Nos hemos referido ya muchas
veces en este blog a lo que un día dimos en llamar la chusma informatizada. Es
esa gente ignorante, inculta, palurda y zafia, de mente tan simple como para
tragarse las mentiras más descabelladas, pero a la vez en posesión de smartphones, tablets o similares, por las que se difunden bulos que ustedes y yo
no nos creemos, pero ellos sí. Es una consecuencia más de la difusión masiva de
aparatos de telefonía móvil y uso de datos. Uno va ahora en el Metro, por
ejemplo, y descubre enseguida que todos los pasajeros van enganchados a una
pantallita, en la que lo mismo juegan al solitario, que matan marcianitos, siguen un partido de fútbol en
directo, envían y reciben whatsapps,
o se enteran de las últimas noticias. Marx dijo que la religión era el opio del
pueblo. Otros trasladaron el calificativo al fútbol, los toros, las noticias
del corazón o las telenovelas. Todos estaban completamente equivocados. El
verdadero opio del pueblo son los móviles.
Una vez que la red de
distribución está consolidada, que todo el mundo tiene su aparatejo de último
grito y que las posibilidades del sistema de viralizarse son infinitas, un bulo
puede convertirse en un arma de manipulación masiva que haría las delicias del
mismísimo Goebbels. Esa tergiversación de la información se extiende por las
mentes de los ignorantes provistos de móvil, que tienen una tendencia natural a
tragarse el bulo y luego no creerse el desmentido. Que los británicos voten por
el Brexit, los colombianos contra la paz y los yanquis elijan a Trump, son
hechos demasiado repetidos como para pensar que responden a una casualidad.
Las grandes redes, como Google o
Facebook se están empezando a preocupar por un fenómeno que puede hacer saltar
la banca en este juego planetario. Porque por las redes no sólo corren las
noticias falsas; también son aprovechadas por las diferentes sectas, como los
mormones, los evangelistas, los testigos de Jehová, los adventistas del séptimo
día, los cienciólogos y los del hare krishna, por citar de memoria algunas de
las más presentes en nuestras calles. Y, por supuesto, además de todo eso, por
las redes fluye el discurso del odio. Si quieren leer un sesudo artículo al
respecto, pinchen AQUÍ.
El gigante Google ha empezado a
revisar sus protocolos para evitar que sucedan las cosas que se denuncian en el
artículo anterior. Facebook está haciendo unas mini-encuestas entre sus
usuarios, para que ellos mismos valoren si la noticia que acaban de leer es
creíble o resulta engañosa. Me parece muy arriesgado dejar a la responsabilidad
del lector esa cualificación de una noticia; lo cuento aquí únicamente como
síntoma de la preocupación de las grandes corporaciones de la información en
red respecto a este problema. Hay una serie de recomendaciones, derivadas del
puro sentido común, para detectar los mensajes falsos. Por ejemplo el abuso de
mayúsculas en los mensajes. En castellano, las palabras escritas íntegramente
en mayúsculas, se supone que están dichas a gritos, pero en la difusión de
bulos aparecen con mucha frecuencia.
También es bastante sospechoso
que abras un mensaje y te vayan remitiendo a sucesivas pantallas en las que te
habla un tipo con acento sudamericano que te anuncia sucesivas apocalipsis si
no sigues sus consejos. Recientemente ha salido un mensaje que presume de
curarte los hongos bajo las uñas de los pies, y no es más que un burdo fraude.
Yo creo que es una simple cuestión de cultura, lo que pasa es que las rutinas
de las redes están en muchos casos gobernadas por máquinas que operan según los
algoritmos para las que están programadas. Eso hace que muchas veces se
viralicen mensajes que cualquier ser humano bloquearía por pura intuición.
Investigadores de la Universidad de Indiana (USA) están intentando desarrollar
un nuevo sistema que detecte las noticias falsas y las elimine de forma
automática, según la información que pueden consultar AQUÍ.
Todo esto parece ciencia-ficción
pero no lo es. Las grandes corporaciones están muy preocupadas por este
fenómeno que amenaza a su gran entramado de negocios. No sé si ustedes se
enteraron pero, a primeros de diciembre, la policía de Washington hubo de
acudir a una popular pizzería para reducir a un tipo armado con un rifle que se
había acercado por allí a partir de leer en las redes que el lugar era un
centro de pedofilia dirigido por Hillary Clinton. Se lo juro, ya no les quiero
poner más deberes de lectura, pero si tienen curiosidad seguro que encuentran
las informaciones al respecto. El problema es el que hemos enunciado al
principio: las redes en manos de paletos son un peligro.
Así que mi consejo es que sean
ustedes desconfiados y piensen con lógica. Se pueden esperar cualquier cosa de
la gente que gestiona y manipula la información. Y, como se me ha aconsejado
que no deje de incluir algunas imágenes en mis textos, pues vamos a hablar de
las imágenes también. Porque ya saben que el Photoshop y otros instrumentos,
son capaces de convertir a un gordo en delgado, a una fea en guapa y lo que se
propongan. Les voy a poner dos imágenes relacionadas con dos noticias de hace
unos días. Dos historias que no tienen nada que ver entre sí: el asesinato del
embajador ruso en Turquía y la renuncia de Aznar a la presidencia de honor del
PP. Para ilustrar ambas informaciones la prensa ha utilizado las dos imágenes
que les pongo aquí abajo.
Supongo que ya saben por dónde
voy. ¿Creen ustedes que esos dedos índices son naturales? Yo no conozco a nadie
que tenga un índice así. Aquí hay algún tipo de matute, alguna técnica
fotográfica que ha caído en manos de un operario poco ducho, al que se le ha
ido la mano en los retoques. Ya ven que todo se estira y se encoge. Todo puede
manipularse. Y lo mismo sucede con los mapas. Si ustedes buscan en el Google
Maps la ruta más corta para llegar a alguna parte, no dejen de confrontar la
solución con lo que les dicte su intuición. Porque no me extrañaría descubrir
que muchas rutas se fuerzan para que pasen por delante de determinados negocios
o sedes de marcas con ascendiente en el sistema de georreferenciación (algo que
ya se hace de manera natural en las cacerías de monstruos del Pokemon Go). Lo
único que quiero decirle, querido lector, es que no se fíe de las apariencias.
Que vigile, sin caer en la paranoia. Que estamos en un mundo en el que, en
cuanto te descuidas, te dan gato por liebre.
El otro día compré en el Mercado
de Antón Martín un cuartillo de gambas de Huelva, para la cena de Nochebuena.
Hoy he visto en la tele que hay unas piscifactorías en Valladolid donde se cría
una gamba de puta madre, a la que se le generan las condiciones del mar en unas
balsas gigante, que tienen hasta oleaje. ¿Podría asegurar yo que las gambas que
nos comimos con la familia no eran de Valladolid? No pondría la mano en el
fuego por ello. Si los espárragos de Navarra se cultivan en Extremadura y los
melones de Villaconejos en Andalucía, a quién le puede extrañar que las gambas
de Huelva se críen en Valladolid. Pues eso mismo sucede con la información,
tanto gráfica como escrita. No se fíen ni de su padre.
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