He demorado la continuación de
este tema, porque quería documentarme bien para no hablar sin saber y
menos poniendo verde a la señora Merkel a la que llegué a llamar la bruja
Merkel y otras lindezas. Mi entrada nº 42 suscitó una avalancha de visitas, la
mayor parte desde Alemania, avalancha que me sorprendió mucho, pero sobre la
que no puedo hacer valoraciones, ya que ninguno de mis seguidores desde esa
tierra dejó comentario alguno.
Teniendo en cuenta que la señora
Merkel es la presidenta elegida democráticamente por los alemanes, entendería
que algunos de mis comentarios pudieran haber resultado ofensivos para el
pueblo alemán, contra el que no tengo nada, sino al contrario. Es lo mismo que
le pasó a Zapatero cuando escuchó a Chavez poniendo verde al del bigote, en la
famosa escena del “por qué no te callas”. De ninguna forma quiero provocar un
incidente internacional, o que me demanden por difamación. Así que, por si
sirve de algo, mis disculpas a la señora presidenta.
No quiere decir esto que haya
disminuido mi estupor al conocer el dato de la deuda de Berlín (recuerden:
60.000.000.000 €), dato que he comprobado y que me sigue pareciendo
escandaloso. Pero hay que matizar algunas cosas para entender cómo se ha
llegado a esa situación. Para empezar, Berlín no es sólo una ciudad; también es
un land, o sea, una especie de distrito federal o, en el peor de los
casos, una ciudad autónoma, como Ceuta o Melilla.
Es decir, que entre sus
competencias están las propias de los lander alemanes, como sanidad o
educación. Debemos tener en cuenta esta matización para empezar a explicarnos
esa cifra disparatada. Abajo les pongo un gráfico donde se compara la
trayectoria de la deuda de Berlín con la media del conjunto de los lander
alemanes. A partir de la caída del muro de Berlín, se incluye también la línea
verde que corresponde a la media de los lander del oeste.
Veamos ahora la lista de los
últimos alcaldes de Berlín. Entre 1984 y 1989, ese cargo fue desempeñado por
Eberhard Diepgen, del partido democratacristiano CDU, el grupo de la señora
Merkel. Como ven en el gráfico, en esos años la deuda se mantuvo prudentemente
por debajo de los 10.000 millones de euros. Este dato hay que ponerlo en
contexto: estamos hablando de la deuda de Berlín Oeste, antes de la caída del
muro. La tan cacareada deuda de Madrid ha llegado “sólo” a los 7.000 millones,
si bien hay que tener en cuenta que Berlín es un land, como se ha dicho,
y que, en los años de la partición alemana, toda la República Federal se volcó
en cuidar con esmero a la ciudad de Berlín, símbolo de un pasado glorioso y
escaparate de bienestar occidental frente al mundo soviético que empezaba tras
el muro.
En 1989, Diepgen perdió las
elecciones frente al socialdemócrata del SPD Walter Momper, a quien tocó el
honor histórico de abrir el muro y unir las dos mitades de la ciudad. Pero éste
fue un alcalde breve: en 1991 Diepgen recupera la alcaldía, de donde no se
moverá hasta 2001. Esos son los años de incremento brutal de la deuda hasta los
40.000 millones. Diepgen demostró en ese tiempo que era un despilfarrador, una especie de
Gallardón, aunque hay que reconocer que la ciudad quedó preciosa después de una
década de endeudamiento y obra pública. En 2001 la ciudad vuelve a pasar a
manos del SPD, en la persona de Klaus Wowereit, su actual alcalde.
Wowereit continuó con la política
de endeudamiento de su antecesor, e incrementó la deuda hasta los 60.000
millones de los que estamos hablando. Esto es algo asimilable a lo que hizo
Zapatero, que siguió tan contento inflando la burbuja cocinada en los años de
Aznar, sin moderar gastos ni cambiar una sola de las leyes inmobiliarias o
hipotecarias que tanto había criticado desde la oposición. Lo cierto es que el
despelote continuó hasta que la señora Merkel le cerró el grifo. Wowereit lloró
y pataleó pidiendo que le dejaran refinanciar su deuda (lo mismo que le pidió
Gallardón a Zapatero en la famosa entrevista de la que salió haciendo pucheros,
de tan ofendido que estaba). Lo más gordo que dijo Wowereit: señora, está usted
abocando a esta ciudad a la quiebra. Y doña Merkel respondió: pues quiebren
ustedes.
Aquí debo añadir que ya se ha
dado el caso de que grandes ciudades vayan a la quiebra, sin que se caiga el
mundo. La quiebra económica de un Ayuntamiento está regulada por leyes, es como
la concursal de las empresas, se nombra una administración estatal y se pone
orden en las cuentas. Nueva York es el ejemplo más llamativo, del que ya me
documentaré para explicárselo en entradas posteriores. Sólo a partir de 2006 se
empezó a moderar la deuda de Berlín. El gráfico llega hasta 2008, pero, según
mis noticias, la deuda sigue en el entorno de los 60.000 millones. También la
deuda de Madrid se resiste a bajar de los 7.000 millones.
¿Qué podemos deducir de estas
informaciones? Como saben, yo no tengo ni puta idea de economía y hablo desde
el punto de vista del observador estupefacto. Pero ahora creo que es injusto
acusar a la señora Merkel de no aplicar a sus ciudades la misma receta que a
los demás países del euro. Por lo que me cuentan, la actual crisis viene
inducida por el cierre del grifo crediticio de la gran Banca internacional, a
partir de constatar la alegría con que privados y administraciones se seguían
endeudando, como si fuera posible hacerlo de forma indefinida. En el momento
actual, los poderes políticos están centrados en parar la sangría, en conseguir
que la deuda no siga creciendo. Eso es algo ya de por sí difícil, que se quiere
lograr a base de recortes y austeridad. La deuda acumulada en esos años de
locura, ya se verá luego cómo se devuelve, pero de momento los esfuerzos están
centrados en que no crezca más.
A unos les ha pillado el parón
con siete mil y a otros con sesenta mil. Es la crueldad del sistema de libre
mercado: los más poderosos siempre se quedan en mejor posición. ¿No les resulta
extraño que los más chorizos de Europa sean los griegos, los segundos,
portugueses e irlandeses y los terceros los españoles? ¡Qué casualidad, hombre!
Y los más rectos e intachables en su conducta, los alemanes. Nadie se cree esta
falacia. Los datos no mienten. Me dicen que la deuda hay que valorarla en euros
per cápita, es decir, por habitante. Cada berlinés debe ahora mismo
17.500 euros. No es la cifra más alta de Alemania: los de Bremen deben 27.000.
Y sin embargo, los de Madrid, los más endeudados de España, unos 2.200.
¿Entonces por qué estamos tan mal
como dicen? Pues parece que el problema no es tanto la deuda pública, como la
de los privados, es decir, empresas, familias, etcétera, que globalmente (yo
no) nos volvimos locos en el período de hinchazón de la burbuja. Me explican
que la deuda hay que considerarla en relación con el PIB. Pues bien, según los
últimos datos, la deuda pública española (ciudades más autonomías más estado)
supone un 69% del PIB y la deuda privada un 218%. Conviene que conozcamos estas
cosas para opinar con fundamento. Yo soy de los que creen que las ciudades
deben endeudarse (moderadamente), es decir, invertir en obra pública al
servicio de sus ciudadanos. Algunos me llaman por eso “keynesiano”, como si eso
fuera un insulto. En una segunda entrada les haré mis propias valoraciones
sobre la deuda de las ciudades. Les dejo, que estoy muy cansado. Escribir sobre
temas tan serios es agotador.
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