Una
aclaración previa. Para mí hay dos clases de urbanismo, que podemos llamar
Urb-A y Urb-B. Yo entré en el Ayuntamiento en octubre de 1982. Tuve la ocasión
de vivir brevemente algo menos de un año de Urb-A. Justo hasta las siguientes
elecciones locales, de mayo de 1983. En esas elecciones, ganó por última vez el
profesor Tierno Galván, quien tuvo a bien nombrar Concejal de Urbanismo a Jesús
Espelosín. En ese momento la ciudad pasó a regularse por lo que he llamado
Urb-B. Porque, ustedes disculpen, pero, para mí que soy muy bruto, no hay
ninguna diferencia entre el urbanismo que perpetró durante 6 años el ínclito
señor Espelosín, el de los 2 años de gobierno de Rodríguez Sahagún, y el de los
siguientes 24 del PP. Ahora sí que han cambiado las cosas. Desde la llegada
al poder de la señora Carmena, hemos rescatado el Urb-A, motivo por el cual yo
me he decantado por reengancharme, cambiando mi firme decisión anterior de jubilarme en
cuanto pudiera, porque ya no soportaba más el Urb-B.
El
Urb-A es un urbanismo que defiende el interés colectivo, que parte de los
deseos y necesidades de los ciudadanos, como objetivo básico. Es un urbanismo participativo y muy complejo, porque no es fácil conciliar los distintos intereses. Y requiere mucho trabajo. Yo tuve la fortuna de conocer un poquito ese urbanismo,
en el que sobresalían nombres como Mangada, Leira, Jesús Gago y muchos otros.
Todos ellos han vuelto a recobrar protagonismo en este último año y medio, con la
lógica excepción de Eduardo Leira, que se mantiene en un prudente segundo
plano, por su condición de marido de la alcaldesa. Tal vez esto les parezca
exagerado, maniqueo o esquemático, pero he sufrido ese Urb-B nada menos que 32 años, de
los cerca de 35 que llevo en el Ayuntamiento y, créanme, sé de lo que hablo.
A
comienzos de 1992, me sumé al equipo de redacción del nuevo plan general y
después me las arreglé para sobrevivir en tareas de gestión, difusión,
comunicación, etc. Es decir, que desde 1992 he perdido todo contacto directo
con el gremio de los promotores privados, contra los que me estuve peleando los 10 primeros años de mi trayectoria municipal, en todo momento con
la sensación de estar en una especie de trinchera, defendiendo posiciones
derivadas de la legalidad y con la presencia siempre incómoda y sospechosa de
elementos infiltrados en las filas propias. Todo lo que voy a contarles a
continuación se refiere, pues, a esos diez años 1982-1992, creo que ya ha pasado
tiempo suficiente como para que empiece a largar,
y en ese sentido han de tomarse las líneas que escribo abajo, que no van más
allá de un ejemplo teórico imaginario, muy simplificado, pero que creo que
describe bien esa larga noche de 32 años de urbanismo que no merece ni ser así
llamado. Ese Urb-B es más o menos, como sigue.
El
Ayuntamiento revisa de vez en cuando su Plan General. Se parte de una ciudad
existente (suelo urbano) y unos alrededores vacíos (suelo rural). Una parte
esencial del trabajo de redacción, consiste en elegir unos sectores del suelo
rural, para declararlos urbanizables. Esto lo hacemos los urbanistas utilizando
la sabiduría adquirida en la escuela de arquitectura y subsiguientes másters,
más un estudio detallado del terreno: por dónde van las vaguadas, las
pendientes, los diferentes elementos naturales. Centrémonos ahora en uno cualquiera de esos nuevos polígonos proyectados. El urbanista traza una raya
delimitando ese polígono, antes rural, ahora urbanizable, y le asigna unas
condiciones de desarrollo: viario, zonas verdes, equipamientos, edificabilidad,
cesiones. La propuesta ha de incluir una justificación, pero eso se hace a
posteriori y las razones suelen sobrar: es bueno que haya suelo calificado, que
la construcción tenga vidilla, que se generen puestos de trabajo, etc.
El
Plan General se somete a una larga tramitación (unos cinco años) y los que lo
han redactado suelen pasar a tareas de control de su aplicación y desarrollo. A ti, Juan
Urbanista, que has pintado la raya que delimita el sector X, te dan un despacho
en donde distribuyes tus libros y te ocupas de diversas tareas accesorias de
edición del Plan, estudio de recursos interpuestos y finalización del gran trabajo que has
hecho en los cinco años anteriores. No tarda mucho en llegar la primera visita.
Te piden cita unos señores a los que no conoces, que se identifican como los propietarios del sector. Suelen
venir acompañados por un arquitecto que (¡oh casualidad!) te conoce, o tiene
amigos comunes contigo, por lo que te entra bromeando: ¿te acuerdas de Fulanito? ¡Mira que era negado con el dibujo!,
cosas por el estilo. En tu ingenuidad, preguntas si esa delegación representa a
TODOS los propietarios del sector. Respuesta con evasivas: bueno, no al cien
por cien, quedan unos cuantos recalcitrantes, pero van a durar dos días, no
serán un problema.
Esta
es la primera sorpresa. Resulta que esa línea inocente que tú has trazado, convencido
de que lo hacías libremente, encierra unos terrenos cuyos propietarios no son
cuatro pastores con boina, gayato y unas cuantas borregas. No. Con la excepción
de esos recalcitrantes a los que se les comprará su parcela y, en caso extremo,
se les llevará a juicio, los propietarios son las grandes inmobiliarias que se
han posicionado hace tiempo, comprando suelo por donde era previsible que la
ciudad creciera. Esos peces gordos forman una Asociación de Propietarios que,
por Ley, puede hasta pedir que el Ayuntamiento expropie a los Últimos de Filipinas, para completar el lote. El caso es que, a partir
de ahí, ese grupo de interlocutores de la propiedad se convierte en visitante
asiduo de tu despacho, siempre educados, siempre pacientes, riéndote los
chistes y hablándote de rock si saben que te gusta el rock, o de ópera si
corresponde.
Es
una larga negociación, en la que puede o no haber acuerdo de primeras (ellos
siempre intentan estirar las condiciones y tú tratas de evitarlo). Si no hay
acuerdo, entonces le piden audiencia a tu jefe. Se monta una reunión de alto nivel
y aquí viene la segunda sorpresa. Porque resulta que descubres que tu jefe está del otro
lado. Apoya a tus contrincantes. Y tú acabas solo, convertido en el malo de la
película, en un tipo que por puro esnobismo de arquitecto se empeña en joderles el
negocio a unos señores que lo único que buscan es que la sociedad prospere y se
beneficie de su empeño. Yo he sufrido incontables reuniones como esa, de las
que salía con una sensación muy desagradable. Pero, de manera forzada o de buen
grado, al final se llega a un acuerdo y eso se plasma en un Avance de Plan
Parcial. Los privados elaboran el documento, tú lo tramitas, le pones los
sellos y lo elevas al Pleno, que lo aprueba. Y todos decimos: –¡Qué bien, ya
hemos dado el primer paso, ya tenemos el Avance! Los representantes de la Asociación de Propietarios
lo celebran contigo, a lo mejor te regalan unas botellas de vino o te invitan a
comer y todos tan contentos.
Entonces,
a los pocos días, vienen a verte unos sujetos totalmente distintos, con un arquitecto diferente, o un abogado que les asesora, y que se identifican otra vez como los interlocutores de la propiedad. Y tú preguntas atónito: –¡Coño!, pero ¿dónde están los otros?
Si ya nos habíamos hecho amigos… Respuestas evasivas: no, no, esos señores ya no
pintan nada, ahora somos nosotros los que cortamos el bacalao, las cosas
cambian, estamos en un mundo dinámico y todo evoluciona. Estos nuevos
representantes de la propiedad, inician otra negociación, larga y costosa
como la anterior, que culminará, digamos, en la Constitución de la Junta de Compensación.
Después aparecerán unos terceros, que pelearán hasta conseguir la Aprobación Inicial del Plan
Parcial. Y unos cuartos que redactarán las Bases y Estatutos de la Junta. Y unos quintos que
conseguirán la Aprobación
Provisional. Y unos sextos que harán el Proyecto de
Urbanización. Y sólo entonces llegan los
constructores de cada edificio a pedir la correspondiente licencia.
Supongo
que lo van pillando. Cada uno de esos cambios de interlocutor, supone una venta
de derechos consolidados. Así que, cuando se empiezan a construir los edificios, detrás ha
quedado una larga cohorte de sucesivos intermediarios que han hecho pingües
beneficios (también hay que reconocer que se lo han currado). Un procedimiento
kafkiano que, aparte de lograr que se forren unas cuantas empresas intermedias,
encarece el producto final de forma muy notable. Por lo que mi experiencia me
dice, desde que tú, Juan Urbanista, trazas una raya inocente imaginando un
nuevo barrio de crecimiento de la ciudad, hasta que ya está allí la gente ocupando las viviendas y regando sus plantitas, no pasan menos de 12 años. Y eso en caso de
que no surjan problemas sobrevenidos que dilaten aún más el proceso. Una
barbaridad, que no sucede en los países europeos más adelantados (en Portugal,
me dicen, la cosa es aun más lenta). Y aquí está el meollo de por qué el
producto inmobiliario final es tan caro.
Hubo
un señor llamado José María García Bellido, ya fallecido, que estudió este tema
y publicó numerosos artículos y libros al respecto. Pero era casi una voz en el
desierto. Porque hay muchos intereses creados, alrededor del invento. Hay mucha
gente viviendo de ello, al fin y al cabo, una forma de ganarse la vida
como otra cualquiera (qué decir de los notarios o los registradores). Y, por
cierto, cuando sobreviene una crisis como la actual, esto es como el juego de
irse pasando un cubito de hielo: al que se le termina de derretir, está jodido.
Si Pedro Promotor compra un producto de la cadena y no se lo puede vender al
siguiente, porque nadie lo quiere ya, pues el pobre Pedro Promotor se va a la
quiebra. ¿Cuántas pequeñas empresas se fueron al carajo después de 2007?
A lo
mejor las cosas han cambiado desde 1992, pero me temo que en esencia siguen
igual. Y se podrían poner ejemplos
similares de áreas interiores de la ciudad que se planifican para su
renovación. El Ayuntamiento establece las condiciones de desarrollo y los
privados vienen siempre a pedir más, porque en ese diferencial está el margen
de beneficio. Cuando el Ayuntamiento de Madrid estaba en manos de políticos
cómplices de ese sistema diabólico, el promotor ya contaba con obtener ese margen
ilegal añadido, que finalmente iba a poder rebañar. Y eso es lo que explica también el
caso del chino Wanda y el edificio España. El chino (que, como todos sus
compatriotas, no tiene un pelo de tonto), se informó de lo que podía hacer con
el rascacielos. Le dijeron que no se podía demoler según la ley, pero que, presionando
adecuadamente a los políticos locales, se conseguiría superar la
norma, demoler el rascacielos y hacer otro edificio nuevo, un proceso que resulta bastante más barato.
El
chino lo adquirió en esas condiciones. Y en eso llegó Carmena (se acabó la
diversión, etc.). Cuando le dijeron al chino que no podía demoler, presionó de
todas las maneras imaginables, pero no logró que el equipo municipal se moviera
ni un milímetro: la ley decía lo que decía. Entonces lo puso a venta y se lo
compró un señor llamado Trinitario Casanova, que ha estudiado sus opciones en
el nuevo marco de cumplimiento estricto de lo planificado y ha llegado a la
conclusión de que aún le queda un margen de negocio suficiente. Y colorín colorado, eso...
P.D. si yo llamara al personaje de una novela Trinitario Casanova, sería saludado como un maestro del realismo mágico.
Querido Emilio, es el capitalismo.
ResponderEliminarAsumiendo que es una simplificación, todo es más complejo, te resumo:
Un hombre tiene un campo de patatas que vale 20.000 €. Como es animoso, se da cuenta de que si el campo de patatas lo convierte en una viña aumentará su valor, pues las uvas dan mayor entabilidad. Como también es currante levanta las patatatas, siembra las vides y el campo ya no es de patatas sino de uvas. El campo ya vale 30.000 €. Se ha ganado 10.000 € con su iniciativa y trabajo. Pueden ser legítimamente suyos. Nada que objetar.
Un campo igual de patatas, de 20.000 € de valor, está en un lugar que la sociedad, por medio de sus gestores a los que elige, decide que sería un buen sitio para hacer casas y vivir. Como hay gente dispuesta a comprar casas pagando más que por las patatas, ese campo, que ya no es de patatas sino de casas, pasa a valer 220.000 €. Esos 200.000 € de aumento de valor ¿de quién son? ¿del propietario del campo de patatas? ¿por qué? ¿que aportó? De él son los 20.000, los otros son de la sociedad.
Lo que se hace no es urbanismo, es capitalismo. Con que se cumpliese la constitución ya se avanzaría bastante.
Por si no estaba claro, que creo que no, la simplificación se refiere al cuentecito que he contado en mi comentario.
EliminarEstá bien claro. Es la vieja diferenciación entre valor de uso y valor de cambio, típica del materialismo dialéctico, también llamado marxismo, aunque no leninista. Se construye de manera desmesurada por capitalismo (valor de cambio), no por urbanismo (valor de uso). Lo que pasa es que estas cosas hay que decirlas con cuidado, que ya he perdido yo más de un amigo por poner en cuestión el entramado del que vive mucha gente y sus familias.
EliminarRespecto a tu segundo comentario, pues parece que no estaba claro, porque yo había entendido que tu apreciación se refería a mi texto, pero no me había molestado en absoluto: lo que yo cuento, también es una simplificación. Yo lo que quería es hacer públicas unas sensaciones que experimenté de verdad, cuando entré en el Ayuntamiento con toda mi ingenuidad, y que creo que es interesante compartirlas, porque expresan de forma sencilla cosas que cualquier lego puede entender. Y además es divertido eso del cambio sucesivo de interlocutores.
Un abrazo, amigo, y felices fiestas, estamos en contacto.
Perdón y con toda humildad, pero en el resto de los países desarrollados y capitalistas su urbanismo no es tan desastroso como en el caso español, según explicaba García Bellido. Yo recuerdo haber oído a un promotor y constructor que por menos del 20% de beneficio no merecía la pena (lo aportaba ese urbanismo engorroso, complejo, corrupto, sucio), frente a una de las grandes europeas que hablaban de márgenes del 3%. Dicho con toda humildad, reitero, porque me falta a todas luces formación.
ResponderEliminarMu bonito el urbanismo de Mangada pero mirad más arriba cuando también era mayoría socialista el ejecutivo y el legislativo central y el autonómico y no solucionaron nada.Aunque hubo un intento... pero, a la postre, chuparon del bote de la necesidad de vivienda igual ¡ea!. Cebolleta enfadada
Querida Cebolleta enfadada, déjate de humildades que, si eres quien creo, tú sabes mucho sobre este asunto. El dato que das en tu primer párrafo corrobora lo que yo vengo a decir: aquí los promotores están encantados y no ponen el grito en el cielo, ni mueven un dedo para cambiar este sistema absurdo, porque, con ese sistema, tienen márgenes de beneficio mucho mayores, aunque los negocios sean tan lentos y arduos. Ellos siempre ganan y, como ya cuentan con los retrasos, se protegen con créditos e hipotecas que ya prevén ese desarrollo.
EliminarLo de Mangada es opinable. Creo que, mientras estuvo en el Ayuntamiento, no lo hizo mal. Permitió que se redactara un buen Plan General (obra de Leira y los demás), aunque también hizo unas cuantas cacicadas. Luego, ya en la Comunidad, siguió por esa línea, por ejemplo, aprobando el Corte Inglés de Pozuelo en suelo no urbanizable, como uso de interés público y social. Esas concesiones a ciertos poderes no le sirvieron para evitar convertirse en el ogro de los inmobiliarios, que forzaron su reprobación en la Asamblea (desde esa fecha el ABC sacaba cada día un recuadro: el réprobo Mangada lleva X días en su cargo y aún no ha dimitido) y, finalmente, su cese fulminante, con sobre llevado por un motorista, como en los buenos tiempos de Franco.
Lo que dices de que el PSOE chupó del bote y no solucionó nada, es cierto, pero creo que corresponde a los tiempos en que ya no estaba Mangada. Este hombre no es un santo, pero es muy listo, se conserva muy bien y sigue teniendo intervenciones brillantes en los actos a los que asiste, a pesar de que que tiene cerca de 85 años.