Ya sé que generalizar es una
estupidez, que en todos los países y en todos los pueblos habrá santos y
asesinos, tontos y listos, solidarios y egoístas, estresados y pachorrones,
generosos y roñas. Pero convendrán conmigo en que hay características
específicas de los pueblos, que impregnan su forma de ser colectiva y los hacen
reconocibles desde fuera. Los catalanes son de una manera muy concreta; los
vascos y los asturianos, lo mismo, y a los de Toledo se les reconoce a la legua,
sobre todo al volante de un automóvil.
Hoy les voy a hablar en primer
lugar de los escoceses, los paisanos de Sean Connery. Un pueblo de actualidad por
el referéndum soberanista que preparan. Entre los anglosajones, los escoceses
tienen fama de agarrados, lo que es origen de numerosos chistes. Algo de verdad
debe de haber, cuando tienen esa fama. Aunque no se lo crean, también tengo un
amigo escocés, al que hace años que no veo. Mi amigo se llama Geoff Keogh y, si
no se ha jubilado, debe de continuar como profesor titular (senior lecturer)
de la Aberdeen Business School, una prestigiosa y exclusiva escuela privada de
negocios, en la que se forman los jóvenes cachorros de todos los países, que salen
de allí preparados para comerse el mundo inmobiliario.
Lo conozco porque, dentro de su
asignatura, hacía algunos viajes de estudios y solía recalar por Madrid a que
le mostráramos los proyectos urbanísticos en marcha en nuestra ciudad, tarea en
la que, como saben, se ha contado conmigo durante años. Geoff es mayor que yo
(por eso dudo de si no se habrá jubilado). Es un hombre alto y delgado,
completamente calvo, de cabeza apepinada, gafas de montura fina y aire doctoral.
Lleva siempre la misma gabardina, camina encorvado a grandes zancadas y parece
continuamente ensimismado en alguna reflexión profunda. Es también una persona
muy cariñosa y atenta, que no habla una palabra de castellano. Desde su primera
visita, hicimos amistad porque le gustó mi forma de explicar el urbanismo de
Madrid a sus alumnos.
A partir de esa primera visita,
adoptó la costumbre de contactar conmigo primero para que yo revisase el
programa de su viaje y las distintas conferencias. Entonces aparecía al frente
de su grey portando una botella de whisky escocés para mí, siempre de marcas
diferentes, imposibles de conseguir en España. Tengo que decir que nunca en mi
vida he probado un whisky como esos. El último año que vino, traía apenas seis
o siete alumnos, con mayoría de orientales y negros. Me confesó que la crisis
estaba afectando severamente a la Business School, que se estaba quedando sin
estudiantes. Y ya no volvió más.
A lo que voy. El día que apareció
con la primera botella, muy educadamente me sondeó para asegurarse de que
sabría hacer buen uso de ella. Con aire despreocupado, le dije que lo serviría
en un vaso alto con hielo y me lo bebería. Palideció y me dijo muy serio: si
eso es lo que va usted a hacer, me la llevo otra vez. Entonces me explicó las
tres reglas básicas para utilizar adecuadamente su regalo y me hizo prometer
que no cometería el sacrilegio de hacerlo de otra forma. Estas fueron sus
indicaciones:
1.-
No le ponga jamás hielo ni lo meta en la nevera.
2.- Utilice
una copa ancha de coñac y bébase una al día, antes de acostarse, mientras
escribe o lee. Si le resulta muy fuerte, puede añadirle un chorrito de agua del
grifo.
3.- (La más
importante) Si un día hace una fiesta en su casa, escóndalo. Los amigos seguro
que harían un mal uso del licor, le pondrían hielo y todo eso, y además se lo
terminarían enseguida. Este es un regalo mío muy personal para usted. No es
para que lo comparta.
Le comenté esta historia a mi
hermano Antonio, anglófilo declarado y buen conocedor de las tribus británicas,
quien me dio la siguiente explicación: “Eso que te ha dicho, deja bien claro
que es escocés. Un irlandés, por ejemplo, jamás te hubiera hecho tal
recomendación”. Ya ven por dónde voy. Los escoceses, como cualquier otro
pueblo, tienen ciertos rasgos exclusivos que caracterizan su forma de ser
colectiva. No conozco Escocia, el pasado verano tenía el plan de visitarla,
pero se cruzó la invitación a participar en el congreso de New York y lo dejé
para otro año. Desconozco la fecha de la consulta que van a organizar,
inspirada en la Clarity Act del Québec (ver entrada nº 40). Londres ya
les ha dado el permiso para hacerla.
Y hablando de escoceses, les
recomiendo la última película de Ken Loach, quizá aun en cartel, que se llama La
Parte de los Ángeles. Es muy buena. Si van a verla, apreciarán la belleza
de sus paisajes y aprenderán todo sobre el proceso de fabricación y selección
del whisky y el mundo de los concursos de catadores. El whisky es una seña de
identidad del pueblo escocés, como el kilt,
la popular falda de los hombres. Como aperitivo les traigo aquí una de las
canciones que suenan en esa película, firmada por el grupo escocés The
Proclaimers (el video muestra imágenes de otra película que también la utilizó). Este grupo, que lideran dos hermanos gemelos, tuvo un gran éxito hace
unos diez años con este precioso tema, que rebosa optimismo. Súbanle el volumen
y anímense: a Rajoy ya sólo le quedan tres años.
Sobre esto de las características de los pueblos les voy a contar un viejo chiste del que, para que lo pongan en contexto, les aclaro que lo escuché en un ambiente de sindicalistas agrestes y veteranos. Resulta que está Dios acabando la obra magna de la Creación, y sólo le falta eso de lo que estamos hablando: distribuir las señas de identidad por las que cada pueblo va a ser reconocido para siempre. Y para hacerlo, lógicamente, convoca a los delegados sindicales de los pueblos y empieza el reparto. Los franceses van a ser seductores y artistas. Los griegos serán negociantes y pendencieros. Los escoceses, roñosos y buenos bebedores. Los italianos, románticos y ligones. Los turcos, rudos y nobles. Los alemanes, tenaces y sistemáticos.
Pueden alargar esa parte del
chiste todo lo que quieran. Como pueden imaginar, nuestro país es el último de
la lista y Dios concluye así su parlamento: Y los españoles van a ser
inteligentes, buenas personas y del PP. Entonces el delegado de Francia se
pilla un mosqueo regular y pide la palabra: “Qué passa, Dios, joder, de qué vas
con esa distribución. O sea, ¿que todos vamos a tener dos cualidades y estos
pringaos tres? No es justo”. Duda Dios, porque comprende que el franchute tiene
razón, pero por otro lado ya nos ha concedido las tres cualidades y piensa que
quedaría feo quitarnos alguna.
Reflexiona Dios un rato y, finalmente,
comunica a todos su decisión: se mantienen las tres cualidades, pero sólo
podrán disfrutarse dos al tiempo. Qué difícil es eso, dicen todos. Pero Dios
les aclara que es muy fácil. Simplemente, esa distribución genera tres clases
de españoles.
1.-
Las buenas personas del PP (que no son inteligentes)
2.-
Los inteligentes del PP (que no son buenas personas)
3.-
Los inteligentes y buenas personas (que no son del PP)
Tal como lo escuché, se lo he contado
a ustedes. Que pasen unas felices fiestas. Se lo deseo de todo corazón.
¿Pasa con los bolos, tío? Que yo sepa, son los gallegos los que no saben ni bajar una escalera, o al menos, lo hacen tan de camuflaje que nunca se sabe si la están subiendo, según dicen las malas lenguas. Ya ves el presi, un típ¡co gallego: esperemos que no se quede 40 años, como el otro.
ResponderEliminar¿Qué tal, querida toledana? Ya sabes que el que se pica, ajos come... No pretendía molestarte. Como estábamos en asunto de estereotipos, pues me agarré a uno bastante manido: cuando ves a un conductor circulando muy despacio entre dos carriles, el tópico es decir ¡Hala! ¡Otro de Toledo! Por algo será...
EliminarPues no, son los de Cuenca los que conducen, según dicen las lenguas de doble filo, un poco a su aire... Y de toledana nada, solo medio bola por parte de mamá, pero yo soy de donde es la gente, o sea, de Madrí.
EliminarUsted perdone, señorita.
EliminarTe olvidaste al pricipio de "señores" y "tarugos"...
ResponderEliminarY gordos y flacos, y mañosos y cenutrios.
EliminarOtra pequeña joya de Ken Loach, esta 'La parte de los ángeles'. Entrañable, divertida, real, positiva, siempre mirando al futuro con esperanza desde la solidaridad con la clase obrera e intentando obviar maniqueísmos. El protagonista es un héroe, sí, pero también ha sido un demonio. Que no se olvide. Todos tenemos una parte de ambos en nosotros. Un saludo!!!!!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, querido manipulador de alimentos. Como ves, este es un blog con vocación de hablar un poco de todo, primando la agilidad a la profundidad (por eso es "a la carrera"). Los comentarios son siempre bienvenidos. Y tienes razón: todos tenemos algo de blanco y algo de negro.
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