martes, 11 de diciembre de 2012

54. Caramulo I. El doctor Lacerda

Caramulo es un pueblo muy singular. Está situado en la parte alta de la sierra de su mismo nombre y dista de Viseu unos 35 kms. que han de cubrirse por una carreterita que sube por la falda de la montaña haciendo eses una y otra vez sobre sí misma como una serpiente de asfalto. Arriba sorprende en primer lugar la profusión de grandes edificios abandonados que corresponden a antiguos sanatorios antituberculosos. También se intuye una especie de orden urbanístico especial, como si todo estuviera en su sitio, como echando en falta el caos orgánico de los núcleos de población que han crecido de forma espontánea. Pero todavía sorprende más la existencia de un Museo del Automóvil ciertamente extraordinario.

Las historias del pueblo, los sanatorios y el museo están íntimamente relacionadas, según he podido averiguar rastreando en Internet diversos documentos en portugués. Al parecer, el pueblo fue fundado en 1921, por el doctor Jerónimo de Lacerda, ilustre miembro de una larga dinastía de médicos que trabajaban en la región desde varias generaciones. Hasta ese momento, en el lugar no había más que algunas casas de lugareños dispersas por la montaña.

El doctor Lacerda nació en 1889 en Coimbra, en cuya Universidad estudió Medicina y Filosofía. Su primer empleo fue precisamente como profesor universitario en la Facultad de Medicina pero, al estallar la Primera Guerra Mundial, logró alistarse como oficial médico en Angola intercambiando los papeles con un amigo que no quería ir a la guerra. Una trampa que me recuerda a las que hizo mi admirado Dashiell Hammett para participar en las dos guerras mundiales, en las que le estaba vetado el acceso, en un caso por demasiado joven, y en el otro por demasiado viejo. Otro día hablaré de este hombre también singular.
 
Al regreso de África, Lacerda se estableció como médico en el pueblo de Tondela, cerca de Viseu. Allí empezó a tratar enfermos de tuberculosis, la pandemia de esos años, y concibió la idea de crear un complejo hospitalario en una localización de montaña en la que los enfermos se beneficiaran de la altura y el aire puro, como parte esencial de su tratamiento. A ese objetivo consagró el resto de su vida con una dedicación inquebrantable. Para empezar, logró constituir una Sociedad Benéfica con personas influyentes y adineradas, algunas con parientes afectados por la enfermedad, que aportaron fondos para su magno plan. La Sociedad compró a precios bajos todos los terrenos disponibles en la montaña y empezó a trabajar.

Había que partir de cero, porque la sierra de Caramulo era una zona deprimida, sin carreteras ni agua corriente, y poblada por gentes semianalfabetas. Tenía además muy poco arbolado, porque sus habitantes habían deforestado los campos para ampliar pastos y alimentar las estufas de leña con que se calentaban. El doctor Lacerda ejecutó un verdadero plan urbanístico para arropar su primer establecimiento: el Grande Hotel Sanatorio de Caramulo, que a día de hoy sigue funcionando como hotel. El plan incluía abastecimiento de agua, mediante pozos y minas de agua, así como electricidad, saneamiento y tratamiento de basuras.

El Grande Hotel fue inaugurado en 1922 y, a su alrededor, surgió un complejo de instalaciones y servicios complementarios, además de las viviendas necesarias para el mantenimiento del conjunto. Es decir, que lo primero fue el hospital y luego el pueblo creció a su alrededor. El doctor instaló allí su vivienda y empezaron a atender a gente pudiente, local y extranjera, venida al calor de la creciente fama del lugar, lo que permitió rentabilizar en parte la inversión.

En 1928, el doctor firmó un acuerdo con el nuevo presidente de Portugal, el profesor António Oliveira Salazar. Este catedrático de la Universidad de Coimbra había sido requerido poco antes a dirigir el país de forma autoritaria y presidencialista, por imitación de los regímenes nazi y fascista, en boga por entonces. Salazar duró casi hasta la revolución de los claveles, convirtiéndose en el dictador más longevo de Europa. Lacerda y él eran amigos de su época universitaria y acordaron ampliar el complejo de forma que se atendiera también de forma gratuita a pacientes de menos posibles. Salazar incluyó también un importante cupo para atención de funcionarios públicos aquejados de la enfermedad.

Se construyeron nuevos sanatorios, laboratorios de análisis, farmacias, un centro radiológico, y servicios médicos de todas las ramas, incluyendo una clínica dental. El complejo contaba con lavandería centralizada, una emisora de radio dirigida por los enfermos (Radio Polo Norte), cines y comercios, una granja de cerdos, que se engordaban con las sobras de comida de todos los sanatorios (los cerdos son inmunes al bacilo de Koch), una vaquería propia, una central lechera donde se pasteurizaba la leche, una central frigorífica para conservar los alimentos y la primera red de telefonía de Portugal. Se llevó a cabo también un amplio plan de reforestación del entorno.

A finales de los treinta, el complejo contaba con más de veinte sanatorios, con 1100 camas. Durante la Segunda Guerra Mundial, la falta de carbón llevó a construir un sistema de calefacción con una central de vapor alimentada con leña. El complejo se convirtió en un centro de referencia europea, en donde se organizaban congresos médicos a los que acudían los mejores especialistas mundiales en tuberculosis. Algunos médicos famosos se trasladaron allí para desarrollar su trabajo, como el doctor Tapia, exiliado de la guerra española.

En pleno esplendor de su creación, el doctor Lacerda se murió de un infarto en Lisboa, en 1945. Tenía sólo 55 años. Tuvo la suerte de no presenciar la decadencia del lugar, derivada de la erradicación de la tuberculosis a partir del descubrimiento de la vacuna y la generalización de los tratamientos antibióticos. El doctor tenía dos hijos: Abel, médico que seguía la tradición familiar, y Joao, economista. El primero era un apasionado coleccionista de arte y el segundo de automóviles. Aquí está el origen del museo del que ya les he hablado, y al que dedicaré la segunda parte de esta miniserie.

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