Por
el lado del Hotel Palace se habilita una entrada alternativa para la gente de
alcurnia, que así se ahorran las incomodidades de la cola y la irritante mezcla
con el pueblo llano y dicharachero, que seguro que aprovecharían la ocasión para
pedirles algún favor bajo cuerda. La Alcaldesa no suele faltar a esta cita y,
por supuesto, no hace cola. Dicen las malas lenguas que algunos arribistas y
nuevos ricos pagan altas sumas para ser admitidos por esa puerta.
Lo que sí existe es reventa de
los mejores puestos en la cola del pueblo llano. Profesionales del tema copan
los lugares de privilegio, por los que las beatas poco previsoras llegan a
pagar hasta 100 euros. La gente se lleva sillas plegables, estufas de butano,
plásticos, mantas y paraguas, para resistir el relente del invierno. Y botellas
de agua y kilos de pipas de girasol. Las aceras acaban tapizadas de cáscaras de
pipas. Los nietos relevan a ratos a sus abuelas y se ocupan de traerles
bocadillos y tupperwares con cocretas y almóndigas (¡qué ricas,
verdá usté!). Algunas imágenes de ayer.
Lo que tiene peor solución es el
asunto de las aguas menores (por no hablar de las mayores). Los bares del
entorno guardan de un año para otro carteles que fijan en los cristales, en los
que se precisa que los aseos son de uso exclusivo de los clientes. Estando en
uno de estos bares el año pasado, pude contemplar la escena repetida de al
menos cuatro señoras que entraban a pedir un vaso de agua, el camarero les
advertía de que eso no las habilitaba para usar los aseos y entonces se daban
la vuelta muy ofendidas y se iban.
Un año me infiltré un rato en la
hilera de gente y les pregunté por qué estaban allí. Una señora me dijo que
ella ni se lo creía ni se lo dejaba de creer. Pero, por si acaso, hacía la
cola. Que malo no sería en ningún caso. Unos chavales tirando a punkis me
confesaron que la abuela les pagaba un dinerillo por guardar la vez mientras
ella descansaba. La tradición no cesa y, en este año de recortes y desgracias,
a mí me parece que la cola es, si cabe, todavía más larga. No sería de extrañar encontrar camuflada entre las beatas a la Ministra de Empleo, a ver si el Santo le concede el deseo de que deje de aumentar el paro. Estaba yo con la mosca detrás de la oreja, intentando saber de qué me sonaba su cara. Hoy me han aclarado el parecido. Aquí se lo dejo.
En fin, el pasado del que no nos libramos. Adoración del mismo Dios que le ha dicho a Benedicto
Nosecuantos que deje de perseguir pederastas y se vaya a tomar vientos. ¡Que
alivio debe de sentir este hombre, que desde hoy ya se puede equivocar!
Ya lo dijo Pitigrilli: "Las beatas quizá no ofendan a Dios, pero le aburren"
ResponderEliminarA mí me ofende la ignorancia, pía o laica
Eliminar¡Qué mala leche la imagen tuneada de la ministra de desempleo!
ResponderEliminarEl amigo Millán pretendía representar a una "maruja" mu-tonta-mu-tonta, pero no llegaba a los extremos de la imagen de la señá ministra.
EliminarCon motivo del cuarto aniversario de la publicación de este magnífico post,que he venido a releer, sugiero que le falta una etiqueta por la que lo buscaba y no lo encontraba: Madrid. Recuerdos y una abrazo.
ResponderEliminarNo sé quién eres, pero muchas gracias por tu comentario. Acabo de añadir la etiqueta que sugieres. Un abrazo.
EliminarOlvidé firmar,disculpa. Amigo Alfred
ResponderEliminarYa me lo imaginaba. Además, la idea de escribir este post me la sugirió nuestro siempre añorado Victoriano, que había visto una información en la tele.
EliminarUn abrazo. Llámame si vienes por Madrid, y nos tomamos algo.