martes, 27 de diciembre de 2016

593. La difusión de mentiras por la red

Nos hemos referido ya muchas veces en este blog a lo que un día dimos en llamar la chusma informatizada. Es esa gente ignorante, inculta, palurda y zafia, de mente tan simple como para tragarse las mentiras más descabelladas, pero a la vez en posesión de smartphones, tablets o similares, por las que se difunden bulos que ustedes y yo no nos creemos, pero ellos sí. Es una consecuencia más de la difusión masiva de aparatos de telefonía móvil y uso de datos. Uno va ahora en el Metro, por ejemplo, y descubre enseguida que todos los pasajeros van enganchados a una pantallita, en la que lo mismo juegan al solitario, que matan  marcianitos, siguen un partido de fútbol en directo, envían y reciben whatsapps, o se enteran de las últimas noticias. Marx dijo que la religión era el opio del pueblo. Otros trasladaron el calificativo al fútbol, los toros, las noticias del corazón o las telenovelas. Todos estaban completamente equivocados. El verdadero opio del pueblo son los móviles.

Una vez que la red de distribución está consolidada, que todo el mundo tiene su aparatejo de último grito y que las posibilidades del sistema de viralizarse son infinitas, un bulo puede convertirse en un arma de manipulación masiva que haría las delicias del mismísimo Goebbels. Esa tergiversación de la información se extiende por las mentes de los ignorantes provistos de móvil, que tienen una tendencia natural a tragarse el bulo y luego no creerse el desmentido. Que los británicos voten por el Brexit, los colombianos contra la paz y los yanquis elijan a Trump, son hechos demasiado repetidos como para pensar que responden a una casualidad.

Las grandes redes, como Google o Facebook se están empezando a preocupar por un fenómeno que puede hacer saltar la banca en este juego planetario. Porque por las redes no sólo corren las noticias falsas; también son aprovechadas por las diferentes sectas, como los mormones, los evangelistas, los testigos de Jehová, los adventistas del séptimo día, los cienciólogos y los del hare krishna, por citar de memoria algunas de las más presentes en nuestras calles. Y, por supuesto, además de todo eso, por las redes fluye el discurso del odio. Si quieren leer un sesudo artículo al respecto, pinchen AQUÍ.

El gigante Google ha empezado a revisar sus protocolos para evitar que sucedan las cosas que se denuncian en el artículo anterior. Facebook está haciendo unas mini-encuestas entre sus usuarios, para que ellos mismos valoren si la noticia que acaban de leer es creíble o resulta engañosa. Me parece muy arriesgado dejar a la responsabilidad del lector esa cualificación de una noticia; lo cuento aquí únicamente como síntoma de la preocupación de las grandes corporaciones de la información en red respecto a este problema. Hay una serie de recomendaciones, derivadas del puro sentido común, para detectar los mensajes falsos. Por ejemplo el abuso de mayúsculas en los mensajes. En castellano, las palabras escritas íntegramente en mayúsculas, se supone que están dichas a gritos, pero en la difusión de bulos aparecen con mucha frecuencia.

También es bastante sospechoso que abras un mensaje y te vayan remitiendo a sucesivas pantallas en las que te habla un tipo con acento sudamericano que te anuncia sucesivas apocalipsis si no sigues sus consejos. Recientemente ha salido un mensaje que presume de curarte los hongos bajo las uñas de los pies, y no es más que un burdo fraude. Yo creo que es una simple cuestión de cultura, lo que pasa es que las rutinas de las redes están en muchos casos gobernadas por máquinas que operan según los algoritmos para las que están programadas. Eso hace que muchas veces se viralicen mensajes que cualquier ser humano bloquearía por pura intuición. Investigadores de la Universidad de Indiana (USA) están intentando desarrollar un nuevo sistema que detecte las noticias falsas y las elimine de forma automática, según la información que pueden consultar AQUÍ.

Todo esto parece ciencia-ficción pero no lo es. Las grandes corporaciones están muy preocupadas por este fenómeno que amenaza a su gran entramado de negocios. No sé si ustedes se enteraron pero, a primeros de diciembre, la policía de Washington hubo de acudir a una popular pizzería para reducir a un tipo armado con un rifle que se había acercado por allí a partir de leer en las redes que el lugar era un centro de pedofilia dirigido por Hillary Clinton. Se lo juro, ya no les quiero poner más deberes de lectura, pero si tienen curiosidad seguro que encuentran las informaciones al respecto. El problema es el que hemos enunciado al principio: las redes en manos de paletos son un peligro.

Así que mi consejo es que sean ustedes desconfiados y piensen con lógica. Se pueden esperar cualquier cosa de la gente que gestiona y manipula la información. Y, como se me ha aconsejado que no deje de incluir algunas imágenes en mis textos, pues vamos a hablar de las imágenes también. Porque ya saben que el Photoshop y otros instrumentos, son capaces de convertir a un gordo en delgado, a una fea en guapa y lo que se propongan. Les voy a poner dos imágenes relacionadas con dos noticias de hace unos días. Dos historias que no tienen nada que ver entre sí: el asesinato del embajador ruso en Turquía y la renuncia de Aznar a la presidencia de honor del PP. Para ilustrar ambas informaciones la prensa ha utilizado las dos imágenes que les pongo aquí abajo.




Supongo que ya saben por dónde voy. ¿Creen ustedes que esos dedos índices son naturales? Yo no conozco a nadie que tenga un índice así. Aquí hay algún tipo de matute, alguna técnica fotográfica que ha caído en manos de un operario poco ducho, al que se le ha ido la mano en los retoques. Ya ven que todo se estira y se encoge. Todo puede manipularse. Y lo mismo sucede con los mapas. Si ustedes buscan en el Google Maps la ruta más corta para llegar a alguna parte, no dejen de confrontar la solución con lo que les dicte su intuición. Porque no me extrañaría descubrir que muchas rutas se fuerzan para que pasen por delante de determinados negocios o sedes de marcas con ascendiente en el sistema de georreferenciación (algo que ya se hace de manera natural en las cacerías de monstruos del Pokemon Go). Lo único que quiero decirle, querido lector, es que no se fíe de las apariencias. Que vigile, sin caer en la paranoia. Que estamos en un mundo en el que, en cuanto te descuidas, te dan gato por liebre.

El otro día compré en el Mercado de Antón Martín un cuartillo de gambas de Huelva, para la cena de Nochebuena. Hoy he visto en la tele que hay unas piscifactorías en Valladolid donde se cría una gamba de puta madre, a la que se le generan las condiciones del mar en unas balsas gigante, que tienen hasta oleaje. ¿Podría asegurar yo que las gambas que nos comimos con la familia no eran de Valladolid? No pondría la mano en el fuego por ello. Si los espárragos de Navarra se cultivan en Extremadura y los melones de Villaconejos en Andalucía, a quién le puede extrañar que las gambas de Huelva se críen en Valladolid. Pues eso mismo sucede con la información, tanto gráfica como escrita. No se fíen ni de su padre.

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