Una salud de hierro. Esa es la
que tengo yo (por ahora, que decimos los gallegos). Ojalá la pueda mantener
mucho tiempo y toco madera. Viene esto a cuenta de que algunos de mis
seguidores se han visto sorprendidos por mi reseña de la colonoscopia y me han trasladado
su inquietud por mail o WhatsApp: –Pero ¿es que estás malo o algo? ¿Por qué te
haces una colonoscopia? Hace mucho que no cuento nada de mi salud, ni de la marcha
de mi brazo roto y algunos de mis lectores, que saben que aquí sólo se habla de
cosas positivas, han llegado a identificar silencio con ausencia de buenas
noticias, ergo problemas de salud. No news, bad news. Agradezco su interés
pero, a día de hoy, no hay motivo de preocupación alguna.
El 9 de septiembre me dieron el
alta de mi fractura de húmero y lo primero a lo que me dediqué es a calmar mi
síndrome de abstinencia viajera, tras casi siete meses de reclusión sin poder
salir de la Comunidad
de Madrid, prohibición que infringí dos veces, para viajar a Sigüenza y a La Coruña /Muros. En cuanto me
dieron suelta, volé una semana a San Petersburgo, quince días a Japón y otros
tres a Marsella. Preparo ahora un viaje más cercano, a la provincia de Jaén,
para el puente inminente, y tengo en el horizonte otro fastuoso para el mes de
febrero, del que ya se hablará cuando toque. El caso es que, una vez saciada la
sed viajera, mi siguiente preocupación fue hacerme una especie de chequeo
completo. Estaba a punto de pasar el
reconocimiento médico municipal cuando me caí en el Metro y ya les conté que, finalmente,
la autorización para seguir trabajando después de los 65 me la dieron
condicionada a que se me hiciera dicho reconocimiento.
Nada más recibir el alta médica,
envié a Personal el formulario solicitándolo pero, con la proverbial agilidad
de los burócratas, sumada a mi poca disponibilidad de fechas con tanto viaje,
no conseguí cita hasta el 27 de octubre. Y tardé otros veinte días en recibir
una copia de los resultados. Unos resultados que no pueden ser mejores. El
colesterol me sigue bajando y lo tengo ya en torno a 175. Cualquier día bato el
record de mínimos de la
Comunidad de Madrid. Los médicos están valorando la
posibilidad de ponerme un poco de colesterol en vena, para mantener las
estadísticas y evitar que los demás pacientes se depriman por el agravio
comparativo. También me ha bajado una transaminasa que tenía alta y que ya casi
está en valores normales. Y me ha subido un poco el ácido úrico, pero lo tengo
al borde de los valores máximos recomendables. Tensión de 8-12, pulso de 56.
Vamos, que estoy hecho un mulo, que decía Tony Leblanc. Del gimnasio a la Casa de Campo y de la Casa de Campo al gimnasio. Cuando me dieron los resultados, se me quedaron los ojos a cuadros. Literalmente, como ven.
En cuanto a la colonoscopia,
todavía no tengo notificación del resultado del juicio sumarísimo al urdangarín que me fue extraído por las
fuerzas del orden. Pero todavía me quedan más revisiones, como corresponde a un
tipo de 65 tacos, aunque se empeñe en comportarse y desenvolverse como un
veinteañero volátil. Por ejemplo la vista. Dentro del chequeo que me hicieron,
me dijeron que el principio de catarata que se me detectó hace aproximadamente
un año, está exactamente igual. O sea, que sigo con mis gafas de lejos, que
ahora uso para conducir, ir al cine y hasta para ver la tele a media distancia.
Ahora mismo estoy en plena revisión dental, aunque me han encontrado tan bien
que no me han prescrito ni la habitual limpieza. Es más, el dentista pretendía
contratarme para que diera cursos a sus pacientes sobre cómo lavarse los
dientes, pero le he dicho que no.
Ya ven que estoy como Dios
(repito: por ahora). Pero me falta contar la parte negativa, que a mis años uno
tiene que tener algún alifafe. Y la cosa viene en primer lugar por el maldito
brazo roto. Tras pasar un tiempo largo sin molestias, a la vuelta de Marsella
me empezó a cantar el codo. Les recuerdo que tengo insertado un clavo de
titanio de 25
centímetros , que inicialmente se sujetó con un tornillo
en el hombro y otros dos en el codo. En una segunda intervención me quitaron el
del hombro. El clavo va pegado al interior de la cavidad ósea del húmero y es
de esperar que ya el hueso lo haya agarrado con firmeza. La zona de fractura en
la que, según frase del doctor Gárate en la consulta del 9 de septiembre, tengo
un bolondrio óseo importante (lo dijo
él, no yo), pues lo cierto es que no me duele.
Y si la fractura no me duele, el
hombro tampoco, y el codo sí, pues parece claro que la molestia se debe a los
dos tornillos que tengo allí fijados, lo que tal vez me lleva de cabeza a una
tercera intervención para extraerlos. Pedí hora para ver a Gárate, pero me la
han dado para el próximo día 16 de diciembre. Allí le contaré mis cuitas y le
pediré consejo sobre si está o no indicado quitarme esos tornillos. Entre
tanto, hago mi vida normal, conduzco y voy a nadar dos veces por semana. Esto
de la natación me induce ciertas modificaciones en las molestias, digamos que
ni mejoran ni empeoran, solo evolucionan. Tal vez aunque no me quitaran los
tornillos los dolores fueran desapareciendo, pero eso habrá de ser el cirujano
quien lo decida.
Y todavía me queda un último
apartado. No les voy a librar de nada. Si no, no me hubieran preguntado. Desde
hace unos cuantos meses he tenido importantes desarreglos digestivos. He de
confesarles que, antes de hacerme la colonoscopia, estaba preocupado, porque no
descartaba que la cosa tuviera una causa no puramente funcional. Hablo en
pasado porque ya estoy bien. Tras la gastroscopia, me dijeron que tenía la
bacteria llamada helicobacter. Es lo mismo que me dijeron hace tres años. El
helicobacter y yo nos llevamos de puta madre, es un inquilino que no me molesta
para nada. Ni hace grandes fiestas, ni pone la música muy alta, ni arma peleas
a gritos, ni estropea las paredes gástricas. El problema vino por la cantidad
de calmantes y analgésicos que me prescribieron después de la fractura. Está
claro que el Enantyum y otras porquerías, no le gustan nada al helicobacter,
que me salido un exquisito.
Los temas digestivos pueden tener
un componente psicológico y la prueba es que ni en Piter, ni en Japón, ni en Marsella, tuve el menor
problema. La cosa era aquí, y volvía siempre, cuando ya lo daba por curado. Así
que, en este terreno sólo puede haber dos causas: el trabajo (soso y aburrido
cuando no tengo saraos especiales), o la marcha del Deportivo, de la que mejor
no hablo. Por hache o por be, la cosa es que llevaba desde el verano, con una
diarrea recurrente y pertinaz, contra la que empecé tomando Ultralevura, medicamento muy indicado
para esa dolencia. Tras el fracaso del Ultralevura,
me pasé al Vitanatur, un cóctel de vitaminas, prebióticos y probióticos (se lo
juro), que llegó hasta donde pudo. Finalmente, mi amiga médico L. dio con el
remedio: kéfir de cabra, del que venden en el Hipercor. Debo prevenirles que el
kéfir de cabra está malísimo, casi me lo tengo que tomar tapándome la nariz, y
eso que lo mezclo con miel y cereales, pero aun así jiede a chotuno que echa p’atrás.
Gracias al kéfir, me doy por
curado. Menos mal, porque empezaba ya a
estar harto de cagar blando y no enterarme de una mierda. ¿Cómo que por qué
soy tan basto? ¡Ah! Es que no se han dado cuenta de que acabo de reproducir una
estrofa de una canción de La Cabra
Mecánica. Fue éste un grupo surgido en Lavapiés en los albores del siglo y
es una pena que su éxito fuera efímero, porque no ha habido en la historia del
rock español una propuesta tan friki, tan auténtica y con unas letras tan
surrealistas como las suyas. El éxito de su disco Vestidos de domingo (2001), les llevó incluso a protagonizar el
anuncio de la Lotería de ese año. Luego, la nada. Les voy a dejar con su Fábula del Hombre Lobo y la Mujer Pantera,
la canción en donde sale la estrofa de marras. Puro kéfir de cabra. Nadie ha
logrado nunca una música tan puntera y tan verbenera a la vez, la fusión del
rock de barrio con Paquito Chocolatero.
Y fíjense en la letra. Pura poesía canalla de Lavapiés. Para escucharla han de pinchar AQUÍ. Que pasen un buen fin
de semana.
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