El otro día terminé hablando de la violencia inherente a determinadas
ideas políticas o religiosas, que siempre acaba por aparecer. Es obvio que no
podemos culpar a Putin de las tropelías de los hinchas rusos en Marsella, ni a
Artur Mas o Pujol de que unos energúmenos apalicen a dos chicas que habían
montado un stand a favor de la selección española de futbol en una calle de
Barcelona. Pero los políticos que abren el baúl de los agravios, la caja de
Pandora de los sentimientos excluyentes, son culpables, en mi opinión, de que luego
surjan extremistas que extrapolen el mensaje y lo conviertan en lo que un día
se llamó la dialéctica de los puños y las
pistolas. Esto es algo que me parece evidente, pero no encuentro en la prensa española nadie que lo exprese con esa claridad.
Sin embargo, como ya les he contado muchas veces, en la prensa inglesa se analizan mucho mejor los sucesos que conforman la realidad, se sacan conclusiones y se exponen sin cortapisas ni prejuicios. Eso lleva a los periodistas británicos a firmar textos magníficos. Hace dos días, las islas se vieron sobrecogidas por el asesinato de una parlamentaria que estaba, como suelen hacer allí, hablando con sus votantes. AQUÍ tienen el link al blog de Alex Massie, colaborador habitual de The Spectator, por si quieren leer en inglés su análisis de dicho suceso. Es un texto escrito en caliente, cuando apenas se sabía nada al respecto. Me he molestado en traducirlo para ustedes, porque me parece muy bueno, añadiendo la imagen a que hace referencia. Creo estar de acuerdo al cien por cien con lo que dice este señor. Con lo que siente este señor. Les dejo con este texto, no sin antes desearles lo mejor para este fin de semana, prólogo del verano.
Sin embargo, como ya les he contado muchas veces, en la prensa inglesa se analizan mucho mejor los sucesos que conforman la realidad, se sacan conclusiones y se exponen sin cortapisas ni prejuicios. Eso lleva a los periodistas británicos a firmar textos magníficos. Hace dos días, las islas se vieron sobrecogidas por el asesinato de una parlamentaria que estaba, como suelen hacer allí, hablando con sus votantes. AQUÍ tienen el link al blog de Alex Massie, colaborador habitual de The Spectator, por si quieren leer en inglés su análisis de dicho suceso. Es un texto escrito en caliente, cuando apenas se sabía nada al respecto. Me he molestado en traducirlo para ustedes, porque me parece muy bueno, añadiendo la imagen a que hace referencia. Creo estar de acuerdo al cien por cien con lo que dice este señor. Con lo que siente este señor. Les dejo con este texto, no sin antes desearles lo mejor para este fin de semana, prólogo del verano.
Un
día de infamia.
Alex Massie. 16 de junio 2016
Los
acontecimientos tienen un efecto multiplicador. Y cuando ocurren en serie el
efecto puede ser abrumador. Este ya era un día triste y degradante, incluso
antes de que nos enterásemos de la terrible noticia de que Jo Cox, una
parlamentaria laborista, había sido asesinada durante una sesión de consulta
con sus electores, en su circunscripción de Yorkshire.
La política
es, figurativamente hablando, un deporte de contacto. Es un asunto duro porque
es un asunto importante. Más aun, cuando las apuestas son muy altas. Pero cuanto
más alto es el nivel del deporte, cuando los riesgos son más grandes y todo
parece estar en juego, ahí es cuando ese carácter se revela más crudamente, también en
la política. Incluso, especialmente, cuando realmente importa.
Un referéndum
es uno de los momentos en que ese carácter importa. Nada puede rehacerse, no
hay ninguna idea consoladora en la derrota que, al menos, permita pensar en resarcirse
en la próxima temporada. No, la derrota es permanente y para siempre. Es por
ello que un referéndum es mucho más que una elección general. La gente
'equivocada' a menudo gana una elección, pero su victoria es sólo –y siempre–
temporal. Habrá otro día, otra vez. Una elección es una negociación; un
referéndum es un juicio sin tribunal de apelación. Y ahí, ese carácter se
revela. El cartel presentado por Nigel Farage esta mañana marcó un nuevo límite,
incluso para él.
La máscara –la
astucia, el truco, ya saben lo que quiere decir máscara– no ocultaba nada, porque
no había ninguna máscara en absoluto. PUNTO DE RUPTURA, proclamaba, por encima de
la imagen de una cola refugiados de piel oscura, esperando para cruzar una
frontera. El mensaje no era muy sutil: Vota
marcharte, Gran Bretaña, o terminarás dirigida por gente morena. Toma el
control. Vuelve a ser un país. Ya saben lo que eso significa: Si usted quiere un turco –o un sirio– como
vecino, vote quedarse. Simple. Sentido común. ¿No es cierto?
Y entonces
esta tarde, una mujer miembro del Parlamento de 42 años, que resulta –y esto
podría ser más que una coincidencia– que era una parlamentaria que presionó para
que Gran Bretaña hiciera más por ayudar a las personas desesperadas que huyen
del horror de Siria, ha sido tiroteada, apuñalada y asesinada.
Los acontecimientos
tienen un efecto multiplicador.
Puede ser que los
testigos presenciales que informaron que el tipo gritó: “Put Britain first”
mientras atacaba a Jo Cox, resulten tan poco fiables como suele ser habitual.
Podría ser que no haya ninguna motivación política para este crimen
aparentemente sin sentido. Al hombre se le conoce en el barrio como Tommy Mair
y su hermano menor, Scott, ha declarado:
–Estoy
luchando para creer lo que ha sucedido. Mi hermano no es violento y menos político. Ni siquiera sé a quién vota. Tiene
un historial de enfermedad mental, pero ha recibido ayuda.
En modo alguno
tendríamos tantas preguntas incómodas si esto termina por ser sólo otro acto
desquiciado a cargo de un individuo con una larga historia de trastorno mental.
Pero sabemos
que incluso los lunáticos solitarios no viven en una burbuja. Están
influenciados por acontecimientos exteriores. Por eso, cuando hay un acto de
terrorismo islamista, insistimos con razón en saber si fue, implícita o
explícitamente, animado por otros actores. No creemos –o al menos no deberíamos
creer– en la culpa ni en el castigo colectivos, pero queremos saber, legítimamente,
si un asesino individual fue inspirado por una ideología, religión o discurso
del odio o cualquiera de los centenares de otros posibles factores de
motivación. Nosotros no responsabilizamos a todos los musulmanes de la
violencia ejercida en nombre de su Profeta, pero tampoco podemos evitar la
verdad fea, desagradable, de que, por lo que respecta al autor, él (casi
siempre) está actuando al servicio de su propia interpretación de esa su religión. Él tiene una causa, no
importa cuánto la haya deformado. Y por eso nos preguntamos sobre quiénes le
influyeron. Cómo llegó a esto.
Por lo tanto,
no; Nigel Farage no es el responsable del asesinato de Jo Cox. Y tampoco lo es
la campaña a favor del Brexit. Pero sí son responsables por la forma en que han
presentado sus argumentos. Ellos no sabían que algo como esto iba a suceder,
por supuesto, y estarán tan conmocionados y horrorizados como todo el mundo.
Pero. No
obstante. Miren. Si ustedes fomentan la rabia, luego no pueden fingir sorpresa cuando
la gente se enfurece. Ustedes no pueden ahora volver la cabeza y decir: “Tío,
no tenías que habértelo tomado tan en serio. Era sólo un juego, una táctica,
una estrategia para ganar votos”.
Cuando ustedes
han gritado una y otra vez PUNTO DE RUPTURA, no se sorprendan si alguien se
rompe. Cuando se presenta la política como una cuestión de vida o muerte, como
una cuestión de supervivencia nacional, no se sorprendan si alguien les toma la
palabra. Ustedes no provocaron este crimen, pero tampoco hicieron mucho para evitarlo.
A veces la
retórica tiene consecuencias. Si te pasas días, semanas, meses, años, diciéndole
a la gente que están en peligro, que su país les está siendo robado, que están
siendo traicionados y vendidos, que su primogenitura está en cuestión, que su
problema es que son demasiado lentos para darse cuenta de lo que está
sucediendo, que su problema es que no están lo suficientemente indignados,
entonces en algún momento, en algún lugar, algo o alguien puede quebrarse. Y
entonces algo terrible va a suceder.
No podemos
controlar el tiempo atmosférico, pero, en política, puede controlarse el clima,
el ambiente en el que ese tiempo sucede. Está en nosotros, en todos nosotros,
cualesquiera que sean nuestros argumentos. En el día de hoy, se puede
sentir que hemos hecho algo terrible para ese clima.
Tristes es un término que se queda corto.
Esto es peor, mucho peor, que tristes.
Este es un día de la infamia, un día en el que todos debemos sentirnos enojados
y avergonzados. Porque si usted no se siente un poco avergonzado –si no se
siente enfermo, ahora mismo, dondequiera que esté leyendo esto–, entonces algo va
mal con usted en alguna parte.
Jo Cox era, según
todas las fuentes, una excelente parlamentaria y una excelente mujer. Y ha sido
arrebatada a su familia y a sus electores. Pero su muerte nos arrebata algo a
todos nosotros también. No recuerdo nunca haber experimentado una sensación peor
sobre este país y su política, que la que siento ahora.
Los acontecimientos
tienen un efecto multiplicador. También los sentimientos.
Te agradezco la traducción. Para un poseedor de un nivel casi nulo de inglés como yo, es bastante difícil leer el artículo original. Creo que este señor aporta un matiz fundamental y que resulta muy oportuno. No se puede ir por ahí sembrando odios y luego quejarse de que la gente se los tome al pie de la letra.
ResponderEliminarDe nada. He traducido este artículo porque me parece muy bueno y muy oportuno.
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