Ya saben la historia: el
miércoles viajé a Jaén y hoy domingo he regresado. Eso ha dejado en medio tres
días de excursiones senderistas-recreativas-culturales, por una provincia que
no conocía demasiado, aunque hace años visité Úbeda y Baeza y también he estado
en la sierra de Cazorla. Ha hecho un tiempo perfecto, temperaturas frescas por
la noche, mucho rocío de madrugada y mediodías suaves. En este puente sale
mucha gente, pero esquivé los atascos por el procedimiento de viajar en torno a
la hora de comer, cuando todos los camioneros paran a empapuzarse en los bares
de las gasolineras. A mí no me gusta comer mucho si tengo que conducir, así que
a la ida busqué uno de esos bares para tomarme un tentempié en la barra con una
cerveza. Estuve a punto de parar en Llanos del Caudillo, que me parece un
nombre cojonudo, pero finalmente me detuve en un lugar de la Mancha de cuyo
nombre no pude enterarme, y me obsequié con una tortilla guisada de chuparse
los dedos.
He de decir que es el primer
viaje que hago conduciendo por carretera desde mi accidente, aunque llevo el
coche por ciudad desde hace mucho, especialmente para ir al trabajo, a pesar de
las restricciones de la señora Carmena, que tan cabreado tiene al personal
taxista y similar. Unas tres horas y media de ida y otro tanto de vuelta hoy,
en medio de una espesa niebla, desde Despeñaperros a Ocaña. Jaén es una ciudad
encaramada en la ladera norte de las escarpadas
sierras de la cordillera Penibética, de gran importancia estratégica porque
tiene la llave de las rutas hacia Granada. Lugar siempre habitado desde tiempos
prehistóricos, por allí anduvieron los iberos, los romanos, los visigodos y,
por supuesto, los árabes, que establecieron en Jaén una posición avanzada de la
defensa del reino de Granada.
En 1246, después de varios asedios
fallidos, Fernando III el Santo se hizo con la ciudad, según la leyenda popular
de forma milagrosa, ayudado por Santa Catalina de Alejandría, que se le
apareció y le explicó cómo hacerlo. Lo cierto es que tomar Jaén era casi
imposible, por lo que el rey cristiano estableció con el sultán de Arjona, Ibn
Al-Ahmar, un pacto en virtud del cual la ciudad de Jaén pasaba a sus manos a
cambio del compromiso firme de dejar a los árabes tranquilos en su reino de
Granada. Ese pacto se mantuvo vivo unos 250 años, hasta que los Reyes Católicos
decidieron incumplirlo. En cuanto a Catalina de Alejandría, es una santa
egipcia que no tuvo ninguna relación con España, pero cuyo culto fue traído a
estas tierras por los cruzados de regreso. Actualmente es la patrona de Jaén y
da nombre a su castillo, que domina toda la ciudad y que está parcialmente
ocupado por un Parador Nacional.
Excepto las zonas construidas
después de la guerra, tan feas como las de cualquier otra ciudad española (excepto
Vitoria), Jaén es una población en cuesta. Entre la zona de la estación del
ferrocarril, donde estaba nuestro hotel, y la Catedral hay un desnivel enorme,
y el castillo está todavía más arriba. Como buenos senderistas, cada día
subíamos la cuesta a la hora de cenar, para llegar a los barrios en torno a la
Catedral, donde está la marcha nocturna y hay buenas cervecerías, como el
Panyaceite, y restaurantes como El Templario, donde cenamos todos los de la excursión,
que éramos cerca de 50. Para salvar ese desnivel es una buena idea la instalación
de un tranvía por el centro del bulevar principal. Así lo entendió un gobierno
municipal del PSOE, que con ayudas de la Junta construyó toda la
infraestructura y llegó a hacer un viaje inaugural con las fuerzas vivas a
bordo. El problema es que luego el municipio cambió de signo y los del PP no lo
acaban de implantar, porque dicen que su explotación no sería rentable. Un tipo
de historias que retratan el absurdo cainismo de nuestros políticos (de uno y otro
signo) y que dejan perplejos a los extranjeros que nos visitan.
Jaén es ahora mismo la provincia
española con menos PIB per cápita (en dura competencia con Badajoz). Es sin
embargo la mayor explotación de olivo del mundo (hay 66 millones de olivos en
la provincia) y sin embargo presenta una gran desigualdad social, porque en los
barrios del centro de la capital se ve
el dinero. Hay magníficos edificios céntricos, como el del Banco de España de
Moneo, se ven coches de alta gama, hay mucha gente en los bares poniéndose
ciega de calamares rebozados, berenjenas con miel y otras delicias bien regadas
con cervezas y finitos, y también están bastante llenos los lugares de marcha,
con la música a todo volumen. Los barrios menos céntricos tienen también muchos
bares y muy concurridos; la diferencia de cota hace que sean un mundo distinto
del de las zonas altas.
El jueves, día de las Conchitas,
nos hicimos un recorrido de unos 14 kilómetros, que incluía tres subidas y
bajadas fuertes. La primera, al castillo de Ontiñar, de la línea defensiva de
Granada, que guardaba el paso del río Quiebrajano. A continuación, el Cerro de
Matamulillos, desde el que se domina el embalse del Quiebrajano. Esta subida es
la parte final del llamado Camino de Revientamulos, que partía de la propia
ciudad. Allí nos comimos los bocatas que llevábamos. Y por último el refugio de
La Chimba, otro paraje con vistas extraordinarias, desde el que se ve el
Castillo de Santa Catalina con la ciudad de Jaén al pie. Tras descansar un rato
en el hotel, salimos de nuevo para la cena conjunta en El Templario y los
gin-tonics posteriores.
El viernes nos quitamos la resaca
viajando a Linares, en donde visitamos primero unas antiguas minas de plomo y
cobre, propuestas para su declaración como Patrimonio de la UNESCO. Allí
hicimos una ruta de unos 12 kilómetros, pero llana y por caminos bien
acondicionados. Seguimos visitando una almazara, en donde nos explicaron el
complejo proceso de producción y comercialización del mejor aceite de oliva,
nos sacaron un almuerzo a base de platos elaborados o acompañados por aceite extra-virgen
y finalmente cargamos distintas cantidades de garrafas. Desde allí nos desplazamos
a las ruinas romanas de Cástulo, un poblado que llegó a tener 10.000
habitantes, pero que fue arrasado durante las Guerras Púnicas, por ponerse del
lado perdedor, el cartaginés. En el lugar nos esperaba el director de la
explotación, un antiguo profesor de la universidad, didáctico y ameno, que nos
hizo una explicación espléndida.
Por último, el sábado subimos
desde el hotel al castillo, 8 kilómetros de cuesta, para visitar el parador y
los miradores, desde los que se ven Úbeda y Baeza. Bajamos a comer a la zona de
la Catedral y, por la tarde, tuvimos una visita guiada que incluía la propia
Catedral, los Baños Árabes y algunas iglesias y monumentos más, lo que nos dejó
listos para ver el Real Madrid-Dépor en el que mi equipo estuvo a punto de dar
la campanada, aunque al final acabó tan arrasado como los cartagineses. La
Catedral de Jaén es espectacular, se tiene por una de las más altas del mundo y
es obra destacada del arquitecto renacentista Andrés de Vandelvira, al que se
deben los principales edificios de los conjuntos de Úbeda y Baeza. Alberga uno
de los trozos de la llamada Verónica, la tela donde quedó grabado el rostro del
Cristo, y tiene un corredor elevado con balcones al interior y al exterior, por
los que se muestra a la multitud la tela citada en las grandes fiestas de la ciudad.
Como ven fue un programa bastante
apretado, de forma que, aunque me llevé el ordenador, no tuve mucho margen ni
ganas de ponerme a escribir en el blog. Por otra parte, detecté que seguían los
rusos al acecho, por lo que opté por pasar todos los textos al modo borrador y
mantener un poco más la cuarentena. Disculpen las molestias, mañana tal vez
restaure la normalidad.
¿Y del Lagarto de Jaén no dices na, pisha?
ResponderEliminarHombre, es que no lo puedo contar todo en un solo post. Lo del lagarto es una leyenda muy jienense, declarada como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, categoría que sólo ostentan otras nueve leyendas en España. La cosa es que había un lagarto gigante, más bien dragón, en una charca que todavía se conserva y que se comía (versión A) a las doncellas que se acercaban por allí a por agua, o (versión B) a las ovejas de los pastores del entorno. Un preso, a cambio de su libertad (un pastor en la otra versión) se ofreció a matarlo y lo consiguió a base de irle poniendo un reguero de panes, el último de los cuales tenía insertado un cartucho de dinamita, o de pólvora, con el resultado previsible.
EliminarLa historia está incorporada al lenguaje local, tanto para descalificar a alguien (ese es más malo que el Lagarto de Jaén), como en forma de insulto (ojalá revientes como el Lagarto de Jaén). En una placita cerca de la charca original hay una estatua del lagarto.
Todo eso está en el entorno de la iglesia de María Magdalena (al bicho se le llama también el Lagarto de la Malena). De esta iglesia sale cada Martes Santo una procesión que recorre el barrio. Todos los jienenses que venían en el grupo recordaban de su infancia el momento en que la procesión se paraba delante del balcón de la casa del hermano de Juanito Valderrama, que era de un pueblo cercano. Mientras vivió, el gran cantaor no faltó nunca a su cita. En medio de un silencio reverencial, salía al balcón y cantaba una saeta a capella, con su voz aguda inconfundible, que ponía los pelos de punta a todos los presentes.
Me has hecho una pregunta y te he contestado.