Una advertencia. El blog está muy
raro hoy, porque he metido todos los posts anteriores en el congelador virtual
durante unos días, hasta el final del puente en el que estamos. Así que, hasta
que los rehabilite, no van a poder leer más textos que este. El motivo real es
que se ha reproducido el ataque de los rusos, pero no voy a dar más
explicaciones al respecto, que luego me llaman paranoico. Así que lo dejaremos
en que hago esto porque me da la gana, porque puedo o, mejor aún, para
fastidiar. No se inquieten, a partir del domingo volveré a publicar todo. La
anterior vez hube de borrarlos uno por uno y luego hacer lo mismo para
rehabilitarlos. Ahora he encontrado la forma de hacer grupos de 25 y
gestionarlos juntos. Así que el borrado lo hago en un periquete y la
resurrección también será un procedimiento rápido.
Entretanto, hoy quiero hablarles
de una película que vi ayer en el cine y que me ha gustado mucho, hasta el
punto que es posible que vuelva a verla otra vez antes de que desaparezca de
los cines de estreno, para poder disfrutar de todas sus claves, una vez que
conozco la trama en su conjunto. Se llama La Llegada
(Denis Villeneuve, 2016) y lo cierto es que estaba esperando su estreno para
verla enseguida. ¿Por qué? Bueno, los motivos son varios. Para empezar, se
trata de cine de ciencia-ficción, un género que me apasiona, sobre todo cuando,
como en este caso, hablamos de películas que trascienden las claves de la
estricta ciencia-ficción para internarse en terrenos que nos afectan y nos
preocupan en el día a día, como puede ser el tiempo, su relación con el
espacio, la posibilidad de viajar adelante o atrás, la inmortalidad, el
destino, la suerte y la fatalidad, el lenguaje y las formas de comunicarse
entre seres diferentes.
De todo esto iba Blade Runner, la película que más veces
he visto en mi vida, y también Allien
y El Planeta de los Simios y 2001 y Encuentros en la Tercera Fase y Soylent
Green y Terminator I. Pero más
que a cualquiera de estas, La Llegada
remite a Doce Monos, una reflexión
sobre el carácter circular del tiempo, en la que al personaje que interpreta
Bruce Willis lo traen y lo llevan por el tiempo haciéndole sufrir un montón, a
pesar de la reconfortante presencia de Madeleine Stowe, una de las mujeres más
guapas que ha pasado por la pantalla en los últimos años, a la que también
pudimos ver en la excelente El Último
Mohicano. La Llegada (Arrival en su título original), se
desenvuelve en esos terrenos resbaladizos, beneficiándose de una producción
exquisita, que no escatima en medios visuales para contar lo que nos cuenta.
Otra razón por la que quería ver
esta película es por el director. Denis Villeneuve es un canadiense de la parte
francófona, de 50 años recién cumplidos, que ya ha demostrado su capacidad de
conmover al espectador en una serie de películas anteriores, lo que le ha
valido para ser fichado por la gran industria de Hollywood como director
puntero. De estas películas, he visto tres, a cual más inquietante. Incendios (2010) parte de dos hermanos
de origen sirio o libanés, perfectamente integrados en la sociedad canadiense,
que reciben la noticia de la muerte de su madre en su país de origen. Se hacen
cargo de su testamento y con él reciben un encargo de la difunta que les
llevará al escenario convulso de Oriente Medio, en donde deberán rastrear todo
su pasado, llegando a desvelar unos antecedentes terribles.
Prisioneros (2013) se centra en un pacífico carpintero cuya vida
salta por los aires cuando su hija de seis años es secuestrada y no aparece.
Tras confiar inicialmente en la policía, se lo llevan los demonios al ver que
la justicia pone en libertad por falta de pruebas al principal sospechoso.
Entonces, decide tomarse la justicia por su cuenta. Hasta aquí el típico
esquema del cine yanqui (cuántas películas de Harrison Ford o de Lyam Neeson
hemos visto con ese mismo patrón). Pero aquí viene lo sorprendente. El
protagonista, que se siente héroe americano, secuestra a su vez al supuesto
malo, lo encierra en un local y lo tortura de forma tremenda. Una peripecia de
la que sale casi tan destrozado anímicamente como su oponente, y que además es
completamente inútil, porque el tipo no puede desvelar el paradero de la niña,
porque no ha tenido nada que ver en el asunto. Bueno, ya les he fastidiado un
poco la trama, aunque no las cuestiones de tipo ético que plantea la película.
Y, finalmente, también he visto Sicario (2015), una historia que
transcurre en la frontera mexicana, donde una agente del FBI, honesta e
idealista, es reclutada para ayudar en una misión y ha de integrarse en un
grupo de veteranos de conducta no tan intachable como la suya, tras años de batirse
el cobre con un enemigo ubicuo y despiadado, del que han copiado muchos
métodos. En esta película, me impresionó la música, dirigida por un noruego,
Johan Johansen, que se mantiene todo el tiempo en primer plano, subrayando la
acción de manera elocuente y convirtiéndose casi en un protagonista central.
Este Johansen es también el autor de la música de La
Llegada , con un resultado similar. Como pueden comprobar,
La Llegada es la primera incursión de este
director en el terreno de la ciencia-ficción. Sin embargo, los dilemas morales
más profundos y difíciles son una constante en su cine.
La trama del film gira en torno a la llegada a la Tierra de doce naves con forma de pepino, que se sitúan suspendidas en posición vertical a unos metros del suelo en diferentes lugares del mundo. Hay una en Estados Unidos y el mando del ejército americano decide convocar a una lingüista y un matemático, para que intenten averiguar quiénes son y que pretenden. Los dos expertos son auténticos figuras en sus terrenos y ponen en juego su saber filosófico y científico, respectivamente, al servicio de una tarea contra reloj, porque los militares de los diferentes países quieren solucionar el problema a bombazo limpio. En concreto, la película se centra en la mujer, de nombre Louise, magnífica interpretación de la versátil y siempre brillante Amy Adams, yo creo que llamando ya a las puertas del Óscar por esta película.
La trama del film gira en torno a la llegada a la Tierra de doce naves con forma de pepino, que se sitúan suspendidas en posición vertical a unos metros del suelo en diferentes lugares del mundo. Hay una en Estados Unidos y el mando del ejército americano decide convocar a una lingüista y un matemático, para que intenten averiguar quiénes son y que pretenden. Los dos expertos son auténticos figuras en sus terrenos y ponen en juego su saber filosófico y científico, respectivamente, al servicio de una tarea contra reloj, porque los militares de los diferentes países quieren solucionar el problema a bombazo limpio. En concreto, la película se centra en la mujer, de nombre Louise, magnífica interpretación de la versátil y siempre brillante Amy Adams, yo creo que llamando ya a las puertas del Óscar por esta película.
Pero incluso antes de que lleguen
los extraterrestres (segunda escena del film), en el arranque te cuentan la
tragedia íntima de esta mujer, cuya hija ha muerto de algo que parece una
leucemia o similar. La mirada de Amy Adams mantiene durante toda la acción el
velo de melancolía que expresa el peso de esa historia, que se intercala con la
peripecia de la investigación, en unos flash-backs muy intensos, en los que Amy
aparece con otro brillo en la mirada. Pero esa tristeza básica no le impide ser
una persona muy valiente, con una determinación que no se detiene ante nada. El
final es muy bueno (en mi opinión) y cierra todas las tramas de forma
brillante. Uno sale conmovido y con la sensación de haber visto una película
distinta. Les sugiero que vayan a verla. A lo mejor no les gusta tanto como a
mí, ya saben que soy apasionado para estas cosas.
Hay muchas más cosas en este film
admirable. La contraposición de la visión de ciencias con la de letras. El
contraste entre el individualismo de los militares, que quieren hacer cada uno
la guerra por su cuenta, frente a la forma de concebir el mundo en red, propia
de los civiles, mucho más al día en sus procedimientos. La fotografía un punto
tenebrosa, en unos escenarios siempre en sombra, con el subrayado de la música.
En fin, como saben, la posibilidad de que haya seres inteligentes en otras
galaxias es algo bastante posible. Si algún día se tuviera contacto con ellos,
se suscitarían problemas como los que plantea la película. Muchos de los
avances incorporados a nuestras rutinas cotidianas en los últimos veinte años,
se consideraban hace muy poco ciencia-ficción. Que se lo digan a los rusos que
capturan mis posts por motivos que se me escapan. Disfruten del macro puente.
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