Esta tarde me voy de viaje a
pasar el puente de San José haciendo senderismo por el Parque Regional de
Sierra Espuña en la provincia de Murcia. Regreso el lunes 18 y es posible que
hasta la vuelta no suba más entradas al Blog, posibilidad directamente ligada a
las condiciones climatológicas. La base de operaciones la tendremos en el hotel
Los Bartolos, en Alhama de Murcia, que tiene WiFi. Si el tiempo es bueno, no
creo que escriba nada. Sólo en el caso de que se ponga a diluviar y haya que
quedarse un día en el hotel, se me ofrecerá la ocasión de confeccionar alguna
entrada en el fin de semana.
No se quejen, que la última vez
que me fui de viaje (a Viseu), les dejé colgados cuatro días con una página
sobre pedos de las que tanto disfrutan en secreto (lo revela la página de
seguimiento del Blog, aunque casi nadie me dice nada al respecto). En esta
ocasión les he dejado un buen abanico de asuntos variados, divertidos y
polémicos. Algunos más trabajados, como el que explica el origen del nombre de
Madrid, otros más gamberros como el de la propuesta de Berlusconi para Papa.
Hablando del Papa, pues estoy
encantado de que sea un argentino, vih’te,
y encima que se ponga Francisco, Paco para los amigos, Curro para los más
íntimos. Tal vez el tipo propicie una mayor relación de la Iglesia con el mundo
real. Nadie le pide una gran revolución. Ni siquiera que dejen de ser un Estado
con presidente elegido por un sistema medieval, que terminen con la ridiculez
de la infalibilidad, o que las mujeres pasen a desempeñar un papel similar al
que tienen en el resto del mundo occidental. Sería suficiente, por ahora, con
que la Iglesia recuperase la función que desempeñaba en sus inicios y para la
que fue creada.
No es algo descabellado. En
realidad, todo está ya establecido en las conclusiones del Concilio Vaticano
Segundo, el que promovió el mejor Papa de todos los que he conocido en mi vida.
Juan XXIII fue elegido como un Papa de transición pero les salió rana a los de
la curia. Pensaban que el cardenal Roncalli era un simple anciano de pueblo, simpático
y buena gente, pero de poco recorrido. Y el tipo tuvo la sabiduría y la
decisión suficientes para dar un volantazo y retomar la senda de la humildad
y el servicio a los fieles. El problema fue que sus sucesores pasaron de él,
recuperaron todas las prerrogativas de la jerarquía y nunca han aplicado las
directrices que el Concilio aprobó.
No es este del Papa un tema que
me interese especialmente, pero es difícil sustraerse al circo mediático que se
ha montado en torno a la fumata. El País le dedicaba ayer diez o doce páginas y
parece que todo el mundo tiene ganas de que la iglesia se democratice. El ruido
del cónclave ha impedido prestar la debida atención al fallo del Tribunal de
Luxemburgo sobre el tema de los desahucios en España. Qué vergüenza que hayamos
tenido que recurrir a Europa para tener un punto de apoyo frente a esa norma
abusiva que tantos miles de dramas personales y familiares ha causado (además
de un buen número de suicidios).
A lo largo de mis más de cien posts he insistido de forma preferente
en unas cuantas líneas que me parece importante que mantengamos, y una de ellas
es mi obsesión en demostrar que los españoles no somos peores que los
ciudadanos de otros países europeos que nos miran por encima del hombro, como
si ellos mearan agua bendita y nosotros fuéramos una especie de apestados. Es
una tesis sesgada e interesada, esta de los alemanes y sus corifeos: cuanto más
nos desanimemos y nos acomplejemos, más nos van a mangonear y a hundir, en
definitiva. Por eso yo me esfuerzo en todo lo que pueda ayudar a promocionar la
marca España. Somos cojonudos, coño. Que nadie lo dude.
Lo que pasa es que hay unos
cuantos asuntos puntuales en los que de verdad somos diferentes y damos bastante
vergüenza. Por ejemplo, que surja el caso Bárcenas y no dimita nadie. O que el
juez Garzón destape el Gurtel y la justicia lo condene a él, en vez de a los
corruptos. Como ya he dicho en algún post
anterior, hacemos también el ridículo internacional cuando nuestro himno se
silba masivamente en un estadio, algo que no sucede en ninguna parte y que los
extranjeros no entienden. Y, desde luego, nos retratamos internacionalmente con
una normativa sobre desahucios que no existe en ningún otro país europeo.
Como no soy un experto en este
asunto, ayer llamé a Sagrario Pérez, mi asesora para asuntos económicos a la
que tengo un poco abandonada últimamente, para que me explicara la
trascendencia de esta decisión de la más alta instancia jurídica europea. Me
dio tal cantidad de datos que este semi-post
se me queda corto. Además, el tema es tan dramático que se merece que me lo
estudie más despacio y prepare un texto exclusivo y bien fundamentado.
Quedémonos por ahora con unos
cuantos flashes. Que la norma que se debe reformar no es tanto la Ley Hipotecaria, como la Ley Reguladora del Procedimiento de Ejecución Hipotecaria, un texto de
los tiempos de Franco, que ha sido varias veces revisado a peor, a petición de
la gran Banca, tanto por gobiernos del PP, como del PSOE. Que el resultado de
esa ley requeterreformada, es un marco totalmente asimétrico para el juego
entre el ciudadano y la Banca, que incluye cláusulas abusivas, como la que prohíbe
que, en caso de desahucio, el afectado recurra la decisión y el juez pueda
siquiera escucharlo (créanselo). Hemos convivido con esa norma durante toda la democracia, sin que alcanzara visibilidad hasta que ha llegado la crisis. El Tribunal de Luxemburgo ha dictaminado que
ese marco asimétrico y abusivo es contrario a la normativa europea que protege al consumidor frente a eventuales estafas de quien le vende un
producto.
El realidad, todos los países
europeos cuentan con una ley que podemos llamar de segunda oportunidad, que,
con diferentes condiciones, prevé la contingencia de que un propietario con su
casa hipotecada se vea en problemas para pagar las letras de su crédito, por un
contratiempo sobrevenido (como paro o enfermedad). En esos casos, la ley
faculta a la Administración a designar un árbitro, que se estudia el caso
concreto y establece cuánto puede pagar la familia amenazada de desahucio y
cuanto puede perdonar razonablemente el Banco. La solución pasa a veces por ofrecer
al ciudadano un alquiler social alternativo, lo que permite a los afectados rehacer su vida
y su economía.
La solución que decide el árbitro es buena para todos. El
ciudadano no se ve en la calle y el Banco recupera una parte sustancial del
dinero, en vez de quedarse con un piso que no le sirve para nada. Esta
normativa de los demás países europeos, obvia el debate de la famosa “dación en
pago”, que ha sido objeto de una iniciativa legislativa popular suscrita por
1,4 millones de ciudadanos, entre los que me cuento. El asunto es complejo y se
merece, como digo, que me tome un largo café con Sagrario para cerrar un texto
a la altura de este auténtico drama social.
A las puertas de mi desahucio de
la oficina en la que he trabajado los últimos 30 años, estoy especialmente
sensible a este tipo de temas (mi drama es infinitesimal, lo reconozco, no es
comparable con un desahucio real). La cosa ya tiene fecha programada. Cuando
regrese de mi excursión senderista, tendré tres días para empaquetar mis enseres
más elementales (del resto, una parte está en mi casa y lo demás irá a la
hoguera). El jueves 21, por la tarde se iniciará la mudanza, que se completará
al día siguiente. El lunes 25 ya debo ir a mi nuevo lugar de trabajo. De esto
también hablaremos en estos días. Que lo pasen bien en el puente.
Respecto a mi tocayo Franciscus, ya solo resta saber si es un cronco o un petiforro porque entre cronopio y fama lo tengo claro...jejejeje...
ResponderEliminarDesde luego que es un cronopio y, probablemente también un petiforro, porque, de todos los que conozco, usted es el más cronco, querido Groucho. Y, por descontado: ¡¡que viva EL PAPA!!
EliminarYa he leído por ahí que es Francisco es un papa muy renovador... como que los de la guardia suiza se van a llamar ahora "los hombres de Paco".
ResponderEliminarSe dice también que ha pedido el teléfono del Telechino, para que le traigan la cena en moto.
EliminarRespecto a los suicidios, un psiquiatra comentaba ayer en El País que su número, durante la época de prosperidad, cuando "todos los españoles éramos tan ricos", fue significativamente mayor que ahora, en periodo de crisis; de esto, deducía que la gente no se suicida por perder la casa, salvo los casos concretos que han saltado a la prensa (y algunos no han sido por ejecutados por el banco, sino por un casero harto de no cobrar el alquiler). Lo que no exculpa ni una miaja a banqueros, agentes hipotecarios y demás buitres que engordan con la tragedia de los que se quedan en los márgenes del mundo, desposeídos de su cobijo y hasta de su dignidad.
ResponderEliminarDesde luego, uno no se suicida si no se le acumulan un montón de problemas, reales o imaginarios, que se perciben como imposibles de solucionar. Yo creo que en más casos de los que se publican, el desahucio o el despido pueden ser la gota que colma el vaso de la desesperación. Como en el caso de los empleados de France Telecom. Yo no sé cómo me tomaría que me echaran de mi casa y tuviera que irme a vivir a un banco del Retiro.
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