Aquí tienen la Trump Time cover, la portada del Time sobre
Trump, en la que lo proclaman personaje del año. La portada traduce el desagrado
y la ansiedad que suscita la victoria de Trump en una parte de la sociedad
americana, mediante dos mensajes muy explícitos: la colocación justo sobre su
cabeza de la eme de Time, evocando los cuernos del diablo y el
rótulo abajo a la derecha en que lo caracterizan como presidente de los Estados
Divididos de América. Estos dos mensajes los puede captar un observador cualquiera, como usted, querido lector, o yo y por eso han sido reiteradamente comentados en las redes asociales.
Pero hoy quiero recuperar mi faceta de traductor, para
traerles un artículo al respecto aparecido en la revista digital Forward.com, que va bastante más allá. Ya saben
que me gusta traducir textos del inglés pero, en este caso, he de advertirles que no lo traigo al
blog porque esté de acuerdo al 100% con todo lo que se dice (algunas deducciones podrían considerarse un poco forzadas), sino para que vean el nivel de calidad de la prensa
anglófona, a años luz por delante de la nuestra. A partir de la imagen de esta portada, el autor es capaz de hacer un análisis puramente periodístico, basado en un alto
conocimiento técnico, histórico y semántico, sin ponerse límites de tamaño. El resultado, estemos o no de acuerdo con el fondo del artículo, es espectacular, brillante, redondo. Si
alguien quiere echar un vistazo al original, AQUÍ
lo tienen. Ahora, mi traducción.
¿Por qué la portada de Time sobre Trump es
una transgresora obra de arte político?
La
proclamación anual de "Persona del Año" por la revista Time es, año
tras año, muy mal interpretada. La dirección de la revista es clara y rotunda al definir el único
criterio que aplican: "la persona que tuvo mayor influencia, para bien o
para mal, en los eventos del año". Sin embargo, basta hacer una simple
búsqueda en Twitter para comprobar
que un sinnúmero de lectores parecen pensar que la selección como "Persona
del Año" equivale a un apoyo al personaje. Los ganadores anteriores incluyen a Joseph
Stalin (1939, 1942), el Ayatollah Khomeini (1979), Adolf Hitler (1938) y otras
figuras con las que seguramente el personal de Time no está muy de acuerdo.
Este año, no
debería sorprendernos que el presidente electo Donald Trump haya sido elegido
para la portada de la edición anual de Time (la imagen está tomada por el fotógrafo judío
Nadav Kander). Para bien o para mal, Trump, durante su campaña y
ahora tras su elección, ha sido sin duda una de las personas más
influyentes en los acontecimientos del año. Para encontrar pistas sobre cómo se
siente Time ante la pregunta ¿es "para bien o para mal"? podemos observar
la imagen elegida para su cubierta. Las decisiones que Time tomó con respecto a
cómo fotografiar a Trump, revelan una serie de referencias ocultas que, en opinión de
este observador, sitúan la imagen entre las mejores portadas de la historia de la revista.
Con el fin de analizar
la imagen, vamos a centrarnos en tres elementos clave (dejando de lado la muy
obvia colocación de la 'M' de 'Time' de forma que parezca que Trump tiene
cuernos rojos): el color, la pose y la silla.
El color
Observen cómo
los colores aparecen ligeramente desvaídos, sutilmente apagados, suaves. La
paleta crea lo que podríamos llamar un efecto vintage. La nitidez y el detalle de la imagen desvelan la
contemporaneidad del cuadro, pero el color sugiere un tipo más viejo de
película, en concreto, una Kodachrome. La Kodachrome, película recientemente descatalogada, fue diseñada y producida por Kodak para crear una reproducción fiel de los
colores de principios del siglo XX. Fue inmensamente popular entre el final de los
años 30 y los 70, y su aspecto distintivo se ajusta a nuestro clásico concepto visual de
la nostalgia.
Al reproducir la
paleta de colores Kodachrome, la foto del Time nos hace reimaginar la
portada como si fuera una imagen de la era más popular del Kodachrome (a la que nuestra mente se dirige cuando piensa en los líderes de la Segunda Guerra
Mundial, la era de la segregación racial o los tiempos de la Guerra Fría , depende
de cada uno). Este cambio visual-temporal en cierto sentido refleja muchos de
los impulsos que potenciaron el ascenso de Trump. Trump desarrolló una campaña
basada en políticas y actitudes regresivas, anti-salvaguarda del medio ambiente,
antiaborto, pro-carbón, etc. Cierto. Pero estas elecciones no remitían sólo a
decisiones políticas regresivas, sino también a los valores tradicionales
(sobre todo defendidos por la derecha cristiana). Y a la nostalgia por la
grandeza y la seguridad estadounidenses. A la añoranza, en suma, de un mundo
pre-globalizado.
La pose
La postura de
Trump puede percibirse como un juego transgresor sobre la tradicional postura del retrato
del poderoso (comparen con el cuadro de Napoleón derrotado, obra de Delaroche, otra toma maravillosamente transgresora en la pose, aunque el tono allí es
elegíaco en vez de intrigante). Se puede ver
que los cuadros de monarcas sentados tienen dos funciones estéticas: establecer
la relación entre el personaje y su trono, fortaleciendo así la metonimia, y reforzar
el sentimiento de servidumbre en el espectador. El espectador debe acercarse al
rey, el rey no se levanta para el espectador.
En nuestros
tiempos post-monárquicos, el poder del trono ha desaparecido en gran medida,
pero el poder de una figura sentada permanece. La silla en sí no es importante,
es el hecho de estar sentado lo que importa. En los retratos de esta línea,
la silla asume el papel del trono y el personaje el papel de rey (o reina), por lo que el efecto visual es el mismo. En ese sentido, vean ahora estas imágenes
de Vladimir Putin, el rapero LL Cool J. y más abajo el Lincoln Memorial de Washington.
La imagen de Lincoln (igual que las otras dos) es una versión exagerada
de la pose tradicional. Vemos a nuestro personaje de frente, pero, lo más
importante, lo vemos desde abajo. El ángulo nos obliga a mirar hacia el sujeto,
lo que a su vez crea la impresión de que el sujeto nos mira a nosotros. Esta
postura y ángulo, con el espectador aparentemente (y literalmente en el caso
del Lincoln Memorial) a los pies del sujeto, hace que el sujeto aparezca
dominante, poderoso, preparado para juzgar.
Pero, den la
vuelta a la imagen: de pronto tenemos un nuevo conjunto de connotaciones. En
la cubierta del Time, en vez de ver la cabeza de Trump de frente y desde abajo, lo
vemos sentado desde atrás y aproximadamente a nivel de los ojos. La relación de
poder ha cambiado por completo.
El giro de
Trump hacia la cámara hace que su aspecto sea más de conspirador que de juez. Hay
dos imágenes en juego aquí: la imagen virtual del poder tomada desde el
frente, y la imagen real, en la que Trump parece ofrecer al espectador un guiño
conciliador, como si dijera, mira cómo engañamos a esos mamones que tenemos
delante (tanto Trump como el espectador están mirando hacia abajo a los que están enfrente).
Al subvertir la típica dinámica del poder, el Time, en cierto sentido, implica
al espectador en la elección de Trump, lo hace cómplice, lo incorpora a la
portada en lugar preeminente.
A la vez, gran
parte de lo que sabemos de Donald Trump se expresa aquí con imágenes. Él es un
maestro de las marcas, una estrella de los reality shows de la TV, que durante mucho tiempo ha aparecido asiduamente en los tabloides. Al optar por
no enfocar de frente la cabeza de Trump, la portada de Time nos ofrece casi una visión
desde atrás de las escenas de un hombre que ha pasado tanto tiempo frente a la
cámara, aumentando el tono conspirador y la complicidad con el espectador. La
naturaleza altamente planificada y procesada de la fotografía traduce un alto nivel de ironía.
Finalmente hay
que destacar la sombra ominosa que acecha desde el telón de fondo. Es un
detalle pequeño, pero importante e inteligente. Así como la imagen nos ofrece
dos puntos de vista teóricos, también nos proporciona dos Trumps: el Trump presidente
electo, y el espectro del Trump futuro presidente acechando desde las
tinieblas, aguardando para materializarse.
La silla
El golpe
maestro, el detalle crucial que completa la imagen, es la silla. Trump está
sentado en lo que parece ser una silla de época, de estilo "Luis XV" (así
llamada porque fue diseñada en Francia bajo el reinado del rey Luis XV a
mediados del siglo XVIII). La silla no sólo sugiere los reinos ciegamente ostentosos
de los reyes franceses justo antes de la revolución, sino específicamente el reinado de Luis XV que, según el historiador Norman Davies,
prestaba más atención a la caza de mujeres y ciervos que a gobernar su país,
y cuyo reinado estuvo marcado por el estancamiento debilitante, las guerras
recurrentes y la crisis financiera perpetua (¿no les suena familiar?).
El brillo de
la silla, sin embargo, es más visual que histórico. Es un símbolo llamativo de
la riqueza y el estatus, pero si nos fijamos en la esquina superior derecha, se
puede ver un rasgón en la tapicería, lo que remite a la propia imagen de Trump
agrietada. Detrás de la fanfarronada, detrás de las brillantes muestras de
riqueza, detrás de las deslumbrantes promesas, tenemos la deuda, la insustancialidad, la
demagogia, el racismo, la falta de experiencia y de conocimientos para gobernar.
Una vez que nos damos cuenta del rasgón, advertimos las manchas en la madera,
las grietas en el maquillaje de Trump, la debilidad de su cabello, la mancha en
la esquina inferior izquierda del asiento. Y toda la ilusión de grandeza
empieza a tambalearse. La portada no es tanto la imagen de un hombre que ha alcanzado el
poder, como el escenario congelado de un líder y su país, en estado de
decadencia. La sombra fantasmal hace aquí horas extras, sugiriendo un esplendor
que ya ha pasado, si es que existió algún día.
Tomándolos en su conjunto,
estos elementos contribuyen a componer un retrato profundo de la ansiedad colectiva para
los próximos años. Tenemos la colocación implícita de Trump a mediados del siglo XX (buscando en el archivo de portadas de la revista Time, no hay otra que
se parezca a esta, salvo la que vemos a la izquierda, una comparación puramente visual). Tenemos una insinuación de la esquemática y sórdida parte de abajo del poder. Tenemos la desmoronada
fachada de la riqueza, la cual, como en "El retrato de Dorian Gray", sugiere algo más que un simple deterioro físico.
Como
fotografía, es un logro raro. Como portada, toda una declaración.
Jake Romm, 8.12.2016
Me encanta lo de la complicidad: lo que este señor sugiere es que, en
el fondo, todos hemos elegido a Trump. Ante este estupendo artículo y pensando
en lo que hemos de tragarnos cada día en nuestra prensa local, solo me queda
exclamar: qué nivel, Maribel.
He aquí la razón por la que uno debe leer tu blog lo primero y luego ir a la prensa, yo solo leo la digital, cada mañana.
ResponderEliminarGracias por tu fidelidad. La prensa española es directamente una basura. Si cobraran por entrar en los formatos digitales, no entraría ni dios.
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